El espíritu de Goyo Ordóñez
Aquel fatídico lunes en enero de 1995. Ni olvido, ni perdono. El asesinato de un verso libre. La cobarde agresión a un valiente, por la espalda. Su condena la dictaron los hijos de Aitor. El delito era ser español con dignidad y compromiso para trabajar mejorando las condiciones de vida en su querida ciudad a orillas del Cantábrico. No querían que su ejemplo se extendiera. Los del miedo eran ellos. Miedo a la libertad, democracia y justicia en una comunidad privilegiada. Goyo hablaba muy claro. Se entendía perfectamente todo lo que decía. Era uno de esos poetas que tanto temen los miserables tiranos. Rompía con las letanías fantasmagóricas del mito al pueblo vasco y presuntos derechos históricos-histéricos. Tenía razón. Captaba hasta los silencios inducidos por el terror. Hacía país y daba rienda suelta a sus sueños que compartía desde su ejemplo.
La cuadrilla de matones que necesitó acercar una pistola a su nuca y por la espalda eran vascos. Jugaban a ser soldados y patriotas. A estas alimañas residentes en el agujero profundo de un caserío les daban cobijo miembros de su estirpe. Todos juntos, pues de uno en uno no eran nada más que sombras de un aquelarre. Ignorantes alumnos de un iluminado Sabino Arana. Mala hierba entre amapolas en campos donde pastan ovejas lachas. Aguas teñidas con vertidos de una industria protegida por el franquismo. Raza entre hiena y serpiente. Siempre ocultos dando pábulo al mito.
Aquella última comida en Alsasua. Antes de las Navidades de 1994. Cuando me confesó que se le acercaba la muerte. Había descubierto una trama que su honradez no estaba dispuesta a tolerar, ignorar o dejar sin castigo. Y todavía se puede leer la causa. Está en ese informe del fiscal Luis Navajas Ramos que ha desaparecido de las bibliotecas digitales. Resulta sorprendente que nadie haya indagado con fines históricos sobre la podredumbre que impregnaba la relación de ETA con el narcotráfico o el contrabando.
Ahora el asesino nos amenaza de nuevo. Txapote quiere, exige, levanta su voz, para sacar de las cárceles a los asesinos inconfesos y orgullosos por su historial. Nunca se arrepintieron. Nunca lo harán. Esperan que en sus aldeas profundas les reciban más pronto que tarde con un aurresku de honor. Históricos dirigentes de ETA como Txapote y Kantauri podrían ser excarcelados en 2025 gracias a la reforma legal que convalida penas. "La lucha tendrá que continuar; toca inventar un nuevo movimiento de liberación" Son declaraciones recientes de tales miembros del colectivo que apoya a Sánchez para mantenerse en la poltrona.
Ahora comprendo la existencia en países democráticos como USA de la pena de muerte para asesinos…
Aquel fatídico lunes en enero de 1995. Ni olvido, ni perdono. El asesinato de un verso libre. La cobarde agresión a un valiente, por la espalda. Su condena la dictaron los hijos de Aitor. El delito era ser español con dignidad y compromiso para trabajar mejorando las condiciones de vida en su querida ciudad a orillas del Cantábrico. No querían que su ejemplo se extendiera. Los del miedo eran ellos. Miedo a la libertad, democracia y justicia en una comunidad privilegiada. Goyo hablaba muy claro. Se entendía perfectamente todo lo que decía. Era uno de esos poetas que tanto temen los miserables tiranos. Rompía con las letanías fantasmagóricas del mito al pueblo vasco y presuntos derechos históricos-histéricos. Tenía razón. Captaba hasta los silencios inducidos por el terror. Hacía país y daba rienda suelta a sus sueños que compartía desde su ejemplo.
La cuadrilla de matones que necesitó acercar una pistola a su nuca y por la espalda eran vascos. Jugaban a ser soldados y patriotas. A estas alimañas residentes en el agujero profundo de un caserío les daban cobijo miembros de su estirpe. Todos juntos, pues de uno en uno no eran nada más que sombras de un aquelarre. Ignorantes alumnos de un iluminado Sabino Arana. Mala hierba entre amapolas en campos donde pastan ovejas lachas. Aguas teñidas con vertidos de una industria protegida por el franquismo. Raza entre hiena y serpiente. Siempre ocultos dando pábulo al mito.
Aquella última comida en Alsasua. Antes de las Navidades de 1994. Cuando me confesó que se le acercaba la muerte. Había descubierto una trama que su honradez no estaba dispuesta a tolerar, ignorar o dejar sin castigo. Y todavía se puede leer la causa. Está en ese informe del fiscal Luis Navajas Ramos que ha desaparecido de las bibliotecas digitales. Resulta sorprendente que nadie haya indagado con fines históricos sobre la podredumbre que impregnaba la relación de ETA con el narcotráfico o el contrabando.
Ahora el asesino nos amenaza de nuevo. Txapote quiere, exige, levanta su voz, para sacar de las cárceles a los asesinos inconfesos y orgullosos por su historial. Nunca se arrepintieron. Nunca lo harán. Esperan que en sus aldeas profundas les reciban más pronto que tarde con un aurresku de honor. Históricos dirigentes de ETA como Txapote y Kantauri podrían ser excarcelados en 2025 gracias a la reforma legal que convalida penas. "La lucha tendrá que continuar; toca inventar un nuevo movimiento de liberación" Son declaraciones recientes de tales miembros del colectivo que apoya a Sánchez para mantenerse en la poltrona.
Ahora comprendo la existencia en países democráticos como USA de la pena de muerte para asesinos…












