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Pedro Chacón
Sábado, 25 de Enero de 2025 Tiempo de lectura:

El regalo de Sánchez al PNV: latrocinio al Estado español

El PNV, desde tiempos de Xabier Arzalluz, por los años ochenta del siglo pasado, venía reclamando este palacete como de su propiedad. Pero aunque lo negoció con el primer gobierno de Aznar, que estuvo dispuesto a compensarle económicamente por ello, nunca consiguió hacerse con el inmueble porque el partido no posee títulos de propiedad sobre el mismo.

 

Sí es cierto que se compró para sede del Gobierno Vasco y que lo que este hizo fue utilizar testaferros y sociedades fantasma, para que desde el gobierno de la Segunda República no le pidieran cuentas por el mismo, ni tampoco, una vez caído el régimen republicano, por parte de Franco.

 

Pero nada de esto fue posible porque después de la Guerra Civil y sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría, el régimen de Franco consiguió hacerse un sitio en el concierto internacional como garante seguro del anticomunismo. En Francia le asignaron definitivamente, por sentencia firme, en 1951, la propiedad al Estado español y el lendacari José Antonio Aguirre, que ocupaba el edificio desde la liberación de París en 1944, lo tuvo que abandonar.

 

Sostenemos la tesis de que el edificio, en caso de querer revertirlo a quien lo adquirió en primer lugar, debería serlo al Gobierno Vasco, que forma parte de la Administración del Estado, como institución pública que es del mismo, pero nunca al PNV, que es una entidad privada.

 

A continuación les ofrezco la documentación que justifica la pertenencia del edificio en origen al Gobierno vasco y no al PNV, deducida de textos de autores en absoluto sospechosos de antinacionalistas, sino todo lo contrario, que normalmente trabajan en la órbita del PNV, bien porque son militantes, porque son simpatizantes, porque reciben encargos de dicho partido o porque nunca irían en contra del mismo.

 

El primero de todos es Jean-Claude Larronde, el mayor especialista en el caso, por francés, por historiador y por abogado y a quien este fin de semana le conceden el Premio Sabino Arana de la Fundación del mismo nombre, perteneciente al PNV, por sus servicios al partido. Conoce de primera mano los archivos judiciales franceses y el caso del palacete lo ha estudiado exhaustivamente en su libro Exilio y solidaridad, en cuya página 303-304, dice: "A principios del año 1939, ante la inminencia del reconocimiento de jure del régimen franquista por los países democráticos occidentales, el Gobierno vasco consideró que convenía constituir una sociedad según el derecho francés que tomase a su cargo los bienes pertenecientes al Gobierno vasco que se encontraban en suelo francés”.

 

Para ello crearon una empresa fantasma llamada “Finances et Entreprises” con los nombres de navieros y hombres de negocios ingleses y franceses, se supone que conocidos del principal magnate naviero de la época, que no era otro que Ramón de la Sota y Llano, protector del nacionalismo vasco. Fíjense la vinculación de dicha empresa al Gobierno vasco por lo que nos dice de ella Jean-Claude Larronde en la página 306 del libro Exilio y Solidaridad: “Se observa que el domicilio social de la Sociedad se ha fijado en París, en el número 33 de la Avenue Pierre 1er de Serbie, en el 1er piso, en las oficinas que ocupan los servicios del Departamento de Finanzas del gobierno vasco, bajo la responsabilidad de Eliodoro de la Torre”.

 

Leyre Arrieta Alberdi, que salió en El Correo del 5 de enero diciendo que era de justicia que el palacete volviera al PNV, en su trabajo sobre dicho tema inserto en el Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco, en su página 174, dice “Cabe destacar que siempre ha sido el PNV quien lo ha requerido aunque la propiedad era del Gobierno vasco”.

 

Francisco Javier de Landaburu, destacado militante nacionalista vasco que tomó posesión del palacete una vez que quedó liberado París en 1944, cuenta las peripecias de la ocupación del mismo por la delegación del Gobierno Vasco y vamos a ver cómo en su relato, contenido en el volumen V de sus Obras Completas, se puede deducir hasta qué punto el protagonismo del mismo es del Gobierno Vasco y no del PNV, que es quien se atribuye ahora la propiedad.

 

“Al entrar en la casa encontramos en un despacho copias de una sentencia que atribuye la propiedad de esta casa, de los refugios de Compans y de Noyon –también propiedad de «Jaurlaritza»- y de todos los bienes de “Finances & Entreprises” al Estado español, sentencia a todas luces injusta y obtenida gracias al estado de cosas que reinaba durante el Gobierno de Vichy.” (260).

 

Aquí vemos cómo para Landaburu la propiedad del palacete y de los dos refugios (que son justamente los tres edificios que han quedado a disposición del PNV en el Real Decreto que se los atribuye por parte del Estado español y que salió en el BOE el pasado 24 de diciembre de 2024) es del Gobierno Vasco, de “Jaurlaritza” dice.

 

Sobre el asunto de la financiación de la delegación, en el informe recogido de la reunión del Gobierno Vasco en Nueva York, de 2 de marzo de 1945, se dice: “El Gobierno examinó la generosa contribución económica prestada por los vascos residentes en América y por los descendientes de vascos incorporados a la vida del Continente americano, cuyas aportaciones, algunas de proporciones excepcionales, y todas expresivas de estrecha solidaridad, han permitido el sostenimiento económico de la organización del Gobierno vasco tanto en sus fines humanitarios como en sus deberes patrióticos” (302). Por tanto, de haber sido la delegación de París financiada por los vascos de América, lo fue para el Gobierno vasco, no para el PNV.

 

Ludger Mees, en su obra El profeta pragmático, Aguirre, el primer lehendakari (1939-1969), explica así el caso del palacete: “En la primavera de 1951, el lehendakari se había enterado de que el régimen franquista estaba intentando recuperar por la vía jurídica el edificio parisino de la Avenue Marceau 11, donde se encontraba la sede del Gobierno Vasco. En tiempos de la Guerra civil, este edificio había sido adquirido por una sociedad afín al Gobierno Vasco (Finances et Entreprises) y, a partir de 1939, figuró como arrendataria del mismo la Liga Internacional de Amigos de los Vascos. Tras la ocupación de París por las tropas alemanas, los vascos tuvieron que abandonar el edificio, que pasó a ser ocupado por la Gestapo y policías españoles, y posteriormente albergó la sede de la Falange. Con ocasión de la presencia de los nazis, y en ausencia de sus legítimos dueños, un tribunal francés adjudicó en 1943 la titularidad del inmueble a los franquistas. Tras la liberación de París, en cambio, los nazis y sus aliados españoles tuvieron que huir y el edificio pasó nuevamente a manos de los vascos quienes, tras el intervalo de Nueva York, volvieron a instalar la sede de su Gobierno en la Avenida Marceau. Ahora, Franco reclamaba la ejecución de la sentencia de 1943 para recuperar la titularidad del edificio. El calibre de sus amenazas hacia el Gobierno francés demuestra que el dictador se lo había tomado muy en serio y otorgaba gran importancia a este asunto: anunció que, en caso de sentencia contraria, iba a cerrar todas las escuelas francesas en España, una medida que afectaría a unos 80 profesores y a entre 5 y 6000 alumnos, amenazó con «poner dificultades a los comerciantes e industriales franceses residentes en España» e insinuó además que todo ello podría conducir a la ruptura de relaciones diplomáticas. Ante estas amenazas, Aguirre no tardó en reaccionar con el recurso a lo que era sin duda su mejor arma: su amplia red de contactos políticos en altas esferas, así como su poder de persuasión en el ámbito personal” (314).

 

Como vemos, aquí todo gira en torno al lendacari Aguirre. Él es el protagonista de toda esta historia, al frente de su gobierno. Por lo tanto, es el Gobierno Vasco, como propietario del palacete a través de Finances et Entreprises, y no el PNV quien interviene en todas estas gestiones.

 

“Sin embargo, al final, como le había ocurrido en otras ocasiones, Aguirre tuvo que darse cuenta de que las magnitudes geopolíticas podían más que las amistades. Tras una votación favorable de un proyecto de ley en el Parlamento francés, que hubiera imposibilitado la ejecución de sentencias originadas en circunstancias no democráticas –como la ocupación alemana– el Ministro de Justicia promovió el rechazo de esta iniciativa entre la mayoría gubernamental y logró también el apoyo de Schuman [ministro de Asuntos Exteriores francés] para este propósito. Al haber perdido el beneplácito del Gobierno, y en vísperas de la disolución del Parlamento y de la convocatoria de nuevas elecciones, el proyecto de ley desapareció del orden del día de la última reunión de la Asamblea Nacional. Así quedaba la vía libre para la sentencia que adjudicó la titularidad del inmueble al Estado español, que en junio de 1951 decretó el desalojo inmediato de los vascos. Aguirre se había quedado sin el edificio emblemático de la Avenue Marceau –que por su valor simbólico se había convertido en un auténtico lugar de memoria– y había sido testigo de la debilidad de sus tan influyentes amigos. Estos habían preferido asegurarse la benevolencia de un dictador considerado cada vez más imprescindible para el frente anticomunista del mundo occidental, y habían quemado sus convicciones y principios democráticos en la hoguera de la conveniencia estratégica. Fiel a su tradición, Aguirre se tragó este nuevo golpe en lugar de exteriorizarlo y, una vez resuelta la búsqueda de una nueva sede del Gobierno en el edificio mucho más modesto de la Rue Singer, en su correspondencia de la época ya prácticamente no aparecen referencia a esta traumática experiencia. No obstante, gracias al testimonio posterior de María Zabala, su esposa, podemos calibrar mejor el impacto de este acontecimiento. María Zabala considera que el año 1951 fue «tal vez la fecha más triste para José Antonio». En referencia al pleito perdido del edificio de la Avenue Marceau, Zabala constata lo siguiente: «Es quizá la única vez que he visto a mi marido cabizbajo, triste, sin poder ocultar, como tantas otras veces, el dolor que le embargaba y sin que lograra recuperar su optimismo innato».” (315).

 

En el libro colectivo titulado La política como pasión. El lehendakari José Antonio Aguirre (1904-1960), firmado por Ludger Mees, José Luis de la Granja, Santiago de Pablo y José Antonio Rodríguez Ranz, también se hace alusión al palacete en su página 565, de donde extraemos el siguiente párrafo: “La forzada mudanza de su sede parisina de la Avenue Marceau a un edificio mucho más modesto en la Rue Singer fue un símbolo poderoso de este proceso de declive del ejecutivo vasco y de su presidente. Tras un largo litigio judicial y político, a finales de junio de 1951 el Gobierno francés decretó el desalojo de aquel edificio, ejecutando así una sentencia de 1943, que, en los tiempos anómalos de la ocupación alemana, había otorgado la titularidad del inmueble al Estado español. Previamente, el lehendakari había mantenido reuniones al más alto nivel para frenar esta decisión, pero ni siquiera sus dos encuentros personales con Robert Schuman, el ministro francés de Asuntos Exteriores y, como europeísta convencido, pionero de la unificación europea, cambiaron nada. Tampoco cambió el guión de la reacción de Aguirre, quien, como otras veces, se sintió muy halagado por haber sido recibido por Schuman y quiso transformar esta satisfacción personal en un logro político. Salió de la última reunión alabando la «amistad de nuestros amigos de este país», convencido de haber persuadido a sus interlocutores y con la esperanza de que «nos mantengamos debidamente en nuestra casa, y que caiga antes Franco que nosotros salgamos de ella». Un mes más tarde, la sede de la Avenue Marceau número 11 se encontraba precintada y su presidente tenía que buscar un nuevo local. Con el palacete emblemático de la Avenue Marceau se había perdido «ese faro [que] irradiaba principalmente […] el optimismo y esperanza», tal y como había hecho el lehendakari tras salir de sus reuniones con Schuman. Una vez más, los «amigos» le habían traicionado, plegándose ante las amenazas de un dictador que había anunciado el cierre de todos los colegios franceses en España, además de represalias para los industriales y comerciantes franceses residentes en España, en el caso de que el Gobierno francés no accediera a la devolución del edificio de la Avenue Marceau.”

 

Resulta prácticamente imposible resaltar más la estrecha vinculación entre el palacete de París y el lehendakari Aguirre y el Gobierno Vasco. Es por ello que resulta verdaderamente incomprensible su asignación en exclusiva al PNV por parte del gobierno actual de España. Teniendo en cuenta que aquel primer Gobierno vasco de la historia estaba formado por cuatro consejeros del PNV (incluido Aguirre), tres del PSOE, uno del PCE, uno de ANV (nacionalismo vasco de izquierdas) y dos republicanos.

 

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