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Viernes, 31 de Enero de 2025 Tiempo de lectura:
Un artículo de Daniele Perra

¿Es el trumpismo una operación biopolítica?

Ya he hablado del trumpismo como una operación biopolítica «foucaultiana». Intentaré explicar mejor este concepto. En primer lugar, creo necesario subrayar la importancia de los medios de comunicación (como instrumentos de la «producción de poder») para el estudio y el análisis geopolítico. Ya en 1928, Karl Haushofer, ante la impetuosidad de la política de masas, comprendió la importancia de dar a conocer la dinámica geopolítica a la opinión pública, aunque la información tuviera necesariamente que simplificarse y adaptarse a la orientación del público. En otras palabras, Haushofer comprendió antes que nadie que la representación mediática forma parte integrante de la dimensión geopolítica y que es una herramienta útil para obtener un apoyo emocional (y por tanto acrítico) a la acción.

 

Así pues, el ámbito de la comunicación reviste una importancia fundamental para la geopolítica, y los propios medios de comunicación se interpretan como los instrumentos que representan la (geo)política y el poder.

 

 

La «geopolítica crítica» (surgida en la década de 1980) estudia el contenido de los medios de comunicación para comprender sus intereses particulares y su «poder reticular/circular». Las representaciones espaciales del poder desempeñan un papel decisivo en la comprensión de las estrategias políticas. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que, con bastante frecuencia, lo que llamamos «periodismo geopolítico» se convierte en sí mismo en un instrumento de poder y/o en un productor de propaganda. Por propaganda entendemos la producción deliberada y sistemática de representaciones mediáticas estereotipadas con el objetivo de manipular, seleccionar u ocultar hechos y fenómenos y orientar a la opinión pública hacia sujetos políticos y/o económicos que representan los centros de poder (pensemos en los casos emblemáticos de Ucrania y Palestina).

 

Este uso «estratégico» de los medios de comunicación ha existido siempre. Durante el llamado «Gran Juego» o «Torneo de las Sombras» (la «Guerra Fría» del siglo XIX entre Gran Bretaña y Rusia en Asia Central), por ejemplo, los periódicos británicos no dejaron de describir al Imperio zarista como una entidad maligna. O, incluso antes (incluso en la época medieval), la forma en que los emisarios papales describían a Federico II. 

 

Este «uso estratégico» fue notablemente popular durante la era del totalitarismo y, aunque nunca ha cesado, ha experimentado una evolución muy particular con la llegada de Internet. Mientras que los medios tradicionales tienen un enfoque vertical (selección, formación y cobertura de las «noticias» desde arriba), Internet tiene un enfoque horizontal en el que las noticias, a primera vista, circulan de forma más fluida y libre. En realidad, la proliferación de medios de comunicación y plataformas sociales no se corresponde con una mayor libertad de información. La mayor parte de las empresas que controlan el flujo de información en Internet (al menos las principales) tienen su sede en Estados Unidos y pertenecen a grandes concentraciones industriales con considerables intereses directamente vinculados a la política y a la guerra (que la política es la continuación por otros medios, docet Clausewitz). En este sentido, al igual que las agencias de calificación, las ONG, los fondos de inversión y los grupos de presión, las plataformas sociales (Facebook, X, etc.) también producen poder. Y lo hacen de una manera muy particular.

 

Nota: Cortesía de Euro-Synergies

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