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Lunes, 03 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura:
Un artículo de Tiberio Graziani

La jaula de acero de Weber y el neototalitarismo liberal-democrático

Max WeberMax Weber

En el contexto contemporáneo, caracterizado por la creciente omnipresencia de las nuevas tecnologías de la comunicación en los procesos de formación de opinión y de toma de decisiones, las reflexiones sociológicas de Max Weber sobre la «jaula de acero» se revelan como una herramienta fructífera para comprender las advertencias de lo que puede definirse como los excesos del sistema neoliberal-democrático.

 

En efecto, el vínculo entre racionalización tecnocrática, ética utilitarista y conformismo social y cultural, bien descrito por Weber, encuentra hoy nueva vida en la creciente instrumentalización del fenómeno de la inteligencia artificial, el auge de lo políticamente correcto y la transformación de las democracias occidentales en regímenes con rasgos neototalitarios.

 

 

Inteligencia artificial: el lado racional de la jaula de acero

 

La inteligencia artificial (IA), aplicada a los procesos industriales, representa el apogeo de la racionalización teorizada por el pensador alemán. Se trata esencialmente de una tecnología que promete (y permite) eficacia y optimización, pero -si no se gestiona de forma crítica y adecuada- a costa de una alienación creciente y generalizada. En efecto, las decisiones automatizadas, basadas en algoritmos, podrían reducir la capacidad del individuo para influir en el resultado de los procesos sociales: desde el punto de vista de la crítica del poder, el uso de estos algoritmos parece reforzar una estructura burocrática que se alimenta de sí misma, contribuyendo a la creación de una «jaula de acero» digital. Esta «jaula de acero» digital, aparentemente neutra, impone una lógica instrumental que vacía de significado los valores humanos, conduciendo a las clases dominantes hacia un control cada vez más pronunciado, invasivo y deshumanizador de las sociedades.

 

La IA (tal y como se gestiona en la actualidad) se presenta como un instrumento más para consolidar el poder de las clases dominantes de los Estados más avanzados tecnológicamente y de los grupos de poder dentro de las grandes corporaciones financieras e industriales, produciendo desigualdades estructurales en las sociedades y esferas de trabajo. El acceso a las tecnologías más avanzadas se reserva a unos pocos actores globales, mientras que los ciudadanos de a pie se convierten en meros engranajes de un sistema que no parecen comprender. La promesa de libertad, típica del discurso neoliberal, se está transformando en una forma de «esclavitud algorítmica», donde la capacidad de autodeterminación es cada vez más limitada.

 

 

La corrección política: un síntoma del neoestado ético occidental

 

La corrección política, a menudo percibida y sobre todo transmitida como progreso civilizado, puede interpretarse -en el contexto de la crítica de los comportamientos sociales actuales y de la evolución política de la sociedad occidental- como un síntoma concreto de la afirmación de un Estado ético occidental. Mediante un rígido control del lenguaje y de la opinión, se intenta conformar la sociedad a un conjunto de valores considerados universales, pero que en realidad reflejan la ideología de las clases dirigentes. Este fenómeno, lejos de ser una forma de emancipación, se está convirtiendo en un instrumento de homologación cultural.

 

La imposición de lo políticamente correcto no sólo restringe la libertad de expresión, sino que traiciona la heterogeneidad de objetivos. Las democracias liberales, nacidas para proteger el pluralismo y la diversidad, acaban adoptando prácticas totalizadoras destinadas a eliminar la disidencia. Surge así una nueva forma de totalitarismo blando, en el que el consenso se construye mediante la presión social y el aislamiento de los «desviados», a través, entre otras cosas, de sofisticadas formas de ridiculización mediática (la famosa «máquina del fango»), la atribución de vínculos, relaciones y comportamientos percibidos como embarazosos, social y políticamente reprobables, e incluso susceptibles de ser sancionados por la coacción.

 

Totalitarismo y heterogeneidad de fines

 

El pensamiento democrático neoliberal, con su énfasis en el mercado, los derechos individuales y el progreso tecnológico, parece encarnar el apogeo de la modernidad. Sin embargo, paradójicamente, en su aplicación práctica se revela como la culminación del ciclo histórico liberal-democrático. La búsqueda incesante de la eficacia, unida a la creciente concentración del poder económico y financiero en manos de unos pocos grupos, como tan acertadamente ha descrito Alessandro Volpi, ha conducido a un sistema que restringe cada vez más la libertad real, Los ciudadanos se transforman en sujetos de un orden racionalizado y globalizado, en el que el debate democrático, cuando aún existe, es en el mejor de los casos un mero ritual esclerótico, y en el peor, dada la virulencia cada vez más polarizadora que lo caracteriza hoy en día, una forma singular de neurosis.

 

La heterogeneidad de los fines (el principio de que las acciones concebidas y emprendidas con un propósito específico conducen en cambio a resultados impensablemente opuestos) es claramente evidente en la práctica de la democracia liberal contemporánea. Las democracias, tal como las conocemos en nuestro continente al menos desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, nacidas para proteger al individuo de la arbitrariedad del poder, se han transformado en el espacio de unas pocas décadas en sistemas que controlan en gran medida la vida de los ciudadanos. Los mecanismos de vigilancia, la censura implícita y la manipulación de la información son sólo algunos de los instrumentos de un poder que ya no es visiblemente autoritario, sino paródicamente paternalista y salvífico, envuelto en una superestructura retórica tomada de las reflexiones de Popper.

 

La urgencia de una nueva crítica de la modernidad

 

Reflexionar sobre la metáfora de Weber de la «jaula de acero», actualizada al contexto actual, nos permite reflexionar sobre los excesos del modelo neoliberal-democrático que estamos viviendo. La instrumentalización de la inteligencia artificial, la corrección política y las dinámicas de heterogeneidad de fines son síntomas claros de la trayectoria de un sistema autorreferencial que parece abocado al colapso.

 

Para contener y escapar de esta nueva forma de totalitarismo, necesitamos urgentemente redescubrir el valor del pensamiento crítico y la práctica de la acción colectiva. Tal vez sólo reformulando la relación entre tecnología, ética y política sea posible construir un futuro que no esté dominado por la lógica impersonal de la «jaula de acero», sino que devuelva un lugar central al ser humano y a su dignidad.

 

Nota: Cortesía de Euro-Synergies

 

 

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