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Viernes, 21 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura:
Un artículo de Enzo Brandi

Migraciones: Por un debate más allá de la «derecha xenófoba» y la «izquierda neoliberal»

Una querida amiga con quien he compartido luchas pasadas me envió un artículo del New York Times (un conocido periódico “liberal”) de Lydia Polgreen, que analiza el fenómeno moderno de la migración, dándole un juicio sustancialmente muy positivo y considerándolo un fenómeno necesario.

 

De hecho, al leerlo, me vinieron a la mente muchas dudas y perplejidades y la convicción de que este fenómeno debe ser abordado objetivamente sin caer en la retórica y la demagogia ni de la “derecha” xenófoba, ni de la “izquierda neoliberal” que abandera con palabrería los “derechos humanos”, o incluso de esa presunta “extrema izquierda” (como Casarini, por así decirlo) que organiza ONGs y financia sus intervenciones en el mar.

 

Rechazando obviamente toda demagogia racista y todo intento de deportación “espectacular” de migrantes hacia México, Albania o Ruanda, me pregunto qué hay de “progresista” en el hecho de que millones de personas de países “pobres” (dependiendo de traficantes oscuros y corriendo enormes riesgos) vengan esencialmente a mendigar ser explotadas en los países “ricos” neocolonialistas e imperialistas. ¿No se trata en esencia de una trata de esclavos moderna, apoyada también por el falso mito de Occidente como la tierra de la leche y la miel?

 

La “izquierda neoliberal” (o como la llama la nueva líder de la izquierda alemana Sarah Wagenknecht, la “izquierda de moda”), después de haber abandonado sustancialmente la lucha por la justicia social, la paz y la liberación de los pueblos oprimidos, reemplazándola por la retórica de los “derechos humanos” en favor de los migrantes, las minorías, las personas supuestamente “de género fluido”, etc., considera la aceptación indiscriminada como un deber moral, sin darse cuenta de la sutil veta neocolonialista de esta actitud oculta bajo el velo “humanitario”. Es decir, somos los ricos y buenos amos que acogemos paternalistamente a los pobres desgraciados implorantes. El otro aspecto del fenómeno que a menudo se enfatiza es que necesitamos nuevos aportes demográficos porque somos una población “vieja” y siempre hay necesidad de carne fresca (para el desarrollo de nuestro capitalismo). Aquellos que mueren en las calles, o que son esclavizados, o que permanecen marginados en focos de delincuencia o mendicidad son daños colaterales.

 

 

En cuanto a los inmigrantes más cualificados (por ejemplo los médicos sirios a quienes el Estado laico sirio ha obligado en el pasado a estudiar gratuitamente a un alto coste), o en todo caso las personas con mayores cualificaciones laborales, al venir aquí ¿no debilitan quizás la capacidad de desarrollo autónomo e independiente de sus países poniéndose al servicio de los "ricos"? Francamente, aprecio más a los africanos o a los habitantes de Oriente Medio que se quedan a luchar por sus tierras, como los congoleños que han asaltado las embajadas de los países occidentales que han librado una guerra por delegación contra ellos desde Ruanda, o los palestinos que obstinadamente regresan a sus hogares destruidos en lugar de aceptar la reubicación en otros lugares.

 

Otro punto que se señala con razón es que los migrantes a menudo proceden de países en guerra u oprimidos por una feroz explotación neocolonial. En este caso, sin embargo, el debate que debe darse se sitúa antes de la intervención “humanitaria”. Los verdaderos demócratas occidentales deberían oponerse más decididamente a esas guerras y golpes de estado (en Siria, Libia, Iraq, Sudán, Congo, Costa de Marfil, etc.) que a menudo han llevado a la imposición de gobiernos títeres de conveniencia, protegidos tanto por gobiernos occidentales de “derecha” como de “izquierda” (como el gobierno de Trípoli del que es miembro el criminal Al Masri). Debemos luchar por el fin de la explotación neocolonial, como la ejercida por Francia en África Occidental, por relaciones igualitarias entre los Estados que favorezcan el desarrollo y por vías de acogida no demagógicas, dimensionadas sobre decisiones que obedezcan a visiones equilibradas y racionales que tengan en cuenta todos los aspectos y los diferentes intereses.

 

En efecto, en lo que respecta a los trabajadores de los países ricos, ¿no es extraño que muchos voten ahora por la “derecha” también por el riesgo de ver reducidos sus salarios y sus derechos debido a la presencia de esta masa de maniobra que Marx llamó el “ejército industrial de reserva”, dispuesto a conformarse con salarios mínimos, a menudo en negro, y condiciones de vida precarias? En realidad, los avances y éxitos del antiguo Frente Nacional en Francia, de la derecha en Italia y el esperado avance del partido de extrema derecha AFD en las próximas elecciones alemanas no prefiguran un verdadero peligro fascista (como suele subrayar la "izquierda neoliberal") sino que indican una profunda frustración y enojo por parte de sectores populares del proletariado y de las clases medias-bajas (que antaño votaban a la izquierda) debido a la falta de estrategia, e incluso de sentido común, por parte de la llamada "izquierda" política.

 

Con estas consideraciones (que seguramente también suscitarán muchas críticas y opiniones contrarias) concluyo invitando a todos los demócratas sinceros a abrir un debate serio y no instrumental sobre estos importantes temas.

 

Traducción: Carlos X. Blanco

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