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Viernes, 07 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:

No perdonar: el odio como herramienta para enfrentarse al horror del terrorismo

[Img #27453]Jean Améry, en Más allá de la culpa y la expiación, formula una de las críticas más incisivas a la idea de reconciliación y perdón tras el horror absoluto. Para él, el odio no es una emoción destructiva, sino una herramienta necesaria para la memoria y la reivindicación de las víctimas. En un mundo que suele presentar el perdón como virtud suprema y requisito para la paz, Améry desafía este discurso al considerar que la renuncia al odio puede ser, en ciertos contextos, una forma de sumisión y olvido. Su análisis abre un debate crucial sobre el papel del odio en la historia, la política y la ética, particularmente en el caso de las víctimas del terrorismo.

 

Desde una perspectiva filosófica, el odio ha sido tradicionalmente considerado una emoción negativa, asociada a la irracionalidad y la venganza. Sin embargo, Améry lo reivindica como una forma legítima de resistencia moral. Para quienes han sido víctimas de la injusticia extrema, el odio no es una simple reacción visceral, sino una respuesta consciente y justificada.

 

En el caso de las víctimas del terrorismo, este dilema se vuelve especialmente relevante. Familias y comunidades han sido forzadas a convivir con el discurso de la reconciliación, mientras que en la mayoría de las ocasiones los perpetradores no han mostrado ningún arrepentimiento. El odio, en este contexto, es una afirmación de la dignidad ultrajada. Perdonar sin que se haya hecho justicia plena, o sin que los terroristas hayan reconocido verdaderamente su culpa, equivale a borrar la memoria del crimen. La sociedad, al fomentar la reconciliación rápida, impone una forma de violencia simbólica a las víctimas, forzándolas a olvidar en nombre de una armonía superficial. De esta manera, el odio se convierte en una herramienta de memoria, una negativa a permitir que el crimen quede impune en la historia y en la conciencia colectiva.

 

El argumento de Améry desafía las nociones convencionales de justicia. Se ha sostenido que el derecho debe ser imparcial y que la sociedad solo puede avanzar si deja atrás los conflictos del pasado. Sin embargo, ¿es posible una justicia sin resentimiento? Améry sugiere que el odio es lo que impide que los crímenes más atroces sean asimilados como meros eventos históricos. Su postura recuerda a la de Friedrich Nietzsche, quien advertía contra el peligro del olvido impuesto por los vencedores.

 

En el caso del terrorismo, la exigencia de olvido y reconciliación a menudo se impone a las víctimas para facilitar determinados procesos políticos. En España, las víctimas de ETA hemos denunciado durante décadas que los intentos de diálogo y pacificación han supuesto un abandono de nuestro derecho a la justicia. La impunidad parcial o el reconocimiento tardío del sufrimiento de las víctimas han generado un sentimiento de frustración, en el que el odio no es un simple deseo de venganza, sino una forma de resistencia frente a la indiferencia del Estado y la sociedad.

 

Las ideas de Améry siguen siendo relevantes en los debates actuales sobre la memoria histórica y la justicia en relación con el terrorismo. En muchos casos, los procesos de pacificación han dejado de lado el reconocimiento pleno del daño causado. El odio, lejos de ser un impedimento para la convivencia, puede funcionar como un motor para la exigencia permanente de verdad y justicia.

 

En las sociedades democráticas, el reto es encontrar un equilibrio entre la necesidad de cerrar heridas y el derecho de las víctimas a no ser forzadas a perdonar. En algunos países, las asociaciones de víctimas han luchado por mantener viva la memoria de los atentados, no como un ejercicio de rencor, sino como una reivindicación de su dignidad y de la necesidad de justicia.

 

El pensamiento de Jean Améry nos obliga a cuestionar la narrativa dominante sobre el perdón y la reconciliación, especialmente en el contexto del terrorismo. Su defensa del odio como herramienta de resistencia no es una apología de la violencia, sino una reivindicación del derecho a recordar sin concesiones. En un mundo donde el olvido suele ser impuesto en nombre de una paz falsaria, su postura nos invita a pensar en el valor del resentimiento como un acto de justicia histórica. Sin embargo, la pregunta sigue abierta: ¿puede una sociedad sostenerse sobre el odio sin condenarse a la fragmentación permanente? La respuesta a este dilema sigue siendo una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo.

 

(*) Teresa Díaz Bada es hija de Carlos Díaz Arcocha, militar y superintendente de la Ertzaintza (Policía autonómica vasca) asesinado por la banda terrorista ETA el 7 de marzo de 1985.

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