Cómo emborronar permanentemente el asunto del palacete de París
Sabíamos que el nacionalismo es una ideología que nace y se desarrolla incrustada en las brumas de la ignorancia y que se sostiene por no abordar nunca la verdad de los hechos y preferir siempre emborronarlos, difuminarlos, ocultarlos a la razón. Es la táctica del calamar, que todo lo ennegrece, porque así le resulta más fácil tanto escapar de quien le persigue como hacerse con la presa que quiere.
Esto mismo es lo que estamos observando con el asunto del palacete. Quienes han trabajado siempre para que el PNV se hiciera con él llevaban décadas con la versión de que el dinero llegó directamente de México y que el palacete se compró en el verano de 1936, antes de que se constituyera el Gobierno Vasco el 7 de octubre de 1936. Esta es la versión que cualquier nacionalista se tiene aprendida y que repite invariablemente cuando sale el tema, convencido de que es la verdad.
Un primer escollo para mantener esta versión es el hecho irrefutable de que la primera escritura del palacete en favor del PNV, aunque iba a nombre de un testaferro –Marino Gamboa–, se hizo el 8 de octubre de 1937, cuando el Gobierno Vasco llevaba funcionando un año y cuando había caído todo el frente del norte.
La forma de esquivar este inconveniente que ponía en cuestión la propiedad del PNV ha sido, por parte del informe oficial del Secretario de Estado de Memoria Democrática, la de proponernos una historia según la cual el dinero habría obrado en manos del testaferro desde el 11 de diciembre de 1936 y que de ahí no se habría movido hasta la escritura del 8 de octubre de 1937. Para ello recurren a una auditoría en la que se vería perfectamente, según ellos, la entrada del dinero, ya que hay una cantidad que, aunque no sea igual que la que se envió, se parece bastante y que, al ser menor, se podría deber a los “gastos de envío”. Es todo tan azaroso y tan traído por los pelos que resulta increíble que se haya utilizado como argumento oficial. Porque tampoco se nos dice lo principal: cuándo salió de esa cuenta para pagar el palacete. Porque si está tan claro cuándo entró, cómo es que no se ve también cuándo salió para pagar el palacete.
Pero lo que viene a resultar ya el colmo del sarcasmo es que uno de los principales argumentadores de toda esta historia, el periodista Koldo San Sebastián, que tiene un libro titulado Exilio vasco en América de donde sale la cita que se utiliza en el informe oficial del Secretario de Estado que da la propiedad al PNV, haga, al cabo de un mes de haber salido la disposición del BOE que le da el palacete al PNV, otra nueva versión de los hechos, en la que se demuestra que ni siquiera se ha leído el informe oficial, donde se le cita y donde se argumenta del modo que vimos arriba la trayectoria del dinero.
Suponíamos que este Koldo San Sebastián había visto cómo en el informe oficial del Secretario de Estado de Memoria Democrática se le cita en la página 5, nota 9, concretamente de la página 98 de su libro Exilio vasco en América, donde se dice: “el PNV, con ayuda de algunos militantes americanos, caso de Francisco de Belausteguigoitia (que puso a su disposición todo su saldo en dólares) adquirió un edificio en la Avenida Marceau de París que, poco después, cedió al Gobierno vasco para instalar en él la Delegación”.
Y eso a pesar de que, en el mismo libro, en la página 58 de Exilio vasco en América, se dice otra cosa por parte de nuestro Koldo, es decir, que el palacete era del Gobierno vasco, como algunos creemos que efectivamente es, y no del PNV: “Por otro lado, desde finales de 1936, un grupo de nacionalistas se había movilizado a favor del Gobierno Vasco. Francisco de Belausteguigoitia puso a su disposición todo su saldo en dólares”. Movilizados a favor del Gobierno vasco, se dice ahí por nuestro Koldo, no a favor del PNV.
Pero el caso es que Koldo San Sebastián no ha visto nada de eso. Sino que, por su cuenta y riesgo, en vista de que empezaron las protestas sonadas contra la adjudicación arbitraria del palacete al PNV, ha vuelto a salir a la palestra para defender a su partido, sin importarle la versión de la compra que aparece en el informe oficial del Secretario de Estado de Memoria Democrática.
En efecto, en el colmo de su producción al servicio del PNV, ha escrito un artículo publicado el pasado 24 de enero en el Deia, titulado “Historia de la compra de la Delegación de París”, donde deja bien patente que no se ha leído el informe oficial donde le citan.
Porque si se lo hubiera leído no entraría en contradicción con el mismo, como efectivamente ocurre, al meterse a decir dos cosas absolutamente innecesarias y hasta contraproducentes para la defensa de su propio partido, ya fundamentada en el informe del Secretario de Estado de Memoria Democrática.
En efecto, el tercer párrafo de ese artículo del 24 de enero se lo podía directamente haber ahorrado, puesto que ahí dice: “Por resumir, Fede Belausteguigoitia se puso en contacto con su tío Francisco «Patxo», un importante empresario en México, militante del PNV, que puso todo su saldo en dólares para comprar la casa. Pero hizo más. Se puso en contacto con otros «millonarios» vascos, como Francisco Saralegui, de La Habana, y asimismo militante del PNV, que pusieron importantes cantidades de dinero (en dólares) con las que se completó la operación. Por razones fiscales, supongo, el propietario puso como condición que la compra del edificio no se escriturase hasta 1937, como efectivamente se hizo”.
Vuelve a repetir el cuento –por indemostrable– con el que desde el PNV quieren justificar la propiedad sobre ese edificio, lo de que el dinero vino de nacionalistas de América. Aunque ya puestos, no estaría de más decir que porque un edificio lo compre un militante de un partido, ¿automáticamente pasa a ser de ese partido? ¿Y los herederos naturales del donante, no tendrían nada que decir? Pero aquí, encima, nuestro Koldo mete la pata, como decimos, por partida doble.
La primera, cuando dice que hubo más millonarios vascos que pusieron dinero, con el “que se completó la operación”, como un tal Saralegui de La Habana. Cuando resulta que en el informe del Secretario de Estado de Memoria Democrática, en sus páginas 8-9, se dice: “Respecto a si con los 64.982,30 dólares recibidos por Gamboa en la cuenta del PNV era suficiente para adquirir el edificio por ese precio, Xabier Hualde señala que la devaluación del franco respecto al dólar en ese mes de la compra hacía posible la adquisición y aún sobraba dinero”.
Si este Koldo se hubiera leído el informe no le hubiera hecho falta engordar el caso con la presencia de más millonarios vascos que dieron dinero para “completar la compra”, porque habría sabido que con los dólares de Belausteguigoitia había ya suficiente.
Y la segunda metedura de pata de nuestro Koldo en ese párrafo aparece cuando dice que “por razones fiscales, supongo, el propietario puso como condición que la compra del edificio no se escriturase hasta 1937, como efectivamente se hizo”. Pero vamos a ver, ¿cómo es eso de “supongo”? O sea, que para justificar lo que pudo o no pudo pasar, el autor se permite introducir un “supongo”. Resulta que “supone” que hubo razones fiscales que aconsejaron diferir la escritura. Claro, como hasta ahora todas las versiones del nacionalismo sostenían que el palacete se compró en el verano de 1936, cuando el Gobierno Vasco aún no existía –como siempre recalcan, para reivindicar el palacete como del PNV y no del Gobierno Vasco–, y como resulta que no hay Dios que pueda tapar el hecho cierto de que la primera escritura de compra es de 8 de octubre de 1937, es decir, cuando no solo el Gobierno vasco ya existía sino que llevaba justo un año entero existiendo, pues a ver ahora cómo disimulamos ese año de por medio.
El amigo Koldo no tiene ningún problema en “suponer” que fue el propietario el que dijo que mejor escriturar pasado un año, por razones fiscales.
Pero es que resulta que, a parte de esa suposición completamente gratuita y sin fundamento de que el Palacete se compró en el verano de 1936 y no se escrituró hasta un año después por “conveniencia fiscal” del vendedor, este Koldo demuestra otra vez que no sabe lo que dice el informe que ha servido de base para darle el palacete al PNV. Y es que en el propio informe del Secretario de Estado hay una versión de un profesor de la Universidad del País Vasco, Óscar Álvarez Gila, donde se dice que el dinero con el que se iba a pagar el palacete se envió, después de que llegara de México, al testaferro Marino Gamboa el 11 de diciembre de 1936 y que este lo tuvo en su cuenta corriente durante diez meses hasta que se hizo la escritura en octubre de 1937. Una cuenta que Marino Gamboa tenía en Londres, donde habría entrado el dinero para el palacete y donde se diferenciaba perfectamente lo que era del PNV y lo que era del Gobierno Vasco. Y va este Koldo ahora y, pasando olímpicamente del testaferro Marino Gamboa, dice que el palacete no se escrituró hasta un año después por necesidades fiscales del propietario, pero que ya estaba comprado de antes.
O sea que nuestro Koldo no se había leído el informe oficial y una vez que vio los ataques a la decisión del Gobierno, procedentes del PP y de otras personas, incluido yo mismo, entonces se propuso contarnos otra versión, en tono pretendidamente definitivo (“Historia de la compra de la Delegación de París”), basándose esta vez en una historia, desconocida hasta ahora, la del vendedor defraudador de Hacienda, que pidió escriturar la venta un año después de hecha efectiva.
Nuestro Koldo, entonces, ignora además cosas archisabidas por los especialistas, como que el palacete estuvo alquilándose por la Delegación del Gobierno Vasco desde febrero de 1937, como atestigua el hecho de que desde esa dirección se empezara a domiciliar la sede de la redacción del periódico Eusko-Deya, concretamente de los números de marzo de 1937 en adelante. El Eusko-Deya era el órgano oficial del Gobierno vasco en el exterior.
Si se hubiera comprado el palacete en verano de 1936, qué necesidad había de alquilarlo desde febrero de 1937 en adelante. Eso solo se puede explicar porque efectivamente la compra se realizó en octubre de 1937, no antes.
En fin. Dejen ya, por favor, de darnos más versiones de la compra del palacete por el PNV. El palacete ya lo tienen, porque se lo ha dado el presidente del gobierno de España, de esa España que tanto odian.
Y dejen, como digo, de seguir haciendo el ridículo con más explicaciones inventadas de la propiedad del PNV. No se las creemos, ni la primera ni la última ni la de en medio. Más que nada porque cuando hay necesidad de dar tantas explicaciones es porque ninguna de las dadas resulta convincente, ni siquiera para los que las dan. Y quienes las recibimos estamos ya como bastante hartos de que nos tomen el pelo.
Sabíamos que el nacionalismo es una ideología que nace y se desarrolla incrustada en las brumas de la ignorancia y que se sostiene por no abordar nunca la verdad de los hechos y preferir siempre emborronarlos, difuminarlos, ocultarlos a la razón. Es la táctica del calamar, que todo lo ennegrece, porque así le resulta más fácil tanto escapar de quien le persigue como hacerse con la presa que quiere.
Esto mismo es lo que estamos observando con el asunto del palacete. Quienes han trabajado siempre para que el PNV se hiciera con él llevaban décadas con la versión de que el dinero llegó directamente de México y que el palacete se compró en el verano de 1936, antes de que se constituyera el Gobierno Vasco el 7 de octubre de 1936. Esta es la versión que cualquier nacionalista se tiene aprendida y que repite invariablemente cuando sale el tema, convencido de que es la verdad.
Un primer escollo para mantener esta versión es el hecho irrefutable de que la primera escritura del palacete en favor del PNV, aunque iba a nombre de un testaferro –Marino Gamboa–, se hizo el 8 de octubre de 1937, cuando el Gobierno Vasco llevaba funcionando un año y cuando había caído todo el frente del norte.
La forma de esquivar este inconveniente que ponía en cuestión la propiedad del PNV ha sido, por parte del informe oficial del Secretario de Estado de Memoria Democrática, la de proponernos una historia según la cual el dinero habría obrado en manos del testaferro desde el 11 de diciembre de 1936 y que de ahí no se habría movido hasta la escritura del 8 de octubre de 1937. Para ello recurren a una auditoría en la que se vería perfectamente, según ellos, la entrada del dinero, ya que hay una cantidad que, aunque no sea igual que la que se envió, se parece bastante y que, al ser menor, se podría deber a los “gastos de envío”. Es todo tan azaroso y tan traído por los pelos que resulta increíble que se haya utilizado como argumento oficial. Porque tampoco se nos dice lo principal: cuándo salió de esa cuenta para pagar el palacete. Porque si está tan claro cuándo entró, cómo es que no se ve también cuándo salió para pagar el palacete.
Pero lo que viene a resultar ya el colmo del sarcasmo es que uno de los principales argumentadores de toda esta historia, el periodista Koldo San Sebastián, que tiene un libro titulado Exilio vasco en América de donde sale la cita que se utiliza en el informe oficial del Secretario de Estado que da la propiedad al PNV, haga, al cabo de un mes de haber salido la disposición del BOE que le da el palacete al PNV, otra nueva versión de los hechos, en la que se demuestra que ni siquiera se ha leído el informe oficial, donde se le cita y donde se argumenta del modo que vimos arriba la trayectoria del dinero.
Suponíamos que este Koldo San Sebastián había visto cómo en el informe oficial del Secretario de Estado de Memoria Democrática se le cita en la página 5, nota 9, concretamente de la página 98 de su libro Exilio vasco en América, donde se dice: “el PNV, con ayuda de algunos militantes americanos, caso de Francisco de Belausteguigoitia (que puso a su disposición todo su saldo en dólares) adquirió un edificio en la Avenida Marceau de París que, poco después, cedió al Gobierno vasco para instalar en él la Delegación”.
Y eso a pesar de que, en el mismo libro, en la página 58 de Exilio vasco en América, se dice otra cosa por parte de nuestro Koldo, es decir, que el palacete era del Gobierno vasco, como algunos creemos que efectivamente es, y no del PNV: “Por otro lado, desde finales de 1936, un grupo de nacionalistas se había movilizado a favor del Gobierno Vasco. Francisco de Belausteguigoitia puso a su disposición todo su saldo en dólares”. Movilizados a favor del Gobierno vasco, se dice ahí por nuestro Koldo, no a favor del PNV.
Pero el caso es que Koldo San Sebastián no ha visto nada de eso. Sino que, por su cuenta y riesgo, en vista de que empezaron las protestas sonadas contra la adjudicación arbitraria del palacete al PNV, ha vuelto a salir a la palestra para defender a su partido, sin importarle la versión de la compra que aparece en el informe oficial del Secretario de Estado de Memoria Democrática.
En efecto, en el colmo de su producción al servicio del PNV, ha escrito un artículo publicado el pasado 24 de enero en el Deia, titulado “Historia de la compra de la Delegación de París”, donde deja bien patente que no se ha leído el informe oficial donde le citan.
Porque si se lo hubiera leído no entraría en contradicción con el mismo, como efectivamente ocurre, al meterse a decir dos cosas absolutamente innecesarias y hasta contraproducentes para la defensa de su propio partido, ya fundamentada en el informe del Secretario de Estado de Memoria Democrática.
En efecto, el tercer párrafo de ese artículo del 24 de enero se lo podía directamente haber ahorrado, puesto que ahí dice: “Por resumir, Fede Belausteguigoitia se puso en contacto con su tío Francisco «Patxo», un importante empresario en México, militante del PNV, que puso todo su saldo en dólares para comprar la casa. Pero hizo más. Se puso en contacto con otros «millonarios» vascos, como Francisco Saralegui, de La Habana, y asimismo militante del PNV, que pusieron importantes cantidades de dinero (en dólares) con las que se completó la operación. Por razones fiscales, supongo, el propietario puso como condición que la compra del edificio no se escriturase hasta 1937, como efectivamente se hizo”.
Vuelve a repetir el cuento –por indemostrable– con el que desde el PNV quieren justificar la propiedad sobre ese edificio, lo de que el dinero vino de nacionalistas de América. Aunque ya puestos, no estaría de más decir que porque un edificio lo compre un militante de un partido, ¿automáticamente pasa a ser de ese partido? ¿Y los herederos naturales del donante, no tendrían nada que decir? Pero aquí, encima, nuestro Koldo mete la pata, como decimos, por partida doble.
La primera, cuando dice que hubo más millonarios vascos que pusieron dinero, con el “que se completó la operación”, como un tal Saralegui de La Habana. Cuando resulta que en el informe del Secretario de Estado de Memoria Democrática, en sus páginas 8-9, se dice: “Respecto a si con los 64.982,30 dólares recibidos por Gamboa en la cuenta del PNV era suficiente para adquirir el edificio por ese precio, Xabier Hualde señala que la devaluación del franco respecto al dólar en ese mes de la compra hacía posible la adquisición y aún sobraba dinero”.
Si este Koldo se hubiera leído el informe no le hubiera hecho falta engordar el caso con la presencia de más millonarios vascos que dieron dinero para “completar la compra”, porque habría sabido que con los dólares de Belausteguigoitia había ya suficiente.
Y la segunda metedura de pata de nuestro Koldo en ese párrafo aparece cuando dice que “por razones fiscales, supongo, el propietario puso como condición que la compra del edificio no se escriturase hasta 1937, como efectivamente se hizo”. Pero vamos a ver, ¿cómo es eso de “supongo”? O sea, que para justificar lo que pudo o no pudo pasar, el autor se permite introducir un “supongo”. Resulta que “supone” que hubo razones fiscales que aconsejaron diferir la escritura. Claro, como hasta ahora todas las versiones del nacionalismo sostenían que el palacete se compró en el verano de 1936, cuando el Gobierno Vasco aún no existía –como siempre recalcan, para reivindicar el palacete como del PNV y no del Gobierno Vasco–, y como resulta que no hay Dios que pueda tapar el hecho cierto de que la primera escritura de compra es de 8 de octubre de 1937, es decir, cuando no solo el Gobierno vasco ya existía sino que llevaba justo un año entero existiendo, pues a ver ahora cómo disimulamos ese año de por medio.
El amigo Koldo no tiene ningún problema en “suponer” que fue el propietario el que dijo que mejor escriturar pasado un año, por razones fiscales.
Pero es que resulta que, a parte de esa suposición completamente gratuita y sin fundamento de que el Palacete se compró en el verano de 1936 y no se escrituró hasta un año después por “conveniencia fiscal” del vendedor, este Koldo demuestra otra vez que no sabe lo que dice el informe que ha servido de base para darle el palacete al PNV. Y es que en el propio informe del Secretario de Estado hay una versión de un profesor de la Universidad del País Vasco, Óscar Álvarez Gila, donde se dice que el dinero con el que se iba a pagar el palacete se envió, después de que llegara de México, al testaferro Marino Gamboa el 11 de diciembre de 1936 y que este lo tuvo en su cuenta corriente durante diez meses hasta que se hizo la escritura en octubre de 1937. Una cuenta que Marino Gamboa tenía en Londres, donde habría entrado el dinero para el palacete y donde se diferenciaba perfectamente lo que era del PNV y lo que era del Gobierno Vasco. Y va este Koldo ahora y, pasando olímpicamente del testaferro Marino Gamboa, dice que el palacete no se escrituró hasta un año después por necesidades fiscales del propietario, pero que ya estaba comprado de antes.
O sea que nuestro Koldo no se había leído el informe oficial y una vez que vio los ataques a la decisión del Gobierno, procedentes del PP y de otras personas, incluido yo mismo, entonces se propuso contarnos otra versión, en tono pretendidamente definitivo (“Historia de la compra de la Delegación de París”), basándose esta vez en una historia, desconocida hasta ahora, la del vendedor defraudador de Hacienda, que pidió escriturar la venta un año después de hecha efectiva.
Nuestro Koldo, entonces, ignora además cosas archisabidas por los especialistas, como que el palacete estuvo alquilándose por la Delegación del Gobierno Vasco desde febrero de 1937, como atestigua el hecho de que desde esa dirección se empezara a domiciliar la sede de la redacción del periódico Eusko-Deya, concretamente de los números de marzo de 1937 en adelante. El Eusko-Deya era el órgano oficial del Gobierno vasco en el exterior.
Si se hubiera comprado el palacete en verano de 1936, qué necesidad había de alquilarlo desde febrero de 1937 en adelante. Eso solo se puede explicar porque efectivamente la compra se realizó en octubre de 1937, no antes.
En fin. Dejen ya, por favor, de darnos más versiones de la compra del palacete por el PNV. El palacete ya lo tienen, porque se lo ha dado el presidente del gobierno de España, de esa España que tanto odian.
Y dejen, como digo, de seguir haciendo el ridículo con más explicaciones inventadas de la propiedad del PNV. No se las creemos, ni la primera ni la última ni la de en medio. Más que nada porque cuando hay necesidad de dar tantas explicaciones es porque ninguna de las dadas resulta convincente, ni siquiera para los que las dan. Y quienes las recibimos estamos ya como bastante hartos de que nos tomen el pelo.













