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Fernando José Vaquero Oroquieta
Domingo, 02 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:

Juicio abertzale de la crisis del navarrismo

[Img #27501]La frágil salud del navarrismo

 

El navarrismo ha modelado decisivamente la sociedad navarra durante varias décadas; no obstante, en su conjunto, atraviesa una profunda crisis, y no sólo por encontrarse en la oposición al Gobierno Foral, pese a ser todavía la formación política más votada en Navarra, desde 2015. Pero, ¿qué es el navarrismo?: sentimientos, sentido de pertenencia, una trama de narrativas históricas, una manera de entender la historia de Navarra, intereses personales y colectivos no necesariamente coincidentes..., una identidad colectiva en suma. Por ello, el navarrismo, además de cristalizar en uno o varios partidos políticos, constituye un movimiento social y una ideología.

 

Para entender esta realidad, sus raíces, su evolución, estado actual y expectativas, además de lo que afirman sus protagonistas sobre sí mismos, poco dados a este tipo de reflexiones y manifestaciones públicas al menos hoy, también es interesante conocer los juicios procedentes desde la investigación histórica, la sociología y, porqué no, otros campos políticos; especialmente si tales se sustentan en una potente base cultural. Es por ello que, en esta ocasión, vamos a ver qué dice al respecto la izquierda abertzale.

 

La izquierda abertzale y la batalla de las ideas

 

El ex-político, escritor y analista Floren Aoiz Monreal impartió el pasado 13 de febrero, en el salón de actos de la Escuela Oficial de Idiomas de Pamplona, una interesante conferencia organizada por el Foro Elkartu [1], titulada “¿Estamos ante una nueva trama de identidades en Navarra?”, seguida de un intenso diálogo con los asistentes. Una reflexión en voz alta, por tanto, en torno a una cuestión, la de las identidades, siempre tan actual en Navarra pero, también, según viene acaeciendo de manera apremiante en los últimos años, en nuestro cambiante contexto geopolítico, mediante la confrontación entre unas identidades colectivas que pugnan por sobrevivir o reorganizarse frente a los efectos del globalismo.

          

Pero, antes de nada, recordemos algunos rasgos biográficos del ponente, lo que nos proporcionará alguna pista inicial en torno a la orientación de sus tesis. El tafallés Floren Aoiz Monreal, en su larga y muy temprana trayectoria al  servicio de la izquierda abertzale, que iniciara en sus juventudes de Jarrai, sería parlamentario de Herri Batasuna en el Foral de Navarra, miembro de la Mesa Nacional de aquella formación y su portavoz durante varios años. En tal posición, fue condenado por el Tribunal Supremo a siete años de prisión, junto al resto de integrantes de la Mesa, entre ellos los navarros Adolfo Araiz Flamarique, Koldo Castañeda Vallejo y Alberto de Lorenzo Goikoa, por colaboración con ETA, al emitir un vídeo de la banda en sus espacios electorales, a resultas de lo cual fue encarcelado en la prisión de Pamplona desde el 6 de diciembre de 1997 hasta julio de 1999, en que el Tribunal Constitucional aceptó un recurso de amparo. Una estancia que coincidió, en parte, con la “tregua” de ETA de 19 de septiembre de 1998 a 28 de noviembre de 1999, también conocida como “tregua de Aznar”, por ser aquél presidente del Gobierno de España entonces. Una vez excarcelado, Aoiz, salvo un fugaz retorno a la primera línea partidaria, ha trabajado como escritor, autor ya de varios libros, analista en Gara, así como primer director de la Fundación Iratzar, entidad que, cuando nació en 2014, se presentó como “una brújula que ayude a marcar el rumbo de la izquierda abertzale” con el propósito, en palabras del propio Aoiz, de “ganar la batalla de las ideas [2]”. No en vano, lo de la “batalla de las ideas” no es un invento reciente de Ciudadanos o Vox. En relación a esta perspectiva, por lo que se refiere a Navarra, destaquemos que ni PPN ni UPN cuentan con fundaciones afines análogas a la citada…, ¿será que, al contrario que a los abertzales, no les preocupa el impacto de las ideas en el cambio social?

          

Resumamos: Aoiz es un muy capacitado intelectual orgánico, un trabajador de las ideas, siempre entregado y en línea con la posición hegemónica en la izquierda abertzale. No obstante, tan marcado posicionamiento político-ideológico no lo descarta como analista competente y lúcido; eso sí, siempre que se tenga presente -desde un saludable y permanente cuestionamiento crítico de todo axioma- el tributo que siempre se paga al comulgar con cualquier ortodoxia.

          

Veamos a continuación, un tanto prolijos en la reproducción de los contenidos de su ponencia [3], al objeto de no distorsionar ni mutilar un análisis que entendemos relevante y que, seguramente el lector, así valorará finalmente, al margen de las lógicas y necesarias críticas no necesariamente expresadas por este autor aquí.

 

Navarridad y Reino de Navarra

 

Aoiz partió de una afirmación tan rotunda como incuestionable: “En Navarra se están produciendo cambios históricos muy profundos en el tema de las identidades”. En la descripción del subsiguiente marco teórico de las “identidades colectivas en el sentido socio-político”, afirmó, a continuación, que “la identidad es una construcción histórica (...) no es una esencia”: son articulaciones de historia, cultura, lengua, valores, monarquía. En segundo lugar, “las identidades cambian, por suerte”, si bien practican llegado el caso lo que denomina “retirada de la escalera”, que viene a ser el “hacer determinadas cosas y, cuando tienes el poder, negárselo a los otros, hacer trampa”, de manera que “las identidades dominantes niegan ser identidades”. Así, siempre según su criterio, “en España el españolismo, o en Navarra el navarro-españolismo, niegan ser identidades”, rechazando en sus prácticas y discursos determinadas cuestiones por entenderlas “identitarias”. Después insistió en que las identidades “también son materiales”, pues “no existe un mercado libre de las identidades”, de modo que “no nacen en un mundo abstracto, sino en un mundo marcado por las relaciones de poder, de modo que no todos tienen los mismos recursos para defender”, y todo ello para afirmar que “en Navarra ha habido identidades prohibidas, sistemáticamente excluidas”. Evidentemente se refería a la vasquista. Una afirmación, entendemos, por completo discutible.

 

La segunda parte de su exposición consistió en un breve e intenso repaso a la evolución de la identidad navarra a lo largo de la historia. Según su criterio, “la navarridad aparece vinculado políticamente al proyecto de Reino de Navarra, que da sentido a esa identidad”. A pesar de un baile de nombres como vascos, navarros, gascones, cántabros, etc., en ocasiones contradictorios, afirmó que “la navarridad se relaciona más con una identidad política que con un territorio”. Una navarridad que caracterizó como reactiva (la defensa de un sistema de autogobierno y de una serie de tradiciones o valores que se perciben en retroceso), frente a otros modelos, como el de una Castilla expansiva con voluntad civilizatoria y de imperio. Y todo ello hasta nuestros días en que, tanto Francia como España, vienen desplegando una dinámica de “reino-nación-mercado”, que en sus consecuencias pudiera hacer desaparecer a Navarra.

          

A partir de aquí, y con alguna referencia previa, desarrolló su crítica al navarrismo, que siempre denominará navarro-españolismo, y la caracterización de su crisis.

          

A tal fin, el ponente citaría al investigador Iñaki Iriarte remitiéndose a su obra, que calificó como muy importante, Tramas de identidad: literatura y regionalismo en Navarra, 1870-1960, y a él mismo como “una de las cabezas pensantes de UPN, que no son muchas, y yo creo que la pérdida que ha tenido UPN al alejarlo de los niveles de más dirección, pues es bastante grande, pero también conecta un poco con algunas cosas que están ocurriendo, de empobrecimiento cultural y de limitación, mucho, de las posibilidades de comprender la realidad en Navarra”. Aoiz comparte con Iriarte -afirmó- la constatación de que en Navarra se produjo un cambio político-cultural enorme cuando las élites navarras “mayormente vasquistas, dentro de una lógica española” cambian y se produce una bifurcación entre navarrismo y vasquismo; si bien ambos no concuerdan en la fecha del evento. Así, Iriarte la señalaría en 1932, discusión del Estatuto, y Aoiz en 1917. Veamos sus razones.

          

Aoiz considera que, por entonces, el vasquismo se planteará romper con España, alejándose de paso de elementos como tradición y monarquía. Por contra, la derecha navarrista se apegaría a los de tradición, ejército, orden y en contra de la transformación social. La Guerra Civil de 1936-1939 les llevaría a un cisma insalvable. Señaló como “pecado original” del navarrismo -que cualifica como negación “obsesiva” de resonancias psicoanalíticas- aquel rechazo de los orígenes vasquistas, lo que explicaría su proceder en el siglo XX y aún hoy. Pero, en contra de la fecha propuesta por Iriarte, Aoiz entiende que sería la de la Revolución Rusa de 1917, a causa del miedo que desató en toda Europa. A resultas de ello, las derechas perdieron interés “por cualquier confrontación con los Estados que podían defenderles del comunismo: ante las amenazas de una revolución social las derechas buscan orden (Iglesia católica y ejército)”. Como colofón de todo ello, Aoiz concluye que “la derecha navarra de 2025 es más antivasca que la derecha navarra fascista de 1936”.

          

Recordando que las identidades son dinámicas, continuó Aoiz, otras tramas confluirían en el vasquismo posteriormente. Así se remitió a la ola de inmigración industrial que llegó a Navarra en la sexta década del siglo pasado cuyo elemento principal de cohesión, según su criterio, sería el antifranquismo. Y llegamos a la muerte de Franco y al actual sistema político al que, siempre según Aoiz, se llegó “sin una verdadera discusión”, pues el actual Amejoramiento del Fuero se basaría “en una  exclusión del sentimiento vasco estigmatizándolo: ¡que vienen los vascos!”, toda una filosofía política, aseguró, pues los vascos “ni son, ni están, ni tienen derecho a estar”. Este mecanismo ideológico, afirmó,  constituye la “matriz de sentido del Régimen que quiere decir que lo legítimo es una construcción identitaria concreta y las otras están fuera de juego”, de lo que se derivaría una “operación de defensa: coger ese sentimiento de una Navarra en peligro por su identidad y encajársela al supuesto anexionismo vasco”, lo que tuvo éxito entonces, pues en esos momentos “la correlación de fuerzas no es la misma”.

 

La “tormenta perfecta” de 2008

 

Años después de los hechos anteriores, seguimos con el ponente, tendría lugar un “nuevo 1917” que contribuiría decisivamente al colapso del navarrismo: la crisis económica de 2008, que supuso una crisis de legitimidad del capitalismo. Navarra se venía presentando, insistió Aoiz, como un modelo de éxito capitalista, pero la crisis económica “que no vieron venir (…) les arrolla”, de modo que la gente “empezó a percibir que el sistema ya no producía bienestar”, lo que “se asocia con la corrupción”. Además, en 2008 se desarrolla otro proceso, que es el de la desaparición de ETA, lo que descarga el discurso de “que vienen los vascos” como legitimador del sistema. En suma: “si el bienestar que defendías empieza a ponerse en cuestión por que hay una crisis sistémica y tú no tienes nada que hacer ante esa crisis porque ni siquiera la has visto venir, de hecho la negabas, y luego la sociedad percibe que hay niveles de corrupción institucionalizados muy grandes, pierdes la legitimidad moral, pierdes legitimidad social. Entonces se produce ahí una quiebra muy grande porque se produce una muy mala gestión de todo esto”.

          

La crisis económica, social y política será paralela de otra crisis, la cultural, que Aoiz ilustrará de la siguiente manera: “En 2012 se produce el aniversario de la conquista de Navarra que, en términos identitarios, es una cosa fundamental en los últimos años, porque ahí se llega con un sector de la sociedad identificado con una percepción de la Navarra vasquista, pero más relacionada con la defensa de la soberanía, que hizo un trabajo de recuperación de la memoria, de producción de discurso, frente a un bando, por decirlo de una manera, que estaba dormido en los laureles y que estaba ya tan convencido de su victoria y de su superioridad que ya no se molestaba en seguir reproduciendo sus ideas. Como había retirado la escalera pensaba que ya estaba, que Navarra iba a seguir siendo Navarra, como decía del Burgo, y que iba a bastar con seguir con lo de ¡que vienen los vascos!, pero aquéllo no les funciona y además no lo ven venir. Y llegan a la conmemoración de la conquista de 1512 con un planteamiento de, ni siquiera, como una discusión ideológica, pues vamos a organizar festejos, y si se organizan festejos es que hay algo que festejar, y entonces llega la crisis económica y no tienen dinero para organizar festejos y se encuentran con una batalla de ideas, con una batalla cultural, que no han preparado. Ellos olvidan, no han prestado atención al trabajo de mucha gente que ha investigado, que aquello fue una conquista. Y siguen repitiendo que no es una conquista, que es un pacto. Un discurso que está muy bien hasta que llega uno que te dice que qué pacto, dónde está el pacto, cuándo se ha firmado el pacto, de dónde te sacas el pacto, cuando te pongo encima de la mesa un millón de documentos de que entonces todo el mundo lo contó y lo percibió como una conquista”. Y concluye tan larga como significativa argumentación: “Esto no es sólo una batalla de historia. Si no hubieran perdido su credibilidad por la corrupción y por la mala gestión económica, este discurso histórico no habría tenido este eco, pero todos juntos generan la tormenta perfecta que lleva al cambio institucional de 2015”.

 

Identidades colectivas en la Navarra de hoy

 

En relación a la situación actual del navarrismo, la resume así: “Esta identidad navarro-españolista ha perdido su peso cuantitativo y sobre todo su atracción cualitativa, ya no mola, ya no tiene la capacidad de irradiar, de convencer, de llegar a cualquiera que venga a Navarra de no se dónde, a cualquiera que cumple 18 años; esa capacidad ya no la tiene, no digo que no tenga ninguna -hay partidos que ganan elecciones- pero no tiene fuerza numérica, ni tiene la mayoría, pero sobre todo esta identidad ya no tiene la capacidad de atracción que tuvo en el pasado”. Por lo que se refiere al plano estrictamente político, afirmó que “paralelamente, en 2015 tiene lugar el fin práctico del estigma: ya no vienen los vascos, pues ni vienen, ni son otra cosa, los vascos gobiernan, los que tú has estigmatizado como fuera del sistema político, están gobernando y no se ha hundido Navarra. De hecho gran parte de la población percibe que hay una situación de vida mejor”.

         

A su manera, Aoiz reconoció que el desalojo de UPN de la presidencia del Gobierno y otras instituciones fue consecuencia también del cambio estratégico del PSOE, lo que desde la perspectiva de la identidades resumió así: “(…) las identidades españolas que no ponen Navarra en el centro, pero que se pueden articular con otras que podrían coincidir más con los espacios de izquierda española, pues [vienen] oscilando en lugar de hacia el navarro-españolismo de derechas, pues hacia el navarro-vasquismo; la teoría de los quesitos”. Pero no acabará ahí la cosa pues, en un contexto de evolución permanente, el panorama actual sería el de “una nueva constelación de identidades, con unas en auge, y otras en retroceso. Y un nuevo factor que son nuevas configuraciones identitarias, que son del tipo marroquí, navarro-vasco-español o peruano-español”.

         

Ya situados en este contexto, ¿cómo gestionar tamaña complejidad? En primer término, afirmó, reconociéndola, pues “quien niega la realidad no puede ordenarla”. En segundo lugar, garantizar mecanismos democráticos que garanticen una convivencia pacífica y democrática. En tercer lugar, y lo que es particularmente significativo, “garantizar que ésto pueda tener una expresión política mediante el derecho a decidir, es decir, que la gente pueda decidir cuál quiere que sea la identidad política que impulsa un determinado sistema político”; es decir, la conquista de la hegemonía y, paralelamente, la construcción nacional vasca. Y, por último, “ser capaces de integrar esas nuevas configuraciones identitarias que surgen de las nuevas oleadas migratorias. Si no lo hacemos vamos a tener problemas graves, porque vamos a generar en la sociedad bolsas de gente, en el doble sentido:  que no  se siente parte de la sociedad y elementos de rechazo xenófobo, etc., por otros lados”.

 

Los “pecados originales” del vasquismo

 

Sin duda, podrán compartirse, en todo o en parte, matizarse o complementarse, incluso rechazarse de plano, los contenidos hasta ahora reseñados, pero es innegable que este discurso constituye una interpretación ideológica, tan elaborada como relevante, de lo que viene acaeciendo en Navarra, y en definitiva, de cierta anticipación de lo que puede acontecer en el futuro, desde la tribuna de un cualificado representante de la izquierda abertzale; uno de los actores decisivos del panorama navarro actual, guste o no.

 

Debo resaltar, de nuevo, la perspectiva gramsciana de su planteamiento global, no en vano, en el conjunto de los debates y retos desplegados en cada “batalla cultural”, hasta las mismísimas denominaciones de los hechos en cuestión, o de sus interpretaciones, no son inocentes. Así, por ejemplo, durante décadas apenas se cuestionó que los navarristas pudieran denominarse de manera distinta. Más recientemente, surgió el término “nabarrista”, con b, para polemizar en torno a su legitimidad y alcance, cuestionando en suma que el término navarrismo fuera patrimonio de la derecha conservadora partidaria de la inserción de Navarra en España; operación que cualquier consultor de Wikipedia puede constatar, dando entrada con ello a otras perspectivas, en este caso la vasquista, tan nabarrista o navarrista al menos como la que se venía proclamando como tal. Pues bien, Aoiz da un paso más y, con su discurso, le priva al navarrismo hasta de su propia denominación… Otro asunto muy distinto es que desde el campo contrario se le responda de alguna manera o se le tenga en consideración. O se ignore el reto.

 

No obstante, el discurso de Aoiz, en su conjunto, presenta ciertos límites: es victimista, pues carga toda responsabilidad moral o política en campo contrario; reduccionista, como cuando atribuye razones mayormente económicas a la incomparecencia navarrista en el aniversario de la Conquista. Pero, igualmente, ignora otros “pecados originales”, en este caso propios del vasquismo, a saber: su oportunista apego al poder constituido a lo largo de su historia, que explicaría la República vasca del 36, su traición a la República española, sus conversaciones con los nazis en la Francia ocupada, sus tratos con los servicios secretos anglosajones en la Segunda Guerra Mundial y la posterior “guerra fría”; pero también, en fechas más recientes, su deriva implacablemente terrorista que, en sus efectos, también contribuyó y no poco al cambio y deslizamiento de las identidades en pugna en Navarra y Vascongadas. Unos “pecados”, que en su angelismo vasquista, no anulan ni la base de su planteamiento histórico, ni sus reiterados juicios políticos, avalados por hechos incuestionables como es la progresiva pérdida de peso político y social del navarrismo, encarnado en su expresión partidaria de UPN, en el seno de las instituciones, por mucho que sus líderes repitan que sigue siendo el principal partido de Navarra…

          

Es muy significativa -y bien que puede escucharse en diversos momentos de su conferencia, también en el interesante turno de preguntas y respuestas que le siguió-,  la trascendencia metapolítica que atribuye Aoiz al trabajo cultural, la investigación histórica y el rol político del idioma. Y es que Aoiz dibuja magníficamente a una izquierda abertzale, camaleónica en sus constructos y expresiones sociales, pero también tributaria del gramscismo: cambiemos la mentalidad común primero, mediante la lucha cultural y social, para avanzar políticamente después y triunfar finalmente. Una perspectiva que no parece haya aprendido, o ni siquiera interese, al grueso del navarrismo.

          

Late, por último, en el conjunto del discurso de Aoiz, una perspectiva táctica de mentalidad “leninista” que concibe al conjunto del vasquismo, por una parte y, por otra parte, al navarrismo, a modo de “ejércitos en formación de combate” y en permanente confrontación, lo que explicaría todos y cada uno de sus movimientos; también los de sus individuos, quienes carecerían de libre albedrío y siempre responderían de cada comportamiento y creencia personal, consciente o inconsciente, de los mandatos supuestos o reales de las agendas públicas u ocultas de sus respectivos estados mayores o comités centrales. Acaso sea éste uno de los aspectos en que navarrismo y vasquismo, al menos en su expresión de izquierda abertzale, muestren una mayor disparidad existencial.

 

[1] Entidad que se define como un “espacio ciudadano plural y participativo de encuentro, conocimiento, debate y propuesta en torno a la capacidad de la sociedad navarra para decidir por sí misma su estado político, económico, social y cultural. Entendemos que la participación ciudadana en la gestión pública implica un proceso de construcción social de las políticas públicas. Es un derecho, una responsabilidad y un complemento de los mecanismos tradicionales de representación política”.

 

 

[3]     Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=4z54pmicsUg

 

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