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Elena García
Sábado, 08 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:

¿Han conseguido pervertir la naturaleza de la mujer?

La audiencia que han adquirido las series turcas en el mundo en pocos años resulta impresionante. Nada más y nada menos que 700 millones de espectadores en más de 150 países; 600 millones de personas en cuatro continentes han visto alguna de estas series. El 70% de los espectadores son mujeres y la franja de edades que más las siguen esta entre los 25 y los 45 años.

 

Este fenómeno sociológico resulta interesante desde el punto de vista antropológico porque nos lleva a preguntarnos qué es lo que atrae a la audiencia occidental de series producidas en una cultura musulmana bastante diferente de la nuestra –tan nihilista– aunque hoy día los medios de comunicación lleven a una cierta uniformidad en las formas de vida.

    

Se dice que ciertamente la vida en Turquía no tiene parecido con lo que se presenta en estas series. Pero en realidad da igual para nuestra reflexión, porque lo que nos interesa aquí no es eso, sino que lo que se ofrece en ellas conecta con la sensibilidad de una parte importante de las mujeres occidentales, mientras que películas y series occidentales llegan a cosechar rotundos fracasos en su promoción continua de ideologías LGTB, feminismo radical, hipersexualización de la vida y sobre todo, de desvirtuación de la familia a todos los niveles.

 

Quizá sería interesante empezar preguntándonos qué es lo que no ofrecen estas series, que sin embargo son mas vistas que las que se producen en Occidente. Para empezar, no hay escenas de desnudos, tampoco de sexo explícito. La Junta Militar turca impuso un filtro moral –semejante al que había en las películas americanas y occidentales hasta mediados de la década de los 60. No hay  apareamientos momentáneos, en los que incluso vale una pared –a las que nos acostumbraron las películas holiwoodienses o españolas– o relaciones mantenidas en el tiempo sin ningún tipo de tipo de atadura o compromiso, tampoco amores y escenas entre homosexuales o lesbianas, que es lo que se estila ahora en las películas occidentales, sino un amor tierno y lleno de sentimiento no exento de pasión, un amor comprometido entre hombre y mujer, una lucha por formar una familia duradera. Naturalmente afloran en estas series la bondad –la generosidad, el esfuerzo, el sacrificio, la superación– junto con la maldad humana ­–la envidia, el rencor, los celos, la ambición, el afán de poder, la violencia– es decir, la lucha entre el bien y el mal de todos los tiempos y sociedades. Por otra parte, no existen las frases soeces a que nos tienen acostumbradas las películas occidentales. Y para qué vamos a hablar de películas y series españolas donde más de la mitad del vocabulario son tacos y chabacanerías con alusiones sexuales. Tampoco aparecen en estas series gentes llamando a la compasión o el victimismo y a sus derechos para que el Estado se lo solucione todo. Al contrario, unos son ricos, pero otros se esfuerzan en salir de la miseria a través del sacrificio, el esfuerzo, el estudio y el trabajo.

 

Esto parece indicar que el público, o al menos una cifra importante de mujeres, no buscan ansiosamente el erotismo, ni la frivolidad, como parecen creer –o intentan imponer– los guionistas occidentales, sino que se sienten atraídas mucho más por el mundo de los afectos y de la vida cotidiana con sus dificultades, sus problemas y sus superaciones. Y aunque pudiera parecer que las culturas son muy distintas lo cierto es que las pasiones humanas, aun con sus matices y adaptaciones, afloran de la misma forma en todas.

 

¿Qué es lo que vemos en estas series?

 

Aparece el principio de autoridad y el respeto hacia los mayores aun en aquellas que se desarrollan en ambientes más modernizados. Naturalmente hay controversias entre jóvenes y mayores, pero con frecuencia se hace predominar el valor de la experiencia, así como el valor de la obediencia a ciertas edades; hay una tensión entre la tradición y la modernidad que se resuelve sobre bases realistas.

 

Aparece el esfuerzo y su significado. Afán de superar obstáculos por uno mismo, luchar por conseguir algo importante en la vida. Ganarse becas por estar capacitados y por el mérito de estudiar duro. No es el sentimentalismo occidental que a todo el que “no llega” (así se decía últimamente de los que suspendían para no “ofender”) se le convierte en víctima, y lo que se saca con frecuencia son “fracasados” y “resentidos”.

     

Cuando los personajes están sufriendo por las desgracias sobrevenidas, que a cualquiera le pueden suceder, invocan a Dios, luchan, piden ayuda, rezan, tienen esperanza.    

    

Los protagonistas son atractivos, se cuida la estética de los personajes y los ambientes. La gente, por un momento, quiere salir de la fealdad que a veces hay en la cotidianeidad.   

 

El vestuario no tiene nada que envidiar a los más elegantes cánones de la moda europea en los ambientes de clase media y alta, sin caer en el desnudo provocativo ni en la chabacanería. Los decorados no difieren en nada de los occidentales. Desde las casas más modernas y lujosas hasta las más humildes, adaptándose a los estilos de cada estrato social y al ambiente en que se desarrolla la serie.

 

Y brilla por encima de todo la maternidad, la protección y el amor a los niños por parte de la familia y especialmente de las madres, el sacrificio de todos para salir adelante.

 

El éxito de estas series nos lleva a pensar que las ideologías actuales promotoras de la sexualización de la vida, de perversiones consideradas como algo normal, etc. no son tan poderosas como puedan parecer. Los sentimientos de siempre siguen permeando a la mujer prestos a aflorar. La represión que han ejercido sobre las mujeres, el temor a verse consideradas como carcas o retrogradas ha empujado a que se oculten los verdaderos sentimientos, pero la mujer de siempre sigue ahí, con los mismos afanes, los mismos deseos y la misma búsqueda de amor duradero. Es lo que nos muestran estas series con sus tintes folletinescos pero trufados de realidades. ¿Hasta cuándo durará esta perversión de la naturaleza femenina? 

 

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