Eso de que Euskadi es la patria de los vascos
He escrito Euskadi es la patria de los vascos así con “ese” en Euskadi, aunque en origen ellos ponían Euzkadi. Y hoy en día los muy cafeteros siguen poniéndolo así: Euzkadi.
Patxi Agirre Arrizabalaga, que se presenta como doctor en Historia Contemporánea, impartió una charla el 19 de diciembre de 2024 en la Fundación Sabino Arana bajo el título “Engracio Aranzadi «Kizkitza», Aberri baten ereintza, La siembra de una patria”, recogida luego en cuatro entregas en el blog Aberriberri, de donde la consulto.
La conferencia terminaba así: “No creo que los vascos constituyamos, como decía Kizkitza, una nacionalidad perfecta, pero sí creo, en esta frase que, según Don Engracio Aranzadi, entonó aquel joven de espíritu gigante, de corazón seráfico que, penetrando con genial mirada en las entrañas del problema vasco, dio con la gran idea de la nacionalidad vasca: «Euzkadi es la patria de los vascos».”
Como siempre, ahí está la frasecita de marras que sería como el resumen de toda la ideología de Sabino Arana y que sus seguidores repiten ahora a modo de fórmula mágica, de manera que quien reivindique Euskadi como patria ya es vasco. Es lo que hace, sin ir más lejos, el actual lendacari, Imanol Pradales Gil, para sentirse vasco: como soy nacionalista vasco, pues ya soy vasco. Y si no reivindicas Euskadi como patria pues entonces no eres vasco, así de sencillo.
Pero vayamos a la frase. Por mucho que se la atribuyan sus seguidores a Sabino Arana, este nunca la escribió. Sí la escribió, en cambio, precisamente Engracio de Aranzadi. Pero tampoco es cierto que Aranzadi dijera que Sabino Arana la entonara, como dice Patxi Agirre.
Está claro que Patxi Agirre habla, o escribe, tanto da, con el corazón, más que con la cabeza. Se lo atribuiremos a su fanatismo nacionalista. Pero vayamos a la verdad de los hechos.
En el librito de Engracio Aranzadi, de 72 páginas, titulado La patria de los vascos, compuesto por una serie de artículos donde entabla polémica, entre otros, con Juan Vázquez de Mella, el artículo final del mismo, que comienza en la página 55 y acaba en la 71, por lo tanto de 16 páginas, se titula “¿Cuál es la única patria de los vascos?”. En ese artículo, en su página 70, es decir, casi al final, hay un parrafito que dice: “Resumiendo cuanto llevamos expuesto, resulta que la Patria de los vascos es Euzkadi, según antes hemos declarado, y que esta Patria es única como la Nación de la que se deriva”. Donde Patria, Euzkadi y única aparecen en cursivas en el original.
En ciencia política distinguimos Patria y Nación. Patria es el colectivo al que uno se adhiere porque en él encuentra la libertad, basado en leyes en cuya elaboración uno participa y al que defiende incluso con la vida. Es la patria republicana, ajena en origen por completo a los principios prenacionalistas de raza, lengua y religión que adornan a los nacionalismos. Nación, en cambio, es una entidad prepolítica, en la que los individuos se ven subsumidos desde que nacen, porque responden a unos criterios homogeneizadores de origen y de lengua fundamentalmente. Uno no elige su nación, nace en ella. En cambio, sí elige su patria. Equiparar Patria y Nación ya es una primera trampa. Una patria no requiere de elementos prepolíticos, no precisa de una nación previa de la que derive, como dice Patxi Agirre y como creen los nacionalistas.
Hoy todo ha evolucionado en ese sentido y ya sabemos que la Nación se define como algo a lo que se puede optar con la sola voluntad, sin mayores requisitos previos. El ejemplo paradigmático lo tenemos en el lendacari Imanol Pradales Gil, que es el perfecto maketo descrito por Sabino Arana en sus escritos, alguien ajeno por completo a la nación vasca y que hoy es lendacari por el PNV. A ello se suma que el presidente del PNV va a ser un tal Aitor Esteban Bravo, también maketo. No hace falta decir, por lo que se verá a continuación, que estamos ante el colmo del nacionalismo. Lo que le faltaba, vamos. El remate del alpargate.
Patxi Agirre, en su conferencia, dice en la cuarta parte de la reproducción en el blog, que “El antimaketismo [en negritas en el original] o rechazo de lo foráneo como factor de corrupción de la sociedad vasca es otro de los aspectos en los que Aranzadi coincide plenamente con Arana Goiri. No estamos hablando de consideración de la raza vasca como superior a las demás, sino de recusación de unas costumbres y formas de vida que él considera como ajenas y que entiende estaban socavando las esencias del pueblo vasco. Aranzadi entendía que el “exotismo” español corrompía el cristianismo primigenio del pueblo vasco.”
Bueno, no estamos hablando de consideración de la raza vasca como superior a las demás, dice Agirre. Pero entonces este hombre no se ha leído a Sabino Arana. ¿Cómo que no consideraba Sabino Arana la raza vasca como superior a la maketa? ¿Cuántas pruebas necesita Patxi Agirre para darse cuenta de que eso era así?
Cuando Sabino Arana dice, por ejemplo, “en el tipo repugnante se le distingue al primer golpe de vista al individuo de raza maketa” (p. 438 de sus Obras Completas), ¿no hay ahí una expresión de superioridad de Sabino Arana respecto a lo que él llamaba la raza maketa? Cuando Sabino Arana les dice a los vascos que se relacionan con los maketos, a los que él llama maketófilos: “habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa, y estáis procurando que esta raza envilecida sustituya a la vuestra en el territorio de vuestra Patria” (365), ¿ahí tampoco hay una superioridad de la raza vasca sobre la raza maketa?
Cuando dice Patxi Agirre que no hay superioridad de la raza vasca, o sea racismo, sino que “solo se trata de recusación de unas costumbres y formas de vida que él considera como ajenas y que entiende estaban socavando las esencias del pueblo vasco”, entonces por qué Sabino Arana no reprocha esas costumbres y formas de vida perjudiciales para los vascos a todos los que las practican, sean maketos o vascos y en cambio diferencia a los vascos maketófilos, como descarriados pero recuperables, y condena a todos los maketos por igual.
Más sencillo todavía. Sabino Arana llega a imaginar la posibilidad monstruosa para él de que los maketos adoptaran las costumbres de los vascos, que hablaran euskera y que incluso quisieran la independencia. Y ya sabemos cómo despacha esa posibilidad: “si nos pusieran de un lado la muerte total y absoluta de Bizkaya, esto es, la extinción de su raza y su lengua y su desaparición de todo escrito y toda memoria referente a sus leyes e historia y hasta su mismo nombre, y del otro una Bizkaya maketa, independiente y regida por las leyes de nuestros padres, poseedora de nuestra lengua y heredera de nuestra historia, optaríamos por lo primero” (404).
¿Hace falta dejar más claro todavía que lo que a Sabino Arana le revienta no es que los maketos no se comporten como los vascos sino que simplemente sean maketos?, es decir, que incluso si los maketos hicieran lo mismo que hacen los vascos tampoco les querría.
¿A esto cómo le llamamos, recusación de costumbres y formas de vida, como dice Patxi Agirre, o recusación por entero de una raza, que haga lo que haga no se podrá desprender nunca de su condición original?
Más claro todavía te lo pongo, Patxi Agirre. Mira esto que dice Sabino Arana: “Si fuese moralmente posible una Bizkaya foral y euskelduna (o con Euskera), pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo, la evolución política más inicua y la falsedad más estupenda de la historia” (197). ¿Esto también te parece “recusación de unas costumbres y formas de vida que él considera ajenas porque estaban socavando las esencias del pueblo vasco”, como dices tú, o es, como lo puede ver cualquiera, la recusación por entero de una raza, que haga lo que haga nunca podrá dejar de ser lo que es, según el fundador del nacionalismo vasco?
Vayamos al texto de Engracio de Aranzadi donde dice que Euzkadi es la patria de los vascos a ver si arregla algo esta barbaridad racista de Sabino Arana o la empeora aún más. Vaya por delante que empeorarla es prácticamente imposible. Igualarla puede, aunque con mucha dificultad, como veremos. Recordemos que este librito se publica en 1910, es decir, siete años después de la muerte del “Maestro”, como le llamaba Kizkitza a Sabino Arana.
Aparte de confundir Nación y Patria, como decíamos antes, Kizkitza enumera los elementos integrantes de la nación, que son raza, lengua, instituciones y territorio. Sobre la raza proclama: “Once razas dicen los tratadistas que pueblan el continente europeo: latina, griega, germana, eslava, celta, madgiar, turca, finnia, letona, vasca y gitana” (59).
La existencia de esta raza vasca vendría avalada por un idioma propio de esa raza, como es el euskera: porque “la lengua constituye la manifestación más típica y característica de la raza y un modo de exhibición el más expresivo de esta raza, como tal raza” (61).
A continuación, se detiene en las instituciones propias, de las que dice que “el pueblo vasco ha poseído instituciones radicalmente distintas de las de los demás pueblos de la tierra” (62).
Este Kizkitza no quiere ni saber que la guerra de banderizos en suelo vasco, que asoló singularmente las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, durante toda la Edad Media, solo pudo ser sofocada a partir de que los reyes castellanos enviaron corregidores para imponer la paz, estableciendo una superestructura política sobre la preexistente originaria vasca, en la que la justicia y la fuerza eran implantadas desde Castilla, donde residían los tribunales de apelación para los conflictos originados en tierra vasca, como se comprueba por la sola existencia de la Sala de Vizcaya de la Chancillería de Valladolid. La figura del corregidor Gonzalo Moro es singularmente significativa, puesto que tenía su domicilio en lo que fue la originaria Casa de Juntas de Guernica, cuyas sesiones él presidía.
Kizkitza recoge también el topicazo nacionalista de que las villas vizcaínas no eran originariamente vascas. Aquí no está de más dar la lista de dichas villas, para que podamos calibrar hasta qué punto estos primeros nacionalistas desbarraban. Las villas vizcaínas son estas: Bilbao, Guernica, Valmaseda, Portugalete, Miravalles, Villaro, Ochandiano, Plencia, Munguía, Larrabezúa, Bermeo, Rigoitia, Guerricaiz, Durango, Elorrio, Ermua, Marquina, Ondárroa y Lequeitio.
Veamos lo que dice Kizkitza de estas villas en relación con las demás poblaciones del Señorío de Vizcaya y en relación a su régimen de gobierno: “no cabe duda de que las villas, establecidas por acción extraña, y pobladas, en sus principios, por gentes que no eran vascas, según lo demuestra su especial legislación en Bizkaya, no entraron, ni por su origen, ni por su especial desarrollo, en esta labor constituyente, aunque, desgraciadamente, luego fueron olvidándose estas diferencias trascendentales” (64-65).
Desgraciadamente, dice, como lamentándose de que las villas se integraran en pie de igualdad con el resto de poblaciones (anteiglesias) del señorío.
Y ahora viene el remate inequívocamente racista de Engracio de Aranzadi, Kizkitza, cuando concluye: “A un pueblo y a una organización tan especiales, había de corresponder una acción igualmente singular. Y es, en verdad, acción singular y maravillosa, suficiente, por sí sola, para colocar a la raza vasca sobre todas las razas de la tierra, por su capacidad y virilidad” (65).
Bueno, y no seguimos más porque todo lo que se dice ahí es de este tenor. Una manipulación espectacular de la historia, con ignorancia completa de la inserción de Vizcaya y del resto del País Vasco en la Corona de Castilla desde finales de la Edad Media, con la institución clave de los corregidores y de todo su séquito de funcionarios, que se ignora por completo en la descripción de la historia política vasca por parte de los nacionalistas, y, por supuesto, qué duda cabe, un racismo de fondo inocultable y orgullosamente proclamado.
Así que es este Engracio de Aranzadi el que acuña por primera vez eso de que Euzkadi es la patria de los vascos, la única patria, para que no haya posibilidad de compartir lealtad patriótica con otra instancia distinta, como propugnaban los fueristas, al hacer simultanear la patria chica vasca con la patria grande española. Propuesta esta del fuerismo, tanto liberal como carlista, que el nacionalismo rechazaba enérgicamente pero que es la que mejor explica lo que ocurre en el País Vasco durante toda la historia.
O sea que, para concluir, el autor de la frasecita de marras de “Euzkadi es la patria de los vascos”, era, tal como el propio fundador del partido, un racista de tomo y lomo, como ya nos imaginábamos, por otra parte.
He escrito Euskadi es la patria de los vascos así con “ese” en Euskadi, aunque en origen ellos ponían Euzkadi. Y hoy en día los muy cafeteros siguen poniéndolo así: Euzkadi.
Patxi Agirre Arrizabalaga, que se presenta como doctor en Historia Contemporánea, impartió una charla el 19 de diciembre de 2024 en la Fundación Sabino Arana bajo el título “Engracio Aranzadi «Kizkitza», Aberri baten ereintza, La siembra de una patria”, recogida luego en cuatro entregas en el blog Aberriberri, de donde la consulto.
La conferencia terminaba así: “No creo que los vascos constituyamos, como decía Kizkitza, una nacionalidad perfecta, pero sí creo, en esta frase que, según Don Engracio Aranzadi, entonó aquel joven de espíritu gigante, de corazón seráfico que, penetrando con genial mirada en las entrañas del problema vasco, dio con la gran idea de la nacionalidad vasca: «Euzkadi es la patria de los vascos».”
Como siempre, ahí está la frasecita de marras que sería como el resumen de toda la ideología de Sabino Arana y que sus seguidores repiten ahora a modo de fórmula mágica, de manera que quien reivindique Euskadi como patria ya es vasco. Es lo que hace, sin ir más lejos, el actual lendacari, Imanol Pradales Gil, para sentirse vasco: como soy nacionalista vasco, pues ya soy vasco. Y si no reivindicas Euskadi como patria pues entonces no eres vasco, así de sencillo.
Pero vayamos a la frase. Por mucho que se la atribuyan sus seguidores a Sabino Arana, este nunca la escribió. Sí la escribió, en cambio, precisamente Engracio de Aranzadi. Pero tampoco es cierto que Aranzadi dijera que Sabino Arana la entonara, como dice Patxi Agirre.
Está claro que Patxi Agirre habla, o escribe, tanto da, con el corazón, más que con la cabeza. Se lo atribuiremos a su fanatismo nacionalista. Pero vayamos a la verdad de los hechos.
En el librito de Engracio Aranzadi, de 72 páginas, titulado La patria de los vascos, compuesto por una serie de artículos donde entabla polémica, entre otros, con Juan Vázquez de Mella, el artículo final del mismo, que comienza en la página 55 y acaba en la 71, por lo tanto de 16 páginas, se titula “¿Cuál es la única patria de los vascos?”. En ese artículo, en su página 70, es decir, casi al final, hay un parrafito que dice: “Resumiendo cuanto llevamos expuesto, resulta que la Patria de los vascos es Euzkadi, según antes hemos declarado, y que esta Patria es única como la Nación de la que se deriva”. Donde Patria, Euzkadi y única aparecen en cursivas en el original.
En ciencia política distinguimos Patria y Nación. Patria es el colectivo al que uno se adhiere porque en él encuentra la libertad, basado en leyes en cuya elaboración uno participa y al que defiende incluso con la vida. Es la patria republicana, ajena en origen por completo a los principios prenacionalistas de raza, lengua y religión que adornan a los nacionalismos. Nación, en cambio, es una entidad prepolítica, en la que los individuos se ven subsumidos desde que nacen, porque responden a unos criterios homogeneizadores de origen y de lengua fundamentalmente. Uno no elige su nación, nace en ella. En cambio, sí elige su patria. Equiparar Patria y Nación ya es una primera trampa. Una patria no requiere de elementos prepolíticos, no precisa de una nación previa de la que derive, como dice Patxi Agirre y como creen los nacionalistas.
Hoy todo ha evolucionado en ese sentido y ya sabemos que la Nación se define como algo a lo que se puede optar con la sola voluntad, sin mayores requisitos previos. El ejemplo paradigmático lo tenemos en el lendacari Imanol Pradales Gil, que es el perfecto maketo descrito por Sabino Arana en sus escritos, alguien ajeno por completo a la nación vasca y que hoy es lendacari por el PNV. A ello se suma que el presidente del PNV va a ser un tal Aitor Esteban Bravo, también maketo. No hace falta decir, por lo que se verá a continuación, que estamos ante el colmo del nacionalismo. Lo que le faltaba, vamos. El remate del alpargate.
Patxi Agirre, en su conferencia, dice en la cuarta parte de la reproducción en el blog, que “El antimaketismo [en negritas en el original] o rechazo de lo foráneo como factor de corrupción de la sociedad vasca es otro de los aspectos en los que Aranzadi coincide plenamente con Arana Goiri. No estamos hablando de consideración de la raza vasca como superior a las demás, sino de recusación de unas costumbres y formas de vida que él considera como ajenas y que entiende estaban socavando las esencias del pueblo vasco. Aranzadi entendía que el “exotismo” español corrompía el cristianismo primigenio del pueblo vasco.”
Bueno, no estamos hablando de consideración de la raza vasca como superior a las demás, dice Agirre. Pero entonces este hombre no se ha leído a Sabino Arana. ¿Cómo que no consideraba Sabino Arana la raza vasca como superior a la maketa? ¿Cuántas pruebas necesita Patxi Agirre para darse cuenta de que eso era así?
Cuando Sabino Arana dice, por ejemplo, “en el tipo repugnante se le distingue al primer golpe de vista al individuo de raza maketa” (p. 438 de sus Obras Completas), ¿no hay ahí una expresión de superioridad de Sabino Arana respecto a lo que él llamaba la raza maketa? Cuando Sabino Arana les dice a los vascos que se relacionan con los maketos, a los que él llama maketófilos: “habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa, y estáis procurando que esta raza envilecida sustituya a la vuestra en el territorio de vuestra Patria” (365), ¿ahí tampoco hay una superioridad de la raza vasca sobre la raza maketa?
Cuando dice Patxi Agirre que no hay superioridad de la raza vasca, o sea racismo, sino que “solo se trata de recusación de unas costumbres y formas de vida que él considera como ajenas y que entiende estaban socavando las esencias del pueblo vasco”, entonces por qué Sabino Arana no reprocha esas costumbres y formas de vida perjudiciales para los vascos a todos los que las practican, sean maketos o vascos y en cambio diferencia a los vascos maketófilos, como descarriados pero recuperables, y condena a todos los maketos por igual.
Más sencillo todavía. Sabino Arana llega a imaginar la posibilidad monstruosa para él de que los maketos adoptaran las costumbres de los vascos, que hablaran euskera y que incluso quisieran la independencia. Y ya sabemos cómo despacha esa posibilidad: “si nos pusieran de un lado la muerte total y absoluta de Bizkaya, esto es, la extinción de su raza y su lengua y su desaparición de todo escrito y toda memoria referente a sus leyes e historia y hasta su mismo nombre, y del otro una Bizkaya maketa, independiente y regida por las leyes de nuestros padres, poseedora de nuestra lengua y heredera de nuestra historia, optaríamos por lo primero” (404).
¿Hace falta dejar más claro todavía que lo que a Sabino Arana le revienta no es que los maketos no se comporten como los vascos sino que simplemente sean maketos?, es decir, que incluso si los maketos hicieran lo mismo que hacen los vascos tampoco les querría.
¿A esto cómo le llamamos, recusación de costumbres y formas de vida, como dice Patxi Agirre, o recusación por entero de una raza, que haga lo que haga no se podrá desprender nunca de su condición original?
Más claro todavía te lo pongo, Patxi Agirre. Mira esto que dice Sabino Arana: “Si fuese moralmente posible una Bizkaya foral y euskelduna (o con Euskera), pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo, la evolución política más inicua y la falsedad más estupenda de la historia” (197). ¿Esto también te parece “recusación de unas costumbres y formas de vida que él considera ajenas porque estaban socavando las esencias del pueblo vasco”, como dices tú, o es, como lo puede ver cualquiera, la recusación por entero de una raza, que haga lo que haga nunca podrá dejar de ser lo que es, según el fundador del nacionalismo vasco?
Vayamos al texto de Engracio de Aranzadi donde dice que Euzkadi es la patria de los vascos a ver si arregla algo esta barbaridad racista de Sabino Arana o la empeora aún más. Vaya por delante que empeorarla es prácticamente imposible. Igualarla puede, aunque con mucha dificultad, como veremos. Recordemos que este librito se publica en 1910, es decir, siete años después de la muerte del “Maestro”, como le llamaba Kizkitza a Sabino Arana.
Aparte de confundir Nación y Patria, como decíamos antes, Kizkitza enumera los elementos integrantes de la nación, que son raza, lengua, instituciones y territorio. Sobre la raza proclama: “Once razas dicen los tratadistas que pueblan el continente europeo: latina, griega, germana, eslava, celta, madgiar, turca, finnia, letona, vasca y gitana” (59).
La existencia de esta raza vasca vendría avalada por un idioma propio de esa raza, como es el euskera: porque “la lengua constituye la manifestación más típica y característica de la raza y un modo de exhibición el más expresivo de esta raza, como tal raza” (61).
A continuación, se detiene en las instituciones propias, de las que dice que “el pueblo vasco ha poseído instituciones radicalmente distintas de las de los demás pueblos de la tierra” (62).
Este Kizkitza no quiere ni saber que la guerra de banderizos en suelo vasco, que asoló singularmente las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, durante toda la Edad Media, solo pudo ser sofocada a partir de que los reyes castellanos enviaron corregidores para imponer la paz, estableciendo una superestructura política sobre la preexistente originaria vasca, en la que la justicia y la fuerza eran implantadas desde Castilla, donde residían los tribunales de apelación para los conflictos originados en tierra vasca, como se comprueba por la sola existencia de la Sala de Vizcaya de la Chancillería de Valladolid. La figura del corregidor Gonzalo Moro es singularmente significativa, puesto que tenía su domicilio en lo que fue la originaria Casa de Juntas de Guernica, cuyas sesiones él presidía.
Kizkitza recoge también el topicazo nacionalista de que las villas vizcaínas no eran originariamente vascas. Aquí no está de más dar la lista de dichas villas, para que podamos calibrar hasta qué punto estos primeros nacionalistas desbarraban. Las villas vizcaínas son estas: Bilbao, Guernica, Valmaseda, Portugalete, Miravalles, Villaro, Ochandiano, Plencia, Munguía, Larrabezúa, Bermeo, Rigoitia, Guerricaiz, Durango, Elorrio, Ermua, Marquina, Ondárroa y Lequeitio.
Veamos lo que dice Kizkitza de estas villas en relación con las demás poblaciones del Señorío de Vizcaya y en relación a su régimen de gobierno: “no cabe duda de que las villas, establecidas por acción extraña, y pobladas, en sus principios, por gentes que no eran vascas, según lo demuestra su especial legislación en Bizkaya, no entraron, ni por su origen, ni por su especial desarrollo, en esta labor constituyente, aunque, desgraciadamente, luego fueron olvidándose estas diferencias trascendentales” (64-65).
Desgraciadamente, dice, como lamentándose de que las villas se integraran en pie de igualdad con el resto de poblaciones (anteiglesias) del señorío.
Y ahora viene el remate inequívocamente racista de Engracio de Aranzadi, Kizkitza, cuando concluye: “A un pueblo y a una organización tan especiales, había de corresponder una acción igualmente singular. Y es, en verdad, acción singular y maravillosa, suficiente, por sí sola, para colocar a la raza vasca sobre todas las razas de la tierra, por su capacidad y virilidad” (65).
Bueno, y no seguimos más porque todo lo que se dice ahí es de este tenor. Una manipulación espectacular de la historia, con ignorancia completa de la inserción de Vizcaya y del resto del País Vasco en la Corona de Castilla desde finales de la Edad Media, con la institución clave de los corregidores y de todo su séquito de funcionarios, que se ignora por completo en la descripción de la historia política vasca por parte de los nacionalistas, y, por supuesto, qué duda cabe, un racismo de fondo inocultable y orgullosamente proclamado.
Así que es este Engracio de Aranzadi el que acuña por primera vez eso de que Euzkadi es la patria de los vascos, la única patria, para que no haya posibilidad de compartir lealtad patriótica con otra instancia distinta, como propugnaban los fueristas, al hacer simultanear la patria chica vasca con la patria grande española. Propuesta esta del fuerismo, tanto liberal como carlista, que el nacionalismo rechazaba enérgicamente pero que es la que mejor explica lo que ocurre en el País Vasco durante toda la historia.
O sea que, para concluir, el autor de la frasecita de marras de “Euzkadi es la patria de los vascos”, era, tal como el propio fundador del partido, un racista de tomo y lomo, como ya nos imaginábamos, por otra parte.