Un artículo de Carlos X. Blanco
¡Todos a la guerra!
No puedo dar crédito. A veces pienso que una gran parte del mundo se ha vuelto loco. Quienes hemos sido criados al calor de la Guerra Fría, lo sufrimos: toneladas y toneladas de “educación para la paz”. Pero ahora, en Europa, hay que rearmarse.
La ideología del pacifismo bienpensante llegó a ser oficial y hasta obligatoria, casi como hoy lo es el feminismo. Legiones de profesores escribieron libros e impartieron clases de educación para la ciudadanía o valores éticos. En tales bodrios, contradiciendo a Heráclito, se inculcaba a los chicos las bondades de una “resolución pacífica de los conflictos”. Fue con ese pacifismo “new age” con el que nuestros gobernantes demócratas echaron jarros de agua fría sobre un pueblo humillado y enfurecido que, ante el asesinato vil de Miguel Ángel Blanco, gritó unánime y con santa justicia “¡A por ellos!”. Era el momento de “ir a por ETA”, pero no lo consintieron. Pues no, nos dijeron los políticos y su ralea pedagógica partidista y sindical, no hay que ir “a por ellos”. Contra la santa ira del pueblo, los funcionarios del pacifismo obligatorio salieron con sus armas de embobamiento masivo: “No se puede devolver odio con odio”. ¿Por qué sacaron la no-violencia entonces?
Esos mismos funcionarios de la paz, cuando ETA dejó de matar españoles para pasar a matar a España misma (como concepto y como nación), también distribuyeron el opio del pueblo en el triste momento en que se iniciaron los atentados islamistas: “no todos son así”, “hablando se entiende la gente”, etc.
No nos habían dicho entonces que los funcionarios y educadores para la paz, más allá de ser seguidores de Cristo o de Gandhi, eran realmente relativistas. Pues ahora se disfrazan de soldados, como se disfrazó Borrell. Hay que predicar la paz cuando conviene la paz, y hay que llamar a la guerra cuando conviene ir a la guerra, así rezan los pacifistas de antaño, los mismos belicistas de hogaño... Los hechos recientes lo revelan. El mundo moderno, se dice, es el mundo de Maquiavelo. Pero debemos ir más allá, digámoslo bien: el mundo capitalista (“capitalismo” es el término exacto para “modernidad”) es relativista, cínico y nihilista. Y aquellos -bien pagados- distribuidores de opio, los educadores y funcionarios de la paz, también lo son. Y lo saben.
Generaciones enteras de muchachos han recibido cursos, charlas y “tallares” para educarlos para la paz. Quizá mañana los llamen a filas, a defender a Zelensky. El imperio quiere paz entre los dominados, por supuesto. La paz es, para el Imperio hegemónico de los norteamericanos, un mero descanso entre guerras, un fenómeno local que permite la extracción de plusvalía y el saqueo de los pueblos. Pero ese interregno dura poco. Europa Occidental (España también) vivió desde 1945 una paz de los vencidos que hoy se nos antoja puramente local y episódica.
ð La destrucción de Gaza: ¿Es Hamás una creación de Israel? de Filip Martens
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) February 16, 2025
Es terrible, pero con esto de las guerras mundiales se cumple siempre la misma ley: “no hay dos sin tres”.
En los institutos y universidades, especialmente bajo signo progresista y de izquierdas, un plúmbeo y santificado Habermas enseñó a camadas enteras de pacifistas, que hay que dialogar. Fue una prole creciente de forma exponencial hasta el estallido de la Guerra de Ucrania, que se creyó aquello de que “hablando se entiende la gente”. Pero ahora tienen el pico cerrado. ¿Dónde está ese Movimiento por la Paz?
Basta que el “yo” y el “tú” experimenten un descentramiento, decía el viejo Jürgen, para que el choque a muerte se convierta en una mesa compartida, con mantel puesto y beso de despedida. La Razón Comunicativa justificó, en el fondo, que los asesinos de Miguel Ángel negocien presupuestos estatales con los fans de Habermas, mayormente militantes socialistas, “obreros” y “españoles”. Igualmente el Diálogo de las Civilizaciones, tan zapateril como habermasiano, justificó el silencio, la censura y el control de las masas españolas, a las que había que sujetar en torno al terror islamista pues “hablando se entiende la gente”. A ti te ponen las bombas y, encima, te obligan a ser cortés, educado y solícito con asesinos, ya gasten chilaba o les dé por la txapela, que tanto me da.
Las mismas siglas, PSOE, tan manchadas de sangre a lo largo de su historia, tendrán ahora la ingrata tarea de reconvertir a sus múltiples “funcionarios de la paz” (profesores, sindicalistas, oenegetas, “investigadores”) en apóstoles de la Guerra. Cobran del Estado y de Europa, así que tendrán que obedecer.
Van empezando poco a poco. Primero, “hay que hacer pedagogía” para que veamos bueno un aumento del presupuesto militar: primero el 2%, pronto, el 5%. El saqueo al pueblo está servido.
España tiene, literalmente, el culo al aire con su vecino, “aliado y amigo” Marruecos. En 48 horas este país “vecino y aliado”, con o sin ejército (o con una acción combinada de gente civil y soldados, como ya hizo con el Sahara) puede quedarse con Ceuta, Melilla, Canarias y parte de Andalucía: y la OTAN no moverá un dedo para ayudar a España.
Con el culo al aire, y la vista al frente, sacando pecho, nuestros militares enviarán a no tardar sus “fuerzas de paz” a Ucrania. No hay que preocuparse de Marruecos ni de los culos, ni de las demás partes traseras y vulnerables. Hacia el Este se irán todos, vista al frente, directamente a chocar contra la Federación Rusa. Macron pone la bomba atómica, nosotros ponemos los soldados de origen ecuatoriano o boliviano. Los polacos pondrán las ganas, los ingleses la música (a Lennon), y así sucesivamente.
En cuanto mueran los primeros cien militares españoles, Dios no lo quiera, los funcionarios de la paz, esos mismos socialistas que llamaban “conflictos” a las faltas de respeto de los alumnos hacia sus maestros, iniciarán aquí en casa la leva. Habría que reclutar no sólo muchachos que virilmente quieran morir por su Majestad el Capital, y jurar lealtad a Úrsula, a quien habrán votado democráticamente. Téngase en cuenta, pues el feminismo manda, “que una mujer vale tanto como un hombre”, y en la guerra moderna, desde Agustina de Aragón o la Reina Boudica, esa es una gran verdad. Reclutarán a chicas también. Habrá efectos colaterales positivos: la carnicería que están tramando vaciará nuestras plazas y calles de Botellones. La disciplina que no les dio su padre ni su maestro, se la proporcionará la OTAN.
Por lo visto los españoles temen una invasión de los rusos, y no advierten que ya han sido invadidos: pagadores de pensiones, saltarines de vallas, violadores con excusa cultural, okupas de pisos y okupas de patrias… La invasión ha comenzado, y el “Imagine” de Lennon, con velitas y cajas de pino hasta el infinito del horizonte, será nuevamente algo que enternezca a todos.
No puedo dar crédito. A veces pienso que una gran parte del mundo se ha vuelto loco. Quienes hemos sido criados al calor de la Guerra Fría, lo sufrimos: toneladas y toneladas de “educación para la paz”. Pero ahora, en Europa, hay que rearmarse.
La ideología del pacifismo bienpensante llegó a ser oficial y hasta obligatoria, casi como hoy lo es el feminismo. Legiones de profesores escribieron libros e impartieron clases de educación para la ciudadanía o valores éticos. En tales bodrios, contradiciendo a Heráclito, se inculcaba a los chicos las bondades de una “resolución pacífica de los conflictos”. Fue con ese pacifismo “new age” con el que nuestros gobernantes demócratas echaron jarros de agua fría sobre un pueblo humillado y enfurecido que, ante el asesinato vil de Miguel Ángel Blanco, gritó unánime y con santa justicia “¡A por ellos!”. Era el momento de “ir a por ETA”, pero no lo consintieron. Pues no, nos dijeron los políticos y su ralea pedagógica partidista y sindical, no hay que ir “a por ellos”. Contra la santa ira del pueblo, los funcionarios del pacifismo obligatorio salieron con sus armas de embobamiento masivo: “No se puede devolver odio con odio”. ¿Por qué sacaron la no-violencia entonces?
Esos mismos funcionarios de la paz, cuando ETA dejó de matar españoles para pasar a matar a España misma (como concepto y como nación), también distribuyeron el opio del pueblo en el triste momento en que se iniciaron los atentados islamistas: “no todos son así”, “hablando se entiende la gente”, etc.
No nos habían dicho entonces que los funcionarios y educadores para la paz, más allá de ser seguidores de Cristo o de Gandhi, eran realmente relativistas. Pues ahora se disfrazan de soldados, como se disfrazó Borrell. Hay que predicar la paz cuando conviene la paz, y hay que llamar a la guerra cuando conviene ir a la guerra, así rezan los pacifistas de antaño, los mismos belicistas de hogaño... Los hechos recientes lo revelan. El mundo moderno, se dice, es el mundo de Maquiavelo. Pero debemos ir más allá, digámoslo bien: el mundo capitalista (“capitalismo” es el término exacto para “modernidad”) es relativista, cínico y nihilista. Y aquellos -bien pagados- distribuidores de opio, los educadores y funcionarios de la paz, también lo son. Y lo saben.
Generaciones enteras de muchachos han recibido cursos, charlas y “tallares” para educarlos para la paz. Quizá mañana los llamen a filas, a defender a Zelensky. El imperio quiere paz entre los dominados, por supuesto. La paz es, para el Imperio hegemónico de los norteamericanos, un mero descanso entre guerras, un fenómeno local que permite la extracción de plusvalía y el saqueo de los pueblos. Pero ese interregno dura poco. Europa Occidental (España también) vivió desde 1945 una paz de los vencidos que hoy se nos antoja puramente local y episódica.
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Es terrible, pero con esto de las guerras mundiales se cumple siempre la misma ley: “no hay dos sin tres”.
En los institutos y universidades, especialmente bajo signo progresista y de izquierdas, un plúmbeo y santificado Habermas enseñó a camadas enteras de pacifistas, que hay que dialogar. Fue una prole creciente de forma exponencial hasta el estallido de la Guerra de Ucrania, que se creyó aquello de que “hablando se entiende la gente”. Pero ahora tienen el pico cerrado. ¿Dónde está ese Movimiento por la Paz?
Basta que el “yo” y el “tú” experimenten un descentramiento, decía el viejo Jürgen, para que el choque a muerte se convierta en una mesa compartida, con mantel puesto y beso de despedida. La Razón Comunicativa justificó, en el fondo, que los asesinos de Miguel Ángel negocien presupuestos estatales con los fans de Habermas, mayormente militantes socialistas, “obreros” y “españoles”. Igualmente el Diálogo de las Civilizaciones, tan zapateril como habermasiano, justificó el silencio, la censura y el control de las masas españolas, a las que había que sujetar en torno al terror islamista pues “hablando se entiende la gente”. A ti te ponen las bombas y, encima, te obligan a ser cortés, educado y solícito con asesinos, ya gasten chilaba o les dé por la txapela, que tanto me da.
Las mismas siglas, PSOE, tan manchadas de sangre a lo largo de su historia, tendrán ahora la ingrata tarea de reconvertir a sus múltiples “funcionarios de la paz” (profesores, sindicalistas, oenegetas, “investigadores”) en apóstoles de la Guerra. Cobran del Estado y de Europa, así que tendrán que obedecer.
Van empezando poco a poco. Primero, “hay que hacer pedagogía” para que veamos bueno un aumento del presupuesto militar: primero el 2%, pronto, el 5%. El saqueo al pueblo está servido.
España tiene, literalmente, el culo al aire con su vecino, “aliado y amigo” Marruecos. En 48 horas este país “vecino y aliado”, con o sin ejército (o con una acción combinada de gente civil y soldados, como ya hizo con el Sahara) puede quedarse con Ceuta, Melilla, Canarias y parte de Andalucía: y la OTAN no moverá un dedo para ayudar a España.
Con el culo al aire, y la vista al frente, sacando pecho, nuestros militares enviarán a no tardar sus “fuerzas de paz” a Ucrania. No hay que preocuparse de Marruecos ni de los culos, ni de las demás partes traseras y vulnerables. Hacia el Este se irán todos, vista al frente, directamente a chocar contra la Federación Rusa. Macron pone la bomba atómica, nosotros ponemos los soldados de origen ecuatoriano o boliviano. Los polacos pondrán las ganas, los ingleses la música (a Lennon), y así sucesivamente.
En cuanto mueran los primeros cien militares españoles, Dios no lo quiera, los funcionarios de la paz, esos mismos socialistas que llamaban “conflictos” a las faltas de respeto de los alumnos hacia sus maestros, iniciarán aquí en casa la leva. Habría que reclutar no sólo muchachos que virilmente quieran morir por su Majestad el Capital, y jurar lealtad a Úrsula, a quien habrán votado democráticamente. Téngase en cuenta, pues el feminismo manda, “que una mujer vale tanto como un hombre”, y en la guerra moderna, desde Agustina de Aragón o la Reina Boudica, esa es una gran verdad. Reclutarán a chicas también. Habrá efectos colaterales positivos: la carnicería que están tramando vaciará nuestras plazas y calles de Botellones. La disciplina que no les dio su padre ni su maestro, se la proporcionará la OTAN.
Por lo visto los españoles temen una invasión de los rusos, y no advierten que ya han sido invadidos: pagadores de pensiones, saltarines de vallas, violadores con excusa cultural, okupas de pisos y okupas de patrias… La invasión ha comenzado, y el “Imagine” de Lennon, con velitas y cajas de pino hasta el infinito del horizonte, será nuevamente algo que enternezca a todos.