Un artículo de Conflitti&Strategie
El epílogo europeo
Ahora estamos cerca del epílogo. Los procesos desencadenados por la caída de la Unión Soviética están alcanzando ahora sus consecuencias extremas. La izquierda negacionista ha pasado de las marchas oceánicas por la paz en Vietnam a las plazas por la guerra. El llamado sueño europeo, nacido para unificar a los pueblos del continente, se está convirtiendo en la pesadilla de un gran cuartel, donde será conducida esa odiosa generación Erasmus, criada a base de caviar y europeísmo.
Al menos eso es lo que los cabecillas de Bruselas creen que están haciendo. Pero antes de que sus planes se hagan realidad, la Unión Europea se desmoronará. El imaginario enemigo ruso no será suficiente para mantener unidos a países que, pese a pisar la misma tierra, tienen historias diferentes, aunque entrelazados por destinos comunes. Y estos destinos comunes siempre han incluido los conflictos que han desgarrado cíclicamente a Europa. Comienza el rearme y tened por seguro que los aparatos volverán a usarse para golpearse entre sí.
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) March 12, 2025
Para avanzar, Europa se verá obligada a volver a la época en que había muchas cabezas en un único organismo europeo construido a lo largo de siglos de acontecimientos. Hoy, sin embargo, una única cabeza vacía, centralizada en Bruselas, no será capaz de mantener unida sus disjecta membra. Pero Europa no se acabará: volverá a caminar con menos piernas y con más cerebro. En cambio, será esta clase dirigente unificada y mediocre que ha vivido confundiendo sus propios proyectos con la realidad la que se quedará sin fuerza.
La conversión de los tapones de plástico en cañones sobre los tanques, de las baterías en orugas, de los aerogeneradores en energía nuclear, del paso de pato LGBT al de ganso, resultará inmanejable a los ojos de una opinión pública acosada durante años por sus presuntos comportamientos antiecológicos y sexistas. Y luego tendrán que pasar de métodos democráticos a sistemas fuertes, en marcado contraste con todas las narrativas elaboradas hasta ahora. Todavía tendrán que negarlo todo: desde la libertad hasta los derechos civiles, para así realizar sus nuevos planes.
Pero no lo conseguirán. Están demasiado comprometidos con el mundo distópico que querían imponer, un mundo en el que hay cuotas para cada minoría que se despierta por la mañana y se percibe como tal, en el que incluso la palabra se había convertido en una espada peligrosa. Ahora, sin embargo, habrá que tomar las armas realmente, en un clima en el que pasaremos de la denuncia de una violencia psicológica inexistente a una violencia real que destripa hogares y llena cementerios.
No llegarán con vida a las tumbas que están diseñando. Serán barridos mucho antes y Europa volverá a casa, siguiendo las huellas de su historia. Los italianos en Italia, los franceses en Francia, los alemanes en Alemania, todavía bajo la bota de hierro de los Estados Unidos, mientras la nueva Europa del Este probablemente será absorbida de nuevo por los rusos. No sucederá mañana, pero esta película ya la vimos ayer.
Traducción: Carlos X. Blanco
Ahora estamos cerca del epílogo. Los procesos desencadenados por la caída de la Unión Soviética están alcanzando ahora sus consecuencias extremas. La izquierda negacionista ha pasado de las marchas oceánicas por la paz en Vietnam a las plazas por la guerra. El llamado sueño europeo, nacido para unificar a los pueblos del continente, se está convirtiendo en la pesadilla de un gran cuartel, donde será conducida esa odiosa generación Erasmus, criada a base de caviar y europeísmo.
Al menos eso es lo que los cabecillas de Bruselas creen que están haciendo. Pero antes de que sus planes se hagan realidad, la Unión Europea se desmoronará. El imaginario enemigo ruso no será suficiente para mantener unidos a países que, pese a pisar la misma tierra, tienen historias diferentes, aunque entrelazados por destinos comunes. Y estos destinos comunes siempre han incluido los conflictos que han desgarrado cíclicamente a Europa. Comienza el rearme y tened por seguro que los aparatos volverán a usarse para golpearse entre sí.
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Para avanzar, Europa se verá obligada a volver a la época en que había muchas cabezas en un único organismo europeo construido a lo largo de siglos de acontecimientos. Hoy, sin embargo, una única cabeza vacía, centralizada en Bruselas, no será capaz de mantener unida sus disjecta membra. Pero Europa no se acabará: volverá a caminar con menos piernas y con más cerebro. En cambio, será esta clase dirigente unificada y mediocre que ha vivido confundiendo sus propios proyectos con la realidad la que se quedará sin fuerza.
La conversión de los tapones de plástico en cañones sobre los tanques, de las baterías en orugas, de los aerogeneradores en energía nuclear, del paso de pato LGBT al de ganso, resultará inmanejable a los ojos de una opinión pública acosada durante años por sus presuntos comportamientos antiecológicos y sexistas. Y luego tendrán que pasar de métodos democráticos a sistemas fuertes, en marcado contraste con todas las narrativas elaboradas hasta ahora. Todavía tendrán que negarlo todo: desde la libertad hasta los derechos civiles, para así realizar sus nuevos planes.
Pero no lo conseguirán. Están demasiado comprometidos con el mundo distópico que querían imponer, un mundo en el que hay cuotas para cada minoría que se despierta por la mañana y se percibe como tal, en el que incluso la palabra se había convertido en una espada peligrosa. Ahora, sin embargo, habrá que tomar las armas realmente, en un clima en el que pasaremos de la denuncia de una violencia psicológica inexistente a una violencia real que destripa hogares y llena cementerios.
No llegarán con vida a las tumbas que están diseñando. Serán barridos mucho antes y Europa volverá a casa, siguiendo las huellas de su historia. Los italianos en Italia, los franceses en Francia, los alemanes en Alemania, todavía bajo la bota de hierro de los Estados Unidos, mientras la nueva Europa del Este probablemente será absorbida de nuevo por los rusos. No sucederá mañana, pero esta película ya la vimos ayer.
Traducción: Carlos X. Blanco