Un artículo de Conflitti&Strategie
Inmigración controlada (desde Estados Unidos)
Los flujos migratorios que atraviesan Europa no siempre son espontáneos. Lo han dicho también dignos representantes de esa parte de la Unión (como el húngaro Orbán y el checo Zeman) que tienen que hacer frente, con poco dinero a su disposición, a la marea humana que se vierte sobre su suelo. No todos los ciudadanos extracomunitarios que llegan al Viejo Continente procedentes de países en crisis económica, política y militar, de África, Oriente Medio, Asia, etc., entran en la Unión Europea con la intención de mejorar su propio destino y contribuir al desarrollo de los países de acogida. Estas personas son puestas en situación de delinquir o, incluso, “contratadas” conscientemente para delinquir y violar la ley, con el objetivo de generar inestabilidad social en los contextos de llegada.
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) March 12, 2025
La retórica con la que los dirigentes de Bruselas abordan la alarma es una prueba más de su complicidad con fuerzas antieuropeas externas que utilizan el éxodo masivo para introducir un caballo de Troya dentro de nuestras fronteras y alimentar desacuerdos interétnicos y culturales. Estos conflictos incontrolados incrementan el caos social que condiciona nuestras decisiones (geo)políticas. El debilitamiento de Europa es un plan científico implementado por Estados Unidos y sus lacayos en los organismos comunitarios, en función antipolicéntrica. Europa no debe participar en la competencia por el mundo multipolar, sino que debe servir a los intereses de la Casa Blanca y someterse a su preeminencia. La inmigración descontrolada es un capítulo de la conspiración para impedir que Europa surja como un polo de poder alternativo a Estados Unidos y en una posible alianza con naciones que recuperen la soberanía en el Este. El racismo y el odio a la alteridad no son el verdadero cuerno del dilema (aunque los coloque en el centro de la discusión pública el circuito mediático que organiza la disputa de oposiciones entre bienhechores y perseguidores, para desviar la atención general) porque estamos hablando de dinámicas objetivas desencadenadas por opciones y estrategias internacionales con finalidades más sutiles que las aparentes.
Además, cuando el Presidente de la Cámara italiana dice que los migrantes son la vanguardia de la globalización, revela una alta traición, en detrimento de los pueblos europeos, de la que dichos miembros institucionales son cómplices (a menudo insensatos). La globalización fue ese mito del fin de la historia con el que Washington extendió sus tentáculos por todo el planeta tras la caída del bloque soviético. Seguir defendiéndolo es seguir aceptando la sumisión a Estados Unidos. Quien se somete cobardemente a la arrogancia norteamericana, en condiciones históricas cambiadas que certifican un relativo relajamiento de la hegemonía norteamericana en los escenarios planetarios, es cómplice del enemigo que oprime a sus compatriotas.
Además, el hecho de que estos pequeños personajes, todo corazón, poco cerebro y nada de agallas, sean insinceros en sus arrebatos hacia la diversidad, expresada de diversas maneras, y en la acogida de los seres humanos más desdichados, lo demuestra el trato reservado a los rusos, el 80% de los cuales viven en Europa y son europeos, pero son descritos como peligrosos extraterrestres dispuestos a invadirnos. Lo cierto es que los estadounidenses temen a los rusos y a una alianza estratégica europea, desde Lisboa hasta Vladivostok, que los incluya. Para evitarlo, nos enfrentan entre nosotros mediante grandes narrativas disfrazadas de amor al prójimo (cuyos portavoces son políticos como Boldrini) que van en contra de la libertad de los pueblos europeos.
Traducción: Carlos X. Blanco
Los flujos migratorios que atraviesan Europa no siempre son espontáneos. Lo han dicho también dignos representantes de esa parte de la Unión (como el húngaro Orbán y el checo Zeman) que tienen que hacer frente, con poco dinero a su disposición, a la marea humana que se vierte sobre su suelo. No todos los ciudadanos extracomunitarios que llegan al Viejo Continente procedentes de países en crisis económica, política y militar, de África, Oriente Medio, Asia, etc., entran en la Unión Europea con la intención de mejorar su propio destino y contribuir al desarrollo de los países de acogida. Estas personas son puestas en situación de delinquir o, incluso, “contratadas” conscientemente para delinquir y violar la ley, con el objetivo de generar inestabilidad social en los contextos de llegada.
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La retórica con la que los dirigentes de Bruselas abordan la alarma es una prueba más de su complicidad con fuerzas antieuropeas externas que utilizan el éxodo masivo para introducir un caballo de Troya dentro de nuestras fronteras y alimentar desacuerdos interétnicos y culturales. Estos conflictos incontrolados incrementan el caos social que condiciona nuestras decisiones (geo)políticas. El debilitamiento de Europa es un plan científico implementado por Estados Unidos y sus lacayos en los organismos comunitarios, en función antipolicéntrica. Europa no debe participar en la competencia por el mundo multipolar, sino que debe servir a los intereses de la Casa Blanca y someterse a su preeminencia. La inmigración descontrolada es un capítulo de la conspiración para impedir que Europa surja como un polo de poder alternativo a Estados Unidos y en una posible alianza con naciones que recuperen la soberanía en el Este. El racismo y el odio a la alteridad no son el verdadero cuerno del dilema (aunque los coloque en el centro de la discusión pública el circuito mediático que organiza la disputa de oposiciones entre bienhechores y perseguidores, para desviar la atención general) porque estamos hablando de dinámicas objetivas desencadenadas por opciones y estrategias internacionales con finalidades más sutiles que las aparentes.
Además, cuando el Presidente de la Cámara italiana dice que los migrantes son la vanguardia de la globalización, revela una alta traición, en detrimento de los pueblos europeos, de la que dichos miembros institucionales son cómplices (a menudo insensatos). La globalización fue ese mito del fin de la historia con el que Washington extendió sus tentáculos por todo el planeta tras la caída del bloque soviético. Seguir defendiéndolo es seguir aceptando la sumisión a Estados Unidos. Quien se somete cobardemente a la arrogancia norteamericana, en condiciones históricas cambiadas que certifican un relativo relajamiento de la hegemonía norteamericana en los escenarios planetarios, es cómplice del enemigo que oprime a sus compatriotas.
Además, el hecho de que estos pequeños personajes, todo corazón, poco cerebro y nada de agallas, sean insinceros en sus arrebatos hacia la diversidad, expresada de diversas maneras, y en la acogida de los seres humanos más desdichados, lo demuestra el trato reservado a los rusos, el 80% de los cuales viven en Europa y son europeos, pero son descritos como peligrosos extraterrestres dispuestos a invadirnos. Lo cierto es que los estadounidenses temen a los rusos y a una alianza estratégica europea, desde Lisboa hasta Vladivostok, que los incluya. Para evitarlo, nos enfrentan entre nosotros mediante grandes narrativas disfrazadas de amor al prójimo (cuyos portavoces son políticos como Boldrini) que van en contra de la libertad de los pueblos europeos.
Traducción: Carlos X. Blanco








