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La Tribuna del País Vasco
Jueves, 27 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:

Europa en caída libre: violencia cotidiana, inseguridad y libertades bajo asedio

[Img #27702]Hay días en que las noticias no sorprenden, sino que confirman un presentimiento oscuro que muchos europeos ya llevan tiempo sintiendo en carne propia: que nuestras ciudades, antaño faros de civilización, cultura y seguridad, se están convirtiendo en escenarios caóticos donde la violencia se ha vuelto una rutina más del día a día.

 

Durante las últimas horas, Ámsterdam y Berlín han vuelto a ser titulares por las razones equivocadas. En la primera, un apuñalamiento múltiple en pleno centro turístico deja cinco heridos. En la segunda, un adolescente de 16 años atropella a varios peatones mientras huye de la policía. Todo esto en pleno corazón de la "Europa social", moderna y multicultural que pregonan desde Bruselas. ¿Hasta cuándo vamos a fingir que esto es normal?

 

Nos repiten que Europa es un continente seguro. Que todo está bajo control. Que los atentados, las agresiones con arma blanca, los coches arrollando transeúntes son hechos aislados. Pero los hechos —y sobre todo la frecuencia con la que ocurren— desmienten esta narrativa complaciente. Ciudades como París, Bruselas, Estocolmo, Berlín o Ámsterdam ya no garantizan la seguridad ni de sus propios ciudadanos ni de los millones de turistas que aún se aventuran por sus calles.

 

Lo más alarmante, sin embargo, no es solo la violencia, sino la actitud de las élites europeas. Políticos, burócratas y comisarios de rostro sonriente prefieren mirar hacia otro lado antes que asumir su responsabilidad. Se escudan en discursos sobre la inclusión, el pluralismo o el diálogo multicultural, mientras imponen un modelo social que ha erosionado la autoridad, disuelto los principios cívicos comunes y desarmado a las fuerzas del orden —cuando no directamente las criminalizan.

 

La libertad en Europa está siendo estrangulada, no tanto por regímenes autoritarios, sino por una inseguridad estructural que obliga a la gente a vivir con miedo. ¿De qué sirve hablar de derechos si ya no puedes caminar tranquilo ni tomar un café por el centro de tu ciudad? ¿Qué valor tiene la democracia si se prohíben palabras, se persigue el disenso y se protege más al delincuente que a la víctima?

 

No es un fracaso de la socialdemocracia, ni siquiera del multiculturalismo: es el resultado de una combinación letal de ingenuidad ideológica, cobardía política y desprecio por las raíces culturales que durante siglos dieron sentido a Europa. Y mientras Ursula von der Leyen, Emmanuel Macron o Pedro Sánchez celebran sus cumbres de cartón piedra en nombre de un "futuro verde y feminista", el ciudadano común —el que paga impuestos, el que educa a sus hijos, el que mantiene la sociedad en pie— vive cercado por el miedo, la impotencia y la indignación.

 

Europa necesita despertar. No con más control digital, más censura ni más cámaras en cada esquina, sino con coraje político, leyes claras, fronteras defendidas y una visión de futuro que no se avergüence de su herencia. Porque si no recuperamos pronto el sentido común y el control sobre nuestras propias ciudades, el continente que heredamos será, lo está siendo ya, apenas una sombra, un decorado turístico plagado de violencia y sometimiento.

 

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