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Pedro Chacón
Sábado, 29 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:

Unamuno convertido en nacionalista vasco

Estaba yo el otro día leyendo en el Deia una noticia sobre unos unamunianos que quieren recuperar ahora otra vez la Asociación de Amigos de Unamuno que en su día dirigiera en Bilbao Ángel Ortiz Alfau. Se trata de una iniciativa encomiable encabezada por Mikel Etxebarria Dobaran y Pablo Zapata Lerga. Y como suele ser habitual en los digitales, te insertaban en el curso de la noticia otras anteriores relacionadas con el tema. Y entre ellas aparecía un artículo publicado en ese mismo medio, de fecha 23 de enero de 2016, firmado por Xabier Ormaetxea y titulado “Unamuno nacionalista vasco, «casi, casi»”, donde su autor se propone nada menos que convertir al autor de Paz en la guerra en casi, casi nacionalista.

 

El caso es que el artículo empieza despotricando contra todos aquellos que quieren convertir a Unamuno en algo distinto a lo que realmente fue. Y se supone que el autor del artículo nos va a desvelar lo que realmente era y pensaba Unamuno. Cuando quienes le conocemos un poco, y en general todo el mundo medianamente informado, sabe lo imposible que resulta encasillar ideológicamente al autor de El sentimiento trágico de la vida.

 

Dice el tal Ormaetxea: “Flaco favor le hacen todos aquellos que han tratado de adueñarse de su figura, que no han sido pocos, algunos incluso tratando de usarle como arma partidista contemporánea, a menudo como paladín del «antinacionalismo vasco»”. Si el autor del artículo se hubiera quedado en eso, no habríamos tenido por más que sacar algunas cuantas citas de quien fuera rector de Salamanca, para comprobar que, efectivamente, el nacionalismo vasco no era una ideología muy acorde con sus fundamentos. Pero sin convertirlo tampoco, por eso, en furibundo nacionalista español.

 

Pero es que, en este caso, este Ormaetxea, no contento con denunciar lo que para él sería un abuso de interpretación de Unamuno –lo de considerarlo antinacionalista vasco–, se propone en su trabajo demostrarnos que no solo no fue tal, sino que incluso estuvo muy cerca de ser nacionalista vasco, si es que no lo fue en realidad. Ormaetxea llega incluso a sugerir que Unamuno quiso ser incluso más nacionalista que el propio Sabino Arana, pero que le debemos dar las gracias a él, a Ormaetxea mismo, por haber despojado a Unamuno de esas ínfulas.

 

Vamos a repasar los argumentos que utiliza en su extenso artículo el señor Xabier Ormaetxea para ver hasta qué punto llega el contorsionamiento a que nos tiene acostumbrados el nacionalismo en su afán por convertir la realidad en algo muy parecido a una caricatura de dibujos animados.

 

Extraeremos los párrafos más llamativos donde aparece esa interpretación sui generis de un Unamuno cuasi nacionalista y sobre todo amigo de Sabino Arana. Porque en este artículo se va a cultivar la especie de que Unamuno y Arana se estimaban mutuamente, o sea, entre bambalinas, aunque luego hacia el exterior no tenían por menos que demostrar una aversión un poco impostada. Vamos, como esos políticos que se ponen a parir desde el estrado, pero que luego, cuando no les ve nadie, se toman sus cañas y comparten sus confidencias.

 

Empezamos por la primera. Dice Ormaetxea: “En su libro Recuerdos de niñez y mocedad (1908) Don Miguel nos relata el trauma que para muchos jóvenes de su generación supuso la abolición de los fueros en 1876; y nos cuenta cómo él, junto con un amigo, enviaron una pueril carta amenazadora a Alfonso XII increpándole por haber firmado la abolición foral, y cómo paseaban por el muelle de Ripa disertando de los males de Euskal Herria, criticando la cobardía presente, y haciendo planes «para cuando Bizkaia fuera independiente». En esa misma obra, cita en varias ocasiones a Sabino Arana y lo hace con respeto, incluso alabando el correcto uso que hace del castellano cuando escribe, y explicando que en ese mismo ambiente general que él vivió en su juventud, se formó el espíritu de Sabino.”

 

Bueno, varias cosas a anotar aquí. Para empezar, en esa obra Unamuno cita a Sabino Arana exactamente dos veces, que son las que aquí salen, no varias más, como parece sugerir Ormaetxea Y lo de que lo hace con respeto, bueno, a ver, dice que Sabino Arana, como todos los de Bilbao que escribían por aquella época en castellano, lo intentaban hacer del modo más pulcro y acendrado posible, pero que eso era porque se tenía cierto complejo de no saber escribir bien en castellano por culpa de la contaminación del eusquera. Dice Unamuno en Recuerdos de niñez y mocedad: “Y los escritores, ante el temor de que se les echase en cara concordancias vizcaínas, se han esforzado siempre, un poco servilmente, en escribirlo con pureza y corrección”. Por eso, más adelante se refiere a Sabino Arana en estos términos: “¿Y quién que lea con atención los escritos de Sabino Arana, el padre del bizkaitarrismo, no advierte el empeño que ponía en escribir lo más correcto y castizamente posible el habla castellana que aprendió en la cuna y en la que siempre se expresó y pensó, pues era la suya propia?” (p. 114, cito por la edición de la Asociación de Amigos de Unamuno de Bilbao de 1990).

 

Así es como Unamuno deja ver una actitud de Sabino Arana previa a su conversión en nacionalista y donde lo que más le importaba era que no le confundieran con un jebo, es decir, con un aldeano, con un borono que apenas supiera escribir castellano. Todo lo contrario de lo que luego hará cuando se convierta en nacionalista vasco.

 

Y lo de la anécdota de la carta a Alfonso XII es cierto, pero con una pequeña corrección que no es nada baladí anotarla. Y es la de que Unamuno no escribe Euskal Herria, como pone el autor del artículo, sino Euscalerría. Vale que en ese caso Ormaetxea no pone comillas y adapta una cita libre, pero es que la segunda va entre comillas, dando a entender que Unamuno lo escribió así. Y no, Unamuno no escribe Bizkaia, sino Vizcaya (p. 118).

 

Luego saca a colación Ormaetxea en su alegato pronacionalista de Unamuno el caso del famoso discurso de los Juegos Florales de Bilbao en 1901, donde, como es sabido, el rector de Salamanca habló sobre el euskera y no precisamente en términos muy esperanzadores para esa lengua. Dice Ormaetxea: “El discurso del ya entonces rector de la Universidad de Salamanca fue una auténtica bomba: «Eres un pueblo que te vas; (...) estorbas a la vida de la universal sociedad, debes irte, debes morir, transmitiendo la vida al pueblo que te sujeta y te invade. (...) esa lengua que hablas, pueblo vasco, ese euskera desaparece contigo; no importa porque como tú debe desaparecer; apresúrate a darle muerte y enterrarle con honra, y habla en español».”

 

Bueno, esto forma parte de una lectura nacionalista que hizo Sabino Arana en su momento, para denigrar el discurso de Unamuno y en el que en realidad Unamuno no dijo nada de esto que se afirma aquí. La cita de Ormaetxea está, por tanto, sacada literalmente no del discurso de Unamuno sino de lo que escribió Sabino Arana que dijo Unamuno. De hecho, esa cita es tal cual la que aparece en las páginas 1989-1990 de las Obras Completas de Sabino Arana (Bilbao, Sendoa, 1980). Pero lo que Unamuno dijo en realidad era esto otro: “Se ha dicho del nuestro que es un pueblo que se va, y pregunto: ¿dónde? Porque tal es la pregunta para todos, pueblo u hombre, los que tenemos que irnos algún día. Mas ya os digo que no somos un pueblo que se va, sino un pueblo que se viene. Oyense lamentos, es verdad; es el llanto del recién nacido al recibir la bocanada de aire del mundo” (del texto del discurso recogido el 27 de agosto de 1901 por El Liberal y El Noticiero Bilbaíno, y luego recopilado en el tomo VI de Obras Completas de Unamuno en la edición de Afrodisio Aguado, p. 332).

 

A continuación, Ormaetxea, sobre el mismo discurso de los Juegos Florales pronunciado por Unamuno en Bilbao en 1901 dice que: “La reacción de los bilbaínos no se hizo esperar y las protestas y condenas más atronadoras llenaron las calles y periódicos de la villa, parecería que en este ambiente la reacción más radical debería de haber correspondido a Sabino Arana y, sin embargo, no fue así.”

 

Esto también hay que matizarlo bastante. Los periódicos principales del Bilbao de entonces, como El Noticiero Bilbaino y El Liberal reprodujeron en sus portadas el discurso de Unamuno completo, considerándolo un acontecimiento intelectual de primera categoría, algo difícilmente soportable para Sabino Arana. De modo que Sabino Arana fue uno de los pocos, por no decir el único, que desbarró con el tema, ya que en lugar de comentar lo dicho en el discurso, se dedicó a inventar cosas que no se habían dicho y a pasarlas por el tamiz de su calenturienta imaginación integrista y xenófoba.

 

Continúa Ormaetxea con la cuestión del discurso de los Juegos Florales diciéndonos esto: “Sabino Arana, reconoció y demostró conocer bien a Miguel de Unamuno y en un artículo publicado en la revista Euzkadi, no exento de exquisita ironía, se refiere a Don Miguel como «filósofo literato conocido por sus excéntricas genialidades, y por lo inconstante y variable de su criterio» y, a continuación, se dirige al público en general para decir que «no siente lo que dijo» y que lo contrario a lo que dijo entonces, pudo bien decirlo al día siguiente y de hecho ya lo ha dicho en alguna ocasión. Sabino expresa conocer a Unamuno de largo y achacó todo el escándalo y las palabras de Unamuno al mero interés práctico del escritor que con ello pretendía ganarse simpatías en la Corte.”

 

Sí, bueno, la cosa es emborronar lo más posible todo, algo muy típico del nacionalismo. Ormaetxea nos dice que con “exquisita ironía” Sabino Arana comentó el discurso de Unamuno. Pero fue justamente en este artículo de Arana en Euzkadi donde se inventó lo que Unamuno no dijo y donde se dedicó, en lugar de a rebatir las ideas de Unamuno, a ir contra él a saco, contra su persona, ad hominem, para intentar desprestigiarle. Exquisita ironía, dice este Xabier Ormaetxea que utilizó Arana en su crítica. Hay que ser. Fíjense qué ironía exquisita despliega Sabino Arana diciendo cosas como esta del rector de Salamanca: “el señor Unamuno, que indudablemente piensa, pocas veces por sí, las más con otros, es, en materia de sentir, lo mismo por sí que con otros, casi absolutamente nulo cero”.

 

Ormaetxea, sigue con el tema del discurso y ahora nos cuenta lo que le dijo Sabino Arana a su íntimo amigo, el médico de Mundaca José de Arriandiaga –que a pesar de ser médico era un auténtico cafre xenófobo, dicho sea de paso–, sobre Unamuno y su discurso: “Al hilo de ese escándalo, existe una carta fechada en agosto de 1901 en la que Sabino Arana le responde a su amigo y médico de Mundaka, José de Arriandiaga. En dicha carta Sabino es muy duro con Unamuno y, sin embargo, en un momento de dicha carta escribe textualmente «por Unamuno siento, sin explicarme el por qué, una estimación particular». Creo que esa frase resume perfectamente lo que sentían Sabino y Unamuno el uno por el otro.”

 

Lo dicho, que para Ormaetxea Unamuno y Sabino eran poco menos que íntimos. Y que en el fondo se estimaban a más no poder. Pero en realidad la carta de Arana a Arriandiaga es una sarta continua de maledicencias durante la cual, en un momento dado, dice Sabino Arana refiriéndose a Unamuno: “Respecto de la manía que me tiene, ¿qué he de decirle a V.? Que estoy bien convencido de ella y que se la perdono con toda mi alma. Cuanto a su explicación es fácil hallarla: Unamuno tiene declarado a sus amigos de juventud que él en una representación escénica quisiera ser el protagonista y el autor de la obra, en un casamiento la novia, en una ejecución de la última pena el reo, en una catástrofe la víctima, en todas partes y en todas ocasiones, en fin, el blanco de las miradas de todos. Por eso, en esta campaña de los nacionalistas vaskos, en la que no nos ganamos más que injurias y persecuciones, él querría ser el creador de la doctrina y su primer propagandista y mantenedor, no por la doctrina, sino por ser objeto de las miradas de todos. Unamuno, tan buena como tiene la cabeza, tiene mezquino el corazón, y es incapaz, o, al menos poco dispuesto para abrazar una causa de altruismo, de amor y de sacrificio como es la causa nacionalista; pero si él hubiera adivinado que tanto habría ésta de llamar la atención fuera y dentro del país, no es inconcebible se habría decidido a enarbolar esta bandera antes que yo” (de la edición de las cartas de Sabino Arana recopilada por Joseba Agirreazkuenaga, Utriusque Vasconiae, 2010, p. 258). O sea que, para Sabino Arana, es Unamuno el que le tiene manía a él, pero que por eso no hay cuidado: él, Sabino, se lo perdona todo.

 

Y ya, pasando de este discurso de los Juegos Florales a otra cosa, nos saca a relucir Ormaetxea la que pasa por ser estrella de su argumentario, en el sentido de demostrarnos la alta consideración que tenía Unamuno por Sabino Arana. Se trata del párrafo escrito por el autor de “La tía Tula” en el epílogo a las obras de José Rizal en 1907. Según Ormaetxea, “lo más interesante de la cita, no es el respeto y cariño que demuestra hacia Sabino, sino que aún hoy, más de un siglo después, pueden considerarse las más bellas palabras escritas sobre Sabino Arana Goiri, superando a los de innumerables nacionalistas vascos que han escrito sobre la figura del maestro de Abando. Aunque esos párrafos son archiconocidos conviene recordarlos: «En esta poesía mecí yo los ensueños de mi adolescencia, y en ella los meció aquel hombre singular, todo poeta, que se llamó Sabino Arana, y para el cual no ha llegado aún la hora del completo reconocimiento. En Madrid, ese hórrido Madrid, en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española, se le tomó a broma o a rabia, se le desdeñó sin conocerle o se le insultó. Ninguno de los desdichados folicularios que sobre él escribieron algo conocía su obra, y menos su espíritu». Once décadas después, los desdichados folicularios a que se refería Don Miguel siguen escribiendo desde la ignorancia, la incomprensión y a veces la maldad. No es raro encontrárselos a menudo en periódicos, revistas, universidades e incluso, últimamente, en alguna granja.”

 

Vamos a obviar lo de la granja, que es la típica gracieta nacionalista con mala baba, que sin duda se refiere a un catedrático de la Universidad del País Vasco apellidado así que habrá dicho algo que no le habrá sentado muy bien a Ormaetxea y así se lo paga. Pero en eso no nos vamos a meter ahora, más que nada porque dicha persona aludida aquí se puede defender muy bien ella sola. El caso es que aquí vemos cómo la cita de Unamuno es exprimida por Ormaetxea para con ella hacer ver que en el fondo Unamuno estimaba mucho a Sabino Arana. Frente a quienes, desde Madrid, lanzaban improperios contra él sin leerle ni conocerle. Aunque en este punto habría que anotar que lo de no leer a Sabino Arana no es solo cosa de los folicularios de Madrid, como ahí se dice. También es lo normal en el País Vasco. Porque, si no, no se entiende que hoy se le siga venerando por muchos que deberían haber denunciado hace tiempo la mayor parte de sus escritos ante los tribunales de derechos humanos por xenófobos y racistas.

 

El caso es que Ormaetxea aprovecha, para arrimar el ascua a su sardina, esa debilidad poética y sentimental de Unamuno, que siempre reservó sus más cariñosos comentarios para su querido “bocho” (su Bilbao de nacimiento) y para los personajes que conoció en él. No obstante, vamos a recordar aquí, para completar un poco la visión excesivamente edulcorada que nos presenta Ormaetxea, algunas cosas más que dijo Unamuno sobre Sabino Arana. Utilizo para ello el libro titulado “Mi bochito”, que es una selección de textos de Unamuno sobre Bilbao, elaborada por el especialista que fue Manuel García Blanco, a petición del unamuniano bilbaíno, ya citado antes, Ángel Ortiz Alfau. La primera edición fue de 1965 y la que manejo yo es la de El Tilo, de 1998:

 

En un artículo escrito en 1924, en El Noticiero Bilbaíno, recuerda Unamuno: “Aún no se conocía la palabra maqueto, que desde Portugalete se extendió al resto de Vizcaya. En Bilbao los muchachos llamábamos pozanos a los que luego se llamó maquetos. (…) Tampoco se conocía ese disparate lingüístico de Euzkadi, invención desatinada de Sabino Arana. No había surgido el seudovascuence de alquimia” (muy interesante que a la altura de 1924 hablara Unamuno ya de “seudovascuence de alquimia” para descalificar las invenciones lingüísticas de Arana; podríamos tomar esto como un adelanto de lo que tendríamos a partir de 1968 con el euskera batua: expresión acabada de seudovascuence de alquimia que hoy se enseña desde la educación primaria hasta la universitaria y con el que se escribe todo en euskera oficial, incluidas las leyes mismas, que se traducen todas, según se aprueban en castellano) (114-115).

 

En un artículo de La Nación de Buenos Aires, de 1908, también recogido en Mi bochito, refiriéndose al País Vasco, escribe Unamuno: “Allí no hay aún ambiente para el arte libre, para el arte verdadero y desinteresado. Lo habrá algún día y creo que pronto. Allí no hay ambiente más que para el músico o el poeta que compongan un himno a Euzkadi –palabreja de reciente cuño con que se quiere designar al pueblo vasco– o al árbol de Guernica. «Ya leo tus composiciones –le decía una vez Sabino Arana, naturaleza refractaria al arte, al exquisito y delicadísimo y sentidísimo poeta Francisco de Iturribarría, que languidece de abandono en su Bilbao nativo–, ya leo tus composiciones; me gustan; pero escribe sobre cosas patrióticas, ¿eh?, cosas patrióticas, y sobre todo escribe Vizcaya con B y K». Me lo contaba Iturribarría mismo con aquella su risa en que tantas tristezas íntimas están amasadas” (149).

 

Y esto otro escribió Unamuno sobre Arana en El Coitao de Bilbao, en 1908 (“coitao”, como es sabido, es la forma en dialecto bilbaíno de decir “cuitado”) también recogido en Mi bochito: “Guerra a la coitadez y a la marrullería. ¡Y guerra a la beocia por ellas explotada! Duro y a la cabeza a todo el que quiera enjaularnos dentro del sol del caserío, a todo el que ponga estorbos a que demos, tras de Elcano, la vuelta al mundo. Donde llegó él y donde llegaron Legazpi y Urdaneta e Irala y Garay, allá tiene que llegar nuestra palabra de hierro, y en la lengua que Sabino predicó, lleno de fe heroica, su evangelio de perdición. En esa fecunda contradicción en que se movió su noble espíritu, en ella está el resorte para salir del error en que la sombra de Loyola le tuvo preso” (263-264).

 

Y, en fin, por terminar con Mi bochito, la última cita es la recogida del periódico El Mundo, de Madrid, donde Unamuno dijo en 1908: “El bizcaitarrismo fue, y sigue siendo, sabinismo. Se le rinde culto al hombre, y no me extrañaría que algún paisano mío pidiese Iglesia Católica Vizcaina, no más que para canonizarle” (314).

 

Hasta aquí las citas de Sabino Arana en el libro recopilatorio titulado Mi bochito. Pero hay más opiniones de este estilo sobre Sabino Arana y el nacionalismo vasco a lo largo de la obra de Unamuno. Sin ir más lejos, en el periódico El Coitao, citado antes, que duró apenas ocho números, salidos entre finales de enero y finales de marzo de 1908, y donde Unamuno se explayó a gusto contra el nacionalismo. Los cuitados editores del volumen Mi bochito no se atrevieron a sacar todo lo que hay en El Coitao. Pero nosotros sí. Y en la cita que sigue a continuación vamos a ver cómo Unamuno, contra lo que nos quiere vender el ínclito Ormaetxea, conjugaba su cariño por Sabino Arana, por paisano y coetáneo, con la crítica más acerba contra su marrullería intelectual. Salió en uno de los cinco artículos que envió a este periódico de Bilbao, concretamente en el publicado en su nº 3 de 9 de febrero de 1908 y dice: “El favor que el bizkaitarrismo ha hallado se debe, ante todo y sobre todo, a que es una doctrina de una simplicidad horrible y al alcance de las inteligencias más modestas. Se basa en una serie de prejuicios, de leyendas, de afirmaciones gratuitas, de errores históricos, sociológicos y etnológicos. Su fuerza consiste no en desarrollar argumentos sino en repetirlos. Y su fuerza consiste sobre todo en la casi total carencia de sentido crítico de parte de los que exponen y de parte de los que reciben la doctrina. Yo he sentido siempre, y todos mis amigos lo saben, una gran veneración hacia el carácter de Sabino Arana, que me parece fue un gran corazón. Pero juzgadas intelectualmente sus obras son de lo más lamentable que conozco. En punto a lingüística a su ignorancia en la materia se unía una pasión que le privaba de todo sentido científico. Y nunca discurría peor que cuando se esforzaba por ser sereno y desapasionado. ¡Pero vaya usted con eso a todos esos ciegos fanáticos, espíritus forjados a machamartillo, ayunos de ciencia y sobrados de petulancia! Cuando me encuentro entre ellos evito toda discusión, pues sé por experiencia que agotándoseles al punto no las razones, sino los lugares comunes que han aprendido a repetir, acuden a cerrar el puño.”

 

Y así llegamos a la traca final del artículo de Xabier Ormaetxea, donde nos viene a decir que Unamuno, a quince días de fallecer, en Salamanca, se sentía “casi, casi” nacionalista vasco, afirmación que Ormaetxea lleva al mismísimo título de su artículo del Deia que venimos glosando aquí. Esto lo deduce Ormaetxea de un artículo del número 214-215 del Alderdi, de febrero-marzo de 1965, firmado por un tal Fernando de Etxekorena, que tiene toda la pinta de ser un seudónimo. Alderdi fue el boletín oficial del PNV, publicado desde Bayona (Francia) entre 1947 y 1974. En dicho artículo, el autor se remite a una extraña entrevista con Unamuno que habría tenido lugar quince días antes de su fallecimiento y realizada por alguien de quien ni siquiera se nos da su nombre ni la fuente de donde la recoge ni nada de nada. Misterio de los misterios. El citado Etxekorena la presenta así: “Y para completar esta visión de conjunto y contribuir a esclarecer el sentir de Unamuno y la expresión de su pensamiento pocos días antes de su muerte, vamos a transcribir el relato de un amigo que le visitó en su domicilio el 15 de diciembre de 1936. El testimonio es de toda garantía y autenticidad y fija con precisión el estado de ánimo y espíritu de nuestro angustiado D. Miguel, su último y decisivo latido intelectual y afectivo, ya que expiró 15 días después, el 31 de diciembre del mismo año. En dicha postrera entrevista, la última que mantuvo con persona ajena a su familia, fue a modo de confesión a un compatriota y paisano a quien le podía abrir su corazón. Transcribimos a continuación el relato de la entrevista”. ¿De verdad que esto es serio? O sea, ¿un tipo que dice este Etxekorena que le hace la última entrevista a Unamuno y de quien ni siquiera nos da el nombre, solo que es compatriota y paisano? ¿Y ese testimonio se nos pretende dar como auténtico de Miguel de Unamuno y pretende demostrarnos con él que el autor de “En torno al casticismo” era nacionalista vasco o “casi, casi”? Esto no puede ser.

 

La entrevista (por llamarla de alguna manera) del Alderdi de 1965 es una pieza perfectamente delirante. El tal Etxekorena, antes de darnos la “transcripción”, ya considera a Unamuno uno de los suyos, por una sencilla razón: “D. Miguel, vizcaíno y vasco por los 16 [lo pone así, con número, en el original] costados, como él se calificó, obedeciendo a un innato sentimiento étnico, defiende con ardor y hasta con violencia a su pueblo y a sus características nacionales que antes las había pisoteado, con harto regocijo de los enemigos del País” (19-20). Fíjense en eso de “obedeciendo a un innato sentimiento étnico”.

 

De la entrevista de marras, entresacamos este párrafo donde el supuesto entrevistador nos da la imagen del Unamuno que ve ante sí: “Yo le veía, alto, grande, enorme, como un personaje bíblico, abriendo hondura a la Muerte. Y siguió. De todos estos crímenes solo se salvaban los vascos. «Yo que me he pasado la vida combatiendo el nacionalismo…» –Se siente Vd. nacionalista– fue mi interrupción apresurada y estúpida. «Sí… casi, casi, puedo decir que me siento nacionalista vasco». Estas fueron sus palabras. Siempre estuve, y estoy, convencido de que mi interrupción, como digo, tan estúpida, fue la que obligó al buen D. Miguel a colocar el «casi, casi». No era amigo de que se le interrumpiera, y menos aún de que se le encasillara. ¡Quince días antes de su muerte, rodeado de horrores, se sentía nacionalista vasco! Se enorgullecía de la caballerosidad del combatiente vasco, del gudari, en aquella guerra de «pus y sangre»” (21). O sea, que lo de “casi, casi” lo habría añadido Unamuno porque le molestó que le interrumpieran. Que, de no ser así, ni siquiera habría dicho lo de “casi, casi”, de tan nacionalista como se sentía entonces.

 

En fin, que aquí lo dejamos. El entrevistador fantasma utilizado por Etxekorena dice que su interrupción fue estúpida. Lo que es complicado es discernir qué no es estúpido en toda esta cuestión. En cualquier caso, que en 2016 haya alguien como Xabier Ormaetxea que se atreva a presentarnos este pestiño de reportaje –recogido el año 1965 en el periódico de su partido, de una supuesta entrevista realizada en 1936, que vete a saber lo que fue en realidad– como testimonio fidedigno del pensamiento de Unamuno en vísperas de su fallecimiento, es que no tiene un pase.

 

Dudo mucho que, con este trabajo mío que aquí termino, a los nacionalistas, como este Xabier Ormaetxea, se les quiten las ganas de seguir diciendo que Unamuno era nacionalista. Pero por lo menos, desde fuera de ese mundo, que se sepa que en el País Vasco hay gente que no estamos por la labor de aguantar semejantes ocurrencias.

 

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