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Pablo Mosquera
Domingo, 13 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:

Unidad, orgullo y liderazgo

Nada es casual. Todo es causal. Se nos había olvidado con la pandemia quién era Trump y qué política quiso implantar. Ahora vuelven aquellos nubarrones que anuncian borrasca en el mapa de las ideas, relaciones comerciales y fronteras. El siglo XXI ya tiene al sicópata de turno que nos declara la guerra. Se trata del viejo modelo imperialista adaptado a las herramientas del siglo XXI. Europa y China son sus objetivos. Este hombre nos la tiene jurada y mucho más tras las posturas y discursos que se dieron desde Europa durante su campaña electoral ante la administración demócrata.

 

Pero conviene tener muy clara la situación. Europa es débil y no ha sabido ir más allá de la unión monetaria. Europa sigue dependiendo de organismos obsoletos surgidos tras la segunda guerra mundial, y hoy plagados de burócratas bien pagados, pero sin talento. Además fuimos dejándonos tutelar por esos Estados Unidos de América que ahora y como suelen hacer los prestamistas usureros nos exigen paguemos las cuentas amén de las doctrinas desde un discurso populista para lanzar el orgullo americano -¡América primero!

 

La única buena noticia es que el Reino Unido y sus tradicionales hermanos de Canadá y Australia, se han quedado en el lado europeo y es de esperar que Japón también lo haga. Estamos ante una guerra mundial dónde las armas son los aranceles y los planes nostálgicos de una Rusia que desea volver a ser la Unión Soviética al menos recuperando aquel territorio y menos mal que ideológicamente son también capitalistas.

 

Como se repiten las circunstancias y las reacciones. Llevo tiempo observando y señalando al sanchismo con tintes del franquismo. Propaganda, discursos ideológicos, conductas y ahora en medio de la autocracia una señal inequívoca de llamamiento al más puro estilo desde aquel nostálgico " consume productos españoles". Al menos en medio de la tormenta alguien ha debido "iluminar" a nuestros mandarines para que sean conscientes que estamos ante un grave problema de Estado que necesita imperiosamente indispensable política de Estado. 

 

¿Hay o habrá en la UE unidad integral para defender a la ciudadanía y sus avances socio culturales o la Europa de los mercaderes se disolverá como un azucarillo ?.

 

Tras la pandemia que supuso un parón en las coordenadas de los objetivos economistas nos encontramos con el gasto para la autodefensa y las ayudas a los sectores que son vulnerables por los aranceles que a modo de sainete firma el ególatra desde el despacho oval de la Casa Blanca. ¿ De dónde saldrá el dinero que se necesita para hacer frente a los objetivos urgentes de la política europea cuyo objetivo es fortalecer la soberanía de la UE ante el coloso americano y el peligro de las botas rusas ?.

 

Pero la unidad va más allá de los países que conforman la UE. Nosotros los españoles somos la frontera sur del enemigo que señala Trump. Debemos estar alerta al menos en dos espacios. Ceuta y Melilla. Posibles maniobras orquestadas por esos servicios de inteligencia que pueden desestabilizar nuestra frontera amparando movimientos independentistas en Cataluña y Euskadi.

 

Hoy más que nunca el Gobierno del Estado español debería acudir a quienes defienden España y sacudirse a quienes pueden ser y actuar como el caballo de Troya en tal Gobierno. Del elenco parlamentario en Cortes hay que aguardar qué camino deciden emprender el PNV y Vox. Los demás ya los conocemos y sabemos de sus intenciones.

 

¿Hay algún líder y alguna idea fuerza que sea capaz de movilizar la conciencia orgullosa de pertenecer a Europa?. Y se hace necesario que como en la segunda guerra mundial surja un W. Churchill que lo haga.  Lo intenta el presidente de los franceses, pero sospecho se trata de una maniobra para despistar a los enemigos internos que apuestan por la ultraderecha de Le Pen.

 

Y por fin. ¿Qué virtudes debe tener el nuevo liderazgo para la sociedad civil europea?. Y es que la política no sólo está desprestigiada en España. La corrupción y los negocios ocultos de mandatarios no son sólo cosa del Rey Emérito en España. La sociedad civil no da: ni talento, ni coordenadas de patriotismo, ni nuevas ideas que rearmen el ánimo del sistema democrático en el que hemos convivido estás décadas de paz y avances.

 

  «A un pueblo no se le convence sino de aquello de que quiere convencerse.» (Miguel de Unamuno). Y es que el sistema democrático debería reflexionar sobre si sus coordenadas no han sido sobre pasadas por intereses bastardos y la tecnología punta, y sin embargo, hay que recuperar la conexión entre los que mandan o dirigen y el tejido social que espera y desespera. 

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