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La Tribuna del País Vasco
Lunes, 14 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:

Mario Vargas Llosa: Un arquitecto del idioma

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Con la muerte de Mario Vargas Llosa no solo perdemos a un gigante de la literatura, sino a uno de los más finos artesanos del idioma español. Su legado no se mide solo en novelas magistrales ni en premios acumulados, sino en el modo en que enriqueció, expandió y revitalizó la lengua que compartimos más de quinientos millones de personas.

 

Vargas Llosa entendía el español no como un vehículo neutro, sino como una herramienta viva, maleable, capaz de captar las sutilezas de la conciencia humana, las tensiones del poder, las voces múltiples de América Latina y los dilemas morales de la civilización moderna. Su escritura, precisa y exigente, evitó siempre la ornamentación vacía y buscó, en cambio, la claridad sin renunciar a la complejidad. En cada página suya hay una lección de estilo, una apuesta por la inteligencia, un respeto reverencial por la palabra justa.

 

Fue, además, un maestro de las estructuras narrativas. Desde los múltiples puntos de vista de Conversación en La Catedral hasta el dramatismo coral de La guerra del fin del mundo, Vargas Llosa no solo narró historias: las construyó con una arquitectura verbal que elevó el castellano a alturas universales. Su español no era localista ni folklórico: era clásico, riguroso, continental. Hizo del castellano una lengua de pensamiento político, de introspección filosófica y de emoción sin sentimentalismo.

 

Pero quizás su mayor contribución fue mostrar que el español puede ser una lengua de libertad. En sus novelas, en sus ensayos, en sus columnas de prensa, defendió la necesidad de pensar, disentir y escribir en libertad. Para él, el idioma era un territorio que había que cuidar tanto como la democracia, porque ambas —la palabra y la libertad— se sostienen mutuamente.

 

Vargas Llosa pertenece ya a la constelación de los Cervantes, los Galdós, los Borges. Su obra es un testamento no solo literario, sino lingüístico. Nos enseñó a pensar mejor escribiendo mejor. Nos recordó que cuidar el español es también cuidar nuestra cultura, nuestra historia y nuestra libertad.

 

Hoy, más que nunca, leerlo es un deber. Y un acto de gratitud.

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