Documento estratégico
La Iglesia Católica lanza una advertencia sobre la inteligencia artificial: “No es pensamiento, es cálculo”
El Vaticano ha publicado un documento doctrinal sin precedentes que busca iluminar el debate ético, antropológico y social en torno a la inteligencia artificial (IA). Titulado Antiqua et Nova, la Nota ha sido emitida conjuntamente por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación. El texto, extenso y profundamente argumentado, recalca un mensaje clave: la IA, por potente que sea, no puede equipararse a la inteligencia humana.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar una copia del documento por los canales habituales: [email protected] o en el teléfono 650114502
El Papa Francisco ha descrito la revolución tecnológica actual como un “cambio de época”. Y es en este contexto de transformaciones aceleradas —que van desde el arte hasta la guerra, pasando por la medicina, el derecho o la educación— donde la Iglesia ha querido tomar postura. El documento propone una reflexión sobre el papel de la inteligencia en la vida humana, su sentido profundo, y la necesidad de un discernimiento ético riguroso ante los desarrollos tecnológicos.
Más allá de lo funcional
“La IA no piensa, simula”, se lee en uno de los pasajes más contundentes del texto. El documento insiste en que los sistemas de IA, aunque puedan generar textos, imágenes y respuestas indistinguibles de las humanas, operan mediante algoritmos y cálculos estadísticos. No poseen experiencia, corporeidad, emociones ni moralidad. “Sus capacidades son solo una fracción de lo que la mente humana puede alcanzar”, subraya.
La Iglesia advierte del peligro de confundir los términos. Llamar “inteligencia” a lo que en realidad es “capacidad de cálculo” puede inducir a error. De ahí que el Papa haya calificado como “engañoso” el uso mismo del término "inteligencia" en este ámbito.
El corazón de la inteligencia: la verdad, la relación, el amor
Antiqua et Nova no se limita a marcar distancias entre la mente humana y la artificial. El documento ofrece una visión positiva, integral y espiritual de la inteligencia humana. Retomando a Aristóteles, Tomás de Aquino y la tradición cristiana, la inteligencia es descrita como una facultad compleja que abarca razón, intuición, corporeidad, voluntad y relación con los demás.
“La inteligencia humana no es un algoritmo. Es una apertura al otro, a la verdad, al bien, al amor”, afirma el texto. Se trata de una capacidad que crece a lo largo de la vida, influida por la experiencia, la historia personal y el cuerpo. En este sentido, la IA queda confinada a su dimensión funcional, desprovista de contemplación, empatía o creatividad genuina.
Riesgos sociales: desigualdad, deshumanización y poder
El Vaticano alerta además de los peligros sistémicos que rodean al desarrollo de la IA. Uno de ellos es la concentración del poder tecnológico en pocas manos. Otro, el riesgo de agravar las desigualdades sociales mediante una tecnología que podría beneficiar a los ricos y excluir a los más vulnerables.
El documento menciona el “paradigma tecnocrático”, es decir, la tentación de resolver todos los problemas humanos mediante tecnología, olvidando el valor de la fraternidad y la dignidad. También denuncia el uso de la IA para manipular conciencias, polarizar el debate público y erosionar la democracia.
Educación, sanidad y trabajo: tres campos en tensión
En el ámbito educativo, la Nota propone un enfoque centrado en la formación integral del alumno, que combine cabeza, corazón y manos. Se reconoce que la IA puede ser útil como apoyo, pero nunca debe reemplazar la relación personal entre maestro y discípulo.
En sanidad, la Iglesia celebra los beneficios potenciales de la IA, pero subraya que ningún algoritmo debe tomar decisiones vitales por encima de médicos y pacientes. Y en el mundo laboral, se alerta contra un modelo que sustituya trabajadores por máquinas, despojando al trabajo de su valor humano, relacional y creativo.
Una ética de la fraternidad
El documento concluye proponiendo una guía moral clara: el desarrollo de la IA debe estar al servicio de la persona y del bien común. Cualquier tecnología que degrade, excluya o manipule, debe ser rechazada. En cambio, toda innovación que promueva la dignidad, la justicia y la solidaridad, será bienvenida.
“El orden real debe someterse al orden personal”, recuerda la Nota. La inteligencia artificial no puede ni debe decidir por nosotros. Solo el ser humano —dotado de conciencia, libertad y amor— puede asumir la responsabilidad de crear un futuro más humano.
El Vaticano ha publicado un documento doctrinal sin precedentes que busca iluminar el debate ético, antropológico y social en torno a la inteligencia artificial (IA). Titulado Antiqua et Nova, la Nota ha sido emitida conjuntamente por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación. El texto, extenso y profundamente argumentado, recalca un mensaje clave: la IA, por potente que sea, no puede equipararse a la inteligencia humana.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar una copia del documento por los canales habituales: [email protected] o en el teléfono 650114502
El Papa Francisco ha descrito la revolución tecnológica actual como un “cambio de época”. Y es en este contexto de transformaciones aceleradas —que van desde el arte hasta la guerra, pasando por la medicina, el derecho o la educación— donde la Iglesia ha querido tomar postura. El documento propone una reflexión sobre el papel de la inteligencia en la vida humana, su sentido profundo, y la necesidad de un discernimiento ético riguroso ante los desarrollos tecnológicos.
Más allá de lo funcional
“La IA no piensa, simula”, se lee en uno de los pasajes más contundentes del texto. El documento insiste en que los sistemas de IA, aunque puedan generar textos, imágenes y respuestas indistinguibles de las humanas, operan mediante algoritmos y cálculos estadísticos. No poseen experiencia, corporeidad, emociones ni moralidad. “Sus capacidades son solo una fracción de lo que la mente humana puede alcanzar”, subraya.
La Iglesia advierte del peligro de confundir los términos. Llamar “inteligencia” a lo que en realidad es “capacidad de cálculo” puede inducir a error. De ahí que el Papa haya calificado como “engañoso” el uso mismo del término "inteligencia" en este ámbito.
El corazón de la inteligencia: la verdad, la relación, el amor
Antiqua et Nova no se limita a marcar distancias entre la mente humana y la artificial. El documento ofrece una visión positiva, integral y espiritual de la inteligencia humana. Retomando a Aristóteles, Tomás de Aquino y la tradición cristiana, la inteligencia es descrita como una facultad compleja que abarca razón, intuición, corporeidad, voluntad y relación con los demás.
“La inteligencia humana no es un algoritmo. Es una apertura al otro, a la verdad, al bien, al amor”, afirma el texto. Se trata de una capacidad que crece a lo largo de la vida, influida por la experiencia, la historia personal y el cuerpo. En este sentido, la IA queda confinada a su dimensión funcional, desprovista de contemplación, empatía o creatividad genuina.
Riesgos sociales: desigualdad, deshumanización y poder
El Vaticano alerta además de los peligros sistémicos que rodean al desarrollo de la IA. Uno de ellos es la concentración del poder tecnológico en pocas manos. Otro, el riesgo de agravar las desigualdades sociales mediante una tecnología que podría beneficiar a los ricos y excluir a los más vulnerables.
El documento menciona el “paradigma tecnocrático”, es decir, la tentación de resolver todos los problemas humanos mediante tecnología, olvidando el valor de la fraternidad y la dignidad. También denuncia el uso de la IA para manipular conciencias, polarizar el debate público y erosionar la democracia.
Educación, sanidad y trabajo: tres campos en tensión
En el ámbito educativo, la Nota propone un enfoque centrado en la formación integral del alumno, que combine cabeza, corazón y manos. Se reconoce que la IA puede ser útil como apoyo, pero nunca debe reemplazar la relación personal entre maestro y discípulo.
En sanidad, la Iglesia celebra los beneficios potenciales de la IA, pero subraya que ningún algoritmo debe tomar decisiones vitales por encima de médicos y pacientes. Y en el mundo laboral, se alerta contra un modelo que sustituya trabajadores por máquinas, despojando al trabajo de su valor humano, relacional y creativo.
Una ética de la fraternidad
El documento concluye proponiendo una guía moral clara: el desarrollo de la IA debe estar al servicio de la persona y del bien común. Cualquier tecnología que degrade, excluya o manipule, debe ser rechazada. En cambio, toda innovación que promueva la dignidad, la justicia y la solidaridad, será bienvenida.
“El orden real debe someterse al orden personal”, recuerda la Nota. La inteligencia artificial no puede ni debe decidir por nosotros. Solo el ser humano —dotado de conciencia, libertad y amor— puede asumir la responsabilidad de crear un futuro más humano.