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Elena García
Lunes, 05 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

La mujer, apartada de la educación de los hijos (I)

Durante la primera mitad del s. XX, los niños recibían, por una parte, educación, hábitos que llevasen al buen comportamiento, sobre todo en su relación con las personas de su entorno y, por otra parte, instrucción o enseñanza, transmisión de conocimientos sobre determinadas materias. La primera se daba, y se practicaba, en la familia y fundamentalmente bajo la supervisión de la madre, que era la que más tiempo pasaba en casa, complementada por el padre cuando llegaba del trabajo. Después era reforzada en el centro de enseñanza en lo referente a la cortesía y al saber estar, a la convivencia. La segunda se daba principalmente en el centro de enseñanza, se trataba de transmitir conocimientos sobre todo para tener un futuro profesional. En las últimas décadas del       s. XX esto fue cambiando. Las mujeres se incorporaron masivamente al trabajo, algunos –los menos– gratificantes y enriquecedores y otros muchos rutinarios y –como la vieja izquierda consideraría– alienantes. El resultado ha sido la falta de tiempo de las madres actuales, para atender a la educación de los hijos en todas sus vertientes.

 

La educación ahora, viene fundamentalmente de los compañeros, de los medios, y sobre todo del Estado a través de los centros escolares con sus psicólogos y pedagogos. La educación y la transmisión de valores y comportamientos virtuosos que se hacían practicar, que antes estaba en manos de la familia y especialmente de la mujer, ha pasado a ser una educación en manos de aquellos que tienen el poder y que quieren orientar a las nuevas generaciones según su ideología o según sus intereses.

 

En Inglaterra, en el segundo cuarto del s. XX se fundó la escuela de Summerhill y otras, basadas en el movimiento de las llamadas “escuelas libres” siguiendo el modelo roussoniano. Estas escuelas parece que fueron un rotundo fracaso, pero a pesar de ello, muchos de sus principios se han incorporado a la educación-enseñanza actuales –pues el Estado los ha fundido en un todo con una cierta disciplina reglada.

 

Veamos algunos de estos principios: a) el punto de partida es la bondad natural del ser humano y el amor y el respeto se constituye en la base de la convivencia de manera espontánea o con algún “sermón" suave por parte de padres y profesores, sin embargo, nunca ha habido más conflictos que en la actualidad en los centros escolares; b) la felicidad, ya en la infancia, se constituye en máxima aspiración a alcanzar con la educación, pero lo cierto es que, cada vez más niños padecen ansiedad y otras patologías por lo que se reclama para los centros enfermeras escolares, además de recurrir con frecuencia a los orientadores escolares ante el aumento del bajo rendimiento escolar, y c) desde los primeros años se da una gran importancia a cierta educación sexual, aunque al niño lo que le interesen principalmente sean los dulces y “la patrulla canina”. O sea, se trata del fomento temprano de prácticas sexuales que, a menudo, en la adolescencia ya, se traduce en desviarse hacia algo mas “divertido” que los estudios.

 

Lo anterior va acompañado de una menor importancia del aprendizaje de materias –los contenidos son ya casi secundarios–, y ahora, para tener éxito, lo principal es “la motivación” y propiciar que el alumno aumente su “autoestima”. Una ausencia de castigos severos, aunque ciertos comportamientos supongan la imposibilidad de dar clases con normalidad y una depreciación de la autoridad. Acabar con las distancias entre educador y educando. Hecho simbólico fue la eliminación de las tarimas, cuya función era visualizar mejor a los alumnos. Ahora ya, todos en el mismo plano.

 

Se introducen clases de valores éticos, en realidad clases de adoctrinamiento según la ideología “progre”, centrados en la “solidaridad”, que administrará el Estado, según sus sabios criterios, con los impuestos de los padres. 

 

Estos criterios educativos se han difundido a todo occidente desde el ámbito anglosajón o angloamericano, donde en 1975 ya no se podía dar clase por falta de disciplina –algo que antes se llevaba aprendido de casa. Y empezaba a ser frecuente que los alumnos no dominasen la lectura. En España, el modelo, traído de Inglaterra, a pesar de que el fracaso empezaba a ser manifiesto, se impuso en 1982.

 

Desde entonces, los sucesivos planes de estudio que se han implementado solo han conseguido aumentar ese fracaso en ambos aspectos, el educativo y el de conocimientos. En España el abandono escolar temprano en 2022 fue del 13,6 %, el segundo más alto de la UE. Y las habilidades en matemáticas, lectura y ciencias, de estudiantes de 15 años han alcanzado su punto más bajo desde 2015 (Informe Pisa 2022).

 

Y no solo es que el descenso del nivel de conocimientos haya sido vertiginoso en las últimas décadas, sino que, en lo que atañe a los comportamientos en las aulas, la conflictividad ha aumentado notablemente. Los profesores, huyen de la enseñanza si pueden. Y, como ya se ha publicado, aumenta el porcentaje de los que piden bajas y ayuda por depresión o ansiedad, hasta alcanzar el 40%. Pedagogos y psicólogos, los “expertos”, nos dan cada vez más explicaciones del porqué, de las causas. Entre otras, falta de motivación, problemas emocionales, acoso escolar y, también, la falta de recursos. Lo cierto es que las cosas siguen empeorando ¿No tendrían que variar “sus porqués”? ¿No será que las principales causas van en contra de sus dogmas educativos y sociales?

 

Los padres –en especial la madre, que ya, con frecuencia, está sola para atender al niño– han sido aleccionados por los “expertos” y avergonzados, a veces, porque no practicaban el buenismo; hay que razonar con los niños y evitar recurrir a castigos, hay que motivarlos. No, la educación ahora no viene de la experiencia recogida durante cientos de generaciones y transmitida por padres y abuelos, ahora viene de los “expertos”, que con mucha probabilidad no habrán visto a niños más que de visita. Así que, muchos padres han incorporado a la educación este buenismo razonador que se ha vuelto igualmente contra los profesores, y no se han hecho esperar las reclamaciones de los padres en los centros escolares sobre la manera “injusta” en que se trata a sus hijos. El profesorado se ve acosado por los padres y desbordado por las quejas del tratamiento que se da a sus “pobres” hijos. No es casual, que una profesión “vocacional” –que se decía antes– tenga a los profesores corriendo a jubilarse a los 60 años.

 

La realidad es que tenemos causas manifiestas de las que no se habla, de las que no conviene hablar. Una es el tipo de pedagogía ya expuesto, que no se discute; las otras son la ausencia de la mujer de la casa, junto con los hogares deshechos –el divorcio o la separación de las parejas de hecho no dejan de aumentar– y los problemas emocionales de todo tipo que sufre el niño o el adolescente cuando se produce la ruptura de la familia, cuando pierde a uno de los padres, que es lo que ciertamente sucede.

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