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Patxi Iribarri
Sábado, 17 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

Yo tenía un termo, no una geoestrategia

Zestoa, caserío arriba. El otro día vinieron a hacer una auditoría energética al caserío. Lo llamaron “proyecto piloto para la transición verde”. Y yo, que pensé que venían a cambiarme las juntas del termo, me encontré con dos chavales en patinete eléctrico y tablet en mano, explicándome que debía “descarbonizar el entorno rural”. Me limpié las gafas. Les ofrecí café. Y les dije lo único que tenía claro: aquí la única transición real fue cuando cambiamos del brasero al butano… y aún estoy por decidir si fue buena idea.

 

Resulta que ahora todo es geoestrategia energética. Que si el gas de Argelia, que si los tubos que pasan por Marruecos, que si el hidrógeno verde, que si Putin se ducha con petróleo y duerme abrazado a un barril. Yo, que conservo un brasero de hierro de los de antes, observo estos debates con el escepticismo de quien ha calentado media vida soplando papeles de periódico para encender la leña.

 

¿Transición energética? ¿Eso no era cuando en invierno dejábamos la puerta del horno abierta para calentar la cocina?

 

Los del gobierno hablan de instalar placas solares. Maravilloso, pienso yo, mientras miro al norte y veo que ha llovido 19 días seguidos. En este caserío, si el sol fuera fuente de energía, estaríamos condenados a vivir de velas y oraciones.

 

También hablan de “comunidades energéticas locales”. Pero no especifican si eso incluye a mi vecino Anselmo, que tiene tres ovejas, un televisor de tubo y un generador que arranca a patadas. ¿Eso cuenta como comunidad o como resistencia energética?

 

Mientras tanto, el recibo de la luz ha aprendido a escalar. Cada mes lo abro como quien recibe la carta de un abogado. A mí me enseñaron a no gastar, a apagar la luz al salir de la habitación, a poner la olla cuando hay fuego, no cuando hay tarifa valle. Pero da igual: entre los peajes, los tramos horarios y los impuestos disfrazados de eufemismos, pagar la luz se ha vuelto un acto de fe.

 

“Factura electrónica” lo llaman. Claro, así no se ve el tamaño del susto.

 

 

Y como uno ya está mayor, y las novedades me dan alergia, he desempolvado el brasero. Lo puse en la mesa de camilla, me preparé un café con leche y, mientras los tertulianos discutían sobre el modelo energético europeo, yo me calenté los pies como Dios manda.


Eso es soberanía energética, Patxi style.


 

 Zulocomentarios

 

  • Si el futuro es eléctrico, ¿por qué cuando se va la luz se va todo?

 

  • El ministro dice que el gas bajará. También dijeron que el verano sería corto.

 

  • Mi termo tiene más memoria que algunos políticos: lleva 27 años sin fallar.

 

  • En Euskadi se puede producir energía mareomotriz. Pero aquí las únicas olas que interesan son las de indignación.

 

  • A mí no me engañan: el hidrógeno verde es como el unicornio ecológico. Bonito en teoría, imposible de montar.


 

Final con morcilla

 

Ahora resulta que hay que descarbonizar, electrificar, invertir, diversificar y resintonizar el modelo energético. Yo, con que el brasero no me reviente y el butano no suba más, me doy por satisfecho.

 

Y mientras los expertos hacen powerpoints, aquí en el caserío seguimos con lo de siempre: leña, termómetro de mercurio, y esa frase mágica que arregla cualquier discusión energética en Euskadi:

 

 

“Tira del edredón, que aún queda invierno.”

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