En tiempos donde la política se toma demasiado en serio a sí misma —y, lo que es peor, espera que usted también lo haga—, La Tribuna del País Vasco lanza "Desde el caserío de Patxi Iribarri", una nueva columna semanal, abierta a todos los lectores, para poner las cosas en su sitio: el sitio del sarcasmo, la ironía y la carcajada discreta del lector lúcido.

Patxi Irribarri, testigo involuntario de todo lo que ocurre arriba desde su particular caserío informativo, debuta hoy con una visión mordaz, algo agria y profundamente vasca de la actualidad política, geoestratégica y mediática. Una voz libre, con boina y bisturí, que observa el espectáculo nacional desde las tripas de un país que no termina de creerse sus propias promesas.

Cada semana, Irribarri analizará lo que otros repiten sin pestañear: pactos imposibles, cumbres vacías, discursos llenos de nada, silencios demasiado reveladores y ministros que parecen salidos de de una comedia dramática sin guion, como las seriesa de Netflix.

No esperen aquí neutralidad, ni servilismo, ni titulares pasteurizados. Espere, más bien, una escritura afilada, con aroma a radio vieja, txakoli tibio y papel de periódico antiguo. Una columna con alma de bertso, lengua de escozor y ojos en la nuca.

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