Crónica secreta del hidrógeno natural que la Tierra escondió durante eones
El tesoro del abismo: la energía que la Tierra ha ocultado durante mil millones de años
![[Img #28086]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/05_2025/1897_hidrogeno.jpg)
I. El pozo que ardía en silencio
Cuando el ingeniero Amadou Diarra descendió por primera vez al pozo abandonado de Bourakebougou, no buscaba hidrógeno. Buscaba agua. Era 2010 y el proyecto financiado por una ONG canadiense pretendía reactivar una bomba para abastecer al poblado.
Pero algo ocurrió cuando un operario encendió un cigarro cerca del tubo metálico: una lengua de fuego azul surgió del suelo con un rugido sordo. Nadie resultó herido. Pero aquel fuego frío —persistente, invisible, sin olor ni humo— se convirtió en un misterio para los aldeanos. “El pozo está poseído”, decían.
No estaba poseído. Estaba lleno de hidrógeno natural.
II. El legado de un planeta oxidado
En Oxford, la doctora Rūta Karolytė repasa un mapa de la corteza continental precámbrica. Cubre casi el 70% de la superficie terrestre. “Durante mil millones de años, esas rocas han estado generando hidrógeno sin que nadie lo notara”, dice.
Ella y su equipo, autores del estudio más completo jamás publicado sobre el tema (Nature Reviews Earth & Environment, mayo 2025), han calculado que la energía generada por estos procesos geológicos equivale a 170.000 años de consumo de petróleo global.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar una copia del estudio (en inglés) por los canales habituales: [email protected] o en el teléfono 650114502
El hidrógeno se forma cuando minerales de hierro se oxidan lentamente al reaccionar con agua. También se produce cuando elementos radiactivos como el uranio, el torio o el potasio rompen las moléculas de H₂O. Ambos mecanismos han trabajado sin pausa, en el silencio profundo del subsuelo.
III. El mapa del tesoro
Los científicos han identificado cinco grandes tiupos de sistemas geológicos capaces de almacenar y generar hidrógeno.
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Cinturones de rocas verdes y granitoides arcaicos (como en Canadá, Australia o África austral).
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Ophiolitas tectónicas, restos de corteza oceánica atrapada en continentes (como en Turquía o Omán).
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Grandes provincias ígneas continentales (como el Rift Medio de EE.UU.).
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Terrenos graníticos alcalinos radiactivos (como el centro de Australia).
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Sistemas cerrados en la corteza profunda, con fracturas selladas durante millones de años.
Algunos de estos lugares ya han producido hidrógeno explotable. Otros esperan aún ser descubiertos. “Es como buscar petróleo en el siglo XIX, pero sin saber siquiera que existe el petróleo”, comenta Jon Gluyas, geólogo de Durham.
IV. La trampa y la fuga
El hidrógeno, por su naturaleza ligera y reactiva, tiende a escapar. Se disuelve, se oxida, lo devoran bacterias o se pierde por difusiones milenarias. La clave está en encontrar lo que los geólogos llaman “trampas”: formaciones que atrapan el gas antes de que desaparezca. Cuevas, domos de sal, capas impermeables de sedimento.
“El subsuelo es como un cofre con doble cerradura”, explica Barbara Sherwood Lollar, investigadora de Toronto. “Primero necesitas saber dónde se generó el hidrógeno. Luego, cómo se conservó”.
La tecnología para detectarlo —sensores de helio, análisis isotópicos, imágenes sísmicas— está mejorando. Pero sigue siendo cara y limitada.
V. El dilema de la civilización
En un mundo que debe dejar atrás el carbón, el gas y el petróleo, el h idrógeno se presenta como un puente necesario. Pero el hidrógeno “verde” —producido por electrólisis con energías renovables— sigue siendo caro y dependiente de las redes eléctricas.
El hidrógeno natural podría ofrecer una solución transitoria: más barato (0,5–1 $/kg), más limpio (0,4 kg CO? por kg de H?), más inmediato. Pero no es eterno. No se regenera a escala humana. Es, literalmente, una herencia geológica.
“Hay que decidir cómo y para qué usarlo: ¿para salvar el clima o para alimentar la codicia?” dice Karolytė. “Porque una vez que lo extraigamos, no vuelve.”
VI. 2050: El fin de la espera
Un borrador filtrado del Informe del Foro Mundial del Hidrógeno 2050, al que ha tenido acceso La Tribuna del País Vasco, afirma que al menos cinco países ya están desarrollando consorcios secretos para explorar y explotar estos yacimienbto0s naturales: Estados Unidos, China, Auistralia, Canadá y Marruecos.
No hay tratados que regulen su extracción. No hay límites de emisiones. Y en algunas regiones, como el Sahel, los pozos de hidrógeno podrían generar conflictos geopolíticos comparables a los del petróleo en el siglo XX.
La energía más limpia del planeta podría convertirse, irónicamente, en el nuevo motivo de guerra.
Epílogo: El latido de la Tierra
En lo profundo de la mina Kidd Creek, en Ontario, los sensores detectan un flujo constante de gas. Nadie ha perforado allí en décadas. Nadie ha bombeado. Solo la Tierra, lentamente, exhala.
Y en ese susurro subterráneo, el planeta aún guarda secretos que podrían salvarnos... o condenarnos.
Nota del autor
Este reportaje ha sido elaborado a partir del estudio publicado en Nature Reviews Earth & Environment (vol. 6, mayo de 2025) bajo el título “Natural hydrogen resource accumulation in the continental crust”, firmado por Chris J. Ballentine y un equipo internacional de geólogos e investigadores de la Universidad de Oxford, la Universidad de Toronto, el Instituto de Física del Globo de París y la Universidad de Durham.
En el texto he combinado información científica rigurosa con recursos narrativos propios del periodismo literario y la crónica de investigación. Las escenas y personajes han sido construidos a partir de hechos reales documentados (como el campo de Bourakebougou en Mali) y entrevistas, o bien dramatizados a partir de datos técnicos verificables, con el objetivo de acercar al lector general una realidad compleja, silenciosa y profunda: la existencia de una fuente energética natural que la Tierra ha generado durante mil millones de años y que hoy emerge como alternativa posible en la transición energética global.
Ninguno de los autores del estudio ha intervenido en el enfoque literario de este reportaje. La responsabilidad sobre interpretaciones, estilo narrativo y dramatización de los hechos recae exclusivamente en el autor de este reportaje.
I. El pozo que ardía en silencio
Cuando el ingeniero Amadou Diarra descendió por primera vez al pozo abandonado de Bourakebougou, no buscaba hidrógeno. Buscaba agua. Era 2010 y el proyecto financiado por una ONG canadiense pretendía reactivar una bomba para abastecer al poblado.
Pero algo ocurrió cuando un operario encendió un cigarro cerca del tubo metálico: una lengua de fuego azul surgió del suelo con un rugido sordo. Nadie resultó herido. Pero aquel fuego frío —persistente, invisible, sin olor ni humo— se convirtió en un misterio para los aldeanos. “El pozo está poseído”, decían.
No estaba poseído. Estaba lleno de hidrógeno natural.
II. El legado de un planeta oxidado
En Oxford, la doctora Rūta Karolytė repasa un mapa de la corteza continental precámbrica. Cubre casi el 70% de la superficie terrestre. “Durante mil millones de años, esas rocas han estado generando hidrógeno sin que nadie lo notara”, dice.
Ella y su equipo, autores del estudio más completo jamás publicado sobre el tema (Nature Reviews Earth & Environment, mayo 2025), han calculado que la energía generada por estos procesos geológicos equivale a 170.000 años de consumo de petróleo global.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar una copia del estudio (en inglés) por los canales habituales: [email protected] o en el teléfono 650114502
El hidrógeno se forma cuando minerales de hierro se oxidan lentamente al reaccionar con agua. También se produce cuando elementos radiactivos como el uranio, el torio o el potasio rompen las moléculas de H₂O. Ambos mecanismos han trabajado sin pausa, en el silencio profundo del subsuelo.
III. El mapa del tesoro
Los científicos han identificado cinco grandes tiupos de sistemas geológicos capaces de almacenar y generar hidrógeno.
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Cinturones de rocas verdes y granitoides arcaicos (como en Canadá, Australia o África austral).
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Ophiolitas tectónicas, restos de corteza oceánica atrapada en continentes (como en Turquía o Omán).
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Grandes provincias ígneas continentales (como el Rift Medio de EE.UU.).
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Terrenos graníticos alcalinos radiactivos (como el centro de Australia).
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Sistemas cerrados en la corteza profunda, con fracturas selladas durante millones de años.
Algunos de estos lugares ya han producido hidrógeno explotable. Otros esperan aún ser descubiertos. “Es como buscar petróleo en el siglo XIX, pero sin saber siquiera que existe el petróleo”, comenta Jon Gluyas, geólogo de Durham.
IV. La trampa y la fuga
El hidrógeno, por su naturaleza ligera y reactiva, tiende a escapar. Se disuelve, se oxida, lo devoran bacterias o se pierde por difusiones milenarias. La clave está en encontrar lo que los geólogos llaman “trampas”: formaciones que atrapan el gas antes de que desaparezca. Cuevas, domos de sal, capas impermeables de sedimento.
“El subsuelo es como un cofre con doble cerradura”, explica Barbara Sherwood Lollar, investigadora de Toronto. “Primero necesitas saber dónde se generó el hidrógeno. Luego, cómo se conservó”.
La tecnología para detectarlo —sensores de helio, análisis isotópicos, imágenes sísmicas— está mejorando. Pero sigue siendo cara y limitada.
V. El dilema de la civilización
En un mundo que debe dejar atrás el carbón, el gas y el petróleo, el h idrógeno se presenta como un puente necesario. Pero el hidrógeno “verde” —producido por electrólisis con energías renovables— sigue siendo caro y dependiente de las redes eléctricas.
El hidrógeno natural podría ofrecer una solución transitoria: más barato (0,5–1 $/kg), más limpio (0,4 kg CO? por kg de H?), más inmediato. Pero no es eterno. No se regenera a escala humana. Es, literalmente, una herencia geológica.
“Hay que decidir cómo y para qué usarlo: ¿para salvar el clima o para alimentar la codicia?” dice Karolytė. “Porque una vez que lo extraigamos, no vuelve.”
VI. 2050: El fin de la espera
Un borrador filtrado del Informe del Foro Mundial del Hidrógeno 2050, al que ha tenido acceso La Tribuna del País Vasco, afirma que al menos cinco países ya están desarrollando consorcios secretos para explorar y explotar estos yacimienbto0s naturales: Estados Unidos, China, Auistralia, Canadá y Marruecos.
No hay tratados que regulen su extracción. No hay límites de emisiones. Y en algunas regiones, como el Sahel, los pozos de hidrógeno podrían generar conflictos geopolíticos comparables a los del petróleo en el siglo XX.
La energía más limpia del planeta podría convertirse, irónicamente, en el nuevo motivo de guerra.
Epílogo: El latido de la Tierra
En lo profundo de la mina Kidd Creek, en Ontario, los sensores detectan un flujo constante de gas. Nadie ha perforado allí en décadas. Nadie ha bombeado. Solo la Tierra, lentamente, exhala.
Y en ese susurro subterráneo, el planeta aún guarda secretos que podrían salvarnos... o condenarnos.
Nota del autor
Este reportaje ha sido elaborado a partir del estudio publicado en Nature Reviews Earth & Environment (vol. 6, mayo de 2025) bajo el título “Natural hydrogen resource accumulation in the continental crust”, firmado por Chris J. Ballentine y un equipo internacional de geólogos e investigadores de la Universidad de Oxford, la Universidad de Toronto, el Instituto de Física del Globo de París y la Universidad de Durham.
En el texto he combinado información científica rigurosa con recursos narrativos propios del periodismo literario y la crónica de investigación. Las escenas y personajes han sido construidos a partir de hechos reales documentados (como el campo de Bourakebougou en Mali) y entrevistas, o bien dramatizados a partir de datos técnicos verificables, con el objetivo de acercar al lector general una realidad compleja, silenciosa y profunda: la existencia de una fuente energética natural que la Tierra ha generado durante mil millones de años y que hoy emerge como alternativa posible en la transición energética global.
Ninguno de los autores del estudio ha intervenido en el enfoque literario de este reportaje. La responsabilidad sobre interpretaciones, estilo narrativo y dramatización de los hechos recae exclusivamente en el autor de este reportaje.