Entrevista al autor del libro El regreso de Trump
Sergio Fernández Riquelme: «Donald Trump es el fin de la fase posmoderna de la globalización»
Donald Trump (YouTube)
El historiador Sergio Fernández Riquelme acaba de publicar en Ediciones Ratzel su nuevo libro El regreso de Trump: Estados Unidos y las mutaciones de lo político.
Donald Trump regresó con un plan. Mantenía sus formas polémicas e irreverentes pero desde el primer día mostró un programa nacionalista muy acusado. Ya no era un simple showman o un mero outsider. Venía, junto con J.D. Vance, para cambiar el orden político y geopolítico vigente, superando las convenciones liberal-progresistas a uno y otro lado del Atlántico. Aprendiendo de su derrota y de las traiciones que sufrió, ha puesto en marcha una profunda mutación de lo político desde el soberanismo estadounidense y que se extiende por buena parte del mundo. Trump está de vuelta para salvar América bajo una nueva revolución tecnoconservadora a los que muchos imitarán y ante la que otros resistirán.
Revista Adáraga: Más allá de los mass media y los equipos de opinión sincronizada, ¿quién es realmente Donald Trump?
Sergio Fernández Riquelme: Un empresario metido a político, un showman reconvertido en dirigente, y un outsider que regresa con un plan (y varias venganzas declaradas tras su derrota en 2020). Frente a las habituales caricaturas y las posibles loas, Trump encabeza un proyecto singular que ha transformado al Partido Republicano, de facto, en el movimiento MAGA, y que parece comenzar un cambio sustancial del orden político y económico liberal-progresista, dentro y fuera de las fronteras de los Estados Unidos.
¿Cuáles son las principales ideas-fuerza que mueven a Trump y al nuevo Partido Republicano que lidera?
Los lemas, que no son simples frases vacías, reflejan las principales ideas del MAGA: Make America Great Again representa un soberanismo hasta ahora desconocido en el país, desligado de las grandes organizaciones supranacionales; America first, la renovación del nacionalismo excepcionalista, controlando las fronteras y fortaleciendo una identidad patria más nativista; Save America, el proteccionismo económico más duro en busca de la reindustrialización y la reducción de la deuda; y A Revolution of sense common, el intento de ampliar la base republicana y conciliar las distintas corrientes en su seno (del nacionalismo cristiano al libertarismo tecnoeconómico) en una serie de elementos más o menos comunes sobre valores tradicionales secularizados.
ð El regreso de Trump: Estados Unidos y las mutaciones de lo político de Sergio Fernández Riquelme @profserferi
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— Ediciones Ratzel (@edicionesratzel) May 13, 2025
Durante años, el Partido Republicano fue el feudo de un neoconservadurismo que logró impregnarse en la sociedad americana. ¿Qué queda hoy de los "neocon" en dicha formación y en la política estadounidense?
Prácticamente no queda nada. Los neocon del Partido Republicano, en su mayoría, pusieron grandes obstáculos a Trump en su primer mandato y algunos de ellos llegaron a apoyar al Partido Demócrata. Preferían el mantenimiento del establishment de Washington, a nivel interno (como Mike Pence), y la política neocolonial del Pentágono, a nivel externo (como Mark Esper). Un buen reflejo de la limpieza que acometió desde dentro del Partido, fue lo ocurrido con la “heredera” Lizz Cheney (hija del todopoderoso neocon Dick Cheney), abiertamente enemiga del trumpismo, y que quedó fuera del Congreso en las primarias. Los neocon se fueron marchando del Partido con el avance de los partidarios de Trump o perdieron las elecciones y sus cargos (y algunos como Vance se “convirtió” finalmente a la causa o Rubio se “adaptó” al nuevo tiempo).
Hasta la fecha, tan solo Grover Cleveland logró ser reelegido como presidente en dos mandatos no consecutivos. ¿Cómo lo ha conseguido Donald Trump?
Ampliando su base electoral. Logró una nueva victoria con casi quince millones de votos más respecto a su primer mandato (2016), y todos los estudios sociológicos y demoscópicos mostraban que esos resultados demostraban que había conseguido aumentar su apoyo en las sectores “obreros” (extraurbanos y provinciales) y en llamadas “minorías” (afroamericanos, asiáticoamericanos e hispanoamericanos), especialmente, en su sector masculino, al conectar con sus demandas y frustraciones materiales (de la desindustrialización a la quiebra del “ascensor social”) e inmateriales (en plena Batalla Cultural entre razas, sexos y clases).
¿Cómo valoras los primeros meses de esta segunda legislatura con Trump como inquilino de la Casa Blanca?
Lo prometido es deuda. Y pese a la sorpresa de algunos aliados y de casi todos sus enemigos, está cumpliendo su programa, o intentándolo, con enorme velocidad y de manera directiva o “decisionista” (en su caso de forma muy ejecutiva). Y lo cumple combinando sus maneras tan peculiares e irreverentes (negociando con amenazas y bilateralmente, por ejemplo, en el campo comercial), con las ideas más elaboradas y soberanistas de su vicepresidente J.D. Vance sobre el nacionalismo excepcionalista norteamericano. Ninguna sorpresa, sabiendo lo que prometió y conociendo al personaje, menos a los que poco leen o solo repiten consignas ideológicas prefabricadas.
¿Qué cambios a nivel geopolítico ha supuesto el retorno de Donald Trump al Despacho Oval?
El fin de esta fase posmoderna de la globalización tal como la hemos conocido. Estados Unidos deja de ser el “sheriff” gratuito del mundo, financiando a la OTAN, llevando la democracia liberal-progresista a los confines de la tierra, protegiendo a sus aliados incondicionalmente, y permitiendo un libre comercio sin freno que destruye su base industrial o sus tradicionales líneas comerciales. Y, por ello, se centra en la defensa de su “espacio vital” de referencia (retomando o reactualizando, en parte, la Doctrina Monroe): influencia en el continente americano (especialmente en el norte, de Canadá a Groenlandia) y defensa de sus intereses concretos sin someterse a organizaciones supranacionales.
La administración Trump se enfrenta a discurso cada vez más belicista y a diferente es escenarios de tensión, particularmente la Guerra de Ucrania, Oriente Medio y el inacabable conflicto entre India y Pakistán. ¿Cuál será la estrategia diplomática norteamericana para los próximos años?
Mediar y comerciar. Entre la decadencia del Ejército estadounidense, “inclusivo” pero poco operativo (como se vio en Afganistán, por ejemplo) y la nueva óptica presidencial, los Estados Unidos se están dedicando, por ahora, a intentar resolver conflictos que les afecten, dejar atrás guerras que no les importan y conseguir beneficios en todos los escenarios posibles (como consiguiendo las “tierras raras” ucranianas). Ya no quieren fieles aliados, sino intereses beneficiosos. Para ello, hablan con cualquier nación (de Rusia a Corea del Norte, de Israel a Irán), negocian bilateralmente (fuera de la OTAN y de la ONU, y entablan relaciones con todo aquel (más democrático o más autocrático) que pueda darles lo que necesitan.
La política arancelaria de Trump ha soliviantado a la clase política progresista (y parcialmente a la conservadora) europea en general y española en particular. ¿Qué persigue realmente Donald Trump con el incremento de los aranceles? ¿De qué manera afecta o beneficia a la economía española?
Ganar dinero. Trump es empresario, y su visión de la política está marcada decisivamente por ello. Así, los aranceles son, obviamente, un mecanismo de presión para negociar y sacar mejores condiciones para las empresas e instituciones norteamericanas, para fomentar la inversión extranjera y para aumentar la producción local. Y pese a las dudas y las críticas, vemos como poco a poco muchos países reconocen la realidad y están negociando bilateralmente con Trump (del Reino Unido a China). La Unión Europea (UE) y España, presas del dogmatismo ideológico y la burocracia estatal, son incapaces de comprender esta visión e intentar sacar más beneficios o menos inconvenientes de esta política arancelaria; aunque, paradójicamente, mientras critican la “deriva antidemocrática” de Trump no tienen reparos en afianzar lazos con regímenes comunistas como Vietnam o China. La UE parece perdida y pinta cada vez menos en el escenario internacional, y España prácticamente no tiene ninguna relevancia geopolítica bajo el gobierno de Pedro Sánchez.
Algunas voces sugieren que Donald Trump podría intentar promover un cambio en la legislación estadounidense para competir por un tercer mandato. ¿Es esto posible o se trata de una quimera?
Conociendo algo a Trump todo es posible. Pero más allá de sus declaraciones ambiguas y sus bromas continuas, parece difícil que intente cambiar la legislación. Ya se habla de Vance como su sucesor, con un plan aún más claro y profundo. Pero hasta dentro de cuatro años nada es seguro (en cuanto a la reelección o la sucesión), dentro del trumpismo y en los Estados Unidos.
Aunque le quedan cuatro años en el Despacho Oval y el futuro siempre está por escribirse, ¿cómo crees que recordará la historia a Donald Trump?
Con la gran mayoría de nuestros medios de derecha e izquierda en su contra, que lo caricaturizan sin atender a sus proyectos o a sus victorias, pasará a la historia oficial de la mentalidad globalista dominante como un simple bufón o un loco peligroso. Pero desde la historia de las ideas, más allá de estas posiciones ideológicas dominantes, tarde o temprano se comenzará a analizar objetivamente su papel en la proyección del soberanismo estadounidense y mundial y en la transformación paulatina del orden liberal-progresista. Y si la mutación de “lo político” es profunda o trascendental (en su forma o en su fondo), esta historia le otorgará un puesto significativo, pese a difamaciones y críticas de sus enemigos declarados.
Sergio Fernández Riquelme: El regreso de Trump: Estados Unidos y las mutaciones de lo político. Ediciones Ratzel (2025)

El historiador Sergio Fernández Riquelme acaba de publicar en Ediciones Ratzel su nuevo libro El regreso de Trump: Estados Unidos y las mutaciones de lo político.
Donald Trump regresó con un plan. Mantenía sus formas polémicas e irreverentes pero desde el primer día mostró un programa nacionalista muy acusado. Ya no era un simple showman o un mero outsider. Venía, junto con J.D. Vance, para cambiar el orden político y geopolítico vigente, superando las convenciones liberal-progresistas a uno y otro lado del Atlántico. Aprendiendo de su derrota y de las traiciones que sufrió, ha puesto en marcha una profunda mutación de lo político desde el soberanismo estadounidense y que se extiende por buena parte del mundo. Trump está de vuelta para salvar América bajo una nueva revolución tecnoconservadora a los que muchos imitarán y ante la que otros resistirán.
Revista Adáraga: Más allá de los mass media y los equipos de opinión sincronizada, ¿quién es realmente Donald Trump?
Sergio Fernández Riquelme: Un empresario metido a político, un showman reconvertido en dirigente, y un outsider que regresa con un plan (y varias venganzas declaradas tras su derrota en 2020). Frente a las habituales caricaturas y las posibles loas, Trump encabeza un proyecto singular que ha transformado al Partido Republicano, de facto, en el movimiento MAGA, y que parece comenzar un cambio sustancial del orden político y económico liberal-progresista, dentro y fuera de las fronteras de los Estados Unidos.
¿Cuáles son las principales ideas-fuerza que mueven a Trump y al nuevo Partido Republicano que lidera?
Los lemas, que no son simples frases vacías, reflejan las principales ideas del MAGA: Make America Great Again representa un soberanismo hasta ahora desconocido en el país, desligado de las grandes organizaciones supranacionales; America first, la renovación del nacionalismo excepcionalista, controlando las fronteras y fortaleciendo una identidad patria más nativista; Save America, el proteccionismo económico más duro en busca de la reindustrialización y la reducción de la deuda; y A Revolution of sense common, el intento de ampliar la base republicana y conciliar las distintas corrientes en su seno (del nacionalismo cristiano al libertarismo tecnoeconómico) en una serie de elementos más o menos comunes sobre valores tradicionales secularizados.
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Durante años, el Partido Republicano fue el feudo de un neoconservadurismo que logró impregnarse en la sociedad americana. ¿Qué queda hoy de los "neocon" en dicha formación y en la política estadounidense?
Prácticamente no queda nada. Los neocon del Partido Republicano, en su mayoría, pusieron grandes obstáculos a Trump en su primer mandato y algunos de ellos llegaron a apoyar al Partido Demócrata. Preferían el mantenimiento del establishment de Washington, a nivel interno (como Mike Pence), y la política neocolonial del Pentágono, a nivel externo (como Mark Esper). Un buen reflejo de la limpieza que acometió desde dentro del Partido, fue lo ocurrido con la “heredera” Lizz Cheney (hija del todopoderoso neocon Dick Cheney), abiertamente enemiga del trumpismo, y que quedó fuera del Congreso en las primarias. Los neocon se fueron marchando del Partido con el avance de los partidarios de Trump o perdieron las elecciones y sus cargos (y algunos como Vance se “convirtió” finalmente a la causa o Rubio se “adaptó” al nuevo tiempo).
Hasta la fecha, tan solo Grover Cleveland logró ser reelegido como presidente en dos mandatos no consecutivos. ¿Cómo lo ha conseguido Donald Trump?
Ampliando su base electoral. Logró una nueva victoria con casi quince millones de votos más respecto a su primer mandato (2016), y todos los estudios sociológicos y demoscópicos mostraban que esos resultados demostraban que había conseguido aumentar su apoyo en las sectores “obreros” (extraurbanos y provinciales) y en llamadas “minorías” (afroamericanos, asiáticoamericanos e hispanoamericanos), especialmente, en su sector masculino, al conectar con sus demandas y frustraciones materiales (de la desindustrialización a la quiebra del “ascensor social”) e inmateriales (en plena Batalla Cultural entre razas, sexos y clases).
¿Cómo valoras los primeros meses de esta segunda legislatura con Trump como inquilino de la Casa Blanca?
Lo prometido es deuda. Y pese a la sorpresa de algunos aliados y de casi todos sus enemigos, está cumpliendo su programa, o intentándolo, con enorme velocidad y de manera directiva o “decisionista” (en su caso de forma muy ejecutiva). Y lo cumple combinando sus maneras tan peculiares e irreverentes (negociando con amenazas y bilateralmente, por ejemplo, en el campo comercial), con las ideas más elaboradas y soberanistas de su vicepresidente J.D. Vance sobre el nacionalismo excepcionalista norteamericano. Ninguna sorpresa, sabiendo lo que prometió y conociendo al personaje, menos a los que poco leen o solo repiten consignas ideológicas prefabricadas.
¿Qué cambios a nivel geopolítico ha supuesto el retorno de Donald Trump al Despacho Oval?
El fin de esta fase posmoderna de la globalización tal como la hemos conocido. Estados Unidos deja de ser el “sheriff” gratuito del mundo, financiando a la OTAN, llevando la democracia liberal-progresista a los confines de la tierra, protegiendo a sus aliados incondicionalmente, y permitiendo un libre comercio sin freno que destruye su base industrial o sus tradicionales líneas comerciales. Y, por ello, se centra en la defensa de su “espacio vital” de referencia (retomando o reactualizando, en parte, la Doctrina Monroe): influencia en el continente americano (especialmente en el norte, de Canadá a Groenlandia) y defensa de sus intereses concretos sin someterse a organizaciones supranacionales.
La administración Trump se enfrenta a discurso cada vez más belicista y a diferente es escenarios de tensión, particularmente la Guerra de Ucrania, Oriente Medio y el inacabable conflicto entre India y Pakistán. ¿Cuál será la estrategia diplomática norteamericana para los próximos años?
Mediar y comerciar. Entre la decadencia del Ejército estadounidense, “inclusivo” pero poco operativo (como se vio en Afganistán, por ejemplo) y la nueva óptica presidencial, los Estados Unidos se están dedicando, por ahora, a intentar resolver conflictos que les afecten, dejar atrás guerras que no les importan y conseguir beneficios en todos los escenarios posibles (como consiguiendo las “tierras raras” ucranianas). Ya no quieren fieles aliados, sino intereses beneficiosos. Para ello, hablan con cualquier nación (de Rusia a Corea del Norte, de Israel a Irán), negocian bilateralmente (fuera de la OTAN y de la ONU, y entablan relaciones con todo aquel (más democrático o más autocrático) que pueda darles lo que necesitan.
La política arancelaria de Trump ha soliviantado a la clase política progresista (y parcialmente a la conservadora) europea en general y española en particular. ¿Qué persigue realmente Donald Trump con el incremento de los aranceles? ¿De qué manera afecta o beneficia a la economía española?
Ganar dinero. Trump es empresario, y su visión de la política está marcada decisivamente por ello. Así, los aranceles son, obviamente, un mecanismo de presión para negociar y sacar mejores condiciones para las empresas e instituciones norteamericanas, para fomentar la inversión extranjera y para aumentar la producción local. Y pese a las dudas y las críticas, vemos como poco a poco muchos países reconocen la realidad y están negociando bilateralmente con Trump (del Reino Unido a China). La Unión Europea (UE) y España, presas del dogmatismo ideológico y la burocracia estatal, son incapaces de comprender esta visión e intentar sacar más beneficios o menos inconvenientes de esta política arancelaria; aunque, paradójicamente, mientras critican la “deriva antidemocrática” de Trump no tienen reparos en afianzar lazos con regímenes comunistas como Vietnam o China. La UE parece perdida y pinta cada vez menos en el escenario internacional, y España prácticamente no tiene ninguna relevancia geopolítica bajo el gobierno de Pedro Sánchez.
Algunas voces sugieren que Donald Trump podría intentar promover un cambio en la legislación estadounidense para competir por un tercer mandato. ¿Es esto posible o se trata de una quimera?
Conociendo algo a Trump todo es posible. Pero más allá de sus declaraciones ambiguas y sus bromas continuas, parece difícil que intente cambiar la legislación. Ya se habla de Vance como su sucesor, con un plan aún más claro y profundo. Pero hasta dentro de cuatro años nada es seguro (en cuanto a la reelección o la sucesión), dentro del trumpismo y en los Estados Unidos.
Aunque le quedan cuatro años en el Despacho Oval y el futuro siempre está por escribirse, ¿cómo crees que recordará la historia a Donald Trump?
Con la gran mayoría de nuestros medios de derecha e izquierda en su contra, que lo caricaturizan sin atender a sus proyectos o a sus victorias, pasará a la historia oficial de la mentalidad globalista dominante como un simple bufón o un loco peligroso. Pero desde la historia de las ideas, más allá de estas posiciones ideológicas dominantes, tarde o temprano se comenzará a analizar objetivamente su papel en la proyección del soberanismo estadounidense y mundial y en la transformación paulatina del orden liberal-progresista. Y si la mutación de “lo político” es profunda o trascendental (en su forma o en su fondo), esta historia le otorgará un puesto significativo, pese a difamaciones y críticas de sus enemigos declarados.
Sergio Fernández Riquelme: El regreso de Trump: Estados Unidos y las mutaciones de lo político. Ediciones Ratzel (2025)