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Viernes, 23 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:
Investigación

El disolvente que se volvió veneno: cómo el 1,4-butanodiol, "la droga del horror", conquista las calles del mundo desarrollado

Una sustancia química industrial se transforma en la nueva amenaza de las drogas sintéticas, con efectos devastadores que van desde comas súbitos hasta facilitación de agresiones sexuales


[Img #28144]Las autoridades australianas lo han bautizado como "droga del horror". En Reino Unido fue reclasificado como sustancia de Clase B. En Estados Unidos, los profesionales de salud mental observan con preocupación cómo las admisiones a emergencias se multiplican. El 1,4-butanodiol, un solvente industrial incoloro utilizado para fabricar desde plásticos hasta spandex, se ha convertido en una de las drogas recreativas más peligrosas de la década.

 

Los números son escalofriantes. Solo en Australia, las autoridades han incautado más de 18,3 toneladas de 1,4-butanodiol entre marzo de 2024 y abril de 2025, con más del 90% encontrado en Nueva Gales del Sur. Las cifras del primer trimestre de 2025 son particularmente alarmantes: ya se han decomisado 3,8 toneladas en los primeros cuatro meses del año, lo que sugiere una tendencia exponencial en el tráfico de esta sustancia.

 

La Policía Federal Australiana ha documentado casos donde el compuesto llega oculto en botellas etiquetadas como cosméticos, incluyendo champú y gel de ducha. En un caso registrado en noviembre de 2024, un hombre de Sídney fue arrestado por supuestamente importar siete litros de 1,4-butanodiol, ocultos en botellas etiquetadas como 'aceite de esencia de tiburón'.

 

En el Reino Unido, donde las autoridades reclasificaron el compuesto y sustancias relacionadas como drogas de Clase B en abril de 2022, las incautaciones continúan aumentando, aunque las cifras específicas se mantienen dentro de categorías más amplias de decomiso.

 

La razón por la cual el 1,4-butanodiol resulta tan letal radica en su transformación metabólica. Una vez ingerido, el compuesto es convertido a GHB por las enzimas alcohol deshidrogenasa y aldehído deshidrogenasa del hígado. Esta conversión no es inmediata: su efecto comienza entre 5 y 20 minutos después de la ingestión, con efectos que duran de 2 a 3 horas.

 

Sin embargo, existe una variabilidad individual peligrosa. Hay diferencias entre individuos en su metabolismo a GHB, principalmente debido a diferencias en la actividad de la alcohol deshidrogenasa. Esto significa que dos personas pueden tener reacciones radicalmente diferentes a la misma dosis.

 

Particularmente preocupante es la interacción con el alcohol. El consumo concurrente de etanol inhibe la conversión de 1,4-butanodiol a GHB, lo que puede llevar a que los usuarios, al no sentir los efectos esperados, consuman dosis adicionales potencialmente letales.

 

Los datos médicos revelan un patrón de adicción particularmente severo. Un estudio publicado en la literatura médica rusa documenta casos donde la frecuencia de uso puede alcanzar 20-40 veces por día, y la dosis diaria puede aumentar hasta 100-150 ml.

 

Las complicaciones físicas son graves: hepatitis tóxica, nefritis y miocarditis, aumento persistente de la presión intracraneal. Cuando los usuarios intentan dejar la sustancia, pueden experimentar sudoración, inestabilidad de la presión arterial, temblor corporal, fiebre de 38-39°C, náuseas, vómitos y pérdida del apetito.

 

Los síntomas psiquiátricos son igualmente alarmantes. Hasta el 70% de las psicosis asociadas con el uso de 1,4-butanodiol son psicosis de abstinencia, y el 30% son psicosis de intoxicación.

 

Las fuerzas del orden de múltiples países han identificado al 1,4-butanodiol como una herramienta creciente en delitos sexuales. La droga se usa comúnmente para facilitar delitos incluyendo robo, agresión sexual y violación, debido a sus efectos de somnolencia, confusión, desmayos y pérdida de memoria.

 

Un informe médico de Hong Kong, publicado en febrero de 2025, confirmó dos casos de mal uso de 1,4-butanodiol y envenenamiento relacionados con 'chemfun' o sospecha de agresión sexual. Los autores recomiendan que el gobierno considere clasificar el 1,4-butanodiol como una droga peligrosa, dada su accesibilidad y potencial de mal uso.

 

Los testimonios forenses pintan un cuadro letal. Un caso dumentado en 2023 describe un hombre de 51 años encontrado muerto en su cama, con una botella etiquetada como "Butandiol 1,4" encontrada en la cocina. Las investigaciones químico-toxicológicas revelaron concentraciones de GHB en sangre femoral de 390 mg/L, sangre cardíaca 420 mg/L, y orina 1600 mg/L.

 

Los profesionales médicos advierten que "una cuestión de miligramos puede ser la diferencia entre la vida y la muerte". Los efectos van desde somnolencia, confusión, desmayos y pérdida de memoria, convulsiones, inconsciencia o incluso la muerte.

 

Paradójicamente, mientras las autoridades luchan contra su uso recreativo, el mercado legítimo del 1,4-butanodiol experimenta un crecimiento sin precedentes. Los analistas proyectan que el mercado pasará de USD 9.73 mil millones en 2024 a USD 20.14 mil millones para 2034, con una tasa de crecimiento anual del 8.1%.

 

Esta dualidad presenta un desafío único para las autoridades. El compuesto es esencial para la industria moderna, utilizado en la producción de polímeros utilizados en ropa deportiva y atlética, pero su disponibilidad facilita su desvío hacia mercados ilícitos.

 

Las autoridades internacionales reconocen que están enfrentando algo más que una nueva droga recreativa. Se trata de un solvente industrial omnipresente que, por su naturaleza química, seguirá siendo accesible mientras sea necesario para la producción industrial legítima.

 

La estrategia de las fuerzas del orden se ha centrado en interceptar los envíos destinados al consumo humano, pero la escala de las incautaciones sugiere que solo están tocando la superficie de un mercado mucho más amplio.

 

Mientras tanto, los servicios de emergencia médica se preparan para una escalada continua en los casos de intoxicación, y los especialistas en adicciones desarrollan protocolos específicos para tratar la dependencia a una sustancia que, técnicamente, sigue siendo legal para uso industrial.

 

La historia del 1,4-butanodiol se está escribiendo en tiempo real, y cada capítulo revela nuevas dimensiones de una crisis que trasciende las fronteras tradicionales entre la química industrial y la salud pública.

 

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