Viernes, 05 de Septiembre de 2025

Actualizada Viernes, 05 de Septiembre de 2025 a las 12:01:17 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Sábado, 31 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

La Mafia del Cobre: Crónica de una cacería que cruzó ocho comunidades

[Img #28226]

 

Todo comenzó con una provocación. En los muros de Valencia, junto a instalaciones destripadas y cables arrancados de cuajo, aparecían las mismas tres palabras escritas con descaro: "Mafia del Cobre". No era vandalismo adolescente. Era la firma de una organización criminal que acababa de declarar la guerra al metal más codiciado del siglo XXI.

 

Junio de 2024. La Guardia Civil de Sagunto observaba con creciente inquietud cómo los robos se multiplicaban con precisión quirúrgica. 37 golpes en 48 días. Instalaciones fotovoltaicas, depuradoras, bodegas centenarias... Nada con cobre estaba a salvo. Pero lo más perturbador no era la frecuencia, sino la audacia: dejaban su nombre como una burla, como si desafiaran a las fuerzas del orden a detenerlos.

 

Una perfecta máquina de saqueo

 

La operación Kuroma reveló pronto que no se enfrentaban a simples ladrones. Era una empresa criminal de precisión industrial, con tentáculos que se extendían desde Madrid hasta ocho comunidades autónomas. Una hidra de metal que se alimentaba del cobre español.

 

La estructura era diabólicamente eficiente: unos ejecutaban los robos con frialdad profesional, otros recopilaban inteligencia sobre los objetivos más jugosos, y un tercer grupo se encargaba de convertir el metal robado en dinero contante y sonante. Como una corporación del crimen, pero especializada en el oro rojo del siglo XXI.

 

Sus "rondas" terroríficas duraban entre cuatro y cinco días. Llegaban como una plaga de langostas, arrasaban con todo el cobre disponible en una zona, y desaparecían antes de que las autoridades pudieran reaccionar. Desde su base de operaciones en Madrid, irradiaban hacia Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Valencia, Extremadura y Murcia.

 

El precio de la ambición

 

Para formar parte de esta mafia del siglo XXI había que pagar. Literalmente. Los aspirantes debían aportar dinero a un "bote común" que financiaba las expediciones criminales. Un filtro cruel pero efectivo: solo los más comprometidos y menos desesperados podían unirse. Nada de adictos ni personas con problemas económicos graves. Esta era una organización de élite.

 

Las células operaban con independencia relativa, creciendo como un organismo vivo con la llegada constante de nuevos reclutas desde Rumanía. Era un negocio próspero: además del cobre, robaban carburante y vehículos para sus "golpes", creando una economía criminal autosostenible.

 

El cerco se cierra

 

Pero toda cacería tiene su final. La Guardia Civil, coordinándose incluso con la policía rumana, tejió una red de tres operaciones consecutivas que asfixió poco a poco a la organización.

 

Primera fase: dos células desmanteladas, once detenidos con las manos en la masa al regresar de sus fechorías.

 

Segunda fase: tres registros simultáneos en Getafe revelaron el corazón logístico de la operación. Seis arrestos más.

 

Tercera fase: el golpe final contra la cabeza financiera. Cuatro detenidos, incluido el cerebro de la venta y refundición del metal robado.

 

El balance del desastre

 

Cuando el humo se desvaneció, las cifras fueron escalofriantes: 102 robos confirmados, 20 toneladas de cobre recuperadas, 21 detenidos de entre 20 y 33 años, 13 ya en prisión. Los cargos se acumulaban como evidencias de una ambición desmedida: pertenencia a organización criminal, robo con fuerza, usurpación de identidad, receptación.

 

Pero el verdadero coste no se medía solo en euros. Comunidades enteras habían perdido el suministro eléctrico y de agua por culpa de estos modernos piratas del cobre. Familias a oscuras, empresas paralizadas, servicios esenciales colapsados.

 

La "Mafia del Cobre" había caído, pero su rastro de destrucción recordaba una verdad incómoda: en un mundo cada vez más dependiente de la tecnología, el metal que la hace posible se ha convertido en el oro del siglo XXI. Y donde hay oro, siempre habrá quien esté dispuesto a robarlo.

 

Las diligencias han sido entregadas al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Sagunto, donde ahora la justicia escribirá el epílogo de esta historia de ambición, organización y, finalmente, caída.

 

https://amzn.to/4mgodAj

 

 

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.