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Asociación por la Tolerancia
Miércoles, 10 de Diciembre de 2014 Tiempo de lectura:

Y ahora, la Constitución

La polémica iniciada la semana anterior sobre si a los presos etarras debería computárseles los años de prisión en Francia para redimir penas en España, ha estallado esta semana provocando muchas reacciones airadas. La última, la queja de una víctima que va a tener a su victimario como vecino. ¿Son los jueces (o algunos de ellos) culpables de esta situación? Santiago González pone en evidencia las lagunas de la política de paz del Gobierno del PNV e Iñaki Ezkerra muestra la fragilidad de ese mismo Gobierno obligado a tener gestos con Bildu que es su principal competidor.

 

Pero el secesionismo sigue acaparando la actualidad. En resumen: se presentaron unos presupuestos imposibles (colleja para Más-Colell) y un plan de ERC distinto al de Mas, nació una asociación de empresarios no secesionistas, Forcadell se mostró partidaria de un acuerdo entre secesionistas para una lista ‘transversal’, Rajoy se niega a contribuir a la propuesta del PSOE de reformar la Constitución, mientras los nacionalistas siguen a lo suyo, Societat Civil Catalana consigue aglutinar a la oposición constitucionalista y Junqueras está deshojando la margarita, que no pero tal vez sí… Los constitucionalistas critican (y hay collejas para el ‘buen rollito’ entre el Rey y Artur Mas).

 

Abundan, paralelamente, los análisis. Retratos en movimiento de los líderes Artur Mas y Mariano Rajoy. Una encuesta del CIS que registra un aumento de partidarios del derecho a decidir (en la totalidad de España). Vedada la posibilidad de un referéndum, no hay más salida que el voto (con muchos matices). No es un problema que se pueda apañar con pactos secretos, sólo las Cortes pueden representar al pueblo español. Por otro lado, ¿hay margen para pactar? En el ‘esperpento’ en que se ha convertido el ‘prusés’, ¿tiene su papel el Gobierno de España? Lo seguro es que en Cataluña estamos cada vez más divididos, una herida difícil de recomponer.

 

Tras una breve pausa fingiendo entrar al debate, el secesionismo vuelve a refugiarse en el sentimiento, abrazado al nacionalismo, cuya deriva posible pinta con trazos apocalípticos Hermann Tertsch. Se denuncia el sofisma de la confrontación entre legalidad y legitimidad, la manipulación de la memoria, el sinsentido económico de la secesión, y se describen los pasos a dar ante una eventual DUI. Xavier Pericay esboza los logros del secesionismo en términos de progreso-reacción (campo-ciudad). Ajenos a todo ello, los secesionistas afirman que, frente a la Constitución, tienen la Historia a su favor (?). Vale la pena leer esta crónica para advertir cuánta razón teníamos los que abogamos por el re-desembarco del PSOE en Cataluña (por más que aún siga en el limbo).  

 

La Constitución vuelve a ser el eje del debate político 36 años después. Es de interés leer los editoriales, que toman posiciones sobre la necesidad de la reforma de la Carta Magna; destaca por su insistencia el diario El Mundo. Abundan los comentaristas que se inclinan por una reforma que mantenga los mismos principios básicos, que parta de un consenso tan amplio como el que tuvo la actual, se reclama prudencia, se desaconseja reformar para contentar al independentismo, hay quien no la considera necesaria, entre ellos, algunos de los firmantes de Libres e Iguales. Por último, hay quien avisa de que hay muchas reformas posibles, no todas del gusto de los que abogan por ella.

 

Este artículo podría ser el broche de oro del ‘caso Freixenet’ y este otro se ocupa del caso de la abogado Pigem’. CCC publicó un estudio sobre los apellidos influyentes de la política catalana. Y, rozando el ridículo, como de costumbre, el nacionalismo la toma con las estatuas.

 

El País publicó un artículo sobre lo que puede significar el reconocimiento de las lenguas autóctonas por parte del Estado que ha causado cierta polémica.  En Balares se denunció al gobierno por su inacción ante el acoso nacionalista en un IES. Y nuestro amigo Ernesto Ladrón de Guevara sigue ocupándose del adoctrinamiento nacionalista.

 

Y, como siempre, más, mucho Mas

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