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Jueves, 05 de Junio de 2025 Tiempo de lectura:
Un artículo de Moreno Pasquinelli

La inmigración masiva y el suicidio de la izquierda

Inmigrantes (Pixabay)Inmigrantes (Pixabay)

Las últimas cifras muestran que, en los seis primeros meses de 2015, cerca de medio millón de inmigrantes solicitaron asilo político en la Unión Europea, frente a los 600.000 de los doce meses anteriores. 

 

Volveremos en breve con una ficha específica sobre el tema concreto de los solicitantes de asilo y los refugiados. Está claro que los auténticos perseguidos políticos son una ínfima minoría y que la inmensa mayoría de los inmigrantes son «refugiados económicos». Estas cifras objetivamente impresionantes, según todos los analistas, están destinadas a permanecer constantes, si no a aumentar. ¿Por qué van a aumentar? Porque la globalización y las políticas de robo inherentes a los mecanismos imperialistas acentuarán las diferencias entre ricos y pobres y entre países opresores y naciones oprimidas.

 

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Ni que decir tiene que si realmente queremos acabar con los éxodos masivos, la solución es acabar con la globalización imperialista. Contrariamente a lo que afirman los apologistas del orden establecido, éste es el problema, no la solución. Una solución que parece lejana porque implica una revolución mundial, un derrocamiento del sistema económico y político internacional.

 

No es casualidad que los apologistas de la globalización, que tienen el monopolio de los medios de comunicación, describan estos flujos migratorios como «trascendentes» e «imparables». Lo que realmente están diciendo es que la globalización debe considerarse irreversible, que los que mandan hoy siempre mandarán y que las actuales prácticas económicas neoliberales son irrevocables.

 

Los defensores de la globalización son, a su manera, coherentes cuando esperan y alaban los éxodos económicos por un lado y, en consecuencia, la «bienvenida» por otro: éxodos y bienvenida son dos caras de la misma moneda.

 

El éxodo económico de la periferia pobre al centro «opulento» es funcional para los dominantes en muchos sentidos. Por cinco razones en particular:

 

1) La inyección en el centro de millones de personas desesperadas, dispuestas a vender su fuerza de trabajo por casi nada, refuerza la tendencia a la caída general de los salarios y la competencia salvaje entre los trabajadores, en beneficio del capital.

 

2) El éxodo masivo contribuye a la desertización de los países de los que se emigra y sirve a las clases dominantes de esos países porque, al desactivar las tensiones sociales endógenas, consolida su dominación,

 

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3) A la inversa, la inmigración masiva contribuye decisivamente a destruir el tejido social o demos de los países de acogida. Este demos constituye no sólo el sustrato material, jurídico y espiritual de los Estados-nación (sin el cual están destinados a disolverse en el magma social o a emerger como el crisol en el que pueden gobernar pequeñas oligarquías transnacionales), sino también el lugar donde el movimiento obrero se constituyó históricamente como comunidad de clase opuesta al capital.

 

4) En este crisol imperial, la democracia y los derechos fundamentales de los ciudadanos están condenados a desaparecer a su vez, para ser sustituidos por estados policiales y relaciones neofeudales de servidumbre y esclavitud, con la excepción de los derechos cosméticos y formales concedidos a las «minorías» y los inofensivos espacios comunales de los guetos. El espacio jurídico y estatal imperial, por su propia naturaleza, no puede ser democrático.

 

5) Por último, expongamos una quinta razón específica relativa a la Unión Europea.

 

La llegada de decenas de millones de inmigrantes es estratégicamente útil para el delirante proyecto de abolir los actuales Estados nacionales y transformar la Unión en un imperio. Para disolver las comunidades nacionales y sustituirlas por la comunidad europea, las élites dominantes necesitan introducir un elemento desintegrador externo que disuelva las distintas identidades históricas y nacionales. Según la élite dominante europea, la inmigración masiva también debe servir a este propósito.

 

No estamos ciegos. Sabemos que hay muchas más nobles razones éticas por las que muchas personas, tanto en la izquierda como en el mundo católico, quieren que se acoja a todos los inmigrantes. Quieren una sociedad «inclusiva», capaz de acoger a todos los seres humanos que buscan asilo y el derecho a quedarse. Hemos intentado explicar que, al menos por lo que respecta a nuestro país, Italia, en las condiciones concretas en las que se encuentra, la inmigración masiva no es viable. Una exigencia ética y moral puede ser correcta en abstracto, pero puede ser inviable en la práctica, por no decir absolutamente desastrosa. Convertir un principio ético en un imperativo político categórico (como en este caso el objetivo de «acoger a todo el mundo») conduce en realidad a dos desastres en la actualidad: el primero es que nos unimos a las élites globalistas, que de este modo se ayudan mutuamente en lugar de combatirse; el segundo es la consecuencia del primero, a saber, que nos distanciamos del proletariado, dejándolo a merced del auge de las fuerzas xenófobas y racistas.

 

Asumimos como propios los valores del socialismo solidario y la piedad cristiana que nos manda amar al prójimo. Sin embargo, hay un límite infranqueable: amar al prójimo no puede conducir al odio de sí mismo, a la propia aniquilación.

 

Amar al prójimo como a uno mismo, si esto no es una declaración vacía e hipócrita, si no es la invocación de una pauperitas mística universal, implica garantizar a los huéspedes entrantes los mismos derechos y beneficios de que disfruta el huésped nativo. No hay condiciones en este sistema para extender estos derechos y beneficios; la inmigración, de hecho, contribuye a arrebatárselos a quienes los han conquistado a costa de décadas de sacrificio y lucha. ¿Es realmente amor al prójimo fomentar los éxodos sabiendo que esos millones de seres humanos vivirán como «rechazados», en la exclusión y la miseria? ¿No es más bien un juego para el voraz capitalismo neoliberal, que de hecho aspira a la miseria general?

 

Así pues, no parece que sea por amor cristiano al prójimo por lo que cierto partido de izquierdas aboga por la aceptación de todos. Hay quienes están ideológicamente fascinados por el cosmopolitismo liberal y antinacional y quienes, en nombre de un internacionalismo mal entendido, llegan a odiar a su propio país, lo que en el fondo es un odio a sí mismos y a los suyos, acusados de haber olvidado sus ideales, de haber repudiado, rechazado y aislado a los mejores de sus hijos, los que nunca han renunciado a esos ideales.

 

Son caminos diferentes, pero ambos conducen al suicidio.

 

Cortesía de Euro-Synergies

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