El antepasado de los actuales dirigentes del PNV
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Esta caricatura apareció un 4 de agosto de 1919 en el diario nacionalista Euzkadi, órgano oficial del Partido Nacionalista Vasco, que se editó en Bilbao en el primer tercio del siglo XX, hasta el 19 de junio de 1937, cuando las tropas sublevadas tomaron la capital vizcaína en la Guerra Civil.
El título lo dice todo: “Lo que se ve todos los días desde la Plaza Circular”. La plaza Circular de Bilbao es a la que aboca por una de sus esquinas, entonces y ahora, la estación de tren donde termina la línea férrea que llega desde el interior de la Península Ibérica y que fue el medio de transporte por antonomasia para la gran inmigración al País Vasco que, desde finales del siglo XIX, y procedente fundamentalmente de las dos Castillas, Extremadura, Andalucía y toda la cornisa cantábrica, provocó la aparición del nacionalismo vasco.
La leyenda dice lo siguiente: “–Ná, que mi primo Robustiano, el guindilla, que está mucho metío en eso de la Hermandá, me escrebía, dijiéndome lo que aquí sucé, y me dije, digo: «Celipe, hala, veste a Bilbao, tú allí tienes de ser, u concejal u deputao provencial u gobernaor u algo, pos otros de tu terreno y más borruchos que tú lo han sío, conque… ¡vamos a velo!»”.
El diario Euzkadi se escribía, como cabe suponer para que fuera uno de los principales diarios de la capital vizcaína entonces, casi íntegramente en castellano y en este caso se trataba de ridiculizar la forma de hablar de las gentes de los pueblos de los que procedían mayoritariamente los inmigrantes al País Vasco. Obsérvese que se está ridiculizando el hecho de no hablar un castellano tan fino y depurado como el que se hablaba mayoritariamente en Bilbao, donde se originó el nacionalismo vasco, y que era también, por supuesto, el que hablaban y escribían con primor los redactores y el director del diario Euzkadi.
Quienes se sentían, por tanto, primeramente amenazados por la presencia de los recién llegados no eran los aldeanos o los pescadores vascos sino los primeros nacionalistas, habitantes de una ciudad como Bilbao y por la disputa de puestos de trabajo no precisamente del sector primario o secundario sino de la administración y del gobierno. Aquí se habla de que los recién llegados pretendían ocupar cargos políticos que se suponía reservados para los autóctonos.
Esto muestra el carácter del primer nacionalismo vasco, que era urbano y que respondía a los intereses de personas que se sentían amenazadas en sus puestos de trabajo de carácter político o representativo, en cualquier caso no directamente relacionadas con el mundo laboral clásico, fuera agrícola, metalúrgico o de servicios, personas, en definitiva, de sectores ilustrados, con nivel cultural medio-alto. En este punto recordemos que el oficio contra el que primero despotricó Sabino Arana debido a la presencia mayoritaria en el mismo de maketos (el mote con el que denominaba el primer nacionalismo a los llegados de otras tierras de España) fue el de los periodistas.
Es en la advertencia de su primer libro Bizkaya por su independencia, donde dice: “Ante esta actitud natural y característica de los periódicos bilbaínos (no exceptúo a ninguno), no puede menos de reconocérseles, en honor de la verdad, que si ya no bizkainos patriotas, son entusiastas patriotas españoles, exactamente como los de Santander y Cuenca, verbigracia”. A lo que le sigue en nota esta observación: “Cierto que no debe extrañarnos, pues las redacciones de los periódicos que hoy se publican en Bilbao están, algunas por completo y las otras casi totalmente, compuestas de maketos.”
Y la siguiente ocupación contra la que despotrica es la de los políticos, como es el caso al que aspira el personaje de la viñeta. Recuerdo una cita de Sabino Arana, el fundador del PNV, en la que desprecia a la candidatura del partido integrista para el Ayuntamiento de Bilbao de 1895, partido en el que él había militado hasta 1890, por los apellidos de sus componentes: “El integrista. - Terrible, feroz se muestra esta vez el coitao partido que lleva este nombre. Si hay pechos valerosos en el mundo, seguro que los del integrismo están en primera fila. No escarmientan a la primera. Nada menos que seis candidatos propone hoy a los electores de Bilbao. Son los siguientes: Mercado: Daniel Buerba. San Nicolás: Francisco Dapousa. Hospital: Gonzalo Caballero. Cortes: Jesús Castet. Santiago: José Zayas. No crean los lectores que ésta es candidatura para concejales de Lugo. No: es para concejales de Bilbao”.
Pero volvamos a la imagen de la caricatura. Ahí tienen, procedente del nacionalismo, una de las primeras representaciones gráficas de un maketo de las que hay constancia. Ahí se nos aparece, recién llegado a Bilbao con la vestimenta habitual de su zona de origen. Más bien parece un mayoral de ganado que un campesino. De ahí nuestra apreciación de que se trata de focalizar en elementos de la inmigración que pudieran competir a nivel social y electoral con los autóctonos. El que sea un recién llegado lo delata su maleta atada con cuerdas y su especie de hatillo al lado. Viene con sombrero de ala ancha, manta al hombro, pañuelo al cuello, una gran faja a la cintura, zapatos gruesos y cerrados y con un cayado en la mano y obsérvese cómo de la faja le asoma una navaja, que era un utensilio habitual en el campo español, con el que se partía la comida (el pan, el queso, los embutidos) y también se la pinchaba para comer, como si fuera un tenedor, y que el primer nacionalismo identificó rápidamente como elemento consustancial a los maketos por su uso en reyertas y en la comisión de delitos. Y sobre todo esa expresión con la boca abierta, enseñando unos grandes dientes, que le da una apariencia un punto monstruosa.
Ahí pueden ver los actuales dirigentes del PNV, que ya sabemos que son de procedencia española (Pradales de Burgos, Esteban de Soria), cómo trataba su partido en las primeras décadas del siglo XX a quienes, como sus propios ancestros, venían aquí de otras partes de España: ridiculizándoles por su habla, por su vestimenta, por la expresión de su cara y sobre todo por las intenciones al llegar aquí, en los casos en que no se conformaban con ocupar los trabajos más básicos de la escala laboral sino también aquellos de rango urbano en los que podían competir con los primeros nacionalistas, lo cual representaba el colmo de la osadía para un partido político cuya principal, si no única, seña de identidad era la discriminación de los demás por razón de origen, junto con el correspondiente acaparamiento de los puestos de la administración y de la política para los autóctonos.
Qué podrían pensar un Pradales y un Esteban, desde la cúspide de la administración vasca y de la dirección del partido, que respectivamente ostentan, si es que alguien les hiciera ver (que lo doy por imposible) cómo se trataba a sus ancestros por parte de los que entonces dirigían el mismo partido que ellos dirigen ahora. ¿Pensarían que hemos avanzado mucho de entonces ahora? Sí, están tan fanatizados que podrían incluso pensar eso. Pero a condición de que ellos, desde sus puestos, han tenido que rendir pleitesía al fundador del partido que decía y pensaba esto de sus propios ancestros. Podrían pensar que le han ganado la partida a los fundadores de su partido, como Sabino Arana, y que le han dado la vuelta a la tortilla de lo que aquellos pensaban entonces. Pero si la condición para esa victoria ha sido que se conviertan en clones de los mismos que entonces discriminaban a sus abuelos, ¿qué clase de victoria es esa? Aquí solo han ganado los que discriminaban a sus abuelos. Todos los demás han perdido. Porque a los demás no solo se les ha quitado el orgullo por su propia historia y su propio origen, sino que también se les ha secuestrado su forma de pensar y de sentir.
Pradales y Esteban, como demostraron en el último Aberri Eguna y siguen demostrando ahora (por ejemplo, con Aitor Esteban asistiendo a la infame competición de pelota vasca donde a unos pelotaris se les hace competir contra España en nombre de una Euskadi fantasmagórica que solo existe en su imaginación) son personas sin pasado familiar propio, que han renunciado a lo que fueron sus abuelos, a su tierra de origen, como si hubieran venido aquí, qué sé yo, desde Laponia o Tombuctú. Que incluso fomentan el enfrentamiento de esto que llaman Euskadi con España, para así recalcar la distancia que les separa y lo lejos que se sienten, de cabeza y de corazón, de la tierra de sus antepasados. ¿Cómo se puede uno lavar el cerebro y hasta el alma de esa manera?
Esta caricatura apareció un 4 de agosto de 1919 en el diario nacionalista Euzkadi, órgano oficial del Partido Nacionalista Vasco, que se editó en Bilbao en el primer tercio del siglo XX, hasta el 19 de junio de 1937, cuando las tropas sublevadas tomaron la capital vizcaína en la Guerra Civil.
El título lo dice todo: “Lo que se ve todos los días desde la Plaza Circular”. La plaza Circular de Bilbao es a la que aboca por una de sus esquinas, entonces y ahora, la estación de tren donde termina la línea férrea que llega desde el interior de la Península Ibérica y que fue el medio de transporte por antonomasia para la gran inmigración al País Vasco que, desde finales del siglo XIX, y procedente fundamentalmente de las dos Castillas, Extremadura, Andalucía y toda la cornisa cantábrica, provocó la aparición del nacionalismo vasco.
La leyenda dice lo siguiente: “–Ná, que mi primo Robustiano, el guindilla, que está mucho metío en eso de la Hermandá, me escrebía, dijiéndome lo que aquí sucé, y me dije, digo: «Celipe, hala, veste a Bilbao, tú allí tienes de ser, u concejal u deputao provencial u gobernaor u algo, pos otros de tu terreno y más borruchos que tú lo han sío, conque… ¡vamos a velo!»”.
El diario Euzkadi se escribía, como cabe suponer para que fuera uno de los principales diarios de la capital vizcaína entonces, casi íntegramente en castellano y en este caso se trataba de ridiculizar la forma de hablar de las gentes de los pueblos de los que procedían mayoritariamente los inmigrantes al País Vasco. Obsérvese que se está ridiculizando el hecho de no hablar un castellano tan fino y depurado como el que se hablaba mayoritariamente en Bilbao, donde se originó el nacionalismo vasco, y que era también, por supuesto, el que hablaban y escribían con primor los redactores y el director del diario Euzkadi.
Quienes se sentían, por tanto, primeramente amenazados por la presencia de los recién llegados no eran los aldeanos o los pescadores vascos sino los primeros nacionalistas, habitantes de una ciudad como Bilbao y por la disputa de puestos de trabajo no precisamente del sector primario o secundario sino de la administración y del gobierno. Aquí se habla de que los recién llegados pretendían ocupar cargos políticos que se suponía reservados para los autóctonos.
Esto muestra el carácter del primer nacionalismo vasco, que era urbano y que respondía a los intereses de personas que se sentían amenazadas en sus puestos de trabajo de carácter político o representativo, en cualquier caso no directamente relacionadas con el mundo laboral clásico, fuera agrícola, metalúrgico o de servicios, personas, en definitiva, de sectores ilustrados, con nivel cultural medio-alto. En este punto recordemos que el oficio contra el que primero despotricó Sabino Arana debido a la presencia mayoritaria en el mismo de maketos (el mote con el que denominaba el primer nacionalismo a los llegados de otras tierras de España) fue el de los periodistas.
Es en la advertencia de su primer libro Bizkaya por su independencia, donde dice: “Ante esta actitud natural y característica de los periódicos bilbaínos (no exceptúo a ninguno), no puede menos de reconocérseles, en honor de la verdad, que si ya no bizkainos patriotas, son entusiastas patriotas españoles, exactamente como los de Santander y Cuenca, verbigracia”. A lo que le sigue en nota esta observación: “Cierto que no debe extrañarnos, pues las redacciones de los periódicos que hoy se publican en Bilbao están, algunas por completo y las otras casi totalmente, compuestas de maketos.”
Y la siguiente ocupación contra la que despotrica es la de los políticos, como es el caso al que aspira el personaje de la viñeta. Recuerdo una cita de Sabino Arana, el fundador del PNV, en la que desprecia a la candidatura del partido integrista para el Ayuntamiento de Bilbao de 1895, partido en el que él había militado hasta 1890, por los apellidos de sus componentes: “El integrista. - Terrible, feroz se muestra esta vez el coitao partido que lleva este nombre. Si hay pechos valerosos en el mundo, seguro que los del integrismo están en primera fila. No escarmientan a la primera. Nada menos que seis candidatos propone hoy a los electores de Bilbao. Son los siguientes: Mercado: Daniel Buerba. San Nicolás: Francisco Dapousa. Hospital: Gonzalo Caballero. Cortes: Jesús Castet. Santiago: José Zayas. No crean los lectores que ésta es candidatura para concejales de Lugo. No: es para concejales de Bilbao”.
Pero volvamos a la imagen de la caricatura. Ahí tienen, procedente del nacionalismo, una de las primeras representaciones gráficas de un maketo de las que hay constancia. Ahí se nos aparece, recién llegado a Bilbao con la vestimenta habitual de su zona de origen. Más bien parece un mayoral de ganado que un campesino. De ahí nuestra apreciación de que se trata de focalizar en elementos de la inmigración que pudieran competir a nivel social y electoral con los autóctonos. El que sea un recién llegado lo delata su maleta atada con cuerdas y su especie de hatillo al lado. Viene con sombrero de ala ancha, manta al hombro, pañuelo al cuello, una gran faja a la cintura, zapatos gruesos y cerrados y con un cayado en la mano y obsérvese cómo de la faja le asoma una navaja, que era un utensilio habitual en el campo español, con el que se partía la comida (el pan, el queso, los embutidos) y también se la pinchaba para comer, como si fuera un tenedor, y que el primer nacionalismo identificó rápidamente como elemento consustancial a los maketos por su uso en reyertas y en la comisión de delitos. Y sobre todo esa expresión con la boca abierta, enseñando unos grandes dientes, que le da una apariencia un punto monstruosa.
Ahí pueden ver los actuales dirigentes del PNV, que ya sabemos que son de procedencia española (Pradales de Burgos, Esteban de Soria), cómo trataba su partido en las primeras décadas del siglo XX a quienes, como sus propios ancestros, venían aquí de otras partes de España: ridiculizándoles por su habla, por su vestimenta, por la expresión de su cara y sobre todo por las intenciones al llegar aquí, en los casos en que no se conformaban con ocupar los trabajos más básicos de la escala laboral sino también aquellos de rango urbano en los que podían competir con los primeros nacionalistas, lo cual representaba el colmo de la osadía para un partido político cuya principal, si no única, seña de identidad era la discriminación de los demás por razón de origen, junto con el correspondiente acaparamiento de los puestos de la administración y de la política para los autóctonos.
Qué podrían pensar un Pradales y un Esteban, desde la cúspide de la administración vasca y de la dirección del partido, que respectivamente ostentan, si es que alguien les hiciera ver (que lo doy por imposible) cómo se trataba a sus ancestros por parte de los que entonces dirigían el mismo partido que ellos dirigen ahora. ¿Pensarían que hemos avanzado mucho de entonces ahora? Sí, están tan fanatizados que podrían incluso pensar eso. Pero a condición de que ellos, desde sus puestos, han tenido que rendir pleitesía al fundador del partido que decía y pensaba esto de sus propios ancestros. Podrían pensar que le han ganado la partida a los fundadores de su partido, como Sabino Arana, y que le han dado la vuelta a la tortilla de lo que aquellos pensaban entonces. Pero si la condición para esa victoria ha sido que se conviertan en clones de los mismos que entonces discriminaban a sus abuelos, ¿qué clase de victoria es esa? Aquí solo han ganado los que discriminaban a sus abuelos. Todos los demás han perdido. Porque a los demás no solo se les ha quitado el orgullo por su propia historia y su propio origen, sino que también se les ha secuestrado su forma de pensar y de sentir.
Pradales y Esteban, como demostraron en el último Aberri Eguna y siguen demostrando ahora (por ejemplo, con Aitor Esteban asistiendo a la infame competición de pelota vasca donde a unos pelotaris se les hace competir contra España en nombre de una Euskadi fantasmagórica que solo existe en su imaginación) son personas sin pasado familiar propio, que han renunciado a lo que fueron sus abuelos, a su tierra de origen, como si hubieran venido aquí, qué sé yo, desde Laponia o Tombuctú. Que incluso fomentan el enfrentamiento de esto que llaman Euskadi con España, para así recalcar la distancia que les separa y lo lejos que se sienten, de cabeza y de corazón, de la tierra de sus antepasados. ¿Cómo se puede uno lavar el cerebro y hasta el alma de esa manera?