España: donde hasta el bostezo tiene un comité
Zestoa, desde la mesa de cocina, con el boletín oficial como lectura ligera. Hoy me he dado un atracón de acrónimos: CIMA, CEDRE, CRUE, OBERAXE, CES, CSIC, CNIO… y eso solo en las dos primeras páginas del boletín. A veces pienso que si juntáramos todos los observatorios, institutos, fundaciones públicas y agencias autonómicas en un solo edificio, tendríamos la torre más alta de Europa… y aún así no serviría para nada útil.
Aquí en el caserío lo vemos claro: cuando no saben qué hacer, crean un órgano. Y si el problema persiste, una comisión. Y si sigue sin funcionar, un plan estratégico con Powerpoint y logotipo institucional.
Lo llaman “producción de conocimiento”, pero lo que producen son informes que no lee ni el que los firma. Observatorio del Cambio Climático Rural, Observatorio del Género en el Transporte Público, Observatorio de la Felicidad Laboral, Observatorio del Sueño en las Mascotas Urbanas... y no, no me los estoy inventando. Al menos no todos.
“Hay que analizar la realidad”, dicen.
Pues vengan al caserío, les digo yo, que aquí la realidad se mide en litros de leche y euros por kilovatio.
Después están las comisiones. Comisiones de estudio, comisiones de seguimiento, comisiones mixtas, comisiones que se comisionan entre ellas. Son como los coros de la ópera: mucha gente en escena, mucha pose… y una sola frase repetida mil veces.
El año pasado se creó una comisión para “analizar el uso ético de la inteligencia artificial en la administración pública”.
Y yo aún estoy esperando una comisión para analizar el uso inteligente del sentido común.
Hay fundaciones públicas dedicadas a “la mejora de la innovación institucional en entornos multiculturales”. Traduzco:
Una oficina con moqueta, tres personas con máster y una impresora que nunca imprime.
Pero eso sí, con redes sociales, vídeo institucional, y una memoria anual que cuesta más que la calefacción de todo el pueblo.
Aquí no se crea empleo: se colocan cargos.
Y como el cargo es de confianza, y la confianza se paga cara, el resultado es un país lleno de estructuras que ni estructuran ni sostienen.
Zestoa, desde la mesa de cocina, con el boletín oficial como lectura ligera. Hoy me he dado un atracón de acrónimos: CIMA, CEDRE, CRUE, OBERAXE, CES, CSIC, CNIO… y eso solo en las dos primeras páginas del boletín. A veces pienso que si juntáramos todos los observatorios, institutos, fundaciones públicas y agencias autonómicas en un solo edificio, tendríamos la torre más alta de Europa… y aún así no serviría para nada útil.
Aquí en el caserío lo vemos claro: cuando no saben qué hacer, crean un órgano. Y si el problema persiste, una comisión. Y si sigue sin funcionar, un plan estratégico con Powerpoint y logotipo institucional.
Lo llaman “producción de conocimiento”, pero lo que producen son informes que no lee ni el que los firma. Observatorio del Cambio Climático Rural, Observatorio del Género en el Transporte Público, Observatorio de la Felicidad Laboral, Observatorio del Sueño en las Mascotas Urbanas... y no, no me los estoy inventando. Al menos no todos.
“Hay que analizar la realidad”, dicen.
Pues vengan al caserío, les digo yo, que aquí la realidad se mide en litros de leche y euros por kilovatio.
Después están las comisiones. Comisiones de estudio, comisiones de seguimiento, comisiones mixtas, comisiones que se comisionan entre ellas. Son como los coros de la ópera: mucha gente en escena, mucha pose… y una sola frase repetida mil veces.
El año pasado se creó una comisión para “analizar el uso ético de la inteligencia artificial en la administración pública”.
Y yo aún estoy esperando una comisión para analizar el uso inteligente del sentido común.
Hay fundaciones públicas dedicadas a “la mejora de la innovación institucional en entornos multiculturales”. Traduzco:
Una oficina con moqueta, tres personas con máster y una impresora que nunca imprime.
Pero eso sí, con redes sociales, vídeo institucional, y una memoria anual que cuesta más que la calefacción de todo el pueblo.
Aquí no se crea empleo: se colocan cargos.
Y como el cargo es de confianza, y la confianza se paga cara, el resultado es un país lleno de estructuras que ni estructuran ni sostienen.