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Patxi Iribarri
Viernes, 13 de Junio de 2025 Tiempo de lectura:

Koldo, Santos, Sánchez y otras especies del monte bajo

Zestoa, en el bar-caserío de mi amigo Etxebarri. Lo único que huele peor que el gallinero es la política. Y mira que el gallo de Bittor está mal alimentado y tiene mala leche. Pero desde que las noticias bajan desde Madrid a lomos de antenas oxidadas y radios de cocina, el ambiente se ha cargado. Y no por la humedad.

 

—Dicen que el presidente está rodeado de escándalos —comentó Bittor el cartero mientras sorbía un café solo apoyado en una grasienta mesa de madera del bar de Sabina—. Que si la mujer, que si el hermano, que si Koldo, que si Santos Cerdán… ¡Esto ya no es un gobierno, es una novela negra de las malas!

 

—¿Koldo? ¿Ese no era el primo del que llevaba el camión de la sidra? —preguntó Fermín, el del caserío de abajo.

 

—No, hombre. Este es Koldo García, guardaespaldas reciclado en comisionista de mascarillas. La UCO le ha pillado con más cuentas que una central lechera. Y por ahí asoma Santos Cerdán, el número tres del PSOE, que según dicen andaba más cerca del escándalo que las gallinas del maíz.

 

—¡Ah, la UCO! —exclamó Patxi mientras contaba sus ovejas—. Los únicos que todavía hacen su trabajo en este país. Si los dejaran venir al pueblo, seguro que nos aclaraban quién se está llevando las ayudas de los pastos y quiénes nos roban las vacas.

 

La televisión del bar —una reliquia de tubo catódico que tiembla cada vez que alguien enciende la segadora— muestra a un Pedro Sánchez serio, con mirada grave y gesto de víctima. Dice que le persiguen. Que esto es una campaña contra su esposa, contra su gobierno, contra su partido y contra su perrito. Y que va a reflexionar. Otra vez.

 

—Pues que reflexione en el monte —dice la abuela Eusebia, que mezcla a Sánchez con aquel novicio que se fugó del seminario en el 68—. Aquí, cuando uno hacía algo mal, se iba con el hacha al hayedo, no a escribir cartas.

 

En medio de tanto lío, el PNV calla y cobra. En el caserío la gente ya ni se molesta en distinguirlos de los del PSOE: total, en Madrid votan juntos y en Euskadi se reparten la panceta. Sabin Etxea está más cerca de la Moncloa que del frontón.

 

—¡Y encima nos toman por tontos! —dice Patxi, ajustándose la boina con rabia—. Si por lo menos compartieran algo del botín… unas vacas, un tractor, un plan Renove para tejados… Pero ni eso. Todo se queda entre Koldo y sus amigos.

 

Y mientras España se hunde en barro de contratos, comisiones y cloacas, en el caserío seguimos con las botas puestas, esperando a que la justicia llegue algún día más rápido que la fibra óptica.

 

Aunque, si seguimos esperando por Madrid, antes llega la UCO que el tren de alta velocidad.

 

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