La formación filoterrorista da un paso más en su particular apuesta por la irracionalidad y el antiprogreso
Bildu ultima la nueva ordenanza de telefonía móvil de San Sebastián asesorándose en tres conocidos científicos abanderados del “pánico electromagnético”
José Luis Bardasano, María Jesús Azanza y Pedro Costa son tres profesores universitarios españoles que, desde hace algunos años, se han labrado una sólida carrera en los medios de comunicación difundiendo lo que se conoce como “pánico electromagnético”, una creencia irracional, no avalada por ninguna institución internacional, que afirma que las ondas de radiofrecuencia que, entre otras cosas, permiten el funcionamiento de las líneas de telefonía móvil o las redes wifi, provocan diversos tipos de cáncer y otras terribles enfermedades.
Pues bien, el Ayuntamiento de San Sebastián, en manos de la formación filoterrorista Bildu, está preparando una nueva ordenanza que regule la implantación de antenas de telefonía móvil en la ciudad y, para la redacción de la misma, no ha dudado en seleccionar como “asesores expertos” a Bardasano, Azanza y Costa, avalados por su larga trayectoria como voceros de las posiciones más integristas e irracionales del movimiento antielectromagnético. Tanto es así que, José Luis Bardasono, por ejemplo, a lo largo de los últimos años ha diseñado y patentado diversos productos para evitar la “contaminación eletromagnética”.
A pesar de las creencias irracionales que, al parecer, abundan en la concejalía donostiarra de Medio Ambiente, dirigida por Axier Jaka, hasta la fecha, no hay ningún estudio sólido y contrastado que demuestre científicamente que las ondas electromagnéticas generen ningún tipo de daño o enfermedad. Tampoco existe la tan manida “hipersensibilidad a las radiofrecuencias”. De hecho, hace unos meses se conocía, tras una década de numerosos estudios multidisciplinares, los resultados del programa de Investigación sobre Telecomunicaciones Móviles y Salud (MTHR), que impulsado por el Gobierno británico es el principal y más completo análisis que se ha realizado hasta el momento sobre este tema. Este trabajo, que ha tenido un coste de 16 millones de euros, no ha encontrado ninguna conexión entre teléfonos móviles, antenas emisoras y cáncer.
Desde un punto de vista científico, no se conoce ningún mecanismo biológico que permita a las ondas de radiofrecuencia provocar ningún tipo de tumor. Además, los especialistas tampoco han detectado en las últimas décadas un aumento de los tumores cerebrales, a pesar de que hoy hay en el mundo más de 6.500 millones de teléfonos móviles, frente a los solo 91 millones de 1995.
El "Journal of the National Cancer Institute", la revista de investigación contra el cáncer más importante del mundo, publicaba no hace demasiado tiempo un estudio que demostraba que los niños y adolescentes que usan el teléfono móvil habitualmente no corren un mayor riesgo de sufrir un cáncer cerebral que los que no lo hacen.
John D. Boice y Robert E. Tarone, del Instituto Internacional de Epidemiología, una organización integrada por investigadores del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, explican: “De acuerdo con prácticamente todos los estudios realizados en adultos expuestos a las ondas de radiofrecuencia, no existen pruebas convincentes de que los niños que usan teléfonos celulares tengan un mayor riesgo de desarrollar un tumor cerebral que los niños que no los utilizan”. Boice y Tarone recuerdan también que “el efecto fotoeléctrico no es una cuestión de opinión, la absorción de energía de radiofrecuencia no puede romper las moléculas de ADN, y los estudios de carcinogenicidad en animales son bastante consistentes en mostrar que no hay aumentos de cáncer como consecuencia de la absorción de energía de radiofrecuencia”.
José Luis Bardasano, María Jesús Azanza y Pedro Costa son tres profesores universitarios españoles que, desde hace algunos años, se han labrado una sólida carrera en los medios de comunicación difundiendo lo que se conoce como “pánico electromagnético”, una creencia irracional, no avalada por ninguna institución internacional, que afirma que las ondas de radiofrecuencia que, entre otras cosas, permiten el funcionamiento de las líneas de telefonía móvil o las redes wifi, provocan diversos tipos de cáncer y otras terribles enfermedades.
Pues bien, el Ayuntamiento de San Sebastián, en manos de la formación filoterrorista Bildu, está preparando una nueva ordenanza que regule la implantación de antenas de telefonía móvil en la ciudad y, para la redacción de la misma, no ha dudado en seleccionar como “asesores expertos” a Bardasano, Azanza y Costa, avalados por su larga trayectoria como voceros de las posiciones más integristas e irracionales del movimiento antielectromagnético. Tanto es así que, José Luis Bardasono, por ejemplo, a lo largo de los últimos años ha diseñado y patentado diversos productos para evitar la “contaminación eletromagnética”.
A pesar de las creencias irracionales que, al parecer, abundan en la concejalía donostiarra de Medio Ambiente, dirigida por Axier Jaka, hasta la fecha, no hay ningún estudio sólido y contrastado que demuestre científicamente que las ondas electromagnéticas generen ningún tipo de daño o enfermedad. Tampoco existe la tan manida “hipersensibilidad a las radiofrecuencias”. De hecho, hace unos meses se conocía, tras una década de numerosos estudios multidisciplinares, los resultados del programa de Investigación sobre Telecomunicaciones Móviles y Salud (MTHR), que impulsado por el Gobierno británico es el principal y más completo análisis que se ha realizado hasta el momento sobre este tema. Este trabajo, que ha tenido un coste de 16 millones de euros, no ha encontrado ninguna conexión entre teléfonos móviles, antenas emisoras y cáncer.
Desde un punto de vista científico, no se conoce ningún mecanismo biológico que permita a las ondas de radiofrecuencia provocar ningún tipo de tumor. Además, los especialistas tampoco han detectado en las últimas décadas un aumento de los tumores cerebrales, a pesar de que hoy hay en el mundo más de 6.500 millones de teléfonos móviles, frente a los solo 91 millones de 1995.
El "Journal of the National Cancer Institute", la revista de investigación contra el cáncer más importante del mundo, publicaba no hace demasiado tiempo un estudio que demostraba que los niños y adolescentes que usan el teléfono móvil habitualmente no corren un mayor riesgo de sufrir un cáncer cerebral que los que no lo hacen.
John D. Boice y Robert E. Tarone, del Instituto Internacional de Epidemiología, una organización integrada por investigadores del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, explican: “De acuerdo con prácticamente todos los estudios realizados en adultos expuestos a las ondas de radiofrecuencia, no existen pruebas convincentes de que los niños que usan teléfonos celulares tengan un mayor riesgo de desarrollar un tumor cerebral que los niños que no los utilizan”. Boice y Tarone recuerdan también que “el efecto fotoeléctrico no es una cuestión de opinión, la absorción de energía de radiofrecuencia no puede romper las moléculas de ADN, y los estudios de carcinogenicidad en animales son bastante consistentes en mostrar que no hay aumentos de cáncer como consecuencia de la absorción de energía de radiofrecuencia”.