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Patxi Iribarri
Viernes, 04 de Julio de 2025 Tiempo de lectura:

Europa nos vigila (pero no nos entiende)

Aquí, en el caserío de Etxebarri Goikoa, nos hemos acostumbrado a que nos miren por encima del hombro. Primero fue Madrid, con sus leyes hechas en despachos sin barro. Ahora es Bruselas, que ni sabe pronunciar «Idiazabal» sin atragantarse, pero quiere regular hasta la forma de nuestras lecheras.

 

—Dicen que mandarán drones para controlar el metano del ganado —comentó Bittor el cartero, mientras sorbía un clarete que más que vino parece confesionario.

 

—¿Drones? —preguntó la abuela Eusebia—. ¿Y qué van a hacer, multar a la vaca si se tira un pedo?

 

Patxi, que escuchaba con la serenidad del que ha visto caer dictaduras y levantarse autopistas que nunca llegaron aquí, asintió.

 

—Europa nos vigila, sí. Con satélites, con leyes climáticas, con inspectores que vendrán a contarnos las cabras. Pero no nos entiende.
No entiende que el monte vive porque lo pastan. Que el queso se cura con paciencia y moho, no con certificados plastificados. Que una huerta pequeña alimenta más que cien formularios.

 

Hace poco llegó una carta con membrete europeo. Algo sobre nuevos cupos de producción y normas para los purines.

 

—Pues si quieren, que vengan ellos a limpiar la cuadra —dijo Fermín—. Yo les dejo la pala.

 

Mientras tanto, la televisión del bar muestra imágenes de eurodiputados discutiendo sobre cuotas de emisiones, planes verdes y un futuro digital maravilloso donde el pastor llevará tablet. Aquí Patxi sigue llevando garrote, que pesa menos y asusta más.

 

—¿Sabes lo único bueno de que Europa nos vigile? —preguntó Patxi, con media sonrisa—. Que así, por fin, alguien se dará cuenta de que existimos. Aunque sea para cobrarnos más.

 

Y así seguimos, con el monte verde, el caserío viejo, y Europa mirándonos con lupa… sin sospechar que, a veces, la verdadera resistencia está hecha de piedras, boinas y silencio testarudo.

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