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Sábado, 05 de Julio de 2025 Tiempo de lectura:
Autor de "El laberinto educativo y el aprendizaje fake"

Ramón Espejo: "No hemos hablado a los jóvenes de esfuerzo, de compromiso y de obligaciones"

[Img #28469]Ramón Espejo Romero es catedrático de Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla, donde imparte asignaturas como Teatro en Lengua Inglesa y Literatura Norteamericana. Especialista en teatro estadounidense —con un profundo conocimiento de autores como Arthur Miller, Tennessee Williams, Edward Albee o Eugene O’Neill—, ha consolidado una trayectoria académica de primer nivel, no solo a través de la docencia, sino también con una intensa labor investigadora. Es autor de más de setenta publicaciones, entre las que se cuentan libros, artículos y ediciones críticas de obras fundamentales del teatro anglosajón. Al frente del grupo de investigación Estudios Norteamericanos y coordinador del seminario permanente Pilar Marín Madrazo, Espejo ha explorado la recepción del teatro estadounidense en España, así como cuestiones de identidad, memoria cultural y representación LGBTQ+ en la escena contemporánea.

 

Su voz se ha vuelto también una referencia ineludible en el debate educativo actual. Con frecuencia denuncia el vaciamiento de las humanidades y la tecnificación excesiva del sistema escolar, que —en su opinión— está dejando una generación de jóvenes peor preparada que nunca. Así lo sostiene en su reciente libro El laberinto educativo y el aprendizaje fake, fruto de año y medio de investigación y decenas de entrevistas, en el que desmonta algunos mitos del bilingüismo y analiza críticamente el retroceso de la cultura del esfuerzo. Sus declaraciones son tajantes: «Es un secreto a voces que esta generación de jóvenes es la peor preparada de la historia de España», asegura, al tiempo que señala a la «infantilización e idiotización» promovidas, según él, por una pedagogía progresista que ha renunciado al rigor.

 

Usted afirma que tenemos “las generaciones más idiotizadas” de la historia. ¿Qué indicadores o datos concretos le llevan a sostener esa afirmación tan contundente?

 

La evidencia empírica de trabajar muchas horas todos los días con chicos y chicas de esas edades y haberlo hecho durante los últimos treinta años. Las casi 100 entrevistas a docentes y otros colectivos educativos que realicé por toda España para mi libro Laberinto educativo y aprendizaje fake y la gente con la que seguimos hablando para el canal de Youtube “La buena educación”. La idiotización es en parte consecuencia de la falta de atención que provocan la tecnología y las redes sociales. Les hemos puesto un móvil en la mano desde edades muy tempranas, les hemos dicho que todo es fácil, cómodo, que aprender tiene que ser divertido. No les hemos hablado de esfuerzo, de compromiso, de dedicación, de obligaciones. Sus derechos se los hemos repetido hasta la nausea. Les hemos llevado entre algodones y hemos diseñado un sistema educativo en el que no se exige nada. Quizás no debemos sorprendernos de esa idiotización sino asumir nuestra responsabilidad (la de todos los que tenemos más de 35 años), pues nada de lo que ha llevado a esto es responsabilidad suya ni ha sido creado por ellos. Es lo que les hemos dado y les seguimos dando. Y repetir el mantra de que son la generación mejor preparada de la historia no ayuda. Por el contrario, agrava el problema, al pretender que las cosas son lo contrario de lo que son.

 

[Img #28470]

 

¿Cuáles son los índices de lectura entre la gente joven? ¿Les interesa el cine? ¿El teatro? ¿El arte? ¿Algo que no sean las redes sociales? ¿Tienen una visión crítica de la realidad? No hablo de repetir cuatro frases hechas sino de auténtico pensamiento crítico. ¿Cuántos periódicos leen todos los días, aunque sea en el ordenador? ¿Cuántas horas utilizan el móvil para formarse (no para el ocio)? Sería interesante conocer estos datos. ¿Por qué no disponemos de ellos? Hay decenas de miles de pedagogos proclamando que nuestro sistema educativo es maravilloso. ¿Por qué no nos lo demuestran con datos? Ni yo ni nadie de las personas con las que hablo ve esa realidad de color de rosa. ¿Al CIS no le interesa entrar a preguntar por todo esto? Lo poco que se ha hecho no es alentador y quizás por eso hemos decidido no preguntar nada más y recurrir al viejo truco del avestruz y esconder la cabeza para no ver.

 

En su libro habla de “aprendizaje fake”. ¿Podría poner algún ejemplo claro que ilustre esta idea?

 

Cada vez que un docente aprueba a un estudiante por ahorrarse papeleo, para no complicarse la vida, por presiones de la inspección o la directiva del centro, por presión ambiental para no parecer “duro”, pensando que así le hace las cosas más fáciles al chico, para no tener que afrontar la ira de la familia, se está produciendo un aprendizaje ‘fake’ porque se está certificando un aprendizaje que no es cierto. Si eso no lo hace un docente sino muchos, imagine la cantidad de aprendizaje fake que está normalizándose dentro del sistema. Cuando diseñamos una estrategia docente que entretiene y mantiene a los chicos ocupados en el aula pero no aporta aprendizaje real o no el suficiente en relación al tiempo invertido, estamos consiguiendo aprendizaje fake. La enseñanza bilingüe es la mayor estafa educativa que se ha vivido en España. Acogida con gran entusiasmo, hoy día no hay un solo docente que crea que los chicos han mutado en bilingües gracias a ella. Pero las autoridades siguen muy contentas por un programa que es una auténtica vergüenza. ¿Existen datos del éxito del mismo? Yo no he visto ninguno. Eso sí, es un gran negocio y otro gran ejemplo de aprendizaje fake.

 

Señala la necesidad urgente de despolitizar la educación. ¿Puede poner ejemplos de politización de la educación?

 

Le contesto con otra pregunta. ¿Quiénes diseñan las leyes educativas? ¿Existe un comité independiente de expertos que sugiera o proponga cambios? No. Son los gobiernos de turno, especialmente el del Estado, los que cambian, quitan y ponen, asesorados por los suyos y sin escuchar ninguna voz crítica o que proponga algo que no les apetezca. Cuando en Valencia se intentaban imponer los ámbitos de aprendizaje, ¿qué estudios se manejaban que avalaran esa modalidad educativa? El consejero Miquel Soler fue el principal artífice, con ayuda de pedagogos de su confianza que le ayudaron a redactar la ley. ¿Alguien cree de verdad que quienes diseñan la educación son expertos independientes? Son los políticos, y utilizan la educación para lo mismo que utilizan todo lo demás: contentar a los suyos y asegurar votos.

 

¿Qué responsabilidad tienen los partidos políticos en la situación actual? ¿Y los sindicatos?

 

Toda, y me refiero a los grandes partidos, PSOE y PP, y a los sindicatos de cabecera. Ellos son los que se han beneficiado del desastre. Unos porque han mantenido contenta a su parroquia falsamente progresista y moderna y otros porque han visto cómo la escuela privada se ha convertido en lo que hace décadas hubiera sido impensable: mucho más atractiva que la pública. El deterioro de la pública ha sido maná para algunos. Y otros simplemente han querido creer que el deterioro no existía. Cuando no han tenido más remedio que aceptar que algunas cosas eran imposibles de defender, se han escudado en que la escuela pública enseñaba quizás menos que antes, pero era más “inclusiva”. ¿Los sindicatos? A cambio de liberados sindicales y financiación, han dicho que sí a todo lo que los gobiernos les han puesto por delante, sin importarles el estado de la educación y lo que pensaban muchísimos docentes.

 

Critica la “pedagogía dictatorial” y propone una pedagogía basada en evidencias. ¿Puede explicarnos qué evidencias deberían guiar hoy la acción educativa?

 

Claramente, el único indicador relevante en educación es qué cantidad de aprendizaje estamos consiguiendo. Hablo de aprendizaje de contenidos, competencial e incluso actitudinal. Si enseñamos, tenemos que medir si se está produciendo aprendizaje porque no hay otra forma de ver si el sistema funciona y si lo que hacemos es eficaz. Hace cuatro décadas que en España prácticamente esto no se hace. La razón es que tanto la LOGSE como las leyes pedagógicas posteriores se han vertebrado en base a la idea de que lo que se hacía era bueno porque la ideología falsamente progresista que lo inspiraba era buena. Partía de un dogmatismo y una soberbia ideológica descomunales. A partir de ahí, sugerir que se midieran resultados era anatema. La pedagogía actual es mayoritariamente ideológica y basada solo en principios generales de naturaleza filosófica, en grandes ideas que suenan muy bien pero que conducen a la erradicación del último atisbo de enseñanza eficaz en nuestros centros. No mide nada porque teme que el dato mate el relato. Y se ceba con el disidente, al que llama nostálgico del franquismo.

 

Esta pedagogía debería erradicarse como el cáncer que realmente es y ser sustituida por otra auténticamente científica que, por un lado, ponga el acento en los alumnos con dificultades de aprendizaje y forme especialistas en tratar con estos alumnos y ayudarlos. Esto ya existe y la mayoría de docentes opina que es lo único de la pedagogía actual que resulta útil y de la que nadie habla mal. Fuera de ahí, hay que reivindicar la pedagogía basada en resultados, que no diga lo que hay que hacer sino que mida lo que se hace y qué resultados se consiguen para poner el foco en lo que no funciona y tratar de mejorarlo, no con ocurrencias sino con propuestas serias y rigurosas. No hay ninguna ciencia que base su praxis en la imposición, como ocurre con la pedagogía. Respetemos los estilos de enseñanza, que son diversos, e investiguemos cómo mejorarlos, pero sin una base perroflautil (¿cómo voy yo a basar mi trabajo en que el alumno sea feliz y conecte con sus emociones si tengo que enseñar polinomios?) y basándonos en cuestiones más tangibles.

 

Ha denunciado el “acoso” de algunos inspectores educativos. ¿Podría describir alguna situación que refleje este problema?

 

Si llega un inspector a un centro y en una asignatura hay un número de suspensos elevado (o sea, más de uno o dos), el inspector hará la vida imposible al docente hasta que consiga no que justifique los suspensos (haga lo que haga, el inspector siempre le pedirá otro papel más) sino que se lo piense dos veces. El profesor es culpable de hacer mal su trabajo hasta que demuestre lo contrario. Para demostrarlo, tendrá que rellenar papeles y más papeles, y siempre pende la amenaza de que se le abra un expediente. En el caso de un interino, imagínese lo terrible que esto pueda llegar a ser. Finalmente, el docente decide que lo que estaba suspenso ya está mágicamente aprobado. En ese momento cesa la presión del inspector. Esto es un ejemplo de acoso y también de aprendizaje fake, puesto que esos aprobados en modo alguno indican que se haya producido aprendizaje aunque las familias así lo interpretarán.

 

Reivindica una profesión docente “respetada, crítica e independiente”. ¿Cómo recuperamos ese respeto social hacia los profesores?

 

Apoyándolos en sus decisiones. El ejemplo que le proporcionaba anteriormente es una muestra de la manera en que la administración maltrata a sus docentes. Si la familia cuyo hijo tenía un suspenso ve que, tras la llegada del inspector, el suspenso muta súbitamente en aprobado, ¿cree usted que eso le hará respetar más a ese docente? La respuesta es obvia. Los docentes se ven constantemente desautorizados por las direcciones de sus centros, por los inspectores y por una administración que cada vez se inmiscuye más en su trabajo. Así no es extraño que las familias cada vez sientan menos respeto por el profesor. Mi primera propuesta es una autoridad educativa independiente que vele por el buen funcionamiento del sistema y que respete, por encima de todo, la libertad de cátedra y el criterio de sus docentes, que son de quienes depende el futuro de todos.

 

Dice que un centro educativo “no es una comuna hippie”. ¿Qué peligros percibe en el auge del mindfulness y metodologías similares dentro del aula?

 

No tengo nada contra el mindfulness siempre y cuando no constituya una metodología para la enseñanza de las matemáticas. Tampoco tengo nada contra los hippies, pero es un hecho constatable que las comunas hippies de los años 60 duraron lo que duraron y terminaron como terminaron. Sin embargo, parece que intentamos recuperarlas para nuestros centros educativos y, lo que es más grave, para el sistema público. Si eso no es ideología, no sé. Fíjese que no tengo nada contra escuelas privadas que decidan adoptar la filosofía new age y aplicarla, siempre y cuando sean transparentes, lo digan y los padres sean conscientes de que a sus hijos no se les va a enseñar prácticamente nada más que a abrazarse y a hacer meditación. Hay que respetar la libertad de esos padres para optar por ese tipo de escuela. Pero tampoco se puede imponer a través de un sistema público porque no hay un solo dato que avale que así se puede educar de manera efectiva para el mundo en el que vivimos. De ahí los alumnos saldrán sin unas referencias culturales que para mí son esenciales, sin conocer el mundo en el que viven, sin entender nuestra historia, sin conocimiento científico ni matemático. Es verdad que esto está más extendido en la Primaria que en niveles superiores, pero poco a poco va llegando a estos. Los políticos llevan tiempo tratando de acabar con las carreras tradicionales como forma de acceso a la docencia e imponiendo formación pedagógica como única vía. No se engañe: formación pedagógica como única vía significa menos historia (o casi ninguna) y mucho mindfulness.

 

¿Qué opina de la inclusión masiva y la promoción casi automática de alumnos sin el nivel exigido? ¿Qué consecuencias está viendo ya?

 

La idiotización de la que le hablaba al principio, la desmotivación de los alumnos que siguen esforzándose y trabajando al ver que lo que a ellos les cuesta horas de dedicación a sus compañeros que no hacen nada se lo regalan, desmotivación del profesorado (¿para qué molestarse en enseñar si, pase lo que pase, todos van a ser aprobados?), empoderamiento excesivo de unos jóvenes que creen merecerlo todo, devaluación de titulaciones y estudios universitarios de segunda, con cada vez menos contenido y profesionales peor preparados. Habla usted de inclusión masiva. No se engañe. Nuestro sistema no es inclusivo. Si lo fuera, habría recursos masivos (me refiero a recursos económicos fundamentalmente) para posibilitar esa inclusión. Pero, como incluir es caro, se ha optado, como hizo Margaret Thatcher en Inglaterra en los 80, por la fórmula perfecta: escudándose en el perroflautismo, crear aulas tan diversas que casi no se puede enseñar en ellas. Yo sí creo firmemente en la inclusión: pero inclusión no significa todo el mundo en el mismo sitio haciendo lo mismo a la misma hora sino que cada alumno reciba la atención que necesita y tenga a su disposición los profesionales que precise, sin importar el coste. Y ahí sí tengo que romper una lanza por la pedagogía real que, alejada de ideologías, realiza un trabajo espléndido con chicos con dificultades de aprendizaje.

 

Usted propone un decálogo de medidas para mejorar el sistema. ¿Cuál considera la más urgente de todas?

 

No tengo la más mínima duda: sacar a los políticos de la educación, a los pedagogos y de paso a los sindicatos. Si se constituye una autoridad educativa independiente con diversas sensibilidades y se arbitra que el principio fundamental del sistema es la libertad de cátedra, habremos dado un paso de gigante.

 

¿Qué modelo educativo internacional admira o considera que podría servirnos de inspiración en España?

 

Se habla mucho de algunos sistemas asiáticos, donde reina el orden y la disciplina. No soy gran admirador de ellos. Efectivamente, ocurre eso, pero también que los alumnos son educados casi para formar parte de batallones del ejército maoísta: eficaces, pero sin capacidad de crítica ni de reflexión. Creo que en el mundo occidental tenemos otros valores que esos sistemas no respetan. He tenido alumnos chinos y es muy difícil que sean creativos e independientes, aunque sí son muy buenos memorizando datos. No es el tipo de alumno que yo quiero. Algunas repúblicas bálticas están implementando sistemas que no funcionan mal. En Inglaterra, Francia y últimamente en los países nórdicos han surgido movimientos muy críticos con la escuela mayodelsesentayochista y se están consiguiendo resultados alentadores. Para mí son el espejo y no tanto Singapur o Taiwan.

 

¿Tiene esperanza en un cambio real o cree que el deterioro es ya irreversible?

 

Nada es irreversible, pero cuando durante cuarenta años se ha trabajado tanto por la destrucción del sistema, ahora no lo arreglamos en dos tardes. Por otro lado, ¿qué hacemos con la gente que ha construido sus carreras académicas en base a acabar con la educación y devaluar nuestras escuelas y nuestras universidades? ¿Cree que es fácil? Además, la mayoría están muy cerca del poder. ¿Cabe esperar que se autoinmolen? No soy optimista pero tampoco pesimista del todo. Si lo fuera, estaría en mi universidad aprobando masivamente a mis alumnos sin exigirles nada y disfrutando de hacer las cosas que me interesan. Si estoy allí exigiendo rigor y aprendizaje y aquí hablando con usted, escribiendo sobre el tema y recorriéndome España para hablar con docentes y darles voz, es porque no he tirado la toalla.

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