Un artículo de Elena Fritz
La crisis del sistema de las ONG en el orden mundial posoccidental
La época en la que organizaciones no gubernamentales como «Omas gegen Rechts» (Abuelas contra la extrema derecha) desempeñaban un papel central en un orden mundial impregnado de valores morales parece haber llegado a su fin.
El último artículo publicado en Foreign Affairs, la revista oficial del establishment estadounidense en materia de política exterior, llama la atención. Bajo el título «The End of the Age of NGOs» (El fin de la era de las ONG), las politólogas Sarah Bush y Jennifer Hadden constatan con sobriedad el fin de una época: la época en la que las organizaciones no gubernamentales desempeñaban un papel central en un orden mundial impregnado de moralidad parece haber llegado a su fin. El número de ONG internacionales se estanca, su influencia disminuye y su reputación se ve empañada.
Pero mientras que las autoras explican este fenómeno principalmente por la disminución de la financiación y la creciente represión, falta un análisis estructural más profundo, o se evita deliberadamente. Porque la verdadera razón del retroceso mundial del sistema de las ONG no radica en cuestiones de financiación, sino en la toma de conciencia por parte de la sociedad mundial del papel de estos actores como instrumentos de una política que solo busca mantener el poder.
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) May 4, 2025
Las ONG como órganos ejecutivos de un orden mundial informal
En la década de 1990, marcada por la euforia, las ONG eran consideradas la vanguardia de una «sociedad civil transfronteriza». Pero, en realidad, formaban parte, desde el principio, de una nueva estrategia hegemónica: control mediante la moral, influencia mediante los «valores», dirección mediante una aparente participación ciudadana. El funcionario colonial clásico dio paso al «asesor», el soldado al «observador electoral», la intervención a la «campaña por los derechos humanos».
Estas organizaciones no actuaban en el vacío. Formaban parte de un sistema cuidadosamente orquestado que tenía como objetivo la proyección informal del poder, con el apoyo de gobiernos occidentales, fundaciones, think tanks y estructuras supranacionales. Se presentaban como independientes, pero seguían, consciente o estructuralmente, un programa geopolítico: estabilización de los gobiernos prooccidentales, desestabilización de los regímenes indeseables, manipulación del discurso social bajo la bandera de los valores universales.
El color cambiaba según las circunstancias: a veces eran los «derechos humanos», otras veces el «buen gobierno» y otras la «promoción de la democracia». El objetivo seguía siendo el mismo: ganar influencia sin asumir una responsabilidad formal, sin intervenir directamente, sin agredir abiertamente. Las ONG eran el camuflaje perfecto en una época en la que las guerras ya no debían declararse, sino «justificarse».
El punto de ruptura: soberanía frente a control informal
Lo que Foreign Affairs describe como una «restricción de la sociedad civil» es, en realidad, la expresión de un impulso mundial hacia la soberanía. Más de 130 Estados han tomado medidas en los últimos años para controlar o excluir a las ONG financiadas con fondos extranjeros, con el fin de defenderse de las operaciones de influencia híbridas.
Porque se sabe desde hace tiempo que, allí donde las ONG occidentales son especialmente activas, no es raro que cambien las órdenes políticas, ya sea mediante recomendaciones electorales, campañas de opinión, intervenciones jurídicas o la movilización de los círculos urbanos propensos a la protesta. El hecho de que esto no sea la expresión de una «sociedad civil» orgánica, sino a menudo el resultado de una transferencia de poder orquestada, se ha hecho evidente en Ucrania, Georgia o Libia, por ejemplo.
Ejemplo concreto: el ataque contra la industria automovilística alemana
Un ejemplo especialmente explosivo de instrumentalización política de las ONG se ha producido recientemente en el corazón mismo de Europa, con repercusiones directas en la soberanía industrial de Alemania. Artículos de prensa, como el publicado en Welt am Sonntag, revelaron que programas europeos como LIFE se habían utilizado para financiar de forma selectiva a ONG que posteriormente lanzaron campañas legales contra fabricantes de automóviles alemanes. ClientEarth recibió fondos europeos para emprender acciones legales contra empresas como VW y BMW por supuestas violaciones de las normas de emisiones.
Estas ONG actúan de manera formalmente independiente, pero en realidad funcionan como reguladores externos que socavan económica y políticamente industrias clave, no a través del debate democrático, sino mediante ofensivas judiciales y estratégicas. El escándalo no reside solo en el contenido de las denuncias, sino en el propio sistema: se destinan fondos públicos a actores que, bajo el pretexto de la moralidad, interfieren en la política estructural de Estados soberanos.
Las ONG actúan en el centro de la proyección del poder
Estos acontecimientos confirman una tendencia cada vez más evidente: las ONG no actúan al margen, sino en el centro mismo del poder que se proyecta en primer plano. Cuentan con el apoyo de estructuras supranacionales que eluden sus responsabilidades, al tiempo que ejercen presión sobre los gobiernos, las empresas y las sociedades sin estar legitimadas democráticamente. Lo que se denomina «sociedad civil» es, en realidad, a menudo la vanguardia operativa de un control posdemocrático.
Los daños son reales: no solo en el plano económico (por ejemplo, debido a las deslocalizaciones de la producción, la inseguridad de las instalaciones y los daños infligidos a la reputación de sus objetivos), sino también en el plano institucional. Porque cuando estructuras que no pueden controlarse democráticamente se inmiscuyen en las decisiones industriales centrales a través de los tribunales, los medios de comunicación y las políticas de financiación, la soberanía política se ve sistemáticamente socavada. La industria automovilística alemana es aquí simbólica de una nación industrial en una desafortunada fase de transición entre una autodeterminación fructífera y una dependencia controlable y controlada, orquestada por la influencia de las campañas moralizantes de las ONG.
La cuestión de los recursos: un síntoma, no una causa
Bush y Hadden atribuyen la crisis del sistema de las ONG, en particular, a la disminución de las subvenciones que recibían en el mundo occidental. De hecho, muchos países, entre ellos Alemania, han reducido o reasignado sus presupuestos destinados a la financiación de ONG internacionales. Pero esto no es la causa, sino una consecuencia de la disminución de su utilidad estratégica: el modelo de las ONG ha alcanzado los límites de su legitimidad.
La creencia en una «sociedad civil» neutral, buena y no partidista se ve sacudida cuando la realidad nos sugiere otras conclusiones: los actores de las ONG no viven al margen del poder, sino en su centro funcional. Forman parte, a menudo inconscientemente, de una forma de control que ya no necesita tanques, sino que utiliza narrativas, redes y presión normativa.
Un cambio de paradigma mundial
El orden mundial está en plena transformación. El régimen sugiere interpretaciones, ya que está dominado por Occidente y presentaba a las ONG como la columna vertebral moral. Este régimen está perdiendo su influencia. Está siendo sustituido por una realidad multipolar en la que surgen modelos alternativos de modernidad: pragmáticos, soberanos y específicos de cada cultura.
En este nuevo mundo, las ONG no están desacreditadas en sí mismas, pero deben enfrentarse a su propio papel y a su propia historia: ¿quién las financia? ¿A quién sirven? ¿Qué intereses representan y qué idioma hablan? Estas preguntas ya no pueden ignorarse.
Perspectivas: fin del camuflaje, vuelta a la responsabilidad
Lo que estamos presenciando actualmente no es el fin de todo compromiso por parte de la sociedad civil, sino el fin de su instrumentalización ideológica. La retirada de las ONG es el precio que hay que pagar por décadas de política en las que la moral se ha convertido en un camuflaje y la indignación en una palanca de reorganización geopolítica.
Cualquiera que desee hoy en día realizar un verdadero trabajo cívico debe liberarse de estas estructuras y asumir el riesgo de una verdadera autonomía. En un mundo que vuelve a buscar la verdad en lugar de los «valores», se trata de una ruptura necesaria, pero esperada desde hace mucho tiempo.
Cortesia de Euro-Synergies
La época en la que organizaciones no gubernamentales como «Omas gegen Rechts» (Abuelas contra la extrema derecha) desempeñaban un papel central en un orden mundial impregnado de valores morales parece haber llegado a su fin.
El último artículo publicado en Foreign Affairs, la revista oficial del establishment estadounidense en materia de política exterior, llama la atención. Bajo el título «The End of the Age of NGOs» (El fin de la era de las ONG), las politólogas Sarah Bush y Jennifer Hadden constatan con sobriedad el fin de una época: la época en la que las organizaciones no gubernamentales desempeñaban un papel central en un orden mundial impregnado de moralidad parece haber llegado a su fin. El número de ONG internacionales se estanca, su influencia disminuye y su reputación se ve empañada.
Pero mientras que las autoras explican este fenómeno principalmente por la disminución de la financiación y la creciente represión, falta un análisis estructural más profundo, o se evita deliberadamente. Porque la verdadera razón del retroceso mundial del sistema de las ONG no radica en cuestiones de financiación, sino en la toma de conciencia por parte de la sociedad mundial del papel de estos actores como instrumentos de una política que solo busca mantener el poder.
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Las ONG como órganos ejecutivos de un orden mundial informal
En la década de 1990, marcada por la euforia, las ONG eran consideradas la vanguardia de una «sociedad civil transfronteriza». Pero, en realidad, formaban parte, desde el principio, de una nueva estrategia hegemónica: control mediante la moral, influencia mediante los «valores», dirección mediante una aparente participación ciudadana. El funcionario colonial clásico dio paso al «asesor», el soldado al «observador electoral», la intervención a la «campaña por los derechos humanos».
Estas organizaciones no actuaban en el vacío. Formaban parte de un sistema cuidadosamente orquestado que tenía como objetivo la proyección informal del poder, con el apoyo de gobiernos occidentales, fundaciones, think tanks y estructuras supranacionales. Se presentaban como independientes, pero seguían, consciente o estructuralmente, un programa geopolítico: estabilización de los gobiernos prooccidentales, desestabilización de los regímenes indeseables, manipulación del discurso social bajo la bandera de los valores universales.
El color cambiaba según las circunstancias: a veces eran los «derechos humanos», otras veces el «buen gobierno» y otras la «promoción de la democracia». El objetivo seguía siendo el mismo: ganar influencia sin asumir una responsabilidad formal, sin intervenir directamente, sin agredir abiertamente. Las ONG eran el camuflaje perfecto en una época en la que las guerras ya no debían declararse, sino «justificarse».
El punto de ruptura: soberanía frente a control informal
Lo que Foreign Affairs describe como una «restricción de la sociedad civil» es, en realidad, la expresión de un impulso mundial hacia la soberanía. Más de 130 Estados han tomado medidas en los últimos años para controlar o excluir a las ONG financiadas con fondos extranjeros, con el fin de defenderse de las operaciones de influencia híbridas.
Porque se sabe desde hace tiempo que, allí donde las ONG occidentales son especialmente activas, no es raro que cambien las órdenes políticas, ya sea mediante recomendaciones electorales, campañas de opinión, intervenciones jurídicas o la movilización de los círculos urbanos propensos a la protesta. El hecho de que esto no sea la expresión de una «sociedad civil» orgánica, sino a menudo el resultado de una transferencia de poder orquestada, se ha hecho evidente en Ucrania, Georgia o Libia, por ejemplo.
Ejemplo concreto: el ataque contra la industria automovilística alemana
Un ejemplo especialmente explosivo de instrumentalización política de las ONG se ha producido recientemente en el corazón mismo de Europa, con repercusiones directas en la soberanía industrial de Alemania. Artículos de prensa, como el publicado en Welt am Sonntag, revelaron que programas europeos como LIFE se habían utilizado para financiar de forma selectiva a ONG que posteriormente lanzaron campañas legales contra fabricantes de automóviles alemanes. ClientEarth recibió fondos europeos para emprender acciones legales contra empresas como VW y BMW por supuestas violaciones de las normas de emisiones.
Estas ONG actúan de manera formalmente independiente, pero en realidad funcionan como reguladores externos que socavan económica y políticamente industrias clave, no a través del debate democrático, sino mediante ofensivas judiciales y estratégicas. El escándalo no reside solo en el contenido de las denuncias, sino en el propio sistema: se destinan fondos públicos a actores que, bajo el pretexto de la moralidad, interfieren en la política estructural de Estados soberanos.
Las ONG actúan en el centro de la proyección del poder
Estos acontecimientos confirman una tendencia cada vez más evidente: las ONG no actúan al margen, sino en el centro mismo del poder que se proyecta en primer plano. Cuentan con el apoyo de estructuras supranacionales que eluden sus responsabilidades, al tiempo que ejercen presión sobre los gobiernos, las empresas y las sociedades sin estar legitimadas democráticamente. Lo que se denomina «sociedad civil» es, en realidad, a menudo la vanguardia operativa de un control posdemocrático.
Los daños son reales: no solo en el plano económico (por ejemplo, debido a las deslocalizaciones de la producción, la inseguridad de las instalaciones y los daños infligidos a la reputación de sus objetivos), sino también en el plano institucional. Porque cuando estructuras que no pueden controlarse democráticamente se inmiscuyen en las decisiones industriales centrales a través de los tribunales, los medios de comunicación y las políticas de financiación, la soberanía política se ve sistemáticamente socavada. La industria automovilística alemana es aquí simbólica de una nación industrial en una desafortunada fase de transición entre una autodeterminación fructífera y una dependencia controlable y controlada, orquestada por la influencia de las campañas moralizantes de las ONG.
La cuestión de los recursos: un síntoma, no una causa
Bush y Hadden atribuyen la crisis del sistema de las ONG, en particular, a la disminución de las subvenciones que recibían en el mundo occidental. De hecho, muchos países, entre ellos Alemania, han reducido o reasignado sus presupuestos destinados a la financiación de ONG internacionales. Pero esto no es la causa, sino una consecuencia de la disminución de su utilidad estratégica: el modelo de las ONG ha alcanzado los límites de su legitimidad.
La creencia en una «sociedad civil» neutral, buena y no partidista se ve sacudida cuando la realidad nos sugiere otras conclusiones: los actores de las ONG no viven al margen del poder, sino en su centro funcional. Forman parte, a menudo inconscientemente, de una forma de control que ya no necesita tanques, sino que utiliza narrativas, redes y presión normativa.
Un cambio de paradigma mundial
El orden mundial está en plena transformación. El régimen sugiere interpretaciones, ya que está dominado por Occidente y presentaba a las ONG como la columna vertebral moral. Este régimen está perdiendo su influencia. Está siendo sustituido por una realidad multipolar en la que surgen modelos alternativos de modernidad: pragmáticos, soberanos y específicos de cada cultura.
En este nuevo mundo, las ONG no están desacreditadas en sí mismas, pero deben enfrentarse a su propio papel y a su propia historia: ¿quién las financia? ¿A quién sirven? ¿Qué intereses representan y qué idioma hablan? Estas preguntas ya no pueden ignorarse.
Perspectivas: fin del camuflaje, vuelta a la responsabilidad
Lo que estamos presenciando actualmente no es el fin de todo compromiso por parte de la sociedad civil, sino el fin de su instrumentalización ideológica. La retirada de las ONG es el precio que hay que pagar por décadas de política en las que la moral se ha convertido en un camuflaje y la indignación en una palanca de reorganización geopolítica.
Cualquiera que desee hoy en día realizar un verdadero trabajo cívico debe liberarse de estas estructuras y asumir el riesgo de una verdadera autonomía. En un mundo que vuelve a buscar la verdad en lugar de los «valores», se trata de una ruptura necesaria, pero esperada desde hace mucho tiempo.
Cortesia de Euro-Synergies