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Patxi Iribarri
Viernes, 11 de Julio de 2025 Tiempo de lectura:

Todo seguro, menos el paseo del ciudadano

Sobre la inseguridad en las calles y los políticos que no saben ni dónde está el bordillo

“Dicen que las calles son seguras. Claro, para ellos, que solo las pisan desde el coche oficial.”
—Patxi Iribarri


 

Zestoa, mirando por la ventana con el palo de escoba por si acaso.
 

Hoy han sacado otro estudio —de esos con gráficos de colores que nadie entiende— para demostrar que la criminalidad baja. Y lo presentó un ministro con sonrisa de teletienda, flanqueado por asesores que asentían como si el aire fuera caro.
 

Yo miré la tele y pensé: “qué bien, Patxi, vive tranquilo: los datos dicen que aquí no pasa nada.”
 

Pero luego bajé al pueblo, escuché a la gente y confirmé que la realidad, esa que no aparece en el Excel, es otra cosa.

 

Los políticos dicen que no hay inseguridad, pero no se les ve caminando solos por la noche. Van en coche oficial, con chófer, o se bajan de la furgoneta negra a cinco metros de la puerta del acto. Luego suben a la tarima, sueltan un discurso sobre la convivencia y se largan con el mismo cordón de escoltas que un narco con maletín.

 

Aquí en el caserío, que uno se cría con la puerta sin cerrar, cuando vas a la ciudad ya miras de reojo el escaparate para ver si hay alguien que te mire más que el maniquí.
No porque la prensa diga que estamos en el Bronx, sino porque la sensación de inseguridad se te mete en la tripa cuando notas que la gente camina rápido, baja la mirada y aprieta el bolso.

 

Los políticos aman la frase “las calles son de todos”. Pero la disfrutan poco. Al primer susto, piden más cámaras, más patrullas, más leyes, y un informe con nombre inglés: Safe City Plan o algo igual de marketiniano.
Mientras tanto, el comerciante cierra antes “por si acaso”, el abuelo vuelve en taxi aunque viva a tres calles y el crío deja de bajar solo al parque.

 

Pero que no cunda el pánico, dicen en el parlamento: “las estadísticas no son tan graves.”
Claro, las estadísticas no bajan a por leche a las once de la noche.

 

Qué curioso: el parlamento tiene arcos de seguridad, acreditaciones, guardias armados y cámaras hasta en el váter.
Allí, la inseguridad ni se huele. Por eso pueden decir tan tranquilos que “se percibe más inseguridad de la que hay”.
Yo tengo otra teoría: si la gente percibe que hay inseguridad es porque la hay. Y si ellos no la notan es porque no pisan la acera sin séquito desde antes de las redes sociales.

 

 Zulocomentarios

 

  • Un político que habla de seguridad sin pisar una acera es como un crítico gastronómico que nunca prueba el plato.

 

  • “Las calles son seguras”, repiten. ¿Acompañados por cuatro secretas? Normal que lo vean todo tranquilo.

 

  • Aquí en el pueblo la seguridad es conocernos todos. En la ciudad, es rezar para que nadie te elija como excusa.

 

  • La inseguridad no solo mata, también encierra: a los comerciantes tras la verja, a los mayores tras la ventana y a los jóvenes tras el móvil.

 

  • Pero que no cunda el pánico: ya están creando una comisión para estudiar el miedo.

 

Aquí en el caserío, cuando cae la noche, encendemos el farol y seguimos charlando en la puerta. Si un día dejamos de hacerlo, no será por la humedad ni por el relente. Será porque, igual que en la ciudad, empezaremos a temer lo que se mueve detrás de la esquina.

 

“Y entonces, cuando eso pase, ni el ministro con su sonrisa ni el asesor con su estadística podrán convencernos de que vivimos en Disneylandia.”

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