La Libertad y el Honor: dos caminos que deben confluir
La libertad es la esencia de la vida y se debe asociar con el honor. La libertad, como bien decía Philip Randolph, nunca es dada, se gana. Randolph fue un sindicalista de raza negra, gran luchador por los derechos civiles de los de su raza. Un sindicalista de los de antes, de los de verdad, de los que daban la vida en defensa de la justicia, la libertad y el honor; no era un comedor de mariscos, como algunos sindicalistas de nuestro país. Es que la libertad, si no se pierde, no se puede valorar adecuadamente. Uno no llega a comprender qué es la libertad fácilmente, especialmente en nuestros días, en los que se nos dice todo lo que debemos hacer y se nos miente en la inmensa mayoría de las cosas. La primera gran mentira y a su vez un escándalo es la ley electoral, la famosa ley d’Hont, mediante la cual uno no puede votar a las personas sino a los partidos políticos. Es decir, que votas a tu dictador y no a tu valedor; porque el voto no vale igual en las diferentes poblaciones y regiones de España. Lo lógico, lo justo y lo honesto, sería votar a una persona por cada determinado número de habitantes y en caso de no alcanzarse la mayoría absoluta, pues una segunda vuelta solo con los dos primeros votados.
Es Aristóteles quien nos dice algo muy importante acerca de nuestra libertad y es que nunca seremos libres si no sabemos superar nuestros propios miedos. En estos tiempos que nos ha tocado vivir es fundamental, pero han pasado miles de años y seguimos con miedo, aunque cada vez menos y, de vez en cuando, plantamos cara a los abusos. Nos amenazan con la pobreza, nos engañan con falsas promesas y -en definitiva- nos roban nuestro dinero, nuestro esfuerzo y nuestra libertad. San Juan Pablo II, el gran luchador por la libertad nos aclaraba que esta no consiste en hacer lo que nos guste, sino en tener derecho a hacer lo que debemos, cosa que no es considerada por determinados políticos que gobiernan o abusan en el mundo. Por eso, la frase de Abraham Lincoln, que por la libertad dio la vida, es lapidaria: “los que niegan la libertad a otros no la merecen para ellos mismos”. ¿Quién merecería la libertad hoy en día en muchos países presuntamente democráticos, como el nuestro? Por esto, algunos gobernantes suelen acabar en la cárcel, antes o después. No es lógico ni razonable robar la libertad de los demás, como muchos nacionalistas intentan, porque -como dijo Plutarco- la verdadera libertad ha de sujetarse a las leyes de la razón. Y los separatismos son completamente irracionales. Debemos unirnos si queremos continuar progresando en dignidad y calidad de vida. Pero gracias a la indigna ley d’Hont, en la que se basa nuestra ley electoral, la mentira y la maldad se ven respaldadas legalmente.
Tal vez Publio Siro atinaba al decir que Dios mira las manos limpias, no las llenas. Porque, parafraseando a Shakespeare, ningún legado es tan rico como la honradez. Y el remate lo pone Sir Francis Bacon: el hombre que no teme a la verdad, nada tiene que temer de las mentiras. Tomen nota algunos gobernantes que todos sabemos, porque una mentira puede cuidar el presente, pero no tiene futuro.
Publio Sirio decía que debemos perdonar a los demás, pero no a nosotros mismos, como pretenden los separatistas, cuyo único objetivo es enriquecerse con el sudor de la frente de los demás. Publio (o Pubilio) Siro (o Sirio) era un esclavo de Siria al que su amo educó y concedió la libertad. Famosas fueron sus pantomimas, según cuentas las crónicas de los tiempos de Julio César, así como sus escritos, de los que solamente se conservan sus sentencias, algunas de ellas muy famosas, como la que dice: “el juez es condenado cuando el culpable es absuelto”. Hoy se sigue cumpliendo, ¿no es cierto, señor Conde Pumpido? Por citar el juez más famoso. Pero tenemos demasiados jueces en manos de partidos políticos, sirviendo al dinero y las ideas, en vez de a la Justicia.
La libertad es el primer deber que tenemos con nosotros mismos, No me gusta mucho José Martí. Es más, me disgusta bastante. Pero dijo una cosa que no tiene vuelta de hoja: “el primer deber de un hombre es pensar por sí mismo”. Pues parece que ahora alguien piensa por nosotros. Los impuestos, las normas de convivencia (abortos, reglas, nombramientos, exaltación de la homosexualidad, agresión al pensamiento católico pero no al islámico, justificación de leyes claramente injustas…) y todo aquello que suponga un control del honor, de la libertad y del pensamiento, nos lleva al Brave New World, de Aldous Huxley. Ese mundo feliz para quienes nos gobiernan resulta ser una tiranía dictatorial para nosotros. Y lo más grave es que muchos dicen creerse las mentiras que nos imponen, como recientemente algunos “artistas”, que con la verdad por delante no podrían comerse una rosca.
La liberrtad y el honor deben ir de la mano para poder ser felices con una expectativa de futuro. Porque antes o después moriremos y entonces… ¿qué valdrá nuestro dinero robado? Joaquín Borrell, un escritor extraordinario, dice en su libro La esclava de azul que hay tres clases de romanos: Hematófagos, Litocéfalos y Crisódulos. Esto viene a definir las tres actitudes extremas del ser humano: los violentos (amantes de la sangre o hematófagos, como los terroristas de ETA), los torpes e inútiles (son los litocéfalos, cabezas de piedra o tontos y gandules, como los votantes de ciertos partidos) y los ladrones (crisódulos, adoradores del crisol que forma el oro, del dinero, en definitiva, ladrones sin principios de moralidad). Todos podríamos tener alguna parte de esas tres, pero yo creo que hay otras tres facetas muy importantes que deberíamos cultivar todos: nosotros, por supuesto, pero también los políticos; ellos muy en especial. Dichas tres virtudes son: justicia, solidaridad y honradez.
Estas virtudes y sus consecuencias derivan del fortalecimiento de los principios morales, que no solo no se hace, sino que se trata de debilitarlos en beneficio de la mangancia, que puede otorgar el poder cuando se carece de ellos.
Pero no me gustaría terminar estas palabras sin recordar un proverbio ruso, que dice: “con mentiras puedes salir adelante en el mundo, pero nunca puedes volver atrás”. Esto lo saben muy bien muchos jueces honrados y también los que mienten: van cuesta abajo, cada vez a mayor velocidad. Lo lógico es que se estrellen. Las mentiras no tienen futuro.
La libertad es la esencia de la vida y se debe asociar con el honor. La libertad, como bien decía Philip Randolph, nunca es dada, se gana. Randolph fue un sindicalista de raza negra, gran luchador por los derechos civiles de los de su raza. Un sindicalista de los de antes, de los de verdad, de los que daban la vida en defensa de la justicia, la libertad y el honor; no era un comedor de mariscos, como algunos sindicalistas de nuestro país. Es que la libertad, si no se pierde, no se puede valorar adecuadamente. Uno no llega a comprender qué es la libertad fácilmente, especialmente en nuestros días, en los que se nos dice todo lo que debemos hacer y se nos miente en la inmensa mayoría de las cosas. La primera gran mentira y a su vez un escándalo es la ley electoral, la famosa ley d’Hont, mediante la cual uno no puede votar a las personas sino a los partidos políticos. Es decir, que votas a tu dictador y no a tu valedor; porque el voto no vale igual en las diferentes poblaciones y regiones de España. Lo lógico, lo justo y lo honesto, sería votar a una persona por cada determinado número de habitantes y en caso de no alcanzarse la mayoría absoluta, pues una segunda vuelta solo con los dos primeros votados.
Es Aristóteles quien nos dice algo muy importante acerca de nuestra libertad y es que nunca seremos libres si no sabemos superar nuestros propios miedos. En estos tiempos que nos ha tocado vivir es fundamental, pero han pasado miles de años y seguimos con miedo, aunque cada vez menos y, de vez en cuando, plantamos cara a los abusos. Nos amenazan con la pobreza, nos engañan con falsas promesas y -en definitiva- nos roban nuestro dinero, nuestro esfuerzo y nuestra libertad. San Juan Pablo II, el gran luchador por la libertad nos aclaraba que esta no consiste en hacer lo que nos guste, sino en tener derecho a hacer lo que debemos, cosa que no es considerada por determinados políticos que gobiernan o abusan en el mundo. Por eso, la frase de Abraham Lincoln, que por la libertad dio la vida, es lapidaria: “los que niegan la libertad a otros no la merecen para ellos mismos”. ¿Quién merecería la libertad hoy en día en muchos países presuntamente democráticos, como el nuestro? Por esto, algunos gobernantes suelen acabar en la cárcel, antes o después. No es lógico ni razonable robar la libertad de los demás, como muchos nacionalistas intentan, porque -como dijo Plutarco- la verdadera libertad ha de sujetarse a las leyes de la razón. Y los separatismos son completamente irracionales. Debemos unirnos si queremos continuar progresando en dignidad y calidad de vida. Pero gracias a la indigna ley d’Hont, en la que se basa nuestra ley electoral, la mentira y la maldad se ven respaldadas legalmente.
Tal vez Publio Siro atinaba al decir que Dios mira las manos limpias, no las llenas. Porque, parafraseando a Shakespeare, ningún legado es tan rico como la honradez. Y el remate lo pone Sir Francis Bacon: el hombre que no teme a la verdad, nada tiene que temer de las mentiras. Tomen nota algunos gobernantes que todos sabemos, porque una mentira puede cuidar el presente, pero no tiene futuro.
Publio Sirio decía que debemos perdonar a los demás, pero no a nosotros mismos, como pretenden los separatistas, cuyo único objetivo es enriquecerse con el sudor de la frente de los demás. Publio (o Pubilio) Siro (o Sirio) era un esclavo de Siria al que su amo educó y concedió la libertad. Famosas fueron sus pantomimas, según cuentas las crónicas de los tiempos de Julio César, así como sus escritos, de los que solamente se conservan sus sentencias, algunas de ellas muy famosas, como la que dice: “el juez es condenado cuando el culpable es absuelto”. Hoy se sigue cumpliendo, ¿no es cierto, señor Conde Pumpido? Por citar el juez más famoso. Pero tenemos demasiados jueces en manos de partidos políticos, sirviendo al dinero y las ideas, en vez de a la Justicia.
La libertad es el primer deber que tenemos con nosotros mismos, No me gusta mucho José Martí. Es más, me disgusta bastante. Pero dijo una cosa que no tiene vuelta de hoja: “el primer deber de un hombre es pensar por sí mismo”. Pues parece que ahora alguien piensa por nosotros. Los impuestos, las normas de convivencia (abortos, reglas, nombramientos, exaltación de la homosexualidad, agresión al pensamiento católico pero no al islámico, justificación de leyes claramente injustas…) y todo aquello que suponga un control del honor, de la libertad y del pensamiento, nos lleva al Brave New World, de Aldous Huxley. Ese mundo feliz para quienes nos gobiernan resulta ser una tiranía dictatorial para nosotros. Y lo más grave es que muchos dicen creerse las mentiras que nos imponen, como recientemente algunos “artistas”, que con la verdad por delante no podrían comerse una rosca.
La liberrtad y el honor deben ir de la mano para poder ser felices con una expectativa de futuro. Porque antes o después moriremos y entonces… ¿qué valdrá nuestro dinero robado? Joaquín Borrell, un escritor extraordinario, dice en su libro La esclava de azul que hay tres clases de romanos: Hematófagos, Litocéfalos y Crisódulos. Esto viene a definir las tres actitudes extremas del ser humano: los violentos (amantes de la sangre o hematófagos, como los terroristas de ETA), los torpes e inútiles (son los litocéfalos, cabezas de piedra o tontos y gandules, como los votantes de ciertos partidos) y los ladrones (crisódulos, adoradores del crisol que forma el oro, del dinero, en definitiva, ladrones sin principios de moralidad). Todos podríamos tener alguna parte de esas tres, pero yo creo que hay otras tres facetas muy importantes que deberíamos cultivar todos: nosotros, por supuesto, pero también los políticos; ellos muy en especial. Dichas tres virtudes son: justicia, solidaridad y honradez.
Estas virtudes y sus consecuencias derivan del fortalecimiento de los principios morales, que no solo no se hace, sino que se trata de debilitarlos en beneficio de la mangancia, que puede otorgar el poder cuando se carece de ellos.
Pero no me gustaría terminar estas palabras sin recordar un proverbio ruso, que dice: “con mentiras puedes salir adelante en el mundo, pero nunca puedes volver atrás”. Esto lo saben muy bien muchos jueces honrados y también los que mienten: van cuesta abajo, cada vez a mayor velocidad. Lo lógico es que se estrellen. Las mentiras no tienen futuro.