Una investigación alerta sobre el auge silencioso de la radicalización yihadista en Europa
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Un informe recientemente publicado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo lanza una advertencia clara y contundente: Europa enfrenta un nuevo paradigma en la amenaza yihadista, donde la radicalización violenta se gesta cada vez más en la intimidad del hogar y en el silencio de las prisiones.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar una copia del estudio por los canales habituales: [email protected] o en el teléfono 650114502
Titulado “Prevención de la radicalización yihadista en el mundo. Aproximación y análisis de programas, estrategias, políticas y proyectos implementados”, el estudio —firmado por el investigador Carlos Igualada— ofrece una radiografía inquietante de cómo la ideología del terror se adapta, muta y se infiltra en los rincones más vulnerables de nuestras sociedades: internet, cárceles y escuelas.
“Entre 2018 y 2022, el 91% de los atentados en Europa fueron perpetrados por lobos solitarios, sin conexión directa con organizaciones, pero sí radicalizados por el influjo propagandístico de Dáesh”, advierte Igualada en el informe.
El estudio, publicado en junio de 2025 como el número 16 de la colección del Centro Memorial, alerta especialmente sobre dos focos: el ciberespacio como autopista para la autorradicalización y las prisiones europeas como semilleros de extremismo violento. Uno de los datos más alarmantes revela que el 34% de los atentados yihadistas en Europa entre 2018 y 2021 tuvieron vínculos directos con procesos de radicalización en centros penitenciarios.
Además, se señala el preocupante papel creciente de las mujeres en el entramado yihadista, ya no solo como apoyo doméstico o ideológico, sino como agentes activas de radicalización, propagandistas e incluso ejecutoras de atentados suicidas en lugares como Filipinas o Nigeria.
La investigación también pone el foco en la falta de eficacia de algunos programas europeos de prevención, como el fallido “Centro de Reintegración y Ciudadanía” francés, y cuestiona la ausencia de estrategias preventivas sólidas en países como Italia o Polonia, donde la baja incidencia de atentados genera una falsa sensación de seguridad.
Por otro lado, se alaba el modelo danés de Aarhus o iniciativas educativas como el programa español “Memoria y Prevención del Terrorismo”, que incluyen el testimonio directo de víctimas como herramienta pedagógica.
“La prevención ya no es una opción, sino una urgencia estructural en nuestras democracias”, concluye el autor.
Un informe recientemente publicado por el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo lanza una advertencia clara y contundente: Europa enfrenta un nuevo paradigma en la amenaza yihadista, donde la radicalización violenta se gesta cada vez más en la intimidad del hogar y en el silencio de las prisiones.
Nota: Los suscriptores de La Tribuna del País Vasco pueden solicitar una copia del estudio por los canales habituales: [email protected] o en el teléfono 650114502
Titulado “Prevención de la radicalización yihadista en el mundo. Aproximación y análisis de programas, estrategias, políticas y proyectos implementados”, el estudio —firmado por el investigador Carlos Igualada— ofrece una radiografía inquietante de cómo la ideología del terror se adapta, muta y se infiltra en los rincones más vulnerables de nuestras sociedades: internet, cárceles y escuelas.
“Entre 2018 y 2022, el 91% de los atentados en Europa fueron perpetrados por lobos solitarios, sin conexión directa con organizaciones, pero sí radicalizados por el influjo propagandístico de Dáesh”, advierte Igualada en el informe.
El estudio, publicado en junio de 2025 como el número 16 de la colección del Centro Memorial, alerta especialmente sobre dos focos: el ciberespacio como autopista para la autorradicalización y las prisiones europeas como semilleros de extremismo violento. Uno de los datos más alarmantes revela que el 34% de los atentados yihadistas en Europa entre 2018 y 2021 tuvieron vínculos directos con procesos de radicalización en centros penitenciarios.
Además, se señala el preocupante papel creciente de las mujeres en el entramado yihadista, ya no solo como apoyo doméstico o ideológico, sino como agentes activas de radicalización, propagandistas e incluso ejecutoras de atentados suicidas en lugares como Filipinas o Nigeria.
La investigación también pone el foco en la falta de eficacia de algunos programas europeos de prevención, como el fallido “Centro de Reintegración y Ciudadanía” francés, y cuestiona la ausencia de estrategias preventivas sólidas en países como Italia o Polonia, donde la baja incidencia de atentados genera una falsa sensación de seguridad.
Por otro lado, se alaba el modelo danés de Aarhus o iniciativas educativas como el programa español “Memoria y Prevención del Terrorismo”, que incluyen el testimonio directo de víctimas como herramienta pedagógica.
“La prevención ya no es una opción, sino una urgencia estructural en nuestras democracias”, concluye el autor.