Shakespeare y los emigrantes
Hace más de cuatro siglos, miles de hugonotes huían de la Francia católica, ante la persecución que el protestantismo sufría en ese reino, para pedir refugio en Inglaterra. No fueron bien recibidos. A muchos los trataron como a perros.
Indignado por ello, William Shakespeare escribió junto a otros dramaturgos un monólogo para una obra de ficción titulada Sir Thomas Moore sobre un personaje histórico inglés que admiraba, el filósofo, escritor, canciller de Enrique VIII y futuro mártir católico, Tomás Moro.
La obra representaba el ascenso y la caída de Moro e incluye una dramatización de unos disturbios de 1517, cuando los ciudadanos de Londres se rebelaron contra sus vecinos inmigrantes, a los que veían como una amenaza.
Moro confronta a los alborotadores, condenando su "inhumanidad descomunal" y animándolos a considerarla difícil situación humana de los refugiados.
Moro, católico, era alguien que en los días de Shakespeare ya no estaba bien visto por la corona inglesa que ostentaba el primado de la iglesia anglicana, lo que provocó que la obra fuese prohibida por la censura real.
Por ello, la pieza nunca fue representada en sus días y fue olvidada. No pudo ser impresa hasta ser redescubierta en 1844. Finalmente, fue estrenada a nivel mundial en 2004 y sigue siendo una de las obras más desconocidas de Shakespeare.
La pieza traslada circunstancias sucedidas en Inglaterra de Isabel I a finales del siglo XVI a la época de Tomás Moro. En boca del filósofo pone una amarga imprecación contra aquellos que rechazan la compasión hacia los emigrantes, los perseguidos de entonces, pues son nuestros semejantes y un día podemos vernos como ellos.
Todo sucede el primero de mayo de 1517: el pueblo se levanta contra los presuntos abusos de ciudadanos extranjeros en la Inglaterra de Enrique VIII. Tomás Moro realiza un discurso hacia los revoltosos que quieren expulsar a los emigrantes llegados a Inglaterra, lleno de empatía humana, que aplaca a los amotinados.
Este admirable monólogo está escrito a mano por el propio Shakespeare en páginas que aún perduran y cuya traducción poética resumida es aproximadamente la siguiente:
“Mirad, aquello que os ofende es lo que reclamáis, es decir, la paz.
¿Qué hubiera sucedido si hubieran vivido hombres así cuando vosotros erais niños, que hubieran recortado la paz, como también pretendéis vosotros ahora?: la paz en la que habéis crecido hasta hoy, os hubiera sido arrebatada, y los tiempos sangrientos no os hubieran permitido convertiros a ninguno de los presentes en los hombres que hoy sois.
¡Ay, pobres infelices! ¿Qué es lo que habríais logrado, aunque os hubiésemos concedido aquello que buscabais?
Conseguid que se los lleven, y conseguiréis que este clamor vuestro haya arrebatado toda la majestuosidad de Inglaterra.
Imaginad que veis a los desdichados forasteros, con sus hijos a la espalda y su equipaje humilde, arrastrándose a los puertos y costas para ser deportados.
Y vosotros, sentados como reyes sobre vuestros deseos, la autoridad y su justicia silenciadas por vuestra trifulca.
Y vosotros, ataviados con vuestras opiniones, ¿qué habríais conseguido?
Yo os lo diré.
Habríais probado que la insolencia y la mano dura prevalecen, que el orden justo es reprimido.
Y en ese escenario, ninguno de vosotros llegaría a viejo, ya que otros rufianes, a su antojo, con la misma mano, las mismas razones que vosotros y el mismo derecho, os depredarían más tarde, y los hombres, como peces voraces, se devorarían los unos a los otros.
….
Humillaréis a los forasteros, los mataréis, les cortaréis el cuello, os adueñaréis de sus casas, teniendo la grandeza de la ley bajo vuestro control, para desatarla como a un perro de caza.
….
Si por vuestra insolencia, fuerais vosotros los desterrados, ¿qué país, dado vuestro error, os daría asilo? Marchaos a Francia o Flandes, a alguna provincia alemana, a España o Portugal, a cualquier parte que no esté en alianza con Inglaterra, donde no podréis ser sino extranjeros.
¿Os agradaría encontrar una nación con un temperamento tan bárbaro que, estallando con una violencia espantosa, no os proporcionase un hogar en sus dominios, afilase sus abominables cuchillos contra vuestras gargantas, os desdeñara como a perros, como si Dios no fuera vuestro dueño ni os hubiera también creado, como si los elementos no fueran en absoluto apropiados para vuestro bienestar, sino un privilegio reservado a ellos?
¿Qué pensaríais si se os usara de esa manera?
Este es el caso de los extranjeros y tal es vuestra monumental falta de humanidad.”
Cuando hoy en día se habla desde las instancias políticas del problema de la inmigración y la necesidad de regularla y ordenarla, sin el “buenísmo” estéril de la nefasta “ideología Bambi”, conviene tener siempre presente, en todo lo que se proponga para un problema tan complejo, que los inmigrantes son nuestros semejantes y debemos darles el mismo trato que nos gustaría recibir a nosotros si un día nos vemos forzados a dejar nuestra tierra y raíces para integrarnos en otra nación y cultura, como señaló Shakespeare con sabiduría hace más de cuatro siglos.
En el fondo su consejo es muy sencillo: "actuad de manera que luego no sintáis vergüenza de lo que habéis hecho, tened presente que quizás un día vosotros o vuestros hijos podéis sufrir circunstancias similares".
Como tantos españoles que emigraron durante siglos, aunque algunos ahora parecen haberlo olvidado cuando claman contra la inmigración.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
Anexos
Monólogo original completo de Shakespeare en YouTube:
https://youtu.be/8I26Kq3lIgY?si=vx092lzdIfpdcQaw
Referencia de la obra y autoría de Shakespeare:
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Sir_Thomas_More_(obra_de_teatro)
Hace más de cuatro siglos, miles de hugonotes huían de la Francia católica, ante la persecución que el protestantismo sufría en ese reino, para pedir refugio en Inglaterra. No fueron bien recibidos. A muchos los trataron como a perros.
Indignado por ello, William Shakespeare escribió junto a otros dramaturgos un monólogo para una obra de ficción titulada Sir Thomas Moore sobre un personaje histórico inglés que admiraba, el filósofo, escritor, canciller de Enrique VIII y futuro mártir católico, Tomás Moro.
La obra representaba el ascenso y la caída de Moro e incluye una dramatización de unos disturbios de 1517, cuando los ciudadanos de Londres se rebelaron contra sus vecinos inmigrantes, a los que veían como una amenaza.
Moro confronta a los alborotadores, condenando su "inhumanidad descomunal" y animándolos a considerarla difícil situación humana de los refugiados.
Moro, católico, era alguien que en los días de Shakespeare ya no estaba bien visto por la corona inglesa que ostentaba el primado de la iglesia anglicana, lo que provocó que la obra fuese prohibida por la censura real.
Por ello, la pieza nunca fue representada en sus días y fue olvidada. No pudo ser impresa hasta ser redescubierta en 1844. Finalmente, fue estrenada a nivel mundial en 2004 y sigue siendo una de las obras más desconocidas de Shakespeare.
La pieza traslada circunstancias sucedidas en Inglaterra de Isabel I a finales del siglo XVI a la época de Tomás Moro. En boca del filósofo pone una amarga imprecación contra aquellos que rechazan la compasión hacia los emigrantes, los perseguidos de entonces, pues son nuestros semejantes y un día podemos vernos como ellos.
Todo sucede el primero de mayo de 1517: el pueblo se levanta contra los presuntos abusos de ciudadanos extranjeros en la Inglaterra de Enrique VIII. Tomás Moro realiza un discurso hacia los revoltosos que quieren expulsar a los emigrantes llegados a Inglaterra, lleno de empatía humana, que aplaca a los amotinados.
Este admirable monólogo está escrito a mano por el propio Shakespeare en páginas que aún perduran y cuya traducción poética resumida es aproximadamente la siguiente:
“Mirad, aquello que os ofende es lo que reclamáis, es decir, la paz.
¿Qué hubiera sucedido si hubieran vivido hombres así cuando vosotros erais niños, que hubieran recortado la paz, como también pretendéis vosotros ahora?: la paz en la que habéis crecido hasta hoy, os hubiera sido arrebatada, y los tiempos sangrientos no os hubieran permitido convertiros a ninguno de los presentes en los hombres que hoy sois.
¡Ay, pobres infelices! ¿Qué es lo que habríais logrado, aunque os hubiésemos concedido aquello que buscabais?
Conseguid que se los lleven, y conseguiréis que este clamor vuestro haya arrebatado toda la majestuosidad de Inglaterra.
Imaginad que veis a los desdichados forasteros, con sus hijos a la espalda y su equipaje humilde, arrastrándose a los puertos y costas para ser deportados.
Y vosotros, sentados como reyes sobre vuestros deseos, la autoridad y su justicia silenciadas por vuestra trifulca.
Y vosotros, ataviados con vuestras opiniones, ¿qué habríais conseguido?
Yo os lo diré.
Habríais probado que la insolencia y la mano dura prevalecen, que el orden justo es reprimido.
Y en ese escenario, ninguno de vosotros llegaría a viejo, ya que otros rufianes, a su antojo, con la misma mano, las mismas razones que vosotros y el mismo derecho, os depredarían más tarde, y los hombres, como peces voraces, se devorarían los unos a los otros.
….
Humillaréis a los forasteros, los mataréis, les cortaréis el cuello, os adueñaréis de sus casas, teniendo la grandeza de la ley bajo vuestro control, para desatarla como a un perro de caza.
….
Si por vuestra insolencia, fuerais vosotros los desterrados, ¿qué país, dado vuestro error, os daría asilo? Marchaos a Francia o Flandes, a alguna provincia alemana, a España o Portugal, a cualquier parte que no esté en alianza con Inglaterra, donde no podréis ser sino extranjeros.
¿Os agradaría encontrar una nación con un temperamento tan bárbaro que, estallando con una violencia espantosa, no os proporcionase un hogar en sus dominios, afilase sus abominables cuchillos contra vuestras gargantas, os desdeñara como a perros, como si Dios no fuera vuestro dueño ni os hubiera también creado, como si los elementos no fueran en absoluto apropiados para vuestro bienestar, sino un privilegio reservado a ellos?
¿Qué pensaríais si se os usara de esa manera?
Este es el caso de los extranjeros y tal es vuestra monumental falta de humanidad.”
Cuando hoy en día se habla desde las instancias políticas del problema de la inmigración y la necesidad de regularla y ordenarla, sin el “buenísmo” estéril de la nefasta “ideología Bambi”, conviene tener siempre presente, en todo lo que se proponga para un problema tan complejo, que los inmigrantes son nuestros semejantes y debemos darles el mismo trato que nos gustaría recibir a nosotros si un día nos vemos forzados a dejar nuestra tierra y raíces para integrarnos en otra nación y cultura, como señaló Shakespeare con sabiduría hace más de cuatro siglos.
En el fondo su consejo es muy sencillo: "actuad de manera que luego no sintáis vergüenza de lo que habéis hecho, tened presente que quizás un día vosotros o vuestros hijos podéis sufrir circunstancias similares".
Como tantos españoles que emigraron durante siglos, aunque algunos ahora parecen haberlo olvidado cuando claman contra la inmigración.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
Anexos
Monólogo original completo de Shakespeare en YouTube:
https://youtu.be/8I26Kq3lIgY?si=vx092lzdIfpdcQaw
Referencia de la obra y autoría de Shakespeare:
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Sir_Thomas_More_(obra_de_teatro)











