¿Información meteorológica o relato climático?
Durante los últimos meses, ha sido frecuente en medios el uso de la expresión ganar el relato, esas maniobras informativas que pretenden adelantarse a los oponentes de otros grupos políticos en la transmisión de determinadas informaciones, sean estas falsas o ciertas. Se trata de una estrategia que resalta los matices o sesgos favorables a sus intereses, al mismo tiempo que se silencian los aspectos o detalles que impliquen connotaciones negativas. Este tipo de maniobras han existido siempre en los medios de comunicación, donde una misma noticia se presenta de formas muy diferentes, según las tendencias de cada emisora, periódico o cadena de TV. Esa misma estrategia lleva instalada desde hace décadas en las informaciones relativas al cambio climático y al calentamiento global. Aunque, sin divergencias, porque la inmensa mayoría de noticias climáticas tiende a ocultar y resaltar exactamente los mismos datos, independientemente de la ideología del medio.
La difusión sistemática de noticias climáticas catastrofistas ha conseguido instalar el miedo hacia el calentamiento global en la conciencia colectiva. Se puede afirmar que las tesis oficiales sobre el cambio climático han ganado el relato, porque una gran mayoría de la población está convencida de que el clima se está comportando de forma anómala, que por culpa de los seres humanos el Planeta está experimentando un calentamiento que no tiene precedentes y que la Tierra está en peligro. Pero, ¿es esto realmente cierto y está justificado ese miedo?
Se nos dice con frecuencia que estamos atravesando el periodo más cálido desde que hay registros. Esa información sólo sería cierta si se formulase de forma más completa, afirmando que se trata del periodo más cálido desde que hay registros termométricos en los observatorios meteorológicos. Es decir, desde hace aproximadamente dos siglos. Pero la ciencia posee herramientas que permiten conocer la evolución de la temperatura terrestre desde hace miles de millones de años, pudiendo afirmarse categóricamente que no estamos atravesando un periodo anómalamente cálido. Aunque debe reconocerse que determinar si estamos en una etapa de calentamiento o de enfriamiento no es sencillo, ya que depende del intervalo de tiempo que tomemos en consideración. Desde la perspectiva de los últimos 500 millones de años, la Tierra lleva 50 millones de años enfriándose y estamos en una de las épocas más frías de su historia, y no experimentaba un periodo tan frío desde hace 300 millones de años. Sin embargo, desde la perspectiva del último medio millón de años, el Planeta lleva 20.000 años calentándose desde el final de la última glaciación. Si restringimos aún más el periodo de observación a los últimos cuatro mil años, estamos atravesando también un periodo de calentamiento, posterior a la denominada Pequeña Edad de Hielo, y las temperaturas actuales son similares o incluso inferiores a las registradas en los periodos cálidos de la Época Romana o de la Edad Media.
Las oscilaciones térmicas han sido la norma en la historia del planeta y las temperaturas actuales no representan valores anómalos ni críticos. Pero, a pesar de estas evidencias, el relato climático oficial se mantiene inmutable, apoyándose en los informes del IPCC, a pesar de que sus manipulaciones de los datos climáticos han sido objeto de numerosas críticas por parte de prestigiosos científicos. Datos recientes como por ejemplo el hallazgo restos de vegetación y de construcciones que el hielo glaciar cubrió en su avance durante la Pequeña Edad de Hielo, y que ahora están quedando al descubierto al retroceder como consecuencia del calentamiento actual, demuestran que en la Edad Media las temperaturas fueron más elevadas que en la actualidad.
Además, debe tenerse en cuenta que la evolución de la temperatura nunca es lineal, siendo muy frecuentes las oscilaciones. Y, por eso, es frecuente que las temperaturas máximas que se alcanzan en la actualidad hayan tenido precedentes décadas atrás. Estos datos, que contradicen el supuestamente anómalo calentamiento, son sistemáticamente desmentidas por la AEMET, afirmando que nunca se registraron valores más elevados que los 47,4ºC medidos el 14 de agosto de 2021 en Montoro (Córdoba). Sin embargo, el Banco Nacional de Datos Climatológicos registra nueve medidas en las que superaron los 49ºC entre 1957 y 1995, aunque la AEMET las ignora porque supuestamente no son homologables. Aunque, recordando cómo esta agencia cambió recientemente los parámetros para que una primavera fresca se convirtiese en cálida, se hace inevitable dudar de los criterios de homologación.
Los comentarios anteriores sobre la evolución de la temperatura del Planeta son, lógicamente, extrapolables a la temperatura del agua de los mares, cuyos valores tampoco son anómalos ni críticos, incluyendo los del Mediterráneo, que siempre se nos presentan en verano como un mar ardiente. Los datos geológicos atestiguan que, en épocas anteriores, sus aguas estuvieron mucho más calientes que ahora. Hace unos 7 millones de años llegó a evaporarse por completo, quedando en seco, como una inmensa salina. Los estratos salinos que se depositaron en el fondo del mar durante aquella desecación, son hoy explotados mediante minería subterránea para la obtención de sal en Sicilia.
Otro fenómeno que evoluciona en paralelo con la temperatura es el nivel del mar, que va variando al mismo ritmo que la evolución climática, ascendiendo al ir fundiéndose los hielos continentales y al aumentar el volumen del agua por dilatación, y descendiendo cuando se producen los procesos opuestos. En el momento actual el nivel del mar está relativamente bajo, ya que durante los periodos más cálidos anteriormente mencionados se situaba muchas decenas de metros por encima del actual. Por el contrario, hace 20.000 años, al final de la última glaciación estaba 120 – 140 metros por debajo del actual, y ha venido ascendiendo desde entonces a una velocidad que ha ido progresivamente descendiendo. El ritmo actual (2-3 mm/año) no es anómalo ni crítico, ni se ha acelerado, sino que es varias veces más lenta de la que se registraba hace unos pocos miles de años.
Para aderezar debidamente el carácter atemorizante del relato, el lenguaje ha ido evolucionando con una tendencia marcadamente catastrofista, pasando del cambio climático a la crisis climática y al infierno climático, y del bochorno a las noches tropicales, ecuatoriales o incluso infernales. La evolución del léxico ha ido acompañada de un drástico cambio en el lenguaje gráfico, y los mapas de temperatura de los informativos en la mayor parte de los países europeos han experimentado un radical cambio cromático, pasando a utilizar para idénticas temperaturas que años atrás, tonos de colores rojizos muy tórridos.
Por lo tanto, el actual ritmo del calentamiento terrestre como el de elevación del nivel del mar no son críticos ni anómalos, situándose dentro del rango de los valores establecidos por la naturaleza desde hace millones de años. Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación transmiten a la opinión pública informaciones exageradas y catastrofistas, basadas en modelos erróneos que se han demostrado incapaces de pronosticar correctamente el comportamiento climático del planeta. En efecto, las predicciones realizadas desde hace décadas sobre la fusión del hielo polar o la desaparición de ciudades costeras por la elevación del mar han fallado estrepitosamente. La causa principal de estos fracasos radica en las deficiencias de diseño de los modelos climáticos, que sobrevaloran la importancia de las emisiones antrópicas de CO2, en lugar de otorgar un peso específico dominante a las variaciones en radiación solar, el parámetro que en realidad ha controlado la evolución climática desde el inicio de los tiempos.
Para ganar el relato y otorgar verosimilitud a la doctrina oficial, la hipótesis de su origen antrópico viene envuelta bajo el manto protector de un supuesto consenso científico. Pero la realidad, una vez más, es muy diferente. En primer lugar, debe aclararse que el concepto de consenso carece de sentido en el mundo de la ciencia, ya que las hipótesis y las teorías no se aceptan sobre la base de criterios democráticos, sino mediante datos y evidencias. Y, en segundo lugar, no es cierto que exista ese consenso, ya que son miles de científicos (del máximo nivel, algunos de ellos laureados con el premio Nobel) los que se han manifestado en contra de la doctrina oficial del cambio climático, aunque sus opiniones están siendo silenciadas (incluso despreciadas como si se tratasen de burdos terraplanistas ignorantes) por los medios de comunicación de máxima difusión. Y como consecuencia, la doctrina oficial sobre el origen antrópico del calentamiento global, ha transmitido a la opinión pública una realidad sesgada que ignora la información climática proporcionada por la historia geológica de la Tierra, consiguiendo así ganar el relato por goleada.
Es cierto que cada vez son más numerosos los científicos y las publicaciones que se oponen a dicha doctrina, pero, al menos de momento, esa tendencia opositora tiene un mínimo impacto en la opinión pública porque nunca llega a las portadas de los periódicos ni a los titulares de los informativos. No hay duda de que el tiempo terminará poniendo las cosas en su sitio, cuando la temperatura y el nivel del mar, siguiendo los dictados de los ciclos naturales, inicien su descenso, pero, ¿cuándo ocurrirá eso? Hoy por hoy es imposible predecir el momento exacto en que tendrá lugar, aunque los datos sobre la actividad solar indican que no puede tardar mucho, unos años, unas décadas o quizás algunos siglos.
Pero, si no se modifican las políticas climáticas y sus nefastas consecuencias económicas y sociales, cuanto más tarde en revertirse la tendencia del calentamiento, mayor será el precio que deba pagar la humanidad, y muy especialmente Europa. Hacernos creer que reduciendo las emisiones de CO2 seremos capaces de frenar y revertir un calentamiento que está controlado desde hace millones de años por procesos cósmicos, es una estafa global que pasará a la historia como uno de los mayores fraudes (sino el mayor) en la Historia de la ciencia.
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Una versión más extensa de este artículo es accesible en ¿Información meteorológica o relato climático? – www.Entrevisttas.com. Para los lectores interesados, explicaciones más detalladas y documentadas pueden ser consultadas en Aula Magna - Cambios climáticos, de los mismos autores.
Durante los últimos meses, ha sido frecuente en medios el uso de la expresión ganar el relato, esas maniobras informativas que pretenden adelantarse a los oponentes de otros grupos políticos en la transmisión de determinadas informaciones, sean estas falsas o ciertas. Se trata de una estrategia que resalta los matices o sesgos favorables a sus intereses, al mismo tiempo que se silencian los aspectos o detalles que impliquen connotaciones negativas. Este tipo de maniobras han existido siempre en los medios de comunicación, donde una misma noticia se presenta de formas muy diferentes, según las tendencias de cada emisora, periódico o cadena de TV. Esa misma estrategia lleva instalada desde hace décadas en las informaciones relativas al cambio climático y al calentamiento global. Aunque, sin divergencias, porque la inmensa mayoría de noticias climáticas tiende a ocultar y resaltar exactamente los mismos datos, independientemente de la ideología del medio.
La difusión sistemática de noticias climáticas catastrofistas ha conseguido instalar el miedo hacia el calentamiento global en la conciencia colectiva. Se puede afirmar que las tesis oficiales sobre el cambio climático han ganado el relato, porque una gran mayoría de la población está convencida de que el clima se está comportando de forma anómala, que por culpa de los seres humanos el Planeta está experimentando un calentamiento que no tiene precedentes y que la Tierra está en peligro. Pero, ¿es esto realmente cierto y está justificado ese miedo?
Se nos dice con frecuencia que estamos atravesando el periodo más cálido desde que hay registros. Esa información sólo sería cierta si se formulase de forma más completa, afirmando que se trata del periodo más cálido desde que hay registros termométricos en los observatorios meteorológicos. Es decir, desde hace aproximadamente dos siglos. Pero la ciencia posee herramientas que permiten conocer la evolución de la temperatura terrestre desde hace miles de millones de años, pudiendo afirmarse categóricamente que no estamos atravesando un periodo anómalamente cálido. Aunque debe reconocerse que determinar si estamos en una etapa de calentamiento o de enfriamiento no es sencillo, ya que depende del intervalo de tiempo que tomemos en consideración. Desde la perspectiva de los últimos 500 millones de años, la Tierra lleva 50 millones de años enfriándose y estamos en una de las épocas más frías de su historia, y no experimentaba un periodo tan frío desde hace 300 millones de años. Sin embargo, desde la perspectiva del último medio millón de años, el Planeta lleva 20.000 años calentándose desde el final de la última glaciación. Si restringimos aún más el periodo de observación a los últimos cuatro mil años, estamos atravesando también un periodo de calentamiento, posterior a la denominada Pequeña Edad de Hielo, y las temperaturas actuales son similares o incluso inferiores a las registradas en los periodos cálidos de la Época Romana o de la Edad Media.
Las oscilaciones térmicas han sido la norma en la historia del planeta y las temperaturas actuales no representan valores anómalos ni críticos. Pero, a pesar de estas evidencias, el relato climático oficial se mantiene inmutable, apoyándose en los informes del IPCC, a pesar de que sus manipulaciones de los datos climáticos han sido objeto de numerosas críticas por parte de prestigiosos científicos. Datos recientes como por ejemplo el hallazgo restos de vegetación y de construcciones que el hielo glaciar cubrió en su avance durante la Pequeña Edad de Hielo, y que ahora están quedando al descubierto al retroceder como consecuencia del calentamiento actual, demuestran que en la Edad Media las temperaturas fueron más elevadas que en la actualidad.
Además, debe tenerse en cuenta que la evolución de la temperatura nunca es lineal, siendo muy frecuentes las oscilaciones. Y, por eso, es frecuente que las temperaturas máximas que se alcanzan en la actualidad hayan tenido precedentes décadas atrás. Estos datos, que contradicen el supuestamente anómalo calentamiento, son sistemáticamente desmentidas por la AEMET, afirmando que nunca se registraron valores más elevados que los 47,4ºC medidos el 14 de agosto de 2021 en Montoro (Córdoba). Sin embargo, el Banco Nacional de Datos Climatológicos registra nueve medidas en las que superaron los 49ºC entre 1957 y 1995, aunque la AEMET las ignora porque supuestamente no son homologables. Aunque, recordando cómo esta agencia cambió recientemente los parámetros para que una primavera fresca se convirtiese en cálida, se hace inevitable dudar de los criterios de homologación.
Los comentarios anteriores sobre la evolución de la temperatura del Planeta son, lógicamente, extrapolables a la temperatura del agua de los mares, cuyos valores tampoco son anómalos ni críticos, incluyendo los del Mediterráneo, que siempre se nos presentan en verano como un mar ardiente. Los datos geológicos atestiguan que, en épocas anteriores, sus aguas estuvieron mucho más calientes que ahora. Hace unos 7 millones de años llegó a evaporarse por completo, quedando en seco, como una inmensa salina. Los estratos salinos que se depositaron en el fondo del mar durante aquella desecación, son hoy explotados mediante minería subterránea para la obtención de sal en Sicilia.
Otro fenómeno que evoluciona en paralelo con la temperatura es el nivel del mar, que va variando al mismo ritmo que la evolución climática, ascendiendo al ir fundiéndose los hielos continentales y al aumentar el volumen del agua por dilatación, y descendiendo cuando se producen los procesos opuestos. En el momento actual el nivel del mar está relativamente bajo, ya que durante los periodos más cálidos anteriormente mencionados se situaba muchas decenas de metros por encima del actual. Por el contrario, hace 20.000 años, al final de la última glaciación estaba 120 – 140 metros por debajo del actual, y ha venido ascendiendo desde entonces a una velocidad que ha ido progresivamente descendiendo. El ritmo actual (2-3 mm/año) no es anómalo ni crítico, ni se ha acelerado, sino que es varias veces más lenta de la que se registraba hace unos pocos miles de años.
Para aderezar debidamente el carácter atemorizante del relato, el lenguaje ha ido evolucionando con una tendencia marcadamente catastrofista, pasando del cambio climático a la crisis climática y al infierno climático, y del bochorno a las noches tropicales, ecuatoriales o incluso infernales. La evolución del léxico ha ido acompañada de un drástico cambio en el lenguaje gráfico, y los mapas de temperatura de los informativos en la mayor parte de los países europeos han experimentado un radical cambio cromático, pasando a utilizar para idénticas temperaturas que años atrás, tonos de colores rojizos muy tórridos.
Por lo tanto, el actual ritmo del calentamiento terrestre como el de elevación del nivel del mar no son críticos ni anómalos, situándose dentro del rango de los valores establecidos por la naturaleza desde hace millones de años. Sin embargo, la mayoría de los medios de comunicación transmiten a la opinión pública informaciones exageradas y catastrofistas, basadas en modelos erróneos que se han demostrado incapaces de pronosticar correctamente el comportamiento climático del planeta. En efecto, las predicciones realizadas desde hace décadas sobre la fusión del hielo polar o la desaparición de ciudades costeras por la elevación del mar han fallado estrepitosamente. La causa principal de estos fracasos radica en las deficiencias de diseño de los modelos climáticos, que sobrevaloran la importancia de las emisiones antrópicas de CO2, en lugar de otorgar un peso específico dominante a las variaciones en radiación solar, el parámetro que en realidad ha controlado la evolución climática desde el inicio de los tiempos.
Para ganar el relato y otorgar verosimilitud a la doctrina oficial, la hipótesis de su origen antrópico viene envuelta bajo el manto protector de un supuesto consenso científico. Pero la realidad, una vez más, es muy diferente. En primer lugar, debe aclararse que el concepto de consenso carece de sentido en el mundo de la ciencia, ya que las hipótesis y las teorías no se aceptan sobre la base de criterios democráticos, sino mediante datos y evidencias. Y, en segundo lugar, no es cierto que exista ese consenso, ya que son miles de científicos (del máximo nivel, algunos de ellos laureados con el premio Nobel) los que se han manifestado en contra de la doctrina oficial del cambio climático, aunque sus opiniones están siendo silenciadas (incluso despreciadas como si se tratasen de burdos terraplanistas ignorantes) por los medios de comunicación de máxima difusión. Y como consecuencia, la doctrina oficial sobre el origen antrópico del calentamiento global, ha transmitido a la opinión pública una realidad sesgada que ignora la información climática proporcionada por la historia geológica de la Tierra, consiguiendo así ganar el relato por goleada.
Es cierto que cada vez son más numerosos los científicos y las publicaciones que se oponen a dicha doctrina, pero, al menos de momento, esa tendencia opositora tiene un mínimo impacto en la opinión pública porque nunca llega a las portadas de los periódicos ni a los titulares de los informativos. No hay duda de que el tiempo terminará poniendo las cosas en su sitio, cuando la temperatura y el nivel del mar, siguiendo los dictados de los ciclos naturales, inicien su descenso, pero, ¿cuándo ocurrirá eso? Hoy por hoy es imposible predecir el momento exacto en que tendrá lugar, aunque los datos sobre la actividad solar indican que no puede tardar mucho, unos años, unas décadas o quizás algunos siglos.
Pero, si no se modifican las políticas climáticas y sus nefastas consecuencias económicas y sociales, cuanto más tarde en revertirse la tendencia del calentamiento, mayor será el precio que deba pagar la humanidad, y muy especialmente Europa. Hacernos creer que reduciendo las emisiones de CO2 seremos capaces de frenar y revertir un calentamiento que está controlado desde hace millones de años por procesos cósmicos, es una estafa global que pasará a la historia como uno de los mayores fraudes (sino el mayor) en la Historia de la ciencia.
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Una versión más extensa de este artículo es accesible en ¿Información meteorológica o relato climático? – www.Entrevisttas.com. Para los lectores interesados, explicaciones más detalladas y documentadas pueden ser consultadas en Aula Magna - Cambios climáticos, de los mismos autores.