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Miércoles, 30 de Julio de 2025 Tiempo de lectura:

Materiales imposibles: Richard Banduric y la frontera secreta de la tecnología extraterrestre

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Aurora, Colorado, Estados Unidos. Un hombre de cabello blanco, rostro curtido y voz pausada repite una frase que parece salida de una novela de ciencia ficción: “Estos materiales estaban siglos por delante de nosotros. Eran inteligentes. Se reconfiguraban. Se desintegraban si caían en manos equivocadas”. El hombre es Richard Banduric, ingeniero con una carrera de más de cuarenta años en la élite aeroespacial estadounidense, y sus palabras han encendido uno de los debates más intensos sobre tecnología avanzada y la posibilidad de que algo no humano esté interviniendo en la ciencia terrestre.

 

¿Quién es Richard Banduric?

 

Banduric no es un aficionado ni un conspiracionista. Es el principal ejecutivo de Field Propulsion Technologies Inc., una empresa con sede en Aurora dedicada al desarrollo de sistemas de propulsión sin combustible basados en campos eléctricos relativistas. Durante su carrera ha trabajado como ingeniero de software para Lockheed Martin —el gigante de defensa responsable de aeronaves como el F-22 y programas espaciales secretos—, ha participado en la misión Clipper de NASA/JPL destinada a explorar Europa, la luna helada de Júpiter, y ha sido ingeniero senior en United Launch Alliance (ULA), la principal empresa de lanzadores espaciales de Estados Unidos. A todo ello suma su colaboración en proyectos experimentales financiados por DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa del Pentágono.

 

El encuentro con los materiales

 

En una entrevista grabada hace apenas unos días, Banduric relató cómo una organización privada lo contrató para trabajar en ingeniería inversa de ciertos materiales que, desde el primer momento, desafiaban cualquier explicación convencional. “Si los mirabas y tratabas de desmontarlos, se convertían en polvo en cuestión de minutos. Ese polvo, sometido a análisis isotópico, revelaba un origen extraterrestre del mismo”, explica.

 

El ingeniero detalla que al observarlos bajo un microscopio electrónico, las piezas parecían compuestas de “subunidades” que interactuaban entre sí como si mantuvieran algún tipo de comunicación interna. “Era como si supieran dónde estaban y pudieran adaptarse. Algunos se deshidrataban para camuflarse con el entorno, otros intentaban recomponerse al ser separados. Todo apuntaba a que tenían una funcionalidad computacional embebida. No eran materiales pasivos: estaban programados”.

 

En un experimento que describe con detalle, un fragmento fue sometido a una superficie de 3.000 °C. El resultado fue inesperado: el material no solo sobrevivió sino que modificó la temperatura del entorno y, al ser retirado, había perdido parte de su masa. “No tenemos modelos físicos para explicar eso”, admite Banduric.

 

DARPA: el laboratorio del futuro

 

Parte de la investigación de Banduric se desarrolló bajo la supervisión de DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency), la agencia de innovación tecnológica del Departamento de Defensa de EE. UU. Creada en 1958 tras el lanzamiento del Sputnik soviético, su misión ha sido adelantarse al enemigo diseñando tecnologías revolucionarias. Internet, el GPS y los drones militares tienen su origen en laboratorios DARPA. La agencia opera en la intersección entre ciencia extrema y secreto militar, financiando proyectos que, de funcionar, cambian el mundo, y que, de fracasar, desaparecen en la oscuridad de la clasificación gubernamental.

 

Según Banduric, la agencia estaba interesada en las propiedades electrónicas de los materiales que manipulaba y en su posible aplicación en sistemas de propulsión no convencionales. Su empresa, Field Propulsion Technologies, recibió contratos SBIR (Small Business Innovation Research) para investigar conductores compuestos capaces de generar fuerzas externas a partir de nanopartículas en movimiento. En su propia descripción: “Si conseguimos entender cómo funcionan, podríamos construir un sistema de propulsión sin combustible, con aplicaciones militares y espaciales”.

 

¿Tecnología no humana?

 

Lo que más inquieta no es la anécdota experimental, sino el patrón. Banduric describe materiales que se autodestruyen para protegerse, que parecen “saber” dónde están y que están construidos a una escala y con una precisión que hoy no puede reproducirse. “No son solo décadas por delante de nosotros”, insiste, “son probablemente siglos”.

 

El ingeniero asegura que la mayoría de estos fragmentos nunca llegan a manos públicas porque están diseñados para desintegrarse si alguien no autorizado intenta trabajar con ellos. El polvo que queda, una vez analizado, indica una firma isotópica imposible de asociar con procesos industriales terrestres. “Al menos donde fueron fabricados, no era aquí”, dice sin titubear.

 

Entre la ciencia y el misterio

 

Las declaraciones de Banduric han generado una oleada de reacciones. Parte de la comunidad científica pide pruebas replicables y publicaciones revisadas por pares. Los entusiastas de los fenómenos ovni ven en su testimonio la pieza que conecta décadas de rumores sobre programas secretos de ingeniería inversa en EE. UU. con un nombre real y un currículum verificable.

 

Lo cierto es que, más allá de la controversia, Banduric posee credenciales que lo colocan en el corazón de la investigación aeroespacial y militar estadounidense: Lockheed Martin, NASA/JPL, ULA, DARPA. No es un testigo cualquiera, y eso es lo que hace que sus palabras pesen. Si lo que describe es real, estaríamos frente a la primera evidencia técnica de una tecnología no humana interactuando con nuestro mundo. Si no lo es, se trataría de uno de los relatos mejor construidos de los últimos años en el ámbito del misterio tecnológico.

 

El futuro inmediato

 

Banduric sigue trabajando en su empresa en Colorado, desarrollando sistemas de propulsión experimentales. Los materiales que describe están, según él, “bajo custodia en manos que no puedo mencionar”. Mientras tanto, el debate continúa: ¿hemos tenido en nuestras manos tecnología extraterrestre? ¿O es todo un malentendido amplificado por la expectativa y el secreto militar?

 

Lo único seguro es que DARPA, la agencia que alguna vez convirtió ideas imposibles en realidades como Internet, está detrás de parte de la historia. Y cuando DARPA se interesa por algo, el mundo suele cambiar.

 

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