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Sábado, 02 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

Sam Altman: "La Inteligencia Artificial no podrá seguir avanzando sin acceso a la fusión nuclear"

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Sam Altman, CEO de OpenAI, entidad creadora del celebérrimo Chat PPT, ha lanzado una advertencia contundente sobre el futuro de la inteligencia artificial. Según afirma, ya no es posible dar un paso más hacia la Inteligencia Artificial General (AGI) simplemente construyendo más centros de datos: el consumo energético, de agua y el impacto medioambiental imponen un límite que solo podrá romperse con un avance tecnológico tan disruptivo como la fusión nuclear. Altman incluso ha llegado a plantear la idea de trasladar parte de la infraestructura de IA al espacio, consciente de que el salto hacia sistemas más potentes exige replantear por completo la escala de recursos que utilizamos.

 

Durante una reciente entrevista en un popular podcast, Altman reconoció que el desarrollo de GPT‑5 le genera tanto entusiasmo como miedo. Lo comparó con una carrera del tipo Proyecto Manhattan: extremadamente veloz, con pocos frenos y con una capacidad que podría cambiarlo todo en cuestión de meses. GPT‑5, previsto para agosto de 2025, será multimodal, con memoria extendida y una rapidez sin precedentes, pero el propio Altman se pregunta si la humanidad está preparada para liberar una herramienta así sin marcos regulatorios claros. En paralelo, insiste en que la inteligencia artificial ya está transformando el mercado laboral: el “despegue empezó”, asegura, anticipando la desaparición de empleos rutinarios en sectores como la atención al cliente, el análisis de datos o el desarrollo de software, y la creación de nuevas oportunidades mucho más creativas y mejor pagadas para quienes sepan adaptarse. “La productividad se multiplicará, pero solo quienes adopten la IA tendrán ventaja”, subraya.

 

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Su mensaje no es solo técnico, sino ético. Altman advierte de los riesgos asociados al uso indebido de datos, recordando que la información que los usuarios proporcionan a ChatGPT no está protegida por los mismos marcos legales que, por ejemplo, la relación médico-paciente. También pide no confiar ciegamente en la IA debido a sus limitaciones actuales y a fenómenos como las “alucinaciones”, que pueden introducir errores graves si no se contrastan con fuentes fiables. Para Altman, el progreso de la IA es inevitable, pero debe ir acompañado de un replanteamiento social, legal y moral profundo.

 

El contexto estratégico explica la urgencia de su mensaje: OpenAI navega entre presiones internas, negociaciones con gigantes como Microsoft y una opinión pública dividida entre fascinación y temor. El propio retraso en el lanzamiento de GPT‑5, sustituido temporalmente por modelos intermedios como GPT‑4.5, refleja que el desafío no es solo escalar la tecnología, sino hacerlo de manera sostenible, segura y con una gobernanza adecuada.

 

En el fondo, la advertencia de Altman es doble: sin una revolución en cómo alimentamos y controlamos la IA, el progreso se estancará; pero si el salto llega demasiado rápido, el mundo podría no estar preparado para absorber su impacto. El umbral es claro: la próxima generación de inteligencia artificial necesitará una energía casi infinita y una ética igualmente poderosa. Y en ese cruce de caminos, lo que está en juego no es solo el futuro de la tecnología, sino el papel mismo de lo humano en la era de las máquinas pensantes.

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