Un artículo de Diego Fusaro
Los iraquíes echan de menos a Saddam Hussein
Saddam Hussein
Leemos en "Il Fatto Quotidiano" que los iraquíes lloran a Saddam Hussein. Es fácil de creer. El caso de Irak es emblemático. Es un ejemplo clásico de imperialismo ético, con bombardeos humanitarios y misiles democráticos de fabricación estadounidense.
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) December 26, 2024
La situación con Saddam no fue ciertamente celestial, pero no fue nada comparada con lo que vino después, cuando se desató el infierno. Algo similar ocurrió en Libia, por ejemplo, después de la era de Gadafi. Parafraseando al viejo Tácito, crean un desierto y lo llaman paz. El modus operandi del imperialismo estadounidense ya debería ser universalmente conocido: las políticas imperialistas preestablecidas se justifican ante la opinión pública por la necesidad de intervenir contra el dictador de turno, identificado con cualquier presidente que se atreva a disentir del consenso de Washington, ya sea Saddam o Gadafi, Milosevic o Putin. Suele presentarse como el nuevo Hitler, según el conocido reductio ad Hitlerum, para que una opinión pública meticulosamente manipulada acepte con sombría euforia el intervencionismo imperialista presentado como democrático y emancipador: donde está Hitler, siempre debe estar Hiroshima (ubi Hitler, ibi Hiroshima). El Estado atacado es rápidamente "liberado", es decir, puesto bajo la égida estadounidense y sumido en el caos.
Una de las primeras reformas implementadas en Irak por Estados Unidos fue, por supuesto, la adopción de un libre mercado sin fronteras. En el caso de Irak, además, seguramente no habrán olvidado la vergonzosa escena de Colin Powell agitando el tubo de ensayo que contenía, según él, pruebas de las armas de destrucción masiva presentes en Irak, que en realidad nunca se encontraron y se utilizaron ideológicamente solo para justificar la agresión estadounidense contra el propio Irak. La historia enseña pero no tiene alumnos, y por eso mismo estamos condenados a revivirla con todas sus tragedias y tormentos: todavía hoy abundan los incurables que se tragan el relato dominante y se alegran del intervencionismo norteamericano, sin haber entendido nada del modus operandi del imperialismo de la civilización del dólar.
Traducción: Carlos X. Blanco

Leemos en "Il Fatto Quotidiano" que los iraquíes lloran a Saddam Hussein. Es fácil de creer. El caso de Irak es emblemático. Es un ejemplo clásico de imperialismo ético, con bombardeos humanitarios y misiles democráticos de fabricación estadounidense.
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La situación con Saddam no fue ciertamente celestial, pero no fue nada comparada con lo que vino después, cuando se desató el infierno. Algo similar ocurrió en Libia, por ejemplo, después de la era de Gadafi. Parafraseando al viejo Tácito, crean un desierto y lo llaman paz. El modus operandi del imperialismo estadounidense ya debería ser universalmente conocido: las políticas imperialistas preestablecidas se justifican ante la opinión pública por la necesidad de intervenir contra el dictador de turno, identificado con cualquier presidente que se atreva a disentir del consenso de Washington, ya sea Saddam o Gadafi, Milosevic o Putin. Suele presentarse como el nuevo Hitler, según el conocido reductio ad Hitlerum, para que una opinión pública meticulosamente manipulada acepte con sombría euforia el intervencionismo imperialista presentado como democrático y emancipador: donde está Hitler, siempre debe estar Hiroshima (ubi Hitler, ibi Hiroshima). El Estado atacado es rápidamente "liberado", es decir, puesto bajo la égida estadounidense y sumido en el caos.
Una de las primeras reformas implementadas en Irak por Estados Unidos fue, por supuesto, la adopción de un libre mercado sin fronteras. En el caso de Irak, además, seguramente no habrán olvidado la vergonzosa escena de Colin Powell agitando el tubo de ensayo que contenía, según él, pruebas de las armas de destrucción masiva presentes en Irak, que en realidad nunca se encontraron y se utilizaron ideológicamente solo para justificar la agresión estadounidense contra el propio Irak. La historia enseña pero no tiene alumnos, y por eso mismo estamos condenados a revivirla con todas sus tragedias y tormentos: todavía hoy abundan los incurables que se tragan el relato dominante y se alegran del intervencionismo norteamericano, sin haber entendido nada del modus operandi del imperialismo de la civilización del dólar.
Traducción: Carlos X. Blanco