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Arturo Aldecoa Ruiz
Viernes, 08 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

El día que Mari lanzó el fuego del cielo

Hoy vamos a hablar  de unas casi olvidadas leyendas vizcaínas y el sorprendente fondo real que hay tras ellas, incomprensible en su época, pero que hoy podemos explicar.

 

1 Una divinidad femenina ancestral

 

Mari era la diosa principal de la mitología vasca precristiana. Se contaba que residía en cuevas en las cumbres de las montañas, recibiendo un nombre particular en cada una.

 

La más importante de sus moradas era la del monte Amboto en Vizcaya, una formidable crestería que domina el Duranguesado.

 

El hogar de Mari era una cueva emplazada al borde del abismo que se abre en su paredón calizo oriental. Se decía que dentro guardaba oro y piedras preciosas y que allí a veces se la podía ver en la entrada, sentada tranquilamente peinándose su larga cabellera con un peine de oro.

 

Se contaba que cuando viajaba de una cueva a otra de las que usaba como morada,  surcaba los cielos envuelta en una bola de fuego.

 

En ocasiones también acudía a ver a su marido “Sugaar el culebro”, una especie de dragón que habitaba en la cercana sima de Balzola en el monte Gorbea. Era fácil saber cuándo se juntaba la pareja: esos días se desataban tormentas tremendas.

 

2. La “Dama”

 

Los lugareños la llamaban a Mari la “Dama del Amboto” A pesar de la cristianización se seguía creyendo en su presencia y la gente aseguraba  verla a veces envuelta en sus fuegos viajando entre sus moradas.

 

La importancia de Mari fue tal en la sociedad vizcaina medieval que los primeros Señores de  Vizcaya de la Casa de Haro, para acrecentar su prestigio y derechos, afirmaban estar emparentados con ella.

 

Así lo cuenta en portugués  la leyenda escrita en 1345, que relata el "Livro de Linhagens" del Conde Barcelos, hijo del Rey Don Dionís de Portugal respecto al primer  Señor histórico de Vizcaya, Diego López de Haro:

 

Estando este un día de montería tras un jabalí, oyó cantar sobre una peña a una mujer muy hermosa y bien vestida, y se enamoró de ella. Le preguntó quién era, y ella le respondió que era de muy alto linaje, Don Diego le dijo que se casaría con ella, si ella quisiera, y que él era señor de aquella tierra. Está mujer era muy hermosa y bella  en todo su cuerpo, salvo que tenía un pie hendido, como de cabra.

 

La Dama le dijo que se casaría con él si le prometía que nunca se santiguaría en su presencia. Él aceptó y ella se fue con él. Tuvieron un hijo, Enheguez Guerra y una hija.

 

Pasados unos años, durante un banquete celebrado tras cazar un jabalí, don Diego, al ver a dos canes pelearse por un hueso, y a una pequeña podenca matar de una dentellada a un gran alano, lo tuvo por milagro, y se persignó diciendo: "¿Santa María me valga ¿Quién vio, nunca tal cosa?"

 

Cuando se santiguó, su mujer echó mano de la hija y del hijo, pero Don Diego retuvo fuertemente al chico. Al momento, la Dama, llevándose a su hija,  huyó del palacio por una ventana y regresó para siempre a las montañas.

 

Tiempo después, Don Diego fue de campaña a tierras de moros, donde fue capturado y llevado preso a Toledo.

 

Su hijo estaba muy preocupado por él y pidió consejo a los vizcaínos sobre como liberarle. Ellos dijeron que no lo sabían, pero le aconsejaron consultarlo con su madre, así que subió solo a las montañas para ver a la Dama.

 

Esta le indicó como llegar esa mañana a Toledo gracias al caballo volador que le entregó, llamado “Pardalo” (pantera). Y siguiendo las instrucciones de su madre liberó a su padre y lo trajo esa misma noche de regreso a Vizcaya. La Dama aseguró a su hijo que bajo su protección saldría siempre victorioso de todas las batallas en las que en el futuro participase como heredero del Señorío de los Haro. Poco después, Don Diego murió, y Enheguez Guerra se convirtió en el nuevo Señor.

 

3.Una ofrenda para el “culebro”

 

Pero, según cuenta también en su libro el Conde Barcelos, esa acción protectora y los derechos de titularidad del Señorío de la casa de Haro estaban también condicionados al cumplimiento de otro ritual, claramente pagano.

 

Como rito propiciatorio, los señores de Vizcaya debían ofrecer al “culebro” las entrañas de las vacas que mataban en su palacio en Busturia, dejando las vísceras al anochecer en una peña fuera de la aldea, sucediendo que por la mañana los mismos habían desaparecido, supuestamente aceptados como ofrenda pactada.

 

Cuando no lo hacían, como castigo, ellos o sus familiares o allegados sufrían desgracias. Está costumbre pagana se mantuvo hasta 1326, con la muerte de Juan el Tuerto, Señor de Vizcaya.

 

Otro eco del pretendido parentesco de los Señores de Vizcaya con Mari pudiera ser la tradición vizcaína de jurar su cargo el Señor con el pie descalzo, quizás como recuerdo del vínculo con la Dama del pie hendido, lo que hicieron aparentemente los Señores hasta finales de la edad media, según relatan diversos autores.

 

Hasta aquí las leyendas que eran aceptadas y divulgadas en aquellos tiempos en una Vizcaya rural, cerrada sobre si misma y aparentemente cristianizada, pero en la que los seres sobrenaturales precristianos seguían aún claramente presentes.

 

¿Porqué tuvieron una pervivencia tan larga en Vizcaya hasta casi la edad moderna, mientras desaparecieron en muchas otras regiones cristianizadas de España y Europa?

 

Voy a plantearles una hipótesis: un día sucedió lo impensable: los seres sobrenaturales parecieron manifestar su poder a la vista de todos.

 

Lo cierto es que en la edad media algo insufló nueva fuerza a la religión natural primitiva, a Mari y a quienes, por variados motivos (general económicos y egoístas), se oponían a la presencia del poder de la Iglesia en el Señorío.

 

4. Un día de noviembre de 1180

 

Faltaban solo dos décadas para el año 1200 y Don Rodrigo de Cascante, Obispo de Calahorra y Nájera, procedente de una ilustre casa de navarra, colocaba la primera piedra de la Iglesia Catedral que había de establecerse en Santo Domingo de la Calzada. Necesitaba recaudar más recursos para su templo y Vizcaya era una de sus posibles fuentes de financiación.

 

Lo que les voy a contar tuvo lugar en concreto un día de mediados de noviembre de 1180 del nuestro calendario gregoriano  actual. Oficialmente era el 5 de noviembre del año 1218 de la era hispánica entonces utilizada como cronología oficial (un cómputo que comenzaba el año 38 antes de Cristo con la conquista de Hispania por Octavio César).

 

Casualmente ese día las Juntas Generales reunidas en el robledal de Guernica  debatían si se podía permitir al Obispo de Calahorra, sede sucesora del desaparecido obispado de Armentia, controlar las iglesias y conventos de Vizcaya, algo que desagradaba sobremanera a los vizcaínos, pues no sólo no querían controles eclesiásticos foráneos sobre los diezmos y primicias de sus templos y monasterios sino que aparentemente estaban muy disgustados por la desaparición de la antigua Diócesis de Armentia, en Álava, que sentían más próxima que la riojana, aunque esto último era quizás solo una excusa.

 

Por ello el Señor de Vizcaya Don Diego López de Haro, que no quería problemas en la Corte con el Rey Alfonso VIII, que acababa de nombrarle Alférez Real, ni con la poderosa  Iglesia medieval, intentaba convencerles de aceptar la petición del Obispo calagurritano.

 

Pero justo a la hora nona,  cuando creía que finalmente los tercos vizcaínos iban a ceder y  aceptar la petición, un prodigio sucedió en el cielo, unos grandes fuegos lo cruzaron de este a oeste dejando largas estelas hasta perderse en el horizonte sobre las tierras de Burgos.

 

“¡Es Mari!”, clamaron muchos de los presentes.

 

“¡Si permitimos al Obispo entrar y controlar Vizcaya, la Dama se irá y nos abandonará!”

 

El propio Señor de Vizcaya estaba impresionado por aquellos fuegos celestes causados por la ira de su antepasada, así que nada pudo oponer cuando los vizcaínos acordaron que el ningún obispo pudiera controlar los diezmos, primicias y templos del Señorío, ni tampoco pisar su territorio.

 

Es obvio que una decisión tan dura de las Juntas Generales de Vizcaya enfrentó al Señor con el Rey y la iglesia.

 

Se sabe hace tiempo que a finales de 1180 debió surgir algún problema entre Don Diego, Alférez Real y Alfonso VIII, pues hasta 1182 no se le vio de nuevo por Castilla al Señor de Vizcaya,  que se rumoreó que tanteó pasar su fidelidad a Navarra, au que al final se arregló con Alfonso VIII de Castilla, en cuyo reinado jugó un papel principal en Alarcos y, sobre todo en la victoria decisiva de las Navas de Tolosa.

 

El otro problema para el Señor de Vizcaya fue la ofensa a la jerarquía eclesiástica. Precisamente también fue en 1182 cuando Don Diego donó á Santo Domingo de la Calzada, una serna en Santa María de Leiva, siendo gobernador de la Rioja, quizás para suavizar relaciones.

 

Pero, ¿qué fue en realidad lo que vieron en el cielo Don Diego y los vizcaínos. Lo sabemos porque cayó en las Merindades de Burgos, como recoge con detalles una fuentede la época.

 

5. Fuego celeste  sobre las Merindades de Burgos

 

Según se cuenta en la “Crónica de Alfonso VIII”, en el becerro antiguo del hospital de Medina de Pomar, se relata lo siguiente, que transcribo resumido en lenguaje modernizado:

 

“Andando la era M. CC. XVIII. en cinco días andados del mes de Noviembre vino del cielo grande fuego a la hora de nona, y  descendió sobre una casa de la villa de Medina de Pomar; y viendo el gran fuego los vecinos de dicho lugar, fueron a apagarlo y estando así vieron que todo el logar se abrasaba, y salieron todos del mismo.

 

Vieron que se quemaban otros, y estos eran San Pedro de Tejada, El Almiñé,  Incinillas, Bisjueces y otros lugares.

 

Y tuvieron  gran temor los hombres de los lugares, se fueron a la ribera del rio Ebro, y de otros ríos, y vieron quemar un monte de muchos arboles y matas, que yacen entre Pesadas  y Villa alta, y no cesó hasta el octavo  día.”

 

En otras palabras, una lluvia de meteoritos dispersos en un área amplia de las Merindades de Burgos y el valle de Valdivielso.

 

Algo inexplicable en aquellos días, que los vizcaínos atribuyeron a la ira de Mari,  cuyo prestigio creció, y los burgaleses posiblemente a un castigo divino.

 

6. ¿Restos del cometa Encke?

 

El suceso tuvo lugar en noviembre, por ello pudo tener su origen en una coincidencia orbital de nuestro planeta con los restos del cometa Encke, que hoy en día se considera el responsable de las lluvias de estrellas fugaces conocidas como Taúridas y, con la aparición de bólidos que llegan a impactar en la superficie terrestre (meteoritos).

 

El actual y pequeño cometa Encke y las Táuridas son restos de un gran  cometa que llegó al sistema solar hace unos diez mil años y, por efecto de las mareas gravitatorias del Sol y los planetas, tras cada regreso se fue rompiendo en pedazos y liberando material, dejando un reguero de restos que la Tierra intersecta dando lugar ocasionalmente a grandes lluvias de estrellas, aparición de bolidos y caída de meteoritos.

 

Así que la próxima vez que alguien les hable de Mari, de Sugaar y de sus fuegos celestes recuerden que a veces si fueron reales.

 

Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 – 2019

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