Cazanazis: La implacable insistencia de la justicia
Más de ochenta años después del Holocausto, el mundo no ha renunciado a juzgar a sus responsables. Esta es la historia de los últimos juicios, los últimos nombres… y los que aún se esconden.
1. Un amanecer en Hamburgo
La luz gris del invierno se cuela por los ventanales de un edificio de ladrillo rojo en el barrio de Wandsbek, en Hamburgo. Son las seis de la mañana. Dos agentes federales, un fiscal y una enfermera llaman a la puerta del apartamento 3B. Cuando la puerta se abre, aparece un hombre de mirada perdida y andar torpe. Tiene noventa y siete años. Se llama Friedrich K., y durante el año 1944 sirvió como vigilante en el campo de concentración de Sachsenhausen. No ha sido acusado de matar, ni de torturar, ni de dar órdenes. Pero estaba allí. Y eso, en la nueva jurisprudencia alemana, basta para ser juzgado.
2. El eco de la justicia
Durante décadas, los perseguidores de criminales nazis parecían estar librando una batalla contra el tiempo. "Cada día que pasa es una posibilidad menos", solía decir Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal y uno de los últimos cazadores de nazis en activo. Su lista de objetivos incluía a médicos, burócratas, guardias y colaboracionistas que participaron en la maquinaria de exterminio, pero que vivieron durante años en la comodidad del anonimato, muchos de ellos en América del Norte y del Sur.
En Alemania, la Oficina Central para la Investigación de Delitos Nacionalsocialistas, con sede en Ludwigsburg, sigue funcionando desde 1958. En los últimos años ha enviado decenas de expedientes a las fiscalías locales, reabriendo casos archivados y exhumando nombres casi olvidados. Desde el juicio contra John Demjanjuk en 2011, se admite como jurisprudencia que la mera colaboración en un campo de exterminio, sin pruebas directas de crímenes, puede ser suficiente para una condena.
3. Nombres que vuelven del olvido
En 2018, Estados Unidos deportó a Jakiw Palij, un anciano ucraniano que había vivido durante décadas en Nueva York. Trabajó como guardia en el campo de Trawniki, en la Polonia ocupada. Alemania lo recibió y lo albergó en una residencia de mayores, pero nunca llegó a ser juzgado. Murió unos meses después.
En 2024, el nombre de Yaroslav Hunka saltó a los titulares. Había sido homenajeado por error en el Parlamento canadiense, pero pronto se reveló que pertenecía a una unidad nazi responsable de matanzas en Ucrania. Rusia emitió una orden de arresto internacional. Canadá se negó a extraditarlo. El escándalo reabrió el debate sobre los muchos nazis que encontraron refugio en Norteamérica.
Ese mismo año, en 2024, Argentina descubrió centenares de libretas de afiliación al Partido Nazi, ocultas en cajas desde 1941. Documentos, fotografías y listados de nombres han permitido abrir nuevas líneas de investigación sobre la red de huida nazi en Sudamérica. Muchos de los buscados murieron sin juicio. Pero sus rastros persisten.
4. Las voces del juicio final
"Mi abuela murió en Ravensbrück. Tenía veinticuatro años. Siempre he esperado este momento", declaraba una mujer alemana durante una de las sesiones contra un exfuncionario de las SS, celebradas en 2022. No se trataba de venganza, decía, sino de memoria. "No es por él. Es por ella. Por todos los que nunca volvieron".
Pero también hay otras voces. Las que piden que se deje descansar a los ancianos. Las que señalan la futilidad de procesar a un hombre que no puede mantenerse en pie. "¿Para qué sirve todo esto?", preguntaba el abogado de un acusado en Fráncfort. "¿Es justicia o teatro moral?"
5. La memoria como deber
Para los fiscales y jueces que siguen adelante, la respuesta es clara: el tiempo no borra los crímenes contra la humanidad. No hay prescripción moral. Y aunque los acusados mueran en mitad del proceso, el esfuerzo de investigarlos, interrogarlos y juzgarlos deja una huella en la conciencia colectiva. La historia no se cierra por olvido, sino por verdad.
En la actualidad, hay más de una decena de procesos abiertos en Alemania. Algunos, en fase de instrucción. Otros, esperando fecha de juicio. Las pruebas son escasas, las memorias borrosas, los cuerpos frágiles. Pero la maquinaria de la justicia sigue girando.
6. La tumba sin nombre
En las afueras de Lviv, Ucrania, hay un cementerio con cruces de madera podrida y placas oxidadas. Una de ellas reza: "Karl M., 1921-1997". Nada más. Ni flores, ni visitantes. Durante años, los historiadores creyeron que ese nombre pertenecía a un campesino local. Pero un documento hallado en 2023 sugiere que pudo haber sido un oficial de las SS fugado tras la guerra. Nunca fue identificado oficialmente. Nunca fue juzgado.
Hay otros como él. Y mientras quede uno, el mundo seguirá buscándolos.
Nota del autor: Este reportaje se basa en informaciones recopiladas por medios internacionales entre 2018 y 2025, así como en los informes del Centro Simon Wiesenthal, la Oficina Central de Ludwigsburg y diversos archivos desclasificados. Las escenas han sido recreadas con fines narrativos, basadas en hechos reales.
Más de ochenta años después del Holocausto, el mundo no ha renunciado a juzgar a sus responsables. Esta es la historia de los últimos juicios, los últimos nombres… y los que aún se esconden.
1. Un amanecer en Hamburgo
La luz gris del invierno se cuela por los ventanales de un edificio de ladrillo rojo en el barrio de Wandsbek, en Hamburgo. Son las seis de la mañana. Dos agentes federales, un fiscal y una enfermera llaman a la puerta del apartamento 3B. Cuando la puerta se abre, aparece un hombre de mirada perdida y andar torpe. Tiene noventa y siete años. Se llama Friedrich K., y durante el año 1944 sirvió como vigilante en el campo de concentración de Sachsenhausen. No ha sido acusado de matar, ni de torturar, ni de dar órdenes. Pero estaba allí. Y eso, en la nueva jurisprudencia alemana, basta para ser juzgado.
2. El eco de la justicia
Durante décadas, los perseguidores de criminales nazis parecían estar librando una batalla contra el tiempo. "Cada día que pasa es una posibilidad menos", solía decir Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal y uno de los últimos cazadores de nazis en activo. Su lista de objetivos incluía a médicos, burócratas, guardias y colaboracionistas que participaron en la maquinaria de exterminio, pero que vivieron durante años en la comodidad del anonimato, muchos de ellos en América del Norte y del Sur.
En Alemania, la Oficina Central para la Investigación de Delitos Nacionalsocialistas, con sede en Ludwigsburg, sigue funcionando desde 1958. En los últimos años ha enviado decenas de expedientes a las fiscalías locales, reabriendo casos archivados y exhumando nombres casi olvidados. Desde el juicio contra John Demjanjuk en 2011, se admite como jurisprudencia que la mera colaboración en un campo de exterminio, sin pruebas directas de crímenes, puede ser suficiente para una condena.
3. Nombres que vuelven del olvido
En 2018, Estados Unidos deportó a Jakiw Palij, un anciano ucraniano que había vivido durante décadas en Nueva York. Trabajó como guardia en el campo de Trawniki, en la Polonia ocupada. Alemania lo recibió y lo albergó en una residencia de mayores, pero nunca llegó a ser juzgado. Murió unos meses después.
En 2024, el nombre de Yaroslav Hunka saltó a los titulares. Había sido homenajeado por error en el Parlamento canadiense, pero pronto se reveló que pertenecía a una unidad nazi responsable de matanzas en Ucrania. Rusia emitió una orden de arresto internacional. Canadá se negó a extraditarlo. El escándalo reabrió el debate sobre los muchos nazis que encontraron refugio en Norteamérica.
Ese mismo año, en 2024, Argentina descubrió centenares de libretas de afiliación al Partido Nazi, ocultas en cajas desde 1941. Documentos, fotografías y listados de nombres han permitido abrir nuevas líneas de investigación sobre la red de huida nazi en Sudamérica. Muchos de los buscados murieron sin juicio. Pero sus rastros persisten.
4. Las voces del juicio final
"Mi abuela murió en Ravensbrück. Tenía veinticuatro años. Siempre he esperado este momento", declaraba una mujer alemana durante una de las sesiones contra un exfuncionario de las SS, celebradas en 2022. No se trataba de venganza, decía, sino de memoria. "No es por él. Es por ella. Por todos los que nunca volvieron".
Pero también hay otras voces. Las que piden que se deje descansar a los ancianos. Las que señalan la futilidad de procesar a un hombre que no puede mantenerse en pie. "¿Para qué sirve todo esto?", preguntaba el abogado de un acusado en Fráncfort. "¿Es justicia o teatro moral?"
5. La memoria como deber
Para los fiscales y jueces que siguen adelante, la respuesta es clara: el tiempo no borra los crímenes contra la humanidad. No hay prescripción moral. Y aunque los acusados mueran en mitad del proceso, el esfuerzo de investigarlos, interrogarlos y juzgarlos deja una huella en la conciencia colectiva. La historia no se cierra por olvido, sino por verdad.
En la actualidad, hay más de una decena de procesos abiertos en Alemania. Algunos, en fase de instrucción. Otros, esperando fecha de juicio. Las pruebas son escasas, las memorias borrosas, los cuerpos frágiles. Pero la maquinaria de la justicia sigue girando.
6. La tumba sin nombre
En las afueras de Lviv, Ucrania, hay un cementerio con cruces de madera podrida y placas oxidadas. Una de ellas reza: "Karl M., 1921-1997". Nada más. Ni flores, ni visitantes. Durante años, los historiadores creyeron que ese nombre pertenecía a un campesino local. Pero un documento hallado en 2023 sugiere que pudo haber sido un oficial de las SS fugado tras la guerra. Nunca fue identificado oficialmente. Nunca fue juzgado.
Hay otros como él. Y mientras quede uno, el mundo seguirá buscándolos.
Nota del autor: Este reportaje se basa en informaciones recopiladas por medios internacionales entre 2018 y 2025, así como en los informes del Centro Simon Wiesenthal, la Oficina Central de Ludwigsburg y diversos archivos desclasificados. Las escenas han sido recreadas con fines narrativos, basadas en hechos reales.