El humo negro se eleva como una cortina mortuoria sobre Las Médulas, ese paisaje rojizo que los romanos esculpieron con agua hace dos mil años y que la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad. Ahora, las llamas escriben su propia historia devastadora sobre la montaña leonesa, mientras más de una docena de incendios mantienen en vilo a media España, con más de 6.000 personas evacuadas y un país que arde literal y metafóricamente.
Es 13 de agosto de 2025, y España vive, bajo el Gobierno extremista de Pedro Sánchez, uno de sus veranos más incendiarios. El termómetro marca 45,5 grados centígrados en Badajoz, cifra similar a la de otros muchos veranos, pero las administraciones públicas socialistas se dedican exclusivamente a teñir los mapas meteorológicos de rojo sangre y los servicios de emergencia libran una batalla desigual contra un enemigo que se alimenta de inoperancia, dejadez, abandono, viento y sequía.
En Tres Cantos, un pueblo próspero al norte de Madrid conocido por sus urbanizaciones ordenadas y su alta calidad de vida, la tragedia tiene nombre y apellido: Mircea, un ciudadano rumano de 50 años de edad que trabajaba como mozo de cuadra en la hípica de Soto de Viñuelas. Cuando la mayoría de los vecinos solo pensaba en resguardarse de las llamas, él se acordó de los animales.
Eran las siete y cuarto de la tarde del lunes 11 de agosto cuando el infierno se desató en el este de Tres Cantos. En apenas 40 minutos, el fuego recorrió seis kilómetros, ayudado por una tormenta seca y rachas de viento de más de 70 kilómetros por hora. Las llamas, hambrientas y veloces, se dirigían directamente hacia la urbanización donde vivían cientos de familias y donde Mircea cuidaba de una veintena de caballos.
No lo dudó. Mientras otros huían, él corrió hacia las cuadras. Al parecer, se encontraba en el lugar intentando salvar a los caballos de una muerte fatal a merced de las llamas. Algunos testigos creen que intentó cortar las vallas para que los animales pudieran escapar en libertad. Pero el fuego fue más rápido.
Cuando los equipos de rescate lo encontraron en el tejado de una vivienda, tenía quemaduras en el 98% de su cuerpo. El helicóptero de la Guardia Civil que lo trasladó al Hospital La Paz llevaba más que un herido: llevaba el símbolo de una generosidad que mata, de esa humanidad, tan ajena al Gobierno de Pedro Sánchez, que a veces nos cuesta la vida.
Mircea murió en el hospital pocas horas después. En la finca calcinada quedaron los cuerpos de 27 caballos, aquellos que había intentado salvar hasta el último aliento.
Mientras Madrid lloraba a Mircea, Castilla y León se convertía en el epicentro de la devastación, con 2.520 evacuados y pueblos enteros desalojados. Once incendios activos mantienen en vilo a la comunidad, cinco de ellos en el nivel máximo de gravedad antes de declarar la emergencia nacional.
En Zamora, los pueblos de Molezuelas, Villageriz, Congosta y Alcubillas de Nogales han sido vaciados de sus habitantes. En León, 4.345 personas de 23 pueblos han sido evacuadas por el incendio que amenaza directamente Las Médulas, ese paraje único que ahora ve cómo el fuego devora siglos de historia.
Galicia tampoco se salva. La Junta ha decretado el nivel 2 de emergencia provincial por la oleada de incendios simultáneos que ya han calcinado alrededor de 4.350 hectáreas. En Orense, nueve incendios mantienen cortado el tren de alta velocidad entre Madrid y Galicia, convirtiendo esta comunidad en una isla de fuego.
La lista de la devastación continúa: Toledo, con un incendio que ha traspasado a Extremadura; Navarra, donde Carcastillo resiste como puede; Cádiz, donde Tarifa lucha contra las llamas que amenazan Atlanterra y Zahara de los Atunes.
La ironía cruel de 2025 es que comenzó como un año prometedor. Las abundantes lluvias de la primavera habían logrado reducir tanto el número de incendios como la superficie quemada en la primera mitad del año. Hasta el 22 de junio, la superficie quemada se limitaba a 16.734 hectáreas, un 51,8% menos que la media de los últimos diez años.
Pero julio y agosto han cambiado radicalmente el panorama. Entre el 1 de enero y el 3 de agosto, el número de grandes incendios en España ya suma 14, una cifra que roza los 16 de todo 2023 y los 12 de 2024. La superficie forestal quemada asciende a 39.155 hectáreas, y estas cifras aumentan cada día que pasa.
Un piloto apagafuegos lo explica con claridad: "En invierno ha llovido mucho y eso ha hecho que crezca mucho pasto". La vegetación exuberante de la primavera se ha convertido en combustible perfecto para un verano de calor y sequía".
Mientras el país arde, la clase política está de vacaciones. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, disfruta de su descanso en el complejo de La Mareta, en Lanzarote, donde permanecerá del 2 al 25 de agosto. La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, estaba de vacaciones en Miami, en su segundo viaje a esa ciudad en poco más de dos meses. El presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, se encontraba en Cádiz disfrutando de sus vacaciones.
La polémica estalló cuando el ministro de transportes, Óscar Puente, escribió en redes sociales: "Sinvergüenzas. En plena catástrofe y ellos de farra". Una guerra de declaraciones que evidencia cómo la España socialista arde también en lo político mientras las llamas reales devoran el territorio.
Dos personas han perdido la vida: Mircea en Tres Cantos y un voluntario bombero en León. Decenas de heridos entre bomberos y vecinos dan cuenta de la dureza de esta batalla. Cerca de 1.000 militares de la UME han sido desplegados en una operación que recuerda más a un teatro de guerra que a una campaña de extinción.
Las carreteras cortadas se cuentan por decenas. El AVE Madrid-Galicia interrumpido. Pueblos fantasma evacuados. Hospitales en alerta por las víctimas de inhalación de humo. En Tres Cantos, 1.500 hectáreas han sido devastadas, una superficie equivalente a más de 2.000 campos de fútbol.
En Las Médulas, el fuego no solo devora vegetación: devora historia. Ese paisaje único que los romanos crearon extrayendo oro con agua ahora ve cómo las llamas escriben su propia crónica devastadora. "Se ha gastado mucho dinero en tonterías como las rutas para BTT y no en prevención", lamenta el mayor experto en este paraje.
Los animales pagan el precio más alto. En Tres Cantos, veterinarios voluntarios han acudido para eutanasiar a los animales que quedaban vivos aunque totalmente quemados, para que dejasen de sufrir. Entre 22 y 27 caballos murieron en la hípica donde trabajaba Mircea. En el refugio Burrolandia se perdieron cabras. En dos explotaciones se han retirado los cuerpos de 150 cabezas de ovino de raza autóctona colmenareña.
"Ha sido un incendio inédito en nuestra región, con las peores circunstancias, esa tormenta seca, vientos de 70 kilómetros por hora, un estrés hídrico del combustible que lleva muchos días acumulando esas altas temperaturas y esa bajísima humedad relativa", explica un responsable de emergencias.
España tiene todos los ingredientes para el cóctel molotov perfecto: temperaturas extremas, viento, sequía tras un invierno que llenó los montes de vegetación, un Gobierno socialista inepto y negligencias humanas, causantes del 95% de los incendios. La Guardia Civil ha detenido a un trabajador de extinción de incendios por provocar intencionadamente un fuego en Ávila por "intereses laborales".
La Junta de Castilla y León ha prolongado hasta el 18 de agosto la alerta de riesgo por incendios forestales, coincidiendo con la ampliación de la ola de calor. Los meteorólogos no traen buenas noticias: aunque se prevé un descenso de las temperaturas, la ola de calor continuará hasta el próximo lunes 18 de agosto.
En los pueblos evacuados, las familias esperan en polideportivos habilitados, con sus maletas precipitadas y la incertidumbre de no saber si tendrán casa a la que volver. En los hospitales, los sanitarios tratan quemaduras e intoxicaciones por humo. En los cuarteles, los bomberos duermen con la ropa puesta, sabiendo que la próxima llamada puede llegar en cualquier momento.
España arde, pero no se rinde. En cada helicóptero que despega, en cada manguera que se despliega, en cada evacuación ordenada, se escribe también una historia de resistencia. Como Mircea, que prefirió morir intentando salvar vidas antes que vivir huyendo del fuego.
Su ejemplo quedará grabado en la memoria de un país que, cada verano, debe elegir entre la comodidad y el heroísmo, entre mirar hacia otro lado o correr hacia las llamas para salvar lo que más importa.
Porque al final, en medio de este infierno de agosto, lo que queda claro es que España puede arder, pero su gente no se quema. Se templa mientras sus Gobiernos se encuentran de vacaciones.