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Domingo, 17 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:
Nuevo movimiento popular

"Nicolás, el que paga": el poderoso fenómeno sociológico francés que denuncia la extorsion fiscal de las democracias liberales

[Img #28708]La imagen es de una simplicidad brutal: un hombre de treinta años, camisa blanca arrugada, corbata aflojada, la cabeza entre las manos en un gesto de desesperación. A su alrededor, flechas multicolores que mapean un universo de transferencias fiscales: hacia Bernard y Chantal, jubilados de 70 años disfrutando de cruceros; hacia Karim, 25 años, inmigrante ilegal beneficiario del subsidio social; hacia el continente africano a través de la Agencia Francesa de Desarrollo. En el centro de este esquema redistributivo, él: "Nicolas, el que paga".

 

Lo que comenzó en 2020 como una broma viral en las redes sociales se ha convertido, cinco años después, en el símbolo de una revuelta silenciosa que mantiene en vilo al gobierno liberal de Emmanuel Macron. Según la agencia de monitoreo Visibrain, más de 503.000 tuits mencionando "Nicolas, el que paga" han sido publicados desde el comienzo del año, con un pico marcado desde junio. En el Elíseo, el fenómeno ya no se toma a la ligera. "Prestamos atención a movimientos como 'Nicolas que paga'", confía un consejero presidencial. "Es a la vez una señal de rechazo fiscal y una posible recuperación por parte de la extrema derecha."

 

Para comprender la potencia sociológica de "Nicolas, el que paga", es necesario retroceder a sus orígenes como meme. La cuenta de X (antes Twitter) conocida como @bouliboulibouli, a menudo presentada como una cuenta de extrema derecha y a quien ciertos medios atribuyen la paternidad de la expresión, explica que "el meme Nicolas viene de la cuenta macronista Sidounours". La ironía de que un fenómeno inicialmente anti-Macron haya sido concebido por un partidario del presidente no es menor: ilustra cómo las dinámicas digitales pueden escapar completamente al control de sus creadores.

 

El 29 de abril de 2020, aparece por primera vez una infografía titulada "El contrato social", donde surge este Nicolas de camisa y corbata, abrumado por el peso fiscal. La imagen sugiere que Nicolas financia no solo las pensiones de los baby-boomers, sino también las ayudas sociales de una población inmigrada representada por "Karim".

 

[Img #28709]¿Quién es Nicolas? Es, ante todo, un hombre treintañero, graduado universitario, asalariado del sector privado, a menudo presentado como caucásico, cuya vida encarna la Francia urbana, activa, conforme a las expectativas del Estado y escrupulosa con sus obligaciones fiscales. Nicolas trabaja, cotiza, no defrauda y espera un retorno de la inversión del sistema. Es el arquetipo del contribuyente francés moderno: demasiado "rico" para recibir subsidios, pero no lo suficientemente adinerado para escapar de la carga del aumento de impuestos.

 

La elección del nombre no es casual. Desde un punto de vista sociológico, el "Nicolas" de 2025 hereda del nombre de moda en los años 1980, y por tanto, encarna toda una generación que ha entrado hace poco en la vida de "adulto fiscalizado". Esta generación, que sucede a los "pichones" de 2012, a los "gorros rojos" de 2013 o más recientemente a los "Chalecos Amarillos" de 2018, se vive como el nuevo "tonto del cuento" del nuevo Estado autoritario y providencial.

 

El poder del meme reside en su capacidad para cristalizar frustraciones difusas en una narrativa simple. Los miembros de la generación "Nicolas" se enfrentan a un sentimiento de "declasamiento": a pesar de un alto nivel de estudios, enfrentan un poder adquisitivo estancado, una crisis aguda de la vivienda y la percepción de una promesa rota del ascensor social.

 

Cada nuevo gasto público insólito se convierte en combustible para el movimiento. El proyecto de espectáculo de 11 millones de euros en Rouen, el salto en paracaídas de la presidenta de la Asamblea Nacional, o incluso la instalación de distribuidores de crema solar gratuita en Ouistreham: ¡es Nicolas quien paga! El economista Erwann Tison, director de estudios del Instituto Sapiens, es categórico: "Este hartazgo es un movimiento de fondo. Son los preliminares de una revuelta."

 

Lo que comenzó como una crítica fiscal ha adquirido, inexorablemente, una dimensión identitaria. Esta corriente se basa en una síntesis ideológica que mezcla un libertarismo que aspira a un Estado mínimo y una inflexión identitaria creciente, vinculando la crítica del asistencialismo con la de la inmigración. La figura de "Karim" en el esquema original no es neutra: vehicula la idea de que Nicolas financia no solo las pensiones de jubilados franceses, sino también las ayudas sociales de poblaciones inmigradas.

 

En el esquema también aparece el logo de Western Union en una flecha que conecta "Karim" con el continente africano. Una forma de denunciar las transferencias de dinero realizadas entre ciertos miembros de la diáspora magrebí en Francia y su familia que permanece al otro lado del Mediterráneo. Esta representación visual condensa en una imagen las tensiones identitarias que atraviesan la sociedad francesa.

 

El éxito viral del meme no ha pasado desapercibido para la clase política. Así, el diputado de los Bouches-du-Rhône, Gérault Varny, la ha adoptado durante un debate en la Asamblea Nacional sobre los gastos del Estado. "Cada vez que se desperdicia un euro de dinero público, es Nicolas quien paga", declaró en el hemiciclo.

 

Eric Ciotti, figura emblemática de la derecha gala, ha hecho de la expresión una de sus armas favoritas. Ciotti ironizó sobre el sobrepaso presupuestario de los Juegos Olímpicos: "No importa, es Nicolas quien paga la cuenta." Incluso Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa, ha debido enfrentarse al fenómeno, aunque con cierta perplejidad: "Pero no lo conozco, a ese Nicolas", respondió cuando fue interrogado sobre el tema.

 

El fenómeno ha trascendido las fronteras francesas. El fenómeno "Nicolas" ha incluso cruzado el Canal de la Mancha, donde un homónimo en versión anglófona - "Nick" - también ha aparecido. En ciertos medios profesionales londinenses, el término "Nicolas" ha entrado incluso en el vocabulario corriente para designar a un contribuyente sobrecargado. Esta difusión internacional sugiere que el malestar fiscal francés responde a dinámicas más amplias en las sociedades occidentales.

 

En los pasillos del poder, la alarma ha sonado. Para numerosos observadores, "Nicolas, el que paga" evoca el espectro de los Chalecos Amarillos, otro movimiento de protesta nacido en línea en 2018 antes de transformarse en una contestación masiva. El recuerdo de las rotondas bloqueadas y de los sábados de violencia en los Campos Elíseos persigue a un Ejecutivo latrecho e incapaz que debe afrontar un otoño social potencialmente explosivo.

 

El presupuesto 2026 que prepara François Bayrou, con 44 mil millones de euros de ahorros: recortes presupuestarios, nuevos impuestos y supresión de dos días festivos, constituye una combinación explosiva. Los llamamientos a "bloquear el país" el 10 de septiembre circulan en las redes sociales, alimentando los temores gubernamentales.

 

El fenómeno "Nicolas que paga" ha catalizado el surgimiento de una nueva derecha liberal que se emancipa de los partidos tradicionales. La influencia del modelo Javier Milei, presidente argentino libertario, se siente particularmente a través del éxito del Partido Mileísta Francés que propugna un "plan motosierra" inspirado en la escuela austriaca.

 

El creador de la cuenta @NicolasQuiPaie se dice a sí mismo cercano al "minarquismo identitario", una doctrina que propugna un Estado mínimo y una fiscalidad muy reducida, además del rechazo a la inmigración. Esta síntesis ideológica, que combina aspiraciones libertarias con inquietudes identitarias, podría redefinir el paisaje político francés.

 

Los números revelan la amplitud del fenómeno. Los datos de Odoxa revelan la amplitud del malestar generacional: el 56% de los franceses piensa que su situación social es peor que la de sus padres a la misma edad, y el 67% estima que sus hijos vivirán peor. Esta percepción de declive alimenta directamente el éxito del fenómeno "Nicolas, el que paga".

 

El economista Erwann Tison subraya la especificidad generacional del fenómeno: "La generación de menores de 35 años nunca ha sido tan gravada fiscalmente". Es esta generación la que toma el relevo, en una lógica individualista de retorno sobre la inversión fiscal.

 

"Nicolas, el que paga" es más que un meme: es un síntoma. El vigor del meme "Nicolas, el que paga" transmite una interrogación profunda sobre la legibilidad, la eficacia y la equidad del gasto público. Revela las profundas fisuras que atraviesan la sociedad francesa y europea: tensiones generacionales, malestares identitarios, crisis del consentimiento fiscal.

 

En un país donde según una encuesta IFOP publicada por La Marseillaise, el 93% de los habitantes de Provenza-Alpes-Costa Azul declaran haber tenido ya dificultades para acceder a un servicio público esencial, la fórmula "Nicolas, el que paga" cristaliza la frustración de quienes tienen la impresión de financiar un sistema del que no se benefician.

 

La pregunta que obsesiona a los observadores políticos es simple: ¿podrá Marine Le Pen capitalizar este malestar? La gran cuestión es saber si Le Pen puede obtener más votos entre el contingente a menudo reacio de "Nicolas", que tiende a considerar su política como más alineada con los intereses de los baby-boomers "Chantal y Bernard".

 

El analista Bruno Jeanbart, de OpinionWay, estima que el campo de Macron tiene "razón de inquietarse" por el movimiento. "Saben que esto toca el corazón de su electorado, jóvenes exitosos que creen que hay que hacer muchos esfuerzos para trabajar, y que votaron por Macron."

 

¿Qué será de "Nicolas, el que paga"? ¿Se convertirá en un nuevo movimiento de los Chalecos Amarillos, capaz de paralizar el país? ¿O se disipará en la bruma digital de las redes sociales? Una cosa es cierta: ha revelado una fractura profunda en el corazón de la sociedad francesa, entre quienes pagan y quienes reciben, entre quienes trabajan y quienes se benefician del trabajo de los demás.

 

En esta Francia de 2025, donde el gobierno prepara 44 mil millones de euros de recortes presupuestarios, Nicolas ha dejado de ser solo un meme. Se ha convertido en el espejo deformante de una sociedad que duda de su modelo social, en el símbolo de una generación que ya no cree en las promesas de la redistribución. El fenómeno "Nicolas" revela una crisis de confianza mayor hacia el modelo social francés.

 

Mientras tanto, en los despachos del Elíseo, los consejeros presidenciales escudriñan las redes sociales, conscientes de que detrás de cada meme puede esconderse el germen de una revuelta. Porque en la Francia digital de 2025, las revoluciones ya no se hacen en las barricadas: se hacen con hashtags. Y Nicolas, con su cabeza entre las manos y su factura fiscal, podría ser la Marianne de una nueva insurrección, la de los contribuyentes hartos.

 

La historia nos enseña que las grandes convulsiones sociales a menudo comienzan con pequeños signos aparentemente anodinos. En la Francia de Macron, ese signo lleva un nombre: Nicolas. Y él, efectivamente, paga.


Reportaje basado en análisis de fuentes digitales, entrevistas a especialistas y seguimiento de redes sociales entre febrero y agosto de 2025.

 

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