Atrapada a 7.200 metros: La tragedia de Natalia Nagovitsyna en el pico Pobeda
![[Img #28751]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/08_2025/6293_screenshot-2025-08-27-at-08-15-36-natalia-nagovitsyna-buscar-con-google.png)
A 7.439 metros sobre el nivel del mar, donde el oxígeno es tan escaso que cada respiración se convierte en una conquista, el pico Pobeda —"Victoria" en ruso— se alza como una pirámide de hielo y roca que desafía tanto a la gravedad como a la cordura humana. Es la montaña más alta de Kirguistán, la segunda más elevada de la extinta Unión Soviética, y desde el 12 de agosto de 2025, la tumba de hielo donde Natalia Nagovitsyna, de 47 años, yace atrapada con una pierna fracturada, convertida en el epicentro de un rescate que desafía todos los límites de lo posible.
Para entender la tragedia de Natalia hay que remontarse a 1967, cuando el Gobierno de la Unión Soviética creó el premio "Leopardo de las Nieves" para conmemorar el cincuentenario de la Revolución de Octubre. No era solo una medalla; era la coronación de una épica alpinística que exigía conquistar los cinco colosos de más de siete mil metros que se erguían en territorio soviético: Ismail Samani (7.495 m), Lenin (7.134 m), Korzhenevskaya (7.105 m), Khan Tengri (7.010 m) y Pobeda (7.439 m).
Natalia Nagovitsyna conocía el precio de estas montañas. En 2021, su esposo había muerto de un derrame cerebral a 6.900 metros en el Khan Tengri, el mismo pico donde ella estuvo presente, testigo silenciosa de cómo la montaña se cobra sus víctimas sin discriminación ni piedad. Pero lejos de apartarla de las alturas, aquella pérdida la impulsó hacia un objetivo que se había vuelto obsesión: completar el Leopardo de las Nieves. Cuatro cumbres ya habían caído ante sus botas. Solo le quedaba una. La última. La que ahora se ha convertido en su prisión de hielo.
El 12 de agosto, Natalia alcanzó la cima del Pobeda junto a su guía Roman. Durante unos minutos fugaces, estuvo en la cima del mundo que conocía, con el Leopardo de las Nieves prácticamente en sus manos. Pero la montaña, como una diosa cruel, le tenía preparado un castigo ejemplar.
En el descenso se resbaló y se fracturó la pierna. Lo que debería haber sido su momento de gloria se transformó en el inicio de una cuenta regresiva hacia la muerte. Roman le proporcionó los primeros auxilios y la refugió en una tienda de campaña naranja antes de descender al campamento base en busca de ayuda. Natalia quedó sola, a 7.150 metros de altura, donde las temperaturas nocturnas descienden hasta los 30 grados bajo cero.
Dos montañistas, un italiano llamado Luca Sinigaglia y un alemán, emprendieron una misión heroica para alcanzar a Nagovitsyna. Lograron llegar hasta ella y le proporcionaron elementos esenciales para la supervivencia: una bolsa de dormir, una estufa, un cilindro de gas y algo de comida. Pero la montaña ya había decidido el precio de aquella generosidad.
Luca Sinigaglia perdió la vida a causa de un edema cerebral y una hipotermia severa. Su cuerpo permanece en una cueva de hielo, inalcanzable para cualquier operación de recuperación. El alemán logró alcanzar el campo base en estado crítico, llevando consigo la amarga noticia de que Natalia seguía viva, pero que rescatarla era prácticamente imposible.
La tragedia se multiplicó como una avalancha imparable. Un helicóptero Mi-8 del Ministerio de Defensa de Rusia, enviado para evacuar a Nagovitsyna y otros alpinistas heridos, se estrelló cuando intentaba aterrizar a 4.600 metros por el mal tiempo. A bordo viajaban nueve personas, incluidos el piloto y dos rescatistas, que sufrieron distintas fracturas.
El 19 de agosto, un dron sobrevoló la zona y captó imágenes que verificaban que la montañera continúa resistiendo. Las imágenes mostraban a una figura dentro de la tienda naranja, saludando repetidamente hacia el cielo. Era Natalia, confirmando que después de siete días en condiciones que desafían toda lógica de supervivencia, seguía luchando.
Pero esa confirmación de vida se convirtió en una ventana al infierno para quienes desde abajo contemplaban la imposibilidad del rescate. Las autoridades de Kirguistán declararon imposible continuar con el rescate tras varios intentos fallidos, enfrentándose a una realidad implacable: clima extremo con tormentas de nieve y vientos fuertes, terreno peligroso en zonas escarpadas e inestables, y una altitud que convierte cada movimiento en un desafío titánico.
Mientras los equipos de rescate desmantelaban el campamento base y las autoridades oficiales daban por terminada la operación, una voz se alzó con la fuerza de la desesperación y la negativa absoluta a rendirse. Mijail Nagovitsyn, hijo de Natalia, ha solicitado públicamente que se reanuden los esfuerzos de rescate, afirmando que su madre sigue viva.
"Mi madre está viva", clamó Mijail, desafiando las declaraciones oficiales y convertiendo su dolor en una cruzada mediática que ha conmovido al mundo del alpinismo. Ha compartido el video del 19 de agosto donde se ve a su madre saludando desde la tienda naranja, como un testimonio desesperado de que la esperanza aún late en las alturas.
La historia de Natalia Nagovitsyna es más que la crónica de un rescate fallido; es el retrato descarnado de la obsesión humana por conquistar lo inconquistable. El Pobeda fue retirado de la lista original del Leopardo de las Nieves por tensiones entre la URSS y China, y reintegrado en 1990, convirtiéndose en el quinto y más temible de los desafíos.
Expertos lo consideran "uno de los picos más fríos y severos del planeta" y el más difícil de los cinco necesarios para obtener el reconocimiento de Leopardo de las Nieves. La ruta normal requiere entre 5 y 10 días en condiciones favorables, pero cuando la meteorología se vuelve adversa, la montaña se transforma en una trampa mortal de hielo y viento.
Las temperaturas rondan los 30 grados negativos por la noche en la cumbre, acompañadas de ráfagas de viento y tormentas de nieve. En este escenario dantesco, la supervivencia humana se mide en horas, no en días. Los expertos coinciden en que, lamentablemente, Natalia Nagovitsyna ya no está viva, pero la familia se aferra a la creencia de que su fortaleza física y su experiencia en la montaña pueden haber obrado el milagro de mantenerla con vida.
El último intento programado de rescate incluía el uso de un helicóptero Airbus H125 del Ministerio de Situaciones de Emergencia de Kirguistán, pilotado por un experto italiano, ya que en el país no hay pilotos con experiencia a esa altura. Pero como todos los anteriores, se vio frustrado por las condiciones meteorológicas implacables.
Mientras escribo estas líneas, Natalia Nagovitsyna permanece en algún lugar entre la vida y la muerte, entre la cumbre conquistada y el descenso imposible. Su historia se ha convertido en un espejo donde se reflejan tanto la grandeza como la fragilidad humana, la delgada línea que separa el triunfo de la tragedia en el mundo de la alta montaña.
Las posibilidades de salvar a Nagovitsyna son mínimas, aunque su caso ha despertado un amplio movimiento de solidaridad y ha puesto sobre la mesa los desafíos extremos del montañismo en zonas tan hostiles como el Pico Pobeda.
En las alturas donde el aire se vuelve cristal y cada respiración es una victoria contra la muerte, Natalia Nagovitsyna escribió su nombre con letras de hielo en la historia del alpinismo. Buscaba ser un Leopardo de las Nieves y terminó convertida en una leyenda congelada en el tiempo, en el último testimonio de que hay sueños por los que vale la pena morir, aunque el precio sea quedar para siempre suspendida entre el cielo y la tierra, en esa frontera invisible donde los humanos tocan lo divino y descubren que los dioses también pueden ser crueles.
La montaña guarda sus secretos con celo de eternidad. Y en algún lugar, a 7.200 metros de altura, una tienda naranja sigue siendo el último hogar de una mujer que quiso ser leopardo y terminó siendo presa de su propio sueño.
El viento sigue ululando en las alturas. Pero ya no hay respuesta.
A 7.439 metros sobre el nivel del mar, donde el oxígeno es tan escaso que cada respiración se convierte en una conquista, el pico Pobeda —"Victoria" en ruso— se alza como una pirámide de hielo y roca que desafía tanto a la gravedad como a la cordura humana. Es la montaña más alta de Kirguistán, la segunda más elevada de la extinta Unión Soviética, y desde el 12 de agosto de 2025, la tumba de hielo donde Natalia Nagovitsyna, de 47 años, yace atrapada con una pierna fracturada, convertida en el epicentro de un rescate que desafía todos los límites de lo posible.
Para entender la tragedia de Natalia hay que remontarse a 1967, cuando el Gobierno de la Unión Soviética creó el premio "Leopardo de las Nieves" para conmemorar el cincuentenario de la Revolución de Octubre. No era solo una medalla; era la coronación de una épica alpinística que exigía conquistar los cinco colosos de más de siete mil metros que se erguían en territorio soviético: Ismail Samani (7.495 m), Lenin (7.134 m), Korzhenevskaya (7.105 m), Khan Tengri (7.010 m) y Pobeda (7.439 m).
Natalia Nagovitsyna conocía el precio de estas montañas. En 2021, su esposo había muerto de un derrame cerebral a 6.900 metros en el Khan Tengri, el mismo pico donde ella estuvo presente, testigo silenciosa de cómo la montaña se cobra sus víctimas sin discriminación ni piedad. Pero lejos de apartarla de las alturas, aquella pérdida la impulsó hacia un objetivo que se había vuelto obsesión: completar el Leopardo de las Nieves. Cuatro cumbres ya habían caído ante sus botas. Solo le quedaba una. La última. La que ahora se ha convertido en su prisión de hielo.
El 12 de agosto, Natalia alcanzó la cima del Pobeda junto a su guía Roman. Durante unos minutos fugaces, estuvo en la cima del mundo que conocía, con el Leopardo de las Nieves prácticamente en sus manos. Pero la montaña, como una diosa cruel, le tenía preparado un castigo ejemplar.
En el descenso se resbaló y se fracturó la pierna. Lo que debería haber sido su momento de gloria se transformó en el inicio de una cuenta regresiva hacia la muerte. Roman le proporcionó los primeros auxilios y la refugió en una tienda de campaña naranja antes de descender al campamento base en busca de ayuda. Natalia quedó sola, a 7.150 metros de altura, donde las temperaturas nocturnas descienden hasta los 30 grados bajo cero.
Dos montañistas, un italiano llamado Luca Sinigaglia y un alemán, emprendieron una misión heroica para alcanzar a Nagovitsyna. Lograron llegar hasta ella y le proporcionaron elementos esenciales para la supervivencia: una bolsa de dormir, una estufa, un cilindro de gas y algo de comida. Pero la montaña ya había decidido el precio de aquella generosidad.
Luca Sinigaglia perdió la vida a causa de un edema cerebral y una hipotermia severa. Su cuerpo permanece en una cueva de hielo, inalcanzable para cualquier operación de recuperación. El alemán logró alcanzar el campo base en estado crítico, llevando consigo la amarga noticia de que Natalia seguía viva, pero que rescatarla era prácticamente imposible.
La tragedia se multiplicó como una avalancha imparable. Un helicóptero Mi-8 del Ministerio de Defensa de Rusia, enviado para evacuar a Nagovitsyna y otros alpinistas heridos, se estrelló cuando intentaba aterrizar a 4.600 metros por el mal tiempo. A bordo viajaban nueve personas, incluidos el piloto y dos rescatistas, que sufrieron distintas fracturas.
El 19 de agosto, un dron sobrevoló la zona y captó imágenes que verificaban que la montañera continúa resistiendo. Las imágenes mostraban a una figura dentro de la tienda naranja, saludando repetidamente hacia el cielo. Era Natalia, confirmando que después de siete días en condiciones que desafían toda lógica de supervivencia, seguía luchando.
Pero esa confirmación de vida se convirtió en una ventana al infierno para quienes desde abajo contemplaban la imposibilidad del rescate. Las autoridades de Kirguistán declararon imposible continuar con el rescate tras varios intentos fallidos, enfrentándose a una realidad implacable: clima extremo con tormentas de nieve y vientos fuertes, terreno peligroso en zonas escarpadas e inestables, y una altitud que convierte cada movimiento en un desafío titánico.
Mientras los equipos de rescate desmantelaban el campamento base y las autoridades oficiales daban por terminada la operación, una voz se alzó con la fuerza de la desesperación y la negativa absoluta a rendirse. Mijail Nagovitsyn, hijo de Natalia, ha solicitado públicamente que se reanuden los esfuerzos de rescate, afirmando que su madre sigue viva.
"Mi madre está viva", clamó Mijail, desafiando las declaraciones oficiales y convertiendo su dolor en una cruzada mediática que ha conmovido al mundo del alpinismo. Ha compartido el video del 19 de agosto donde se ve a su madre saludando desde la tienda naranja, como un testimonio desesperado de que la esperanza aún late en las alturas.
La historia de Natalia Nagovitsyna es más que la crónica de un rescate fallido; es el retrato descarnado de la obsesión humana por conquistar lo inconquistable. El Pobeda fue retirado de la lista original del Leopardo de las Nieves por tensiones entre la URSS y China, y reintegrado en 1990, convirtiéndose en el quinto y más temible de los desafíos.
Expertos lo consideran "uno de los picos más fríos y severos del planeta" y el más difícil de los cinco necesarios para obtener el reconocimiento de Leopardo de las Nieves. La ruta normal requiere entre 5 y 10 días en condiciones favorables, pero cuando la meteorología se vuelve adversa, la montaña se transforma en una trampa mortal de hielo y viento.
Las temperaturas rondan los 30 grados negativos por la noche en la cumbre, acompañadas de ráfagas de viento y tormentas de nieve. En este escenario dantesco, la supervivencia humana se mide en horas, no en días. Los expertos coinciden en que, lamentablemente, Natalia Nagovitsyna ya no está viva, pero la familia se aferra a la creencia de que su fortaleza física y su experiencia en la montaña pueden haber obrado el milagro de mantenerla con vida.
El último intento programado de rescate incluía el uso de un helicóptero Airbus H125 del Ministerio de Situaciones de Emergencia de Kirguistán, pilotado por un experto italiano, ya que en el país no hay pilotos con experiencia a esa altura. Pero como todos los anteriores, se vio frustrado por las condiciones meteorológicas implacables.
Mientras escribo estas líneas, Natalia Nagovitsyna permanece en algún lugar entre la vida y la muerte, entre la cumbre conquistada y el descenso imposible. Su historia se ha convertido en un espejo donde se reflejan tanto la grandeza como la fragilidad humana, la delgada línea que separa el triunfo de la tragedia en el mundo de la alta montaña.
Las posibilidades de salvar a Nagovitsyna son mínimas, aunque su caso ha despertado un amplio movimiento de solidaridad y ha puesto sobre la mesa los desafíos extremos del montañismo en zonas tan hostiles como el Pico Pobeda.
En las alturas donde el aire se vuelve cristal y cada respiración es una victoria contra la muerte, Natalia Nagovitsyna escribió su nombre con letras de hielo en la historia del alpinismo. Buscaba ser un Leopardo de las Nieves y terminó convertida en una leyenda congelada en el tiempo, en el último testimonio de que hay sueños por los que vale la pena morir, aunque el precio sea quedar para siempre suspendida entre el cielo y la tierra, en esa frontera invisible donde los humanos tocan lo divino y descubren que los dioses también pueden ser crueles.
La montaña guarda sus secretos con celo de eternidad. Y en algún lugar, a 7.200 metros de altura, una tienda naranja sigue siendo el último hogar de una mujer que quiso ser leopardo y terminó siendo presa de su propio sueño.
El viento sigue ululando en las alturas. Pero ya no hay respuesta.