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Elena García
Jueves, 28 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

También el hombre se ha liberado

Efectivamente, el hombre también se ha liberado. O, al menos, en ciertos aspectos. ¿De qué se ha liberado el hombre? ¡Pero si parecía que el hombre siempre había sido libre, o más libre que la mujer dentro de su condición social! Parecía que todo el movimiento de liberación de la «ideología feminista» iba dirigido a la mujer, que la mujer tenía que ser liberada del hombre y de las estructuras opresivas del heteropatriarcado.  Y he aquí que, de paso, las-mejoradoras-de-la-humanidad ¡también han liberado al hombre!

 

Lo han liberado, en primer lugar, de la paternidad. Ahora ya puede practicar sexo sin miedo a los compromisos. Basta con enviarla a ella a abortar si surge un embarazo inesperado. Y ella a veces va con gusto…, pero otras no.

 

El caso es que él no tiene por qué sentirse obligado teniendo tan sencillo el que ella aborte; y sin problemas de conciencia, eliminados por las feministas. Y, además, le saldrá gratis, pues lo pagaremos los demás. Aquí no vale decir, nuestro dinero es nuestro, dinero tanto de quienes no quieren contribuir a la eliminación de una vida humana como de aquellos a quienes no les importa eliminarla y que deberían ser los que subvencionasen las consecuencias de los momentos de placer sin protección. Pero ya se sabe, la responsabilidad hoy se ha convertido en palabra tabú.

 

Nos dirán: «Tú te callas, porque tu dinero se gasta en lo que deciden el Estado y las feministas». ¿Libertad de conciencia? No, para qué, ya la moral es única. Ya no hay conciencia, hay consignas únicas, hay moralina.

 

Así pues, en España se gastan, nos obligan a pagar, al rededor de 34 millones de euros para acabar con las cien mil vidas o embarazos al año, producto de los cien mil momentos de placer sin responsabilidad; pero no es que se los paguemos a ella, se los pagamos ¡a él! Seguramente si a él se le hubiese responsabilizado de estos embarazos, ella en muchos casos, no habría abortado. O quizás él habría puesto más cuidado en no dejarla embarazada y ella no se habría quedado marcada de por vida si hubiese sido apoyada para tener a su hijo.

 

He conocido algún caso en que así fue. Él se responsabilizó de ese hijo y ese hijo nació. El caso es que ahora, a él, la irresponsabilidad le sale gratis total. Se le ha liberado de compromisos.

 

El ámbito y las posibilidades de práctica sexual del hombre se han ampliado y posiblemente tenga que recurrir menos a la prostitución. Si bien la prostitución sigue en alza, practicada incluso por los que se presentan como feministas. Antes el hombre, como decíamos, había de esperar al matrimonio para tener satisfacción sexual, y si sus deseos eran muy perentorios, no le quedaba otra que pagar por satisfacerse. Esto suponía que el hombre tenía «prisa» por casarse y que los matrimonios eran mucho más tempranos. Ahora el varón no tiene prisa. La mujer o pareja —estable o no— está a su disposición y puede esperar perfectamente hasta los treinta y cinco o los cuarenta sin comprometerse y sin tener que soportar cargas familiares.

 

Mientras —y nos centramos en España—, él continua en casa de sus padres, donde la mamá sigue ocupándose de su ropa, sus comidas, etc., o si se ha alquilado un apartamento, le prepara los tupper con comida para toda la semana y le plancha la ropa. Quizá sea la última generación de madres «sacrificadas» con gusto y amor.

 

Como decíamos, el hombre actual no tiene el compromiso de mantener una familia, de cuidar hijos, de estar pendiente de su desarrollo, de sus problemas, del mantenimiento de una casa, que ahora le exige más. Ya se sabe que el varón, por lo general, experimenta bastante menos que la mujer las ansias de paternidad. No se compromete hasta que el niño no se hace real para él; prolonga su juventud despreocupada hasta más allá de los treinta o treinta y pico, dedicando su dinero y su tiempo, poco o mucho, a sus pasatiempos, beber, viajar —el «mochilero» se ha convertido en una figura de nuestros días—, esquiar, montañismo o cualquier otra afición que tenga.

 

Esto ya lo anticipó Nietzsche ¡en el siglo XIX, ¡quien lo iba a decir!, refiriéndose a la falta de compromiso y a la irresponsabilidad moderna. El caso es que la irresponsabilidad está de moda, no ha hecho más que aumentar, fomentada naturalmente por ciertas ideologías y por la creencia de que el Estado te lo resolverá todo.

 

La gente vive para el hoy, vive con mucha prisa, vive muy irresponsablemente: justo a esto es a lo que se llama “libertad” (…) Ellos [nuestros partidos políticos] prefieren instintivamente lo que disgrega, lo que acelera el final…Testimonio, el matrimonio moderno (…) La razón del matrimonio consistía en la responsabilidad jurídica exclusiva del varón (…) La razón del matrimonio consistía en su indisolubilidad por principio: con ello adquiría un acento que sabía hacerse oír frente al azar del sentimiento, de la pasión y del instante». (Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos)

   

 En nuestros días, lo momentáneamente apetecido y satisfecho no entiende de consecuencias futuras y, cuando las cosas salen mal, alguien tiene que solucionárnoslo porque los responsables de esa situación calamitosa son «el sistema», la sociedad o los otros.

 

Antes se enseñaba a la gente a «ser previsora», lo cual entrañaba sacrificios momentáneos.  Ahora tenemos al Estado, el dios terrenal, que acudirá en nuestro auxilio, pero que se lo cobrará con creces.

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