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Viernes, 29 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

Operación “Raise the Colours” en Reino Unido: cuando izar la bandera nacional se convierte en un acto de resistencia

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Desde hace unos días, Inglaterra vive una ola inesperada de patriotismo popular. Bajo el impulso de un movimiento espontáneo llamado “Raise the Colours”, banderas como la Union Jack y la Cruz de San Jorge brotan por doquier: en farolas, puentes, fachadas de casas, desde Birmingham hasta Newcastle, pasando por Norwich y Londres.

 

Esta iniciativa surgió de ciudadanos hartos de que su identidad nacional fuera borrada del espacio público y se propagó rápidamente a través de redes sociales. Hasta hace poco, ver ondear la bandera británica fuera de un partido de fútbol o de una coronación era algo excepcional. Hoy, esas banderas se alzan como símbolos de orgullo y desafío.

 

Las autoridades locales —a menudo controladas por el Partido Laborista o formaciones comunitarias— se apresuran a retirar las banderas. En Birmingham, el argumento oficial es la “seguridad vial”, pues fijar una bandera a seis o siete metros de altura podría representar un peligro para conductores y peatones. Sin embargo, los mismos cargos públicos no vieron inconveniente cuando banderas palestinas decoraron las calles durante meses o cuando los edificios municipales se iluminaron con los colores de Pakistán durante su fiesta nacional.

 

En el distrito londinense de Tower Hamlets, gobernado por un partido pro-Gaza, el alcalde prometió retirar “inmediatamente” cualquier Cruz de San Jorge o Union Jack visible en mobiliario público. Una decisión que contrasta con la permisividad mostrada hacia las banderas palestinas, retiradas solo tras protestas de vecinos judíos.

 

Para los partidarios del movimiento, estas “guerras de banderas” reflejan un descontento más profundo: la demonización de la identidad británica. La bandera inglesa, antaño símbolo de unidad, es hoy presentada por ciertos académicos y medios como intrínsecamente “racista”, asociada al colonialismo. Mientras tanto, la bandera británica se reduce al folklore o es vista como representante de un pasado imperial del que muchos desean distanciarse.

 

El auge de “Raise the Colours” se enmarca también en un clima de malestar general: inmigración descontrolada, creciente inseguridad y acusaciones de que el poder central ha abandonado al “pueblo autóctono”. Las manifestaciones contra la instalación masiva de migrantes en hoteles, a menudo tras incidentes dramáticos, avivan este sentimiento.

 

Izar la bandera nacional —muchos sostienen— deja de ser un mero gesto simbólico: es una forma de reclamar el espacio público frente a una clase política que, según ellos, ya no los representa.

 

La izquierda y gran parte de los medios de comunicación acusan al movimiento de estar instrumentalizado por la “extrema derecha”. Pero sus promotores contestan que no se trata de algo excluyente: simplemente buscan recordar que el amor a la patria no es un crimen, ni una ideología extrema.

 

Como señaló uno de los activistas citados por la prensa británica:

 

“En Estados Unidos, nadie se escandaliza por ver ondear las estrellas y las franjas en cada esquina. ¿Por qué en Gran Bretaña deberíamos disculparnos por ondear nuestros propios colores?”

 

Detrás de esta disputa de banderas se juega una batalla cultural real: ¿seguiremos cediendo terreno al relato dominante que reduce la historia británica a una sucesión de culpas, o reafirmaremos una identidad nacional que asuma sus raíces y continúe hacia adelante?

 

Lo cierto es que “Raise the Colours” refleja una profunda fatiga. Muchos británicos se niegan ya al auto-denigramiento y reclaman restituir el orgullo nacional. En las calles, las banderas retiradas reaparecen horas después, como señales de que una parte del pueblo británico ha decidido dejar de arrodillarse. ¿Y si este movimiento se extendiera a otros países? Algo parecido se ha visto en redes sociales en Alemania.

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