Quemar la parte pura de España
Incendio en España
El duro golpe que ha recibido “la ciencia”, primero con el COVID, después con el “cambio climático”, y, en conexión con estos fenómenos, ahora con la plaga de incendios en España, es de tal calibre, que esta institución hasta ahora sacrosanta no se va a reponer en siglos.
¿Quién va a seguir creyendo en “publicaciones de prestigio” que profetizan lo que sus amos (sigan la pista del dinero) van a causar, para desgracia general?
ð España en la Edad Contemporánea (Tomo II) de Armando Besga Marroquín
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— Letras Inquietas (@let_inquietas) July 18, 2025
Vimos el mapa de los incendios este verano. Una barra vertical Norte-Sur, desde Asturias hasta Andalucía, una línea casi perfecta de fuego que recorrió el occidente peninsular. Extraño cambio climático, que distribuye de forma tan rectilínea sus catástrofes.
Conozco bien el occidente peninsular, especialmente el septentrión. Belleza y Tradición, dos palabras me bastan. Con rabia y frustración, ya desde joven, observé que los planes desarrollistas del Régimen del 78, desde los tiempos felipistas, trazaban un arco de compás a lo largo de todo el litoral mediterráneo, aunque se podía forzar el arco por el Norte, abarcando las provincias vascongadas, y no solo Cataluña, así como toda la costa andaluza y sus grandes capitales, por el Sur. La aguja de ese compás desarrollista que la casta del Régimen del 78 pactó con francos y germanos debía situarse, cómo no, en Madrid. Allí se fijaba hacia el Mare Nostrum en interés de “Europa”. Una aguja para desangrar España, en el Madrid donde las influencias se trafican, y un arco en las periferias orientales, donde los vampiros succionan.
La España que más salvó a España, la del occidente peninsular (que debería incluir Portugal) quedó dejada de la mano de Dios desde el gobierno de Felipe Pero Dios es bueno y, a cambio de un supuesto “subdesarrollo”, la dejó más pura. Antes de los fuegos de este infernal verano, el sur y el occidente del Principado, la montaña leonesa, el hermoso Bierzo… eran paraísos de prístina belleza. Igual que hace siglos, allí se conservó belleza y tradición. Allí más rápido y más hondamente se expandió la Reconquista (frente a un oriente hispano muy moruno y difícil de recobrar); también allí se refugió el verde de los montes la blancura sonrosada de los rostros nativos.
Antes de los incendios, en mis veranos de paseo y recreo, se veían pueblos dignos, limpios y modos ancestrales de relación con la naturaleza, sanos y equilibrados, sanos como ninguna agenducha dosmiltrenta de burócratas europeos podrá adivinar ni soñar jamás. La repoblación hizo que la Extremadura, Portugal y el occidente andaluz conservaran también esa pureza originaria de una España auténtica, libre de sarracenos, fealdadades modernas y de otras influencias externas.
Esta agenducha de 2030 no va a permitir esa lección viviente de verdor y emboscadura hispana que siempre fue el Noroeste, y más en general, el occidente de la Península. Cientos de asesinos de bosques, asesinos de tradición, de animales, de economías y de personas han sido identificados o arrestados por las fuerzas de seguridad. Bien interrogados, saldrían los nombres de quienes les pagan y de quienes les animan a hacerlo. En un país normal debería ocurrir eso. La España alienada por los mosaicos étnicos, enlosada por urbanizaciones atroces, cultivos bajo plástico y esclavos sudorosos debía reemplazar (estaba sentenciado) a la economía familiar, autosuficiente y digna de quienes fueron nuestros padres, abuelos y reconquistadores. El mal se propaga al verde y frondoso Occidente. Este, no va a ser consentido por los todopoderosos fondos de inversión.
Veremos pronto cómo arañan el suelo calcinado y volverán a violar las entrañas de la tierra, buscando litio o Dios sepa qué rareza de mineral. Veremos pronto cómo llenan de espejos un suelo de cenizas, y pondrán aspas generadoras de mierda desarrollista y de economía verde que devora lo verde.
La dejadez y la desgana ante esta catástrofe no es casual. Es buscada. La España que quemó es una España que no iba a ser consentida por nuestros enemigos más furibundos: los amos del dinero y, con ellos, la casta del Régimen del 78 y sus taifas, el lobby del majzén con todos sus moros, la Bruselas alcahueta y puta a la vez… Malditos sean. Hace falta una nueva Reconquista. El año 711 lo hemos revivido en 2025.

El duro golpe que ha recibido “la ciencia”, primero con el COVID, después con el “cambio climático”, y, en conexión con estos fenómenos, ahora con la plaga de incendios en España, es de tal calibre, que esta institución hasta ahora sacrosanta no se va a reponer en siglos.
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Vimos el mapa de los incendios este verano. Una barra vertical Norte-Sur, desde Asturias hasta Andalucía, una línea casi perfecta de fuego que recorrió el occidente peninsular. Extraño cambio climático, que distribuye de forma tan rectilínea sus catástrofes.
Conozco bien el occidente peninsular, especialmente el septentrión. Belleza y Tradición, dos palabras me bastan. Con rabia y frustración, ya desde joven, observé que los planes desarrollistas del Régimen del 78, desde los tiempos felipistas, trazaban un arco de compás a lo largo de todo el litoral mediterráneo, aunque se podía forzar el arco por el Norte, abarcando las provincias vascongadas, y no solo Cataluña, así como toda la costa andaluza y sus grandes capitales, por el Sur. La aguja de ese compás desarrollista que la casta del Régimen del 78 pactó con francos y germanos debía situarse, cómo no, en Madrid. Allí se fijaba hacia el Mare Nostrum en interés de “Europa”. Una aguja para desangrar España, en el Madrid donde las influencias se trafican, y un arco en las periferias orientales, donde los vampiros succionan.
La España que más salvó a España, la del occidente peninsular (que debería incluir Portugal) quedó dejada de la mano de Dios desde el gobierno de Felipe Pero Dios es bueno y, a cambio de un supuesto “subdesarrollo”, la dejó más pura. Antes de los fuegos de este infernal verano, el sur y el occidente del Principado, la montaña leonesa, el hermoso Bierzo… eran paraísos de prístina belleza. Igual que hace siglos, allí se conservó belleza y tradición. Allí más rápido y más hondamente se expandió la Reconquista (frente a un oriente hispano muy moruno y difícil de recobrar); también allí se refugió el verde de los montes la blancura sonrosada de los rostros nativos.
Antes de los incendios, en mis veranos de paseo y recreo, se veían pueblos dignos, limpios y modos ancestrales de relación con la naturaleza, sanos y equilibrados, sanos como ninguna agenducha dosmiltrenta de burócratas europeos podrá adivinar ni soñar jamás. La repoblación hizo que la Extremadura, Portugal y el occidente andaluz conservaran también esa pureza originaria de una España auténtica, libre de sarracenos, fealdadades modernas y de otras influencias externas.
Esta agenducha de 2030 no va a permitir esa lección viviente de verdor y emboscadura hispana que siempre fue el Noroeste, y más en general, el occidente de la Península. Cientos de asesinos de bosques, asesinos de tradición, de animales, de economías y de personas han sido identificados o arrestados por las fuerzas de seguridad. Bien interrogados, saldrían los nombres de quienes les pagan y de quienes les animan a hacerlo. En un país normal debería ocurrir eso. La España alienada por los mosaicos étnicos, enlosada por urbanizaciones atroces, cultivos bajo plástico y esclavos sudorosos debía reemplazar (estaba sentenciado) a la economía familiar, autosuficiente y digna de quienes fueron nuestros padres, abuelos y reconquistadores. El mal se propaga al verde y frondoso Occidente. Este, no va a ser consentido por los todopoderosos fondos de inversión.
Veremos pronto cómo arañan el suelo calcinado y volverán a violar las entrañas de la tierra, buscando litio o Dios sepa qué rareza de mineral. Veremos pronto cómo llenan de espejos un suelo de cenizas, y pondrán aspas generadoras de mierda desarrollista y de economía verde que devora lo verde.
La dejadez y la desgana ante esta catástrofe no es casual. Es buscada. La España que quemó es una España que no iba a ser consentida por nuestros enemigos más furibundos: los amos del dinero y, con ellos, la casta del Régimen del 78 y sus taifas, el lobby del majzén con todos sus moros, la Bruselas alcahueta y puta a la vez… Malditos sean. Hace falta una nueva Reconquista. El año 711 lo hemos revivido en 2025.